Conan: Una Nota Personal

Veinte Años con Conan: una Nota Personal



Mi primer contacto con el personaje de Conan fue a través del comic. Fue a principios de los 80, cuando el estreno de la película había revivido su popularidad, y siempre mediante comics prestados (nunca he sido muy aficionado a su compra). Aquellos números de La Espada Salvaje de Conan suponían un cambio respecto a los tebeos (entonces aún los llamábamos así) que estaba acostumbrado a leer: no tenían nada que ver ni con Mortadelo ni con los asépticos superhéroes. En aquellos tebeos había aventuras, violencia, sangre y chicas semidesnudas, en un estupendo blanco y negro que le daba a todo un toque más “serio”: todo lo que un pre–adolescente podía desear. No creo que fuera la primera historia que leí, pero sí sé cual es la que más recuerdo: una adaptación de La Maldición del Monolito. Quizá no sea la mejor de las historietas (otro término de la época) de todas las de Conan, pero es la que más me marcó. Ya he dicho que nunca he sido comprador habitual de comics, pero los que tengo de aquella época son casi todos de Conan. No es que fuera un seguidor del personaje, pero cuando me compraba algún comic normalmente era de los suyos (y preferiblemente La Espada Salvaje).

La película no la pude ver en el cine (era demasiado pequeño), aunque curiosamente mi primer comic de Conan fue la adaptación de Conan el Bárbaro. La película (y sus secuelas) supongo que las acabaría viendo en la tele o en vídeo, en algún momento de la década de los 80, y tampoco me marcaron demasiado. Sería años después, ya como cinéfilo empedernido, cuando la vería con otros ojos y empezaría a apreciarla más.

Por supuesto, sabía que el personaje tenía un origen literario, pero entonces era imposible conseguir los libros de Robert E. Howard. Entre finales de los 80 y principios de los 90, la editorial Martínez Roca, en su colección Fantasy, publicó una buena cantidad de títulos interesantes del género, incluídos algunos de Howard (Kull, Bran Mak Morn…), pero Conan seguía sin aparecer. Por fin, en 1995 empezarían a publicar una serie especial dedicada a Conan (incluso cambiaron el habitual color amarillo de la colección por el azul para distinguir estos títulos), en la que acabarían publicando los 12 libros de la edición de Sprague de Camp y Carter, y otros tantos pastiches de diversos autores. Por desgracia, esta serie supondría el canto del cisne de la colección, que desaparecería con ella.

Los libros los devoré, sin atender demasiado a quien era su autor, y si eran del propio Howard o no (tampoco conocía aún todas las vicisitudes por las que habían pasado los textos), y recuerdo que aguardaba la publicación de cada uno para poder comprarlo cuanto antes. Me encontraba con un personaje más complejo e interesante, e incluso en ocasiones bastante diferente, del que recordaba de los comics o de las películas, y un estilo literario bastante distinto del que se podía encontrar en otras novelas de fantasía. He de reconocer que algunas de las historias escritas por Sprague de Camp me gustan bastante y que los pastiches me entretenían (aunque en muchos ya se podía detectar una escritura rutinaria y poco inspirada, y creo que he re-leído pocos); pero luego, haciendo “recuento”, la mayor parte de las historias y escenas que mejor recuerdo son las del propio Howard.

El círculo se cierra ahora, a mediados de la primera década del siglo XXI, más de veinte años después de que viera una primera viñeta de Conan, cuando he podido leer el texto original de Howard, sin modificaciones ni ediciones. También (volviendo a los orígenes) he podido leer los excelentes nuevos comics de Conan que está publicando Dark Horse.

Casualmente, además este año 2006 se cumple el centenario del nacimiento de Robert E. Howard, y de ahí que haya decidido aprovechar para rendirle este humilde homenaje. Todo nació con un artículo sobre Conan en el cine, que decidí acompañar con uno dedicado a Conan como personaje literario (coincidiendo con la lectura de las antologías de Patrice Louinet). Finalmente, incluso me atreví a dedicar algún tiempo a Conan en el comic, en un artículo que es más investigación que opinión personal debido a mi mayor desconocimiento del medio.

En estos tiempos en que la literatura fantástica parece vivir a base de extensas trilogías o sagas, no hay que olvidar que uno de los pilares sobre los que nació el género fueron estos relatos cortos publicados en revistas baratas. Y lo importante es que Conan sigue siendo tan interesante y atractivo para el público como lo era en su momento, como cuando lo leí por primera vez (sin importar modificaciones ni reescrituras) hace una década, como cuando lo escribió Robert E. Howard hace más de 70 años.

Bibliografía

Además de los propios libros de Conan (con mención especial para las ediciones de Patrice Louinet), este trabajo hubiera sido imposible sin la consulta de multitud de recursos en Internet (sobre todo en lo relacionado con los comics). Entre los básicos, hay que mencionar:

en.wikipedia.org
www.rehupa.com
www.pulpanddagger.com
www.tebeosfera.com/Libris/REH/Sumario.htm

así como muchos más encontrados gracias a la inestimable ayuda de Google.

También hay que nombrar la consulta de los siguientes libros:

La Canción de las Espadas (Javier Martín Lalanda; Tiempo de Ediciones, 1983)
Conan: Guía de la Era Hiboria (Juan Carlos García Herranz–Eugenio Sánchez; Alberto Santos, 1996)
Conan: Un Estudio sobre el Mito (León Arsenal–José Miguel Pallarés–Eugenio Sánchez Arrate; Metrópolis Milenio, 1999)