La Torre Oscura

The men in black fled across the desert, and the gunslinger followed

Sobre unas influencias tan dispares como son El Señor de los Anillos de J.R.R. Tolkien y los westerns de Sergio Leone, Stephen King construye la que es su obra más ambiciosa: la saga de La Torre Oscura. Se trata de una serie compuesta por siete (mayoritariamente voluminosos) libros publicados entre 1982 y 2004.

Aunque The Gunslinger, el primer libro de la serie, fue publicado en 1982 (y revisado en 2003 para adaptarse mejor al resto de la saga), las historias que lo componen habían estado apareciendo en diversas revistas desde 1978. Teniendo en cuenta que en 2012 está prevista la publicación de una nueva novela ambientada en el mismo universo, puede decirse con bastante seguridad que Stephen King lleva toda su carrera dedicándose de manera más o menos firme a esta saga. Esta primera novela sirve de presentación del mundo ficticio en que transcurre buena parte de la saga. Se trata de un universo que mezcla las características de un western sobrenatural (con demonios y hechiceros) con la de un mundo post–apocalíptico (con mutantes y ecos del pasado), al que se unen la presencia de múltiples dimensiones (y realidades alternativas) y un extinto mundo “formal” del que proceden los Pistoleros, que a su vez mezcla el salvaje Oeste con la leyenda artúrica (visitado mediante flashbacks). La trama en sí es bastante lineal, centrada en la persecución del Hombre de Negro para poder llegar a la Torre Oscura, por lo que el libro puede considerarse más atmosférico que narrativo. También se nos presenta al Pistolero protagonista de la saga, Roland Deschain, aunque (como sucede con el Hombre sin Nombre al que daba vida Clint Eastwood) tampoco será mucho lo que conozcamos de él. A pesar de las revisiones, este libro destaca bastante al considerarlo junto al resto de la saga, apareciendo como un elemento casi aparte del resto. Y eso sucede a pesar de que la historia está narrada en unos libros que, por regla general, casi no parecen formar parte de una misma serie: la disparidad de tiempo entre la escritura de los distintos volúmenes es bastante perceptible, así como la no existencia de un plan general demasiado firme.

En The Drawing of the Three (1987), Roland busca en diversas épocas de la Tierra (a partir de los años 60, eso sí) a los que serán sus compañeros (y nuevos Pistoleros) a lo largo del viaje a la Torre Oscura. Se trata de Eddie, un drogadicto y traficante de poca monta; Susannah, una mujer negra (en los Estados Unidos de los años 60, con lo que ello conlleva) que perdió las piernas trágicamente , y que sufre un grave problema de doble personalidad; y Jake, un niño al que Roland ya conoció en el libro anterior. En cierto modo, la novela está compuesta por las tres historias independientes de estos personajes. Lógicamente, la trama principal avanza poco, pero la presentación de los personajes resulta sólida.

El tercer libro, The Waste Lands (1991) resulta bastante más flojo (y probablemente sea el peor de toda la saga). En la primera parte, Roland y Jake sufren los efectos de los cambios que han causado en la línea temporal “principal”: una idea interesante y bien llevada pero que quizá se alarga demasiado. La segunda parte resulta algo más atrayente, con el grupo viajando por un mundo en el que se resalta marcadamente la ambientación post–apocalíptica. El libro acaba en un cliffhanger en toda regla, en pleno mortífero concurso de enigmas con una enloquecida inteligencia artificial.

Por si fuera poco, los lectores tendrían que esperar seis años para ver la resolución de esta competición en Wizard and Glass (1997). Tras esta conclusión, el grupo de Pistoleros sigue su viaje a través del mundo de The Stand. Esta es otra constante de la saga: King introduce todo tipo de referencias a otras obras suyas (incluso de manera retro–activa, como sucede con el texto revisado de The Gunslinger). Algunas referencias (The Stand, ‘Salem’s Lot) son mucho más obvias que otras (Eyes of the Dragon, Hearts in Atlantis), eso cuando los libros de King no son directamente mencionados por su título (Insomnia, el propio ‘Salem’s Lot). Este juego de referencias probablemente sólo pueda ser apreciado en su totalidad por los lectores que conozcan a fondo la obra de King. A los demás, las referencias a situaciones y personajes les resultarán como poco confusas, cuando no directamente incomprensibles. La mayor parte de la trama de este libro está compuesta por un flashback que nos traslada a la juventud de Roland, narrando una aventura más o menos independiente (básicamente, un western sobrenatural que recuerda al primer libro), y haciendo por su personaje lo mismo que hizo The Drawing of the Three por el resto de protagonistas. Por su parte, la trama principal (la de la búsqueda de la Torre Oscura) sigue avanzando lentamente, aunque por lo general en la historia los diversos elementos de importancia aparecen de forma gradual y en muchos casos ni siquiera es demasiado obvia su importancia. Esto es perfectamente comprensible y respetable, aunque hay que reconocer que hace complicado el seguir una historia tan extensa (por no hablar de las mencionadas referencias a elementos externos a la saga).

Más largo aún fue el periodo de espera para la publicación de la siguiente entrega, Wolves of the Calla (2003), aunque comprensible teniendo en cuenta el grave accidente sufrido por Stephen King en 1999. A partir de ahora, eso sí, en un par de años quedará resuelta la conclusión de la serie. Este libro puede considerarse casi como otra historia independiente. En su viaje, los Pistoleros llegan a un pueblo que les “contrata” para salvarlos de unas criaturas (los “Lobos” del título) que les asaltan periódicamente para llevarse a sus niños. Con ecos confesos de Los Siete Samurai y referencias directas a los comics Marvel, Star Wars y a la saga de Harry Potter (de la que King es fan), este libro parece no aportar demasiado a la saga. Sin embargo, además de ser francamente entretenido, nos muestra realmente al grupo de Pistoleros (Roland, Eddie, Susannah y Jake) actuando como tales, reflejando en cierto modo la historia de Roland narrada en el libro anterior.

El siguiente título, Song of Susannah (2004), casi puede considerarse como un libro de transición. Teniendo en cuenta que los dos volúmenes anteriores sólo hacen avanzar la trama general de forma tangencial, esto resulta casi decepcionante. Al menos, el libro tiene una extensión moderada (comparable a la de The Gunslinger), alejada del grosor del resto de los títulos de la saga, lo que parece resaltar aún más su naturaleza de texto de paso, o le hace parecer que es el inicio del último tomo, publicado aparte para evitar una longitud excesiva. A su favor puede decirse que aquí va tomando forma definitiva la importancia de la trama central, sin detenerse en elementos secundarios. Aquí además aparece por primera vez el propio Stephen King en la trama, elemento que simplemente se verá agravado en la siguiente entrega. Quizá la misma sub–trama hubiera funcionado algo mejor con un personaje escritor totalmente ficticio, aunque se tratase del propio King levemente enmascarado.

La saga concluye en The Dark Tower (2004), y como casi todas las conclusiones resulta difícil que sea totalmente satisfactoria (el propio King en su papel de narrador se confiesa no demasiado satisfecho con por donde le ha llevado la inspiración). El grupo de Pistoleros se opone aquí de forma más directa a los planes del Rey Carmesí para acabar con el universo. Precisamente, una de las cosas que han de hacer para mantener el equilibrio cósmico es salvar la vida de Stephen King en 1999. La insistencia de King en aparecer como personaje en su saga (por no hablar de la importancia que da a su propia vida en relación al destino del universo) resulta un elemento de distracción: es complicado abstraerse en la épica historia de la salvación del cosmos cuando constantemente se nos recuerda de manera más o menos indirecta que estamos en un mundo ficticio. Además, King está más presente como (ocasional) voz narrativa independiente en este libro, cosa que no sucede en el resto: coherente con el papel de su personaje, pero otro factor de irregularidad en la saga. Puede que a nivel personal esto le haya servido a King como terapia en su recuperación (esperemos que no simplemente como forma de satisfacer su ego), pero a nivel literario no puede considerarse una idea demasiado exitosa. Además, en este libro King recurre al recurso de la “repulsión” (por encima del “terror” o del “horror”), mecanismo barato que él mismo define como tal en su ensayo Danse Macabre, renunciando así a aterrorizar o, al menos, horrorizar al lector.

La trama principal concluye con la ayuda de un deus ex–machina procedente de una historia de Stephen King no incluida en la saga principal (Insomnia), lo que resulta como poco frustrante. La inclusión de referencias al resto de su obra en un momento de la trama tan crítico, y la importancia dada a personajes introducidos de forma tan brusca (al menos desde el punto de vista de esta saga) frente a personajes con los que llevamos tanto tiempo, le quita mucha fuerza al final de la historia.

La conclusión que encuentran los distintos personajes tampoco es especialmente satisfactoria, quizá con la única excepción del propio Roland. Sin embargo, los demás personajes principales (tanto protagonistas como antagonistas) salen de la historia de forma mucho menos adecuada. De hecho, parece que King no acaba de definirse acerca de la conclusión, ofreciendo un último capítulo con un forzado final feliz “de libro”, y un epílogo posterior con un verdadero final menos convencional (que el King narrador recomienda no leer a quien esté satisfecho con la otra conclusión). Este doble final está tratado de forma eficaz e ingeniosa, resultando perfectamente adecuado, pero dicha indefinición parece significativa. En general, puede decirse que la saga acaba de forma adecuada, pero este final no se libra de la influencia de la irregularidad que domina a toda la serie.

Y es que irregular parece el calificativo que mejor describe a esta serie. Esta irregularidad es perceptible sobre todo en la historia alrededor de la que gira la saga. Su aparente sencillez (Roland quiere llegar a la Torre Oscura) se complica de manera inadecuada con digresiones, auto–referencias y meta–literatura (por mucho que King diga que no le gusta este término), que hacen que la Torre Oscura no consiga escapar de su papel de MacGuffin. Los personajes son sólidos y resultan atrayentes, aunque la trama se ve algo lastrada por la falta de antagonistas claros y definidos (el Hombre de Negro, John Farson, Mordred, el Rey Carmesí…). Sin duda, de todas formas, el principal fuerte de la serie es el mundo que ha creado Stephen King, el Mid–World que mezcla western, fantasía y ciencia–ficción. Quizá la prueba más palpable de esto sea el éxito de las historias en comic publicadas por Marvel y ambientadas en este mundo, centrándose en la época de juventud de Roland, así como el hecho de que King vaya a publicar una nueva novela, ambientada entre Wizard and Glass y Wolves of the Calla, que probablemente trate más de este mundo que de la trama general de la saga. Aún así, este mundo de ficción se ve lastrado por la presencia de elementos ajenos, como los procedentes de Harry Potter (presentes en los 3 últimos libros), que convierte ese Mid–World en algo menos autocontenido, en algo menos real. Por otra parte, el lenguaje ficticio con el que salpica el texto resulta forzado y poco elaborado, ciertamente no a la altura de otros idiomas de ficción. Quizá esta irregularidad sea inevitable teniendo en cuenta que la historia ha sido escrita a lo largo de casi 30 años y sin una planificación clara, lo que justifica tanto los cambios de estilo como los de contenido.

Quizá una buena demostración de la irregularidad de la saga es que los aficionados no se ponen de acuerdo en cual es el mejor libro o cual es el peor: tantos hay que encuentran flojo The Gunslinger como los que echan de menos su estilo, y lo mismo con otros títulos como Wizard and Glass o The Waste Lands. Y no sólo eso, sino que hay gente que considera partes de la saga como de lo peor que ha escrito King, y esa misma gente considera otros títulos como parte de su mejor producción. Y los títulos mencionados no suelen coincidir: la basura de unos es el tesoro de otros… En resumen, la serie de la Torre Oscura nos ofrece un mundo interesante que visitar, unos personajes sólidos para acompañarnos, pero una historia que no acaba de estar a la altura: el fallo de este tercer pilar es lo que hace que la saga no acabe de merecer la entrada en el Olimpo fantástico como pretendía su autor (aunque King tampoco es precisamente un autor con demasiadas ínfulas literarias). Como se suele decir, buena idea y mala ejecución.

Las Necrofagias del Conde d'Erlette: los Mitos de Derleth

Dentro del mundillo de aficionados y estudiosos que rodea a la obra de H.P. Lovecraft, sin duda alguna la figura más polémica es la de August Derleth. El prolífico autor consideraba que su obra más importante era la Saga de Sac Prairie, un extenso conjunto de obras de corte naturalista centradas en su Wisonsin natal. Sin embargo, Derleth pasaría a la historia de la literatura de horror de la mano del autor de Providence.

Sin Derleth, probablemente hoy Lovecraft no sería un autor tan conocido. A su muerte, Derleth y Donald Wandrei reunieron una antología de obras suyas y, al no encontrar quien la publicara, fundaron la editorial Arkham House en 1939, cuyo primer libro fue precisamente ese The Outsider and others, que reunía más de 30 títulos de Lovecraft. Gracias a esto, Derleth podría haber sido recordado como el gran responsable de la popularidad del autor, además de crear una editorial en la que publicarían otros grandes escritores y que aún sigue en activo.

Sin embargo, Derleth también empezó a publicar varias historias con la firma de H.P. Lovecraft y August Derleth, presentándose a sí mismo como colaborador póstumo, desarrollando argumentos y textos supuestamente creados por Lovecraft. Sin embargo, está demostrado que prácticamente todos esos relatos son obra de Derleth por completo, y la participación de Lovecraft se limita normalmente a una breve anotación en su cuaderno de notas o a un párrafo en una carta. Por si fuera poco, editores menos escrupulosos que Derleth han publicado muchas veces alguno de estos relatos como si fueran obra de Lovecraft (Sea por honradez o por vanidad, Derleth nunca intentó hacer pasar estos relatos como obra únicamente de Lovecraft).

Por su parte, Derleth también escribió unas cuantas historias más relacionadas con lo que se ha venido a llamar Los Mitos de Cthulhu, término que inventó él mismo y con el que no sabemos si Lovecraft hubiera estado satisfecho. En estas historias acaba por cimentar su propia versión de los Mitos, algo que ya apuntaba en las colaboraciones con Lovecraft. Estos Mitos de Derleth son una interpretación personal del autor del universo creado por Lovecraft, en la que pueden encontrarse no pocos elementos discutibles y que chocan con la cosmología creada por el de Providence.

Quizá lo más criticable sea la división entre el Bien y el Mal tradicionales que intenta imponer a las criaturas de los Mitos, convirtiéndolos en un reflejo de sus creencias cristianas. Hay que recordar que Lovecraft era un ateo convencido, y que buena parte del horror cósmico de sus historias está relacionado con ese frío materialismo ajeno a creencias y moralidad que muestran sus seres alienígenas. En los Mitos de Derleth, Cthulhu, Azathoth, Yog Sothoth y compañía quedan reducidos a una especie de demonios que desean ser adorados por los seres humanos y que tienen un especial interés por traer el Mal a la Tierra.

Acompañando a esta interpretación, Derleth añade una vinculación de los dioses lovecraftianos a los elementos tradicionales: agua, aire, tierra y fuego. Si bien no es tan grave como la interpretación anterior, vuelve a ser un elemento bastante forzado y que quita alienidad a estos seres, relacionándolos con mitologías conocidas.

Además, Derleth insiste en entrelazar todos los relatos y temas lovecraftianos entre sí. Lovecraft utilizaba elementos comunes entre sus relatos (esa es al fin y al cabo la base de su universo de ficción), pero no los referenciaba directamente. Por el contrario, Derleth suele mencionar un buen número de ellos, intentando dar una imagen común de algo que nunca pretendió ser un todo coherente.

Por si fuera poco, la mayoría de los relatos firmados por Derleth junto a Lovecraft resultan de muy escasa calidad y bastante repetitivos, y se parecen bastante o bien a relatos (mejores) de Lovecraft en solitario, o bien entre sí. En todo caso, los relatos de Derleth en solitario dedicados a sus Mitos, resultan aún más formulaicos. A su favor puede afirmarse que la prosa de Derleth es más directa y digerible que la de Lovecraft, pero a cambio también carece del impacto de la de este. En todo caso, la relación de estos relatos de Derleth con la obra de Lovecraft (sea incluyendo o no su firma), hace que la obra de este se contamine con la falta de originalidad que demuestran.

Leyendo el Libro de los Muertos

Un total de dieciséis historias aparecerían con la firma de August Derleth y H.P. Lovecraft, cuya participación se limita a haber escrito anotaciones en su cuaderno que Derleth desarrollaría. En muchos casos (sea por compartir la inspiración o por poca originalidad de Derleth), hay relatos de Lovecraft que ya tratan el mismo tema o incluyen buena parte de sus elementos.

The Lurker at the Threshold (1945) es una novela de unas 50.000 palabras, de las que sólo unas 1.200 fueron escritas por Lovecraft, lo que sirve para hacerse una idea del tipo de colaboración que son estas obras. La historia se parece mucho a The Case of Charles Dexter Ward, tanto en contenido como en estructura, pero le sirve a Derleth para exponer su versión de los Mitos, antes de un anticlimático final carente de un verdadero conflicto.

The Survivor (1954) parece tener su origen en un esbozo y notas de Lovecraft relativamente extensos. De nuevo la historia se centra en la investigación de una casa y uno de sus ocupantes, y a pesar de ser bastante previsible y tener elementos muy forzados, resulta correcto y presenta una visión de los Mitos relativamente próxima a Lovecraft.

A pesar de la presencia del grimorio arquetípico, Wentworth's Day (1957) no puede considerarse parte de los Mitos. Se trata de un correcto y típico relato de un muerto al que se le debe dinero y regresa para cobrar su deuda. No tiene gran interés.

Los Mitos tampoco tienen una presencia muy explícita en The Peabody Heritage (1957), que comparte muchos elementos con The Dreams in the Witch House, aunque sin su enfoque científico. El protagonista hereda una casa y descubre (y reaviva) las siniestras actividad de un antepasado.

A pesar de sus limitaciones, The Gable Window (1957), con su rutinario listado de libros arcanos, sus Mitos de Derleth y su trama repetitiva, resulta interesante y tiene un clímax bastante logrado. La casa heredada esta vez tiene una misteriosa ventana que sirve de portal hacia otras dimensiones.

Los Mitos tampoco aparecen de manera directa en The Ancestor (1957), que aún así trata un tema bastante lovecraftiano (véase "Arthur Jermyn"), como son las memorias genéticas y las regresiones. Tiene cierta originalidad en su tratamiento que le hacen destacar un poco sobre la media.

Tanto el título como la historia de The Shadow Out of Space (1957) remiten descaradamente a The Shadow Out of Time. Especialmente grave es el caso de la trama, que resulta casi una copia directa de la del relato de Lovecraft, cuyo contenido es nombrado en este relato. Partiendo de la base de que no tiene sentido repetir algo que Lovecraft ya ha hecho (y mucho mejor), el hecho de que su firma aparezca en este relato le hace parecer un autor que se autocopia descaradamente.

The Lamp of Alhazred (1957) es un bienintencionado aunque flojo homenaje a la obra de Lovecraft (que aparece como protagonista de forma nada disimulada), con el tono onírico de las aventuras de Randolph Carter y otros relatos similares.

The Shuttered Room (1959) puede considerarse una continuación de The Dunwich Horror, aunque con la estructura habitual en Derleth del protagonista que vuelve a la antigua casa y descubre misterios relacionados con su pasado. Aquí Derleth fuerza la trama al relacionar a las familias de Dunwich e Innsmouth, con su insistencia en que todo esté conectado. A pesar de su poca originalidad, sería uno de los mejores relatos de estas colaboraciones.

A partir de una frase escrita por Lovecraft (unas diez palabras), Derleth escribe The Fisherman of Falcon Point (1959). Resulta poco interesante y no aporta nada nuevo, a pesar de intentar dar una versión del mito de la sirena relacionada con los Profundos creados por Lovecraft.

También muy similar a The Dunwich Horror es Witches' Hollow (1962): un profesor muestra preocupación por un alumno de una misteriosa familia, y acaba descubriendo el mundo de los Mitos de Derleth, así como el exagerado uso del Signo Antiguo como talismán protector (como si se tratara de un crucifijo contra un vampiro), otro de los elementos habituales en las historias de Derleth.

En The Shadow in the Attic (1964) tampoco aparecen los Mitos: se trata de un relato de posesión con un final flojo y melodramático, pero que casi puede considerarse una rareza por lo sexualmente explícito de su contexto.

En The Dark Brotherhood (1966) vuelve a aparecer como protagonista un Lovecraft escasamente disfrazado. El relato mezcla el homenaje a Poe y Lovecraft con el tema de The Shadow Out of Time, aunque dándole un toque contemporáneo a lo Invasión de los Ladrones de Cuerpos.

The Horror from the Middle Span (1967) sigue de nuevo la "fórmula Derleth" (heredero de mansión + antepasado misterioso = hechos siniestros), pero resulta bastante correcto: la introducción de los Mitos en el relato de brujería es sutil y apropiada.

Innsmouth Clay (1971) puede considerarse una secuela de The Shadow Over Innsmouth, o una nueva elaboración de The Fisherman of Falcon Point. Aunque le falta algo de acento en la parte terrorífica, de nuevo resulta interesante por la presencia de elementos sexuales en el contexto de los Mitos.

La muerte de Derleth dejó inacabado The Watchers Out of Time (1974), pero no resulta una gran pérdida: todo está ya muy visto. Un joven emparentado con la familia Whateley hereda una mansión con un extraño cristal y empieza a investigar a su misterioso abuelo... De nuevo es la trama básica de la mayoría de los relatos de los Mitos de Derleth.

Cthulhu Enmascarado

Aunque su abundante producción literaria no se reduce al horror (y ni siquiera al horror únicamente lovecraftiano), son los relatos asociados con los Mitos de Cthulhu los que probablemente más popularidad le hayan proporcionado a Derleth. Así, además de los escritos conjuntamente con H.P. Lovecraft, hay un buen número de historias firmadas en solitario a considerar. Algunas de ellas (sobre todo las del ciclo de Ithaqua) tienen la curiosidad de no estar ambientadas en la Nueva Inglaterra ficticia de Lovecraft.

The Thing That Walked in the Wind (1933) adopta la forma de un pseudo informe policial para contar la historia de un pueblo cuyos habitantes han desaparecido y que resulta adorar a un ser llamado Ithaqua, al que aplacan con sacrificios humanos y que parece más un demonio tradicional que una criatura de los Mitos. Mezcla la influencia de The Wendigo, de Algernon Blackwood, con el universo de Lovecraft, y ambos autores son mencionados en el texto.

Passing of Eric Holm (1939) tiene formato de declaración en un juicio, y está relacionado con los Mitos sin necesidad de que ningún personaje se dedique a explicarlos. Aún así, algunos elementos (incluido el giro final que casi parece humor negro) parecen un poco fuera de lugar.

Según Derleth, el propio Lovecraft le hizo algunas sugerencias sobre el texto de The Return of Hastur (1939). Aún así, se trata de un relato rutinario, con muchas menciones a Cthulhu sin mucho sentido. Tiene el dudoso honor de ser el primer relato en que Derleth emplea una fórmula que repetirá hasta la saciedad: el protagonista hereda una casa, descubre los libros arcanos de su misterioso antepasado, etc, etc...

En The Sandwin Compact (1941) el protagonista es arrastrado con los dioses de los Mitos por un pacto hecho por sus antepasados. Siendo un relato correcto, resulta extraña la idea de que los seres de los Mitos se comporten como demonios tradicionales y tengan necesidad de hacer pactos faústicos con los seres humanos.

En la práctica, Ithaqua (1941) resulta ser una especie de remake o secuela de The Thing That Walked in the Wind, relato con el que comparte criatura protagonista, adoradores, formato del texto, situaciones, y hasta personajes y frases. En consecuencia, resulta redundante y sin mucho interés si se conoce el relato precedente.

De nuevo aparece Ithaqua en Beyond the Threshold (1941), relato correcto pero no destacable, en el que el protagonista se ve arrastrado por la criatura a causa de vivir en una zona con la que está relacionado este dios/demonio.

Los protagonistas de The Dweller in Darkness (1944) van en busca de un profesor desaparecido, y encuentran a un erudito que les da la explicación completa de los Mitos de Derleth. Curiosamente,se menciona la antología The Outsider and others como a un libro arcano más, y a Lovecraft como alguien que sabía. Para acabar con Nyarlathotep, los protagonistas invocan a Cthugha, deidad del fuego creada por Derleth para que encaje su visión elemental de los Mitos. En otras manos la idea de usar un mal para acabar con otro mal podría haber sido interesante; en las de Derleth la invocación de esta criatura se convierte en un hecho simplemente funcional, como hacer explotar una caja de explosivos.

A pesar de seguir la fórmula habitual de Derleth, The Whippoorwills in the Hills (1948) está un poco por encima de la media de calidad. Eso sí, no por ello deja de sobrarle alguna escena totalmente inadecuada.

Mejor resulta Something in Wood (1948), en la que una estatuilla misteriosa cambia las percepciones de un artista que se obsesiona con ella, y eso le pone en contacto con los Mitos. No insiste en la interpretación de Derleth del universo lovecraftiano, y resulta bastante próximo a los textos del autor de Providence.

Something From Out There (1951) es una historia correcta alrededor de la captura de una criatura que ha sido liberada, pero sería mejor sin el inadecuado uso que hace Derleth de los Mitos, y especialmente del Signo Antiguo como talismán.

Dentro de lo repetitiva que resulta la fórmula, The House in the Valley (1953) resulta correcto: un pintor en una casa de siniestro pasado empieza a tener sueños de Cthulhu y sus adoradores Profundos.

The Seal of Rlyeh (1957) empieza con la estructura habitual de Derleth, presentándose como una continuación o versión alternativa de The Shadow Over Innsmouth, pero el enfoque es distinto, lo que le da cierto interés. El protagonista no experimenta el horror, sino casi una sensación gozosa de encuentro con la familia perdida. El punto negativo es la falta de sensibilidad que muestra Derleth al presentar como elementos de la "conspiración Cthulhuidea" la muerte de H.P. Lovecraft y los suicidios de Robert E. Howard y Robert H. Barlow, trivializando estas tragedias.

En 1962 August Derleth publicó The Trail of Cthulhu, una novela compuesta por cinco historias cortas que habían sido publicadas previamente. Cada una de ellas está narrada por un personaje distinto y, de hecho, todas las historias tienen un título alternativo que indica quien es el narrador.

The House of Curwen Street (1944) nos presenta al Dr. Laban Shrewsbury, un misterioso erudito que parece estar dedicado a luchar contra Cthulhu y sus seguidores. El protagonista (su secretario) lo descubre gracias a los sueños en los que ve lo que hace por las noches. El tono de la historia parece haber renunciado al horror y haberse pasado a la aventura pulp: Shrewsbury es una figura heroica que lucha contra el Mal, para lo que invoca seres alados para transportarse y emplea elixires y talismanes de misteriosos poderes.

En The Watcher From the Sky (1945), el narrador del anterior relato se presenta al de este casi como una figura angélica, para alistarle en su lucha contra Cthulhu. Ambos se infiltran en una Innsmouth en la que un nuevo Marsh está resuciando el siniestro culto de la ciudad. Sin ser el Innsmouth de Lovecraft, esta historia tiene momentos logrados, aunque sigue pareciendo un poco fuera de lugar el papel de fuerzas del Bien de los protagonistas.

Más flojo, por repetitivo, es The Gorge Beyond Salapunco (1949), donde un nuevo recluta en la lucha contra Cthulhu es enviado tras la pista del líder de un culto en Perú. A pesar de las referencias a Call of Cthulhu, el hecho de que en todas las historias (además de compartir estructura) se repita la explicación de los Mitos de Derleth y una serie de instrucciones generales, lastra la fluidez de la narración.

También resulta poco interesante The Keeper of the Key (1951), a pesar de alguna revelación sobre la trama general. Shrewsbury y un nuevo recluta viajan a la Ciudad sin Nombre para sacarle información al fantasma de Abdul Alhazred (incluida la ubicación de una copia del original árabe del Necronomicon).

La historia finalizada en The Black Island (1952), cuyo único elemento de interés (y está bastante desaprovechado) es que el último recluta tiene un secreto que lo relaciona con los Profundos. El grupo de Shrewsbury se dirige a R'lyeh para intentar dinamitar el refugio de Cthulhu y, en vista de lo inútil que resulta, lanzarle una bomba atómica con el apoyo del ejército. Al menos, al final se deja claro que todo esto no ha servido para nada y que los dioses Primigenios no pueden verse afectados por los inútiles esfuerzos de los seres humanos. Es lo único realmente lovecraftiano de esta serie de relatos, que parece la versión de Call of Cthulhu que harían unos malos guionistas de Hollywood, repleta de elementos absurdos y exagerados y sin un ápice del horror cósmico que se supone debería caracterizar este tipo de historias.


No es que Derleth sea un mal autor, pero lo que es innegable es que su obra lovecraftiana peca de repetitiva cuando se examina en su conjunto. Si a esto se le une su más que discutible interpretación de los Mitos creados por Lovecraft, no es posible considerar la obra de Derleth como una adición valiosa a los Mitos de Cthulhu. La situación se agrava si se tiene en cuenta que Derleth no es considerado como un imitador cualquiera, sino que en cierto modo se presenta como el continuador del legado de Lovecraft, al ser su editor y "colaborador póstumo". Esto hace que los relatos de Derleth y su visión de los Mitos sean vistos casi como parte del "canon" iniciado por Lovecraft, haciendo que baje la calidad media de dicha mitología. Tanto para él mismo como para los Mitos de Cthulhu y H.P. Lovecraft, hubiera sido mejor que August Derleth se hubiera limitado a su meritoria labor como editor al frente de Arkham House.

El Salvaje Oriente de El Borak

De acuerdo con el propio Robert E. Howard, Francis Xavier Gordon, conocido como El Borak, fue uno de los primeros personajes que imaginó, cuando tenía unos diez años. Unos años después, ya en la adolescencia, Howard escribiría unos cuantos textos alrededor de este personaje, pero no sería hasta los años 30, casi hacia el final de su carrera, cuando El Borak alcanzaría su forma definitiva y sería publicado profesionalmente.

El Borak quiere decir "El Rápido" en árabe, y es el apodo con el que en Afganistán y en buena parte de Asia central se conoce al aventurero americano (procedente de Texas) cuyo verdadero nombre es Francis X. Gordon. A pesar de su sangre celta (sus ancestros son irlandeses y escoceses), el aspecto de Gordon no coincide con el de otros de los héroes de Howard. El Borak no es un gigante musculoso de ojos azules, aunque su compacto físico es capaz de desarrollar una fuerza por encima de lo normal. Su principal característica, y la que le da su apodo, es que tiene un físico "construido para la rapidez", la velocidad del pistolero del Oeste que es. Sin embargo, la rapidez de Gordon no es sólo física, sino también mental: su astucia es tan responsable de que sea llamado El Borak como lo es su rapidez.

Gordon puede identificarse con el arquetipo del héroe reluctante, que hace lo que considera su deber pero alejado de cualquier idealismo o lealtad nacional. Si en ocasiones apoya a los Británicos, por ejemplo, no es por convicción, sino porque cree que los nativos estarían peor bajo la colonización de otros amos. Normalmente es su sentido del honor, más próximo al de los "bárbaros" entre los que vive que al de las naciones occidentales y civilizadas, el que le mueve y motiva. En el fondo, y aunque esté entre las tribus Afridis de Afganistán, Gordon sigue teniendo mucho del independiente pistolero de Texas.

El mundo en el que se mueve principalmente El Borak es el conflictivo Afganistán de principios del siglo XX, en el periodo de pre - guerra, cuando Asia central es vista como un tablero de juego por las potencias occidentales. Aún así, lo más común es que Gordon se encuentre más en medio del conflicto que en el proceso de despliegue de piezas y estrategias diplomáticas. Las historias de El Borak son historias de acción y aventuras, no de intriga y espionaje. Naturalmente, Howard no tenía conocimiento directo acerca de esta región, aunque parece creíble que aplicara su experiencia de la vida fronteriza en el sur de Estados Unidos. Las mayores influencias en la creación y desarrollo del personaje parecen ser claramente Rudyard Kipling y, sobre todo, Talbot Mundy. Tampoco debe descartarse la influencia de la lectura de relatos históricos (no ficticios), como los relacionados con figuras occidentales que habían vivido aventuras exóticas en Oriente, de las que la más conocida (pero no la única) sería Lawrence de Arabia, mencionado en Son of the White Wolf.

La Llegada de El Borak

El único relato completo de la primera época de El Borak es el titulado The Iron Terror, que Howard intentó publicar en 1921. Gordon es presentado aquí como un experto combatiente cuyo objetivo es formar un imperio en Oriente Medio (aunque el relato transcurre en Nueva York). Su oponente realiza unas cuantas reflexiones sobre sus ansias de conquistas que parecen más propias de un Howard más maduro. Por lo demás, el relato no tiene nada destacable, como no sea la extraña presencia de un curioso autómata movido por energía atómica, elemento propio de la ciencia ficción y de presencia nada habitual en la obra de Howard.

El resto de textos de esta etapa lo componen una serie de fragmentos sin título y relatos inconclusos que, sin embargo, ya van dando una idea de la evolución del personaje.

"Gordon, the American..." es un breve y desordenado esbozo de un combate entre Frank Gordon y unos Tuaregs en Sudán.

The Coming of El Borak está narrado y protagonizado por Khoda Khan, con Yar Ali Khan como co–protagonista: está será una constante de los relatos de El Borak, que cuentan con un reparto de personajes más o menos habituales. Los protagonistas secuestran a una inglesa, pero su sentido del honor hace que la protejan de los instintos más bajos de otros miembros de su tribu. El relato finaliza justo en el momento de la aparición de El Borak.

De nuevo el narrador es el mismo en Khoda Khan's Tale, presentado casi como una continuación del relato anterior. Lal Singh, otro miembro habitual del grupo de Gordon, aparece aquí. El Borak y sus hombres viajan desde Afganistán al lejano Mozambique en busca de una ciudad – imperio perdida donde abunda el oro. Este es un relato de aventuras al estilo del Allan Quatermain salido de Las Minas del Rey Salomón: Howard está todavía jugando con sus diversas influencias para dar forma a su personaje.

En El Borak es presentado Steve Allison, un joven americano engañado para que asesine a El Borak por uno de sus rivales. Por su parte, El Borak está buscando un tesoro con un variopinto grupo (Lal Singh, Yar Ali Khan...), al que se une el joven Allison.

El fragmento "I emptied my revolver..." de nuevo finaliza con la entrada de El Borak en escena, tras un enfrentamiento protagonizado por el narrador y Yar Ali Khan contra unos árabes.

En The Land of Mystery, varios de los personajes habituales escuchan a El Borak contando una de sus aventuras en África, que incluye dinosaurios y ciudades pérdidas a lo El Mundo Perdido de Sir Arthur Conan Doyle.

The Shunned Castle transcurre en la jungla de la India, y cuenta como El Borak y Allison se disponen a pasar la noche en un castillo con fama de maldito.

Allison también aparece en The White Jade Ring como protagonista, adquiriendo en Cantón un valioso anillo que planea mandar a un Gordon que se encuentra en Hong Kong.

El Borak y Steve Allison rescatan a una chica en apuros en A Power Among the Islands, en el barco en el que viajan desde Samoa.

Un Steve Allison algo diferente al de fragmentos anteriores, acompañado por su amigo Billy Buckner viaja de Nueva York a la frontera entre India y Afganistán, en North of Khyber, donde un mullah está predicando a favor de la guerra santa. El Borak (y Yar Ali) son mencionados.

Un El Borak más despiadado es el que aparece en Intrigue in Kurdistan, donde se fuga de una fortaleza turca y revela su odio por Turcos y Kurdos, a los que planea enfrentar para obtener beneficio propio.

Como puede verse en estos fragmentos, el personaje de El Borak no está totalmente definido, pero algunos de sus rasgos más importantes pueden intuirse, cuando no verse ya claramente. En todo caso, estos textos tienen más importancia como experimentos dirigidos a la creación de Francis X. Gordon que como relatos o fragmentos de El Borak propiamente dichos.

Lal Singh y Yar Ali Khan, Caballeros Orientales

Una de las características propias de las historias de El Borak es la presencia de unos pocos personajes habituales que aparecen en muchas de las historias. Con algunos de estos personajes, Howard también experimentó, dándoles sus propias aventuras con independencia de su papel como personajes secuendarios en los relatos protagonizados por Gordon. De hecho, El Borak no es mencionado para nada en estos relatos.

The Tale of the Rajah's Ring es un relato protagonizado por Lal Singh, un fiero guerrero Sij que en sus propias historias hace más alarde de su picardía que cuando acompaña a El Borak. Así, en este relato el sencillo encargo de transportar un anillo le permite hacerse con una importante cantidad de rupias. El texto está narrado en primera persona y tiene un tono picaresco, casi humorístico. De este relato se ha perdido un fragmento importante de su parte central (más por relevancia que por extensión), aunque en algunas publicaciones el editor ha añadido su propia versión.

The Further Adventures of Lal Singh es un fragmento que continúa la trama del relato anterior (y en que tiene importancia la parte perdida de aquel...).

Finalmente, en Lal Singh, Oriental Gentleman, asistimos a como el protagonista roba a una banda de ladrones. Eso sí, la motivación de Lal Singh es puramente económica: en ningún caso se trata de un justiciero a lo Robin Hood. Howard envió el relato para su publicación en 1921 a la revista Adventure.       

El guerrero Afgano Yar Ali Khan es otro de los compañeros habituales de Gordon, aunque sus andanzas individuales resultan menos extensas. The Lion Gate es un relato inconcluso en el que Yar Ali actúa como acompañante de una expedición arqueológica occidental. A esto hay que unir un par de fragmentos: en "When Yar Ali Khan crept..." asistimos a como Yar Ali intenta asesinar al jefe de unos forajidos; y en "Two men were standing in the bazaar..." Yar Ali y un anónimo acompañante (¿quizá Lal Singh?) están esperando a un par de aliados.

Merece la pena también mencionar el relato The Fire of Asshurbanipal (1972), del que existe una versión realista, y otra re–escrita para incluir elementos sobrenaturales (y publicada en Weird Tales en 1936), aunque ambas mencionan al Necronomicon.... El protagonista es un aventurero llamado Steve Clarney que busca de una gema con fama de maldita en una antigua ciudad del desierto. Su acompañante es un tal Yar Ali, cuya descripción podría encajar perfectamente con la del Yar Ali Khan que acompaña a El Borak, pero podría ser simple coincidencia o reutilización del nombre.

Ambos personajes también tienen presencia en la obra poética de Howard. Asi, Lal Singh protagoniza el poema The Sword of Lal Singh, mientras que Yar Ali Khan aparece en The Song of Yar Ali Khan y en el poema sin título que empieza Now bright, now red.

Steve Allison, Sonora Kid

El caso de Steve Allison es aún más curioso que el de Lal Singh o Yar Ali Khan. En principio, el personaje parece creado para dar un compañero occidental a El Borak, y para que actúe de intermediario con el lector. Sin embargo, el mismo Allison, tanto en los relatos en los que aparece Gordon como en los que no, se presenta como dos personajes muy diferentes, aún teniendo en cuenta la consideración de "experimentos" que hay que dar a todos estos textos. De nuevo, se trata de escritos juveniles, incompletos a excepción de un par de relatos.

En The Sonora Kid: Cowhand se presenta el apodo de Allison y se demuestra que es capaz de conseguir trabajo en un rancho demostrando la veracidad de algunas de las cosas de las que presume, como son su habilidad como boxeador y como jinete. En este relato, Allison utiliza un lenguaje con las características idiomáticos y el "acento" propios del suroeste de Estados Unidos.

El otro relato completo protagonizado por Allison, Red Curls and Bobbed Hair, tiene un tono bastante diferente. Se trata de una comedia familiar costumbrista (toda una rareza en la bibliografía de Howard), que gira alrededor del moderno corte de pelo que quiere hacerse Mildred, la hermana menor de Steve.

La familia Allison, concretamente su otra hermana Marion, ya aparecería en el inacabado The Sonora Kid's Winning Hand, quejándose de la afición por el juego de su hermano. En este relato también aparece Billy Buckner, compañero habitual de aventuras de Allison.

Buckner protagoniza el fragmento "Madge Meraldson sat her travelling bag...", recibiendo a una visitante destinada al rancho de los Allison. Buckner y Allison son atacados por un caza–recompensas en "The Hades Saloon...", y exploran el desierto de Arizona en "A blazing sun in a blazing sky...", e incluso acompañan a un amigo botánico por el Tibet en "The way it came about...". De vuelta en Estados Unidos, Allison recuerda sus aventuras orientales mientras lleva a su hermana Helen a ver el desierto en "The hot Arizona sun...". De nuevo cambiando de paisaje y temática, en el hogar de Nueva York de los Allison, Mildred informa a su hermano del interés de una misteriosa mujer oriental y Steve sufre un intento de asesinato en "Steve Allison settled himself down...".

Además de descubrir que Allison ha sido jugador profesional, en Brotherly Advice vemos como Steve defiende la honra de su hermanita Mildred, que sólo piensa en divertirse.

La familia Allison se encuentra en Egipto en Desert Rendezvous, y ahora es Helen la que debe ser rescatada de un supuesto príncipe que la ha embaucado. Steve Allison aquí es identificado como Sonora Kid, por lo que queda claro que el personaje es el mismo, a pesar de sus dispares aventuras.

Finalmente, en The West Tower Allison y Buckner planean un robo de joyas en Berlín y son invitados a una fiesta en un castillo de la Selva Negra por un decadente aristócrata.

Como puede verse, el Howard adolescente no tenía demasiado claro hacia donde quería llevar a Steve Allison, que tan pronto es un pistolero buscado como un delincuente de guante blanco internacional, un aventurero en países exóticos o un hombre de familia que debe defender la virtud de sus hermanas, o simplemente su derecho a cortarse el pelo.

Finalmente, Steve Allison no aparecería en los relatos del El Borak "definitivo", resultando un poco redundante al compartir muchas de las características del propio Gordon. Sin embargo, su nombre, su apodo y su descripción serían reutilizados por Howard, trasladando al personaje a unas décadas antes para protagonizar varios de sus westerns, como The Devil's Joker y Knife, Bullet and Noose.

Kirby O'Donnell

El escritor profesional Robert E. Howard, antes de recuperar definitivamente a El Borak y darle el impulso definitivo, narró las hazañas de otro aventurero de características similares: Kirby O'Donnell.

En Gold from Tatary (ene–1935), o The Treasures of Tartary, nos encontramos por primera vez a O'Donnell, disfrazado de Kurdo en la ciudad "prohibida" de Shahrazar, buscando el tesoro que se supone está oculto allí. Aunque a priori no le interesan demasiado las intrigas políticas que giran alrededor de la ciudad (y que hacen avanzar a la trama a golpes de suerte...), el final teñido de fatalismo le obliga a tomarlas en consideración.

Swords of Shahrazar (oct–1934) es una secuela directa (recapitulación incluida) del relato anterior, a pesar de que fue publicado antes (aunque en revistas distintas). Se trata de un relato bastante típico, en el que O'Donnell sigue en la ciudad con su identidad de Ali el Ghazi, pero es chantajeado a causa de los hechos del relato anterior. Esto le lleva al enfrentamiento con unos bandidos que constituye el cuerpo de la historia.

Existe un fragmento ("Feel the edge, dog...") que parece el inicio de una continuación alternativa de Gold from Tatary, en el que un grupo intenta que O’Donnell les revele la situación del tesoro de Shahrazar.

La carrera de O'Donnell como buscador de tesoros continúa en The Trail of the Blood–Stained God (1976), búsqueda que le lleva a una ténue alianza con un rival. Como suele suceder, el final no es todo lo feliz que Kirby desearía. Como dato curioso, este es uno de los relatos que Sprague de Camp publicó como The Bloodstained God, editado para convertir a Conan en el protagonista, por lo que el relato original también ha sido publicado como The Curse of the Crimson God.

Los tres relatos protagonizados por Kirby O'Donnell son tres historias correctas, aunque no especialmente destacables, pero escritas por un Howard en plena forma. Su principal interés está en presentar un personaje que, si bien en la superficie puede confundirse con El Borak, es bastante distinto, estando motivado más por razones monetarias que desinteresadas (aunque sin carecer de un toque de altruismo y sentido del honor).

Francis X. Gordon, El Borak

Parece que es a finales de 1933, habiendo publicado ya un puñado de relatos de Conan, combinando estos con algunas incursiones en el género histórico y las habituales historias sobrenaturales, o de boxeadores, o del Oeste... Howard decide seguir ampliando mercados en las revistas especializadas en relatos de aventuras, como Top Notch o Thrilling Adventures.

El primer intento de recuperar para el papel a El Borak con el relato Swords of the Hills (1974) no fue fructífero. Si cuando conocimos a Gordon estaba intentando crear su propio imperio en Oriente Medio, ahora nos lo encontramos intentando evitar que un aventurero ruso haga lo mismo en Asia Central, empleando a fanáticos religiosos. El Borak se hace con unos inesperados aliados en un aislado valle donde viven unos descendientes de Alejandro el Grande (de ahí que el relato también se conozca como The Lost Valley of Iskander). Se trata de un relato correcto, destacable por el cambio de ambiciones en la personalidad de El Borak, además del papel que desempeña el fanatismo de raíces religiosas.

The Daughter of Erlik Khan (dic – 1934) es un relato bastante mejor, en el que conocemos algo mejor la personalidad de Gordon y se atisban algunos elementos de su pasado. El Borak, con el objetivo de vengar a un amigo, se hace con el control de un grupo de bandidos y se infiltra en una ciudad de adoradores del diablo. Allí se encuentra con Yasmeena, una vieja conocida que es considerada una figura importante en el culto local, pero que está amenazada por el principal sacerdote y necesita huir: sin saberlo, ella es quien ha puesto en marcha toda la intriga que ha traído a Gordon hasta aquí. El Borak, como el perfecto héroe, consigue en este relato todos sus objetivos, dando muestras de gran resistencia física. Merece la pena destacarse el personaje de Yasmeena, ya que en las historias de El Borak no abundan los personajes femeninos, y que además sean interesantes. Yasmeena, además de un complejo trasfondo propio, nos revela la posible existencia de sentimientos románticos hacia El Borak (que es un personaje casi más asexuado que Solomon Kane...), pero que no se permite desarrollar por un cierto temor sobre la intensidad de todo lo que rodea a Gordon.

La historia de la publicación de Three–Bladed Doom (1976 – 1977) es ciertamente curiosa y casi tan rocambolesca como la del propio relato: Howard lo acortó tras fracasar en la venta de la primera versión. Tampoco consiguió vender esa segunda versión, y Sprague de Camp acabaría convirtiéndolo en una aventura de Conan (The Flame Knife). Ambas versiones originales no verían la luz hasta los años 70. Quizá sea su extensión lo que frenó a los editores, porque la historia tiene calidad suficiente, aunque algunos de sus elementos aparezcan ya en otras historias. El Borak es un hombre de confianza del Emir de Afganistán (junto a sus aliados Lal Singh y Yar Ali Khan), y descubre a una secta que se considera heredera de los Asesinos de la época medieval. Gordon se infiltra en su base, pero es descubierto por un agente occidental que está empleando a los fanáticos contra los ingleses. Como es de esperar, todo acaba en una tremenda batalla a varias bandas en la ciudad del culto.

Los elementos políticos de la situación en Afganistán tienen más importancia en Hawk of the Hills (jun–1935), relato narrado desde el punto de vista de Willoughby, un diplomático inglés que casi parece el protagonista. Sin embargo, en realidad es utilizado como un peón por un El Borak que demuestra aquí su astucia. Ahora bien, a Gordon le da lo mismo el conflicto anglo–ruso subyacente (aunque la conoce a la perfección), ya que actúa por venganza. Tanto Khoda Khan como Yar Ali Khan también aparecen en esta historia.

Blood of the Gods (jul–1935) está ambientado en la península arábiga, a cuyo desierto (como a los Beduinos) debe enfrentarse El Borak si quiere poder ayudar a un viejo amigo suyo al que buscan unos siniestros buscadores de tesoros europeos. A pesar de algunos elementos melodramáticos y poco creíbles, el relato presenta algunas reflexiones y un tono fatalista muy propio de Howard, además de la acción y traiciones habituales en este tipo de relatos.

El protagonista de Sons of the Hawk (ago–1936) parece ser Brent, un americano al que un moribundo espía británico encarga que viaje a Afganistán para llevar un mensaje a El Borak: de nuevo, la intriga internacional pasa a primer plano (aunque sólo como excusa para contar una historia de aventuras). Brent es apresado y llevado a una ciudad de forajidos, en la que un aventurero Kurdo (que resulta ser El Borak) acaba provocando un enfrentamiento, cuya conclusión se alarga un poco en exceso. Lo más interesante del relato es la actuación de Gordon como espía y artista del disfraz, no sólo como hombre de acción. De hecho, las pistas sobre la verdadera identidad del Kurdo están bastante bien dosificadas (aunque resulte bastante quien es realmente, especialmente si se sabe que se está leyendo un relato de El Borak...). Por lo demás, el relato recicla algunos elementos del inédito Three–Bladed Doom, cambiando la motivación política por la económica; y también se conoce a esta historia como The Country of the Knife.

Al relato Son of the White Wolf (dic–1936) sólo se le puede echar en cara una brevedad y un ritmo rápido que en ocasiones hacen que se eche en falta algo de detalle. De nuevo El Borak se encuentra en Arabia y actúa por venganza, rescatando por el camino a Olga, una espía alemana, y aliándose con ella. Osmán, el villano de la historia, es un soldado Turco que se rebela con sus hombres buscando un regreso a unos valores paganos previos a la adopción del Islam, y empieza a devastar allí por donde pasa. Osmán no parece una gran amenaza a nivel individual, pero su actuación es la de un genocida, que asesina a hombres y niños sin importar edad ni condición, y secuestra a las mujeres para entregárselas a sus hombres para ser violadas. En el fondo, con pocos personajes tan siniestros (y tan desgraciadamente reales) se ha enfrentado El Borak.

Conclusiones

Las historias de El Borak (y otras similares), a pesar de estar ubicadas en una época y en un estilo muy concretos (ambos con cerca de un siglo de antigüedad), siguen funcionando perfectamente como relatos de acción y aventuras (ahora "aventuras históricas"). Además, al lector moderno no le puede resultar demasiado extraño un escenario como el de un Afganistán en el que se enfrentan diversas potencias, con siniestros individuos en la sombra capaces de emplear el fanatismo religioso para llevar adelante sus propias metas (normalmente más prosaicas que divinas). Y es que parece que hay cosas que no cambian en la naturaleza humana...

El Borak no es un personaje tan memorable como otros de los creados por Howard, pero es que estar a la altura de Conan, Solomon Kane, Kull o Bran Mak Morn no es fácil. Aquí Howard tampoco está innovando ni revolucionando un género, sino que está actuando dentro de los parámetros de lo que se espera de un héroe de acción en un escenario exótico, aunque sin dejar por ello de darle pinceladas de su estilo propio. Probablemente por ello, y porque quizá este sub–género de aventuras esté en desuso, no pueda encontrarse mucha influencia de los relatos de El Borak en la ficción moderna. Aún así, como anécdota curiosa, cuando George Lucas y el ilustrador Jim Steranko estaban trabajando juntos para dar con el aspecto de un nuevo personaje que había creado el cineasta, este empleó (como algunas de las imágenes de referencia) unas ilustraciones del propio Steranko para el relato Three–Bladed Doom. El personaje que estaban diseñando era, por supuesto, Indiana Jones.

Conan el Bárbaro: la Novelización

Raramente una novelización, la adaptación de una película al medio literario, suele resultar una lectura especialmente satisfactoria. Hace años podían ser la única forma de revivir una película en el propio hogar, pero en la actualidad se puede disponer a los 3 meses del estreno de cualquier título en formato doméstico y máxima calidad. Así pues, no parece que una novelización pueda ser poco más que una pieza más de la maquinaria promocional de una película.

Especialmente curioso es el caso de aquellas películas que tienen origen literario, pero cuyo guión ha ignorado por completo esos orígenes y ha creado su propia historia. Ese es el caso de Conan el Bárbaro, escrita por Michael A. Stackpole (cuyo mayor éxito es alguna novela de la franquicia de Star Wars), que noveliza la fallida película de Marcus Nispel, y protagonizada por Jason Momoa.

A favor de los editores anglosajones hay que decir que, también como parte de la promoción de la película, se ha publicado una interesante antología de historias de Conan escritas por Robert E. Howard, con el subtítulo de "las historias que inspiraron la película" (si al menos esto fuera cierto...), que se convierten en un aceptable Best of Conan. Además, consciente del tipo de producto de usar y tirar que es, esta novelización sólo ha sido publicada en formato de bolsillo barato, costando menos de la mitad de lo que cuesta la correspondiente traducción al castellano en tapa dura.

Realmente, el único interés de una novelización de estas características es ver qué es lo que ha hecho otra persona en otro medio con el mismo punto de partida. Cuando acepta un encargo de este tipo, normalmente el escritor recibe una copia del guión sobre la que basarse para componer su libro. Por su parte, el proceso cinematográfico sigue por su camino habitual en el que son previsibles los cambios de guión de última hora o los recortes en la sala de montaje. En consecuencia, no es nada raro que haya diferencias entre lo que se ve en la pantalla de cine y lo que se lee en el correspondiente "libro de la película".

En el caso de este "Conan el Bárbaro", las principales diferencias sirven para paliar un poco algunas (que no todas) de las principales carencias de la historia de la película. Stackpole dedica más tiempo (o espacio) a los personajes que Nispel, lo que beneficia sobre todo a los personajes que rodean a Conan. Las motivaciones de los villanos, Khalar Zym y Marique, están más claras, y el personaje de Tamara y su relación con Conan resultan más creibles. Probablemente sea el personaje interpretado por Rachel Nichols el que mejor parado salga en su versión escrita, demostrando que Nispel no tenía muy claro qué hacer con él. Aún así, esto no quiere decir que los personajes adquieran unas dimensiones que no tienen: siguen siendo bastante planos y estereotipados, pero no tanto como en la película.

Con este libro, Stackpole se une a las legiones de autores de pastiches, haciendo compañía a los Carpenter, Jordan, Perry y otros pálidos imitadores de Howard. El autor demuestra que conoce al personaje o que, al menos, ha hecho los deberes y ha leído algunas cosas para dar cuerpo a su libro. Así, son constantes las referencias a la relación entre Conan y Bêlit, situando esta historia justo después del relato La Reina de la Costa Negra. Igualmente, el libro incluye escenas con el abuelo de Conan y el saqueo de Venarium, unos de los pocos elementos de la infancia de Conan que Howard menciona. El libro también es algo más respetuoso con la geografía Hiboria, con lo que aparece la ciudad de Asgalun (convertida en "Askalon" en la película sin que parezca haber una razón lógica). A Stackpole también hay que agradecerle que nos ahorre un par de escenas que rozan la caricatura en la película, lo que parece indicar que (una vez más) son idea de Nispel o su equipo próximo.

En conclusión, esta novelización demuestra que "Conan el Bárbaro" podría haber sido una película un poco mejor, sin llegar a ser una obra maestra del séptimo arte (o ni siquiera una buena representación...). No hubiera estado presente el Conan creado por Howard, pero hubiera sido como una película decente basada en uno de los pastiches menos malos, o en uno de los comics del montón. Por cierto, que la única mención del libro a Robert E. Howard está en la dedicatoria de Stackpole, aunque sí que se nombra a los autores del guión en que se basa la novela. Aunque a Howard no le suponga ningún beneficio el ver su nombre asociado con esta película (más bien lo contrario...) no deja de parecer una falta de respeto que en ningún momento se diga quien es el creador del personaje.

Conan el Bárbaro

Se hace un poco raro salir satisfecho del cine porque la película que se ha visto no es tan mala como uno se esperaba, pero eso es lo que sucede con Conan el Bárbaro. Lo visto hasta el momento en la mediocre campaña de marketing, sumado al nombre del director asociado al proyecto, no invitaba precisamente al optimismo. Las primeras críticas, tanto de aficionados al género y al personaje como de críticos generalistas, confirmaban en su mayoría estas expectativas. Y es cierto, Conan el Bárbaro no es precisamente una buena película, ciertamente no la que se merecen el personaje y su creador, pero no pueden dejar de encontrarse algunos aspectos positivos entre los abundantes problemas del largometraje.

Aunque la película se ha intentado presentar desde el principio como una nueva adaptación del personaje, la sombra del largometraje de 1982 ha sido difícil de esquivar, y tampoco parece que los productores se hayan esforzado mucho por hacerlo. La coincidencia de titulo y logotipo, el contar el origen del personaje, el ser una historia de venganza, e incluso contar con elementos temáticos y estéticos sospechosamente similares, hacen que no quede muy claro si finalmente estamos viendo un remake o no. Por poner un ejemplo cercano en el tiempo, esta película se parecería en su planteamiento, más que a Batman Begins, a Superman Returns (al menos Bryan Singer es un buen director).

Hay que reconocer que la película lo tiene difícil para contentar a los distintos tipos de espectadores que se enfrentan a ella. Por un lado, a los aficionados del personaje original de Robert E. Howard, que echan de menos la adaptación de las historias originales. Por otro lado, a los fans de Arnold Schwarzenegger, muchos de los cuales consideran una herejía que su ídolo no protagonice la película o, en su defecto, algún otro culturista (o estrella de la lucha). Finalmente, quizá los menos exigentes sean los espectadores "mayoritarios", a los que puede que les parezca raro que Conan no se parezca al antiguo gobernador de California, pero a los que tampoco les importara mucho (algunos, como mucho, puede que incluso sepan que hay cómics de Conan...)

El director de este Conan el Bárbaro es Marcus Nispel, procedente del mundo del videoclip, y cuya carrera incluye un par de remakes de clásicos del terror de los 70 y la fallida película de aventuras Pathfinder: El Guía del Desfiladero (otro remake). Con ese curriculum no podía esperarse gran cosa, aunque quizá con este largometraje haya hecho su mejor trabajo. Sin embargo, todo parece indicar que el es el principal responsable de algunos de los mayores defectos de la película (además, para eso es el director).

Para la historia, de forma difícilmente justificable, se ha optado por ignorar la obra de Robert E. Howard y crear una historia nueva para contarnos el origen del personaje, como ya se hizo en la película de 1982. Hubiera sido muy fácil adaptar uno de los relatos de Howard (o juntar un par), siendo que siempre es mas fácil adaptar textos breves que novelas, y además se hubieran ganado puntos con los fans del personaje literario, y se hubiera podido utilizar la fidelidad al original como herramienta de venta de la película. Sin embargo, se ha optado por el pastiche, por contar una historia que esta más próxima a los títulos publicados en los 80 y 90 por autores de encargo. Y, como sucede con estos mismos libros, no es fácil hacer compatible la historia con una continuidad basada en las historias originales: parece que hay que asumir que el Conan cinematográfico no es el literario. Y, como sucede con muchos de los pastiches, el tono de la historia no es el de los relatos escritos por Howard. Aunque Conan no deja de oponerse en ocasiones a grandes amenazas de proporciones épicas, la mayor parte de las veces los peligros a los que se enfrenta tienen un ámbito mucho más limitado (y, en muchos casos, estas son sus mejores historias). Por el contrario, el Conan de los pastiches (incluyendo la historia de esta película) suele tener que derrotar a un hechicero que quiere hacerse con el poder absoluto y acabar con el mundo como se le conoce.

Por otra parte, quienes han seguido de cerca el proceso de producción de esta película cuentan que el guión definitivo (con ajustes y reescrituras de última hora de gente como Sean Hood, realmente interesado en el personaje original) se ha librado de elementos realmente lamentables que aparecían en los primeros borradores. Aun así, la historia sigue siendo mediocre, como lo son la mayoría de los diálogos, aunque se agradecen algunos guiños a los textos de Howard, por breves y fuera de contexto que estén. También parece ser que la mayor parte del guión dedicado a la exposición o a desarrollar un poco las motivaciones de los personajes se ha quedado por el camino, sea porque Nispel decidió eliminar estas escenas en la sala de montaje o porque ni siquiera se dignó a rodarlas. Como resultado, la película se convierte en una secuencia de escenas de acción tras escenas de acción que acaban saturando al espectador con un ritmo excesivo: la película no se hace larga (tampoco lo es), pero en ocasiones se agradecería un ritmo más pausado.

De cualquier personaje literario pueden existir tantas interpretaciones distintas como lectores, y hay que reconocer que el Conan de esta película está más próximo al creado por Howard que el de 1982. En la película tenemos ocasión de asistir a sus grandes alegrías y a sus grandes melancolías, y vemos a Conan no sólo como un guerrero individualista (capaz de ahuyentar a un enemigo con la fuerza de su presencia), sino también como un líder de hombres. Ahora bien, algunos aspectos son más discutibles. En un momento dado Conan es presentado como un libertador de esclavos, para más tarde aparecer como un torturador sádico: ninguno de los dos extremos parecen propios del Conan de Howard. Por no hablar de su tratamiento de Tamara, la protagonista femenina, que además hace que la evolución de su relación no resulte nada creíble. Pero claro, si Nispel se dedica a dar entrevistas en las que dice que ha querido mostrar a "Conan el Misógino"... Conan no es que vaya a ser un adalid del feminismo, pero ¿misógino?

El mundo Hiborio en el que se mueve Conan está moderadamente bien representado, dando la sensación que se ha querido mantener un tono estético acorde con lo establecido con los actuales cómics publicados por Dark Horse. Dicho esto, no hay pocas incongruencias a poco que uno intente buscarle un poco de lógica y coherencia a la geografía (en su mayor parte inventada para la ocasión) y a las culturas que aparecen en la película. Por cierto, y como anécdota, creo que Conan no menciona a Crom en toda la película: una muestra más del desdén por la ambientación original.

Quien mejor parado sale de la película es sin duda su protagonista, un Jason Momoa que ha sabido superar las dudas iniciales que su selección ocasionó. No era fácil seguir los pasos de un Arnold Schwarzenegger que, a pesar de su poca adecuación para interpretar al Conan de Howard, supo crear una imagen que poca gente consigue separar del personaje. La caracterización de Momoa como Conan es casi perfecta (sólo le faltan los ojos azules...), y su físico resulta más creíble como guerrero que el de un culturista depilado y aceitado. Además, en este Conan no vemos sólo la tremenda fortaleza del personaje, sino también su agilidad felina. Y, por supuesto, Momoa resulta mejor actor que un joven culturista austriaco que apenas podía decir sus frases sin un fuerte acento. En cierto modo, le sucede lo mismo que a James Purefoy en Solomon Kane: actor y personaje merecían una película mejor.

Stephen Lang (Avatar) y Rose McGowan (Planet Terror) dan vida correctamente a los villanos del film, aunque sus personajes resultan excesivos y casi caricaturescos y, de nuevo, lastrados por una falta de definición habitual en toda la película. La belleza de Rachel Nichols (G.I:Joe) es lo único destacable de su presencia en la película. En su descargo hay que decir que el guión tampoco parece tener muy claro si su personaje es más una mujer de acción a lo Valeria o Bêlit, o una típica damisela en peligro, con lo que pasa de un extremo a otro sin más explicación. Del resto del reparto hay que mencionar al siempre correcto Ron Perlman (Hellboy) y a Leo Howard, que interpreta al Conan adolescente en la primera parte de la película, haciendo también un buen trabajo. En general, todos los actores del reparto hacen lo que pueden con las frases que les han tocado en el guión, pero no tienen mucho material con el que trabajar.

También debe mencionarse la breve intervención de Morgan Freeman, que da voz al narrador que introduce la película y explica la transición del Conan adolescente al maduro. Esa transición da muestra una vez más de la ineptitud de Nispel: mientras Freeman nos habla de las aventuras que ha tenido Conan cualquier director hubiera acompañado sus palabras con un montaje ilustrativo. Nispel nos obsequia con una pantalla en negro...

Pasando a considerar los aspectos técnicos, la fotografía y los efectos especiales de la película son correctos, combinando los paisajes de Bulgaria con fondos generados por ordenador para presentarnos unos reinos Hiborios más variados y espectaculares que los que vimos en 1982. Los efectos flaquean más en algunas criaturas generadas por ordenador, como unos prescindibles elefantes que acompañan al malvado Khalar Zym. Vestuario y ambientación en general también aprueban sin problemas, con un equilibrio razonable entre realismo y fantasía. El montaje de las secuencias de acción es igualmente irregular, oscilando entre lo claro de algunas secuencias (la persecución en el bosque) y lo totalmente confuso de otras (el guardián acuático). Como ya se ha comentado, este Conan es más rápido que versiones anteriores en su estilo de lucha, pero también abusa de los tajos dados con la espada empuñada a la inversa (como para apuñalar), que parecen más propios de una película de ninjas que de un bárbaro de Cimmeria. Por su parte, el montaje entre escenas es prácticamente inexistente, sin que llegue a crear una sensación de la distancia o el tiempo que transcurre entre una escena de acción y la siguiente. Este montaje frenético dificulta que ninguna escena pueda tener impacto emocional, pues no se deja tiempo para asimilarlas. Por no hablar de algunos momentos en los que la continuidad parece desaparecer, con amaneceres que se producen de forma instantánea y armaduras que dejan de usarse sin más explicación.

Por supuesto, la película ha caído en la tentación de convertirse al 3D en su post – producción, es de suponer que con los habituales resultados decepcionantes cuando se aborda de esta manera la imagen tridimensional. En general, parece que la producción intenta jugar la carta de ser "cool" y políticamente incorrecta. Esto hace que muchas cosas parezcan ideadas por una mentalidad infantil (o, si se prefiere, inmadura), como si los creadores se hubieran pasado todo el proyecto en plan: ¿y no molaría que...? ¿...que salga un barco cargado por elefantes? ¿...que el malo use una cimitarra doble? ¿...que la mala lleve unas garras a lo Freddy? ¿...que los Pictos gruñan como animales? ¿...y si la hacemos en 3D?. Y, además, para que se note que vamos en serio, vamos a decir que haya sangre y tetas... (aunque luego hay más de todo eso en series de TV como la excesiva Spartacus). Hubiera sido preferible una película más fiel a Howard (o, al menos, mejor hecha) aunque hubiera sido "para todos los públicos" (aunque, de acuerdo, no hubiera sido fácil...)

Si hay algo que casi nadie discute de la película de 1982 es que la música compuesta por Basil Poledouris es una de las mejores bandas sonoras de la historia del cine. Fuese quien fuese el elegido para esta película, lo iba a tener francamente difícil para evitar las comparaciones. Si encima el elegido es Tyler Bates, un compositor con un estilo totalmente diferente, más apropiado para la creación de texturas que de melodías, la batalla puede darse por perdida de antemano. Bates hace uno de sus habituales trabajos funcionales, sin nada especialmente memorable, pero que tampoco funciona mal en el contexto de la película.

Lo peor de todo, al menos para los aficionados al Conan de Howard, es que una vez más se perpetúa entre el público una imagen incompleta y sesgada del personaje, y se le relaciona con una película que va a ser sinónimo de decepción. Por otra parte, el batacazo en taquilla de la película en el fin de semana de su estreno hace que las perspectivas para Conan como franquicia cinematográfica no sean buenas. La película cuenta con la desventaja en taquilla de su clasificación por edades: un “R” raramente garantiza resultados espectaculares de recaudación. El marketing del proyecto ha sido sin duda insuficiente, y no se ha sabido interesar a un público saturado por remakes (o similares…). Las críticas y el “boca a oreja” tampoco parece que le vayan a hacer aumentar los ingresos, aunque es un título que puede funcionar bien en el mercado doméstico. Teniendo en cuenta que el fin de semana de su estreno la película ha recaudado más o menos lo mismo que recaudó la de 1982 (sin ajustes por la inflación), puede decirse sin miedo a equivocarse que la película ha sido un fracaso.

Lógicamente, esta no es una película que sea un buen modelo a seguir para lanzar una serie de títulos protagonizados por Conan, y quizá un éxito en taquilla hubiera transmitido el mensaje de que esta es la manera de llevar al personaje a la gran pantalla. Con unos resultados simplemente mediocres, siempre queda la esperanza de que un mejor director haga un trabajo de mayor calidad en las inevitables continuaciones (pues el protagonista adecuado parece haberse encontrado). Además, Sean Hood ha comentado su interés por desarrollar un guión a partir de un par de historias de Howard, posiblemente con Black Colossus como historia principal y empleando The Frost Giant's Daughter como secuencia introductoria (a lo 007). Ahora, llegar a ver algún día esto hecho realidad parece menos probable, sobre todo gracias a Marcus Nispel y a los responsables de esta historia (productores y guionistas), que quizá es que simplemente no hayan sabido hacer un trabajo mejor por mucho empeño que hayan puesto (eso hay que reconocérselo: se nota mucha más desidia y desgana en la cuarta entrega de Piratas del Caribe, por ejemplo). Aunque si se tiene en cuenta que se van a estrenar secuelas de Ghost Rider y de G.I. Joe, quizá todo es posible y dentro de unos pocos años podamos ver de nuevo a Conan espada en mano, dominando las relucientes salas de cine.

El Que Escribe Desde las Sombras: Las Colaboraciones y Revisiones de H.P. Lovecraft

Lovecraft necesitaba dinero. Tras una infancia más o menos acomodada, las circunstancias situaron al autor de Providence en una complicada situación adulta, con necesidad de ganarse el sustento y con poca capacidad e inclinación para dedicarse a oficio alguno. Ni siquiera consideraba la escritura como una actividad profesional, viéndose a sí mismo eternamente como un aficionado. Sin embargo, su habilidad con las palabras sí que le permitió ganar algunos dólares mediante el oficio de revisor o, directamente, ghost – writer (lo que en castellano se suele conocer como un negro: alguien que escribe textos que firman otros).

Las tareas de Lovecraft como revisor pueden encuadrarse en dos grandes grupos. Por un lado, no solía negarse a examinar y revisar textos a sus amistades y conocidos (trabajo por el que, presumiblemente, no cobraría). Por otra parte, llegó a anunciarse en prensa y aceptaba encargos que iban desde las revisiones editoriales normales, al desarrollo de relatos desde cero (o, al menos, desde una breve sinopsis proporcionada por el cliente).

Estas revisiones y colaboraciones no pueden dejarse de lado al examinar la obra de Lovecraft, especialmente teniendo en cuenta que suponen un número importante de títulos en relación a su obra “en solitario”, y que en muchos casos son relatos de Lovecraft en todo menos en la firma de publicación. En todo caso, no siempre es fácil saber cuando empieza la labor de Lovecraft y cuando acaba la de su co–autor. En algunos casos pueden descubrirse pistas e indicios en la correspondencia del autor, lo que puede llegar a provocar que se descubran aún en nuestros días textos en los que Lovecraft intervino en alguna medida. Aunque en ocasiones también aparecen confusiones y casos dudosos, como sucede con el relato The Thing in the Moonlight, originado en la narración de un sueño a Donald Wandrei y “completado” en 1941 por J. Chapman Miske, considerándose en ocasiones como un relato de Lovecraft, cuando nunca tuvo esa pretensión.

También debería mencionarse aquí The Challenge From Beyond (1935), a pesar de tener más valor como curiosidad y por las credenciales de los participantes, que como relato en sí mismo. Se trata de un cuento escrito mediante el sistema round–robin (es decir, por turnos) en el que participaron C.L. Moore, Abraham Merritt, H.P. Lovecraft, Robert E.Howard, y Frank Belknap Long. En general, cada autor da muestra de su estilo propio, y el relato adolece de una diversidad de estilos y una orientación y objetivos poco claros.

Finalmente, mención aparte merece lo que se ha dado en llamar “colaboraciones póstumas”. En muchos casos, se trata de relatos escritos a modo de homenaje a partir de textos inacabados o fragmentos de cartas, como por ejemplo The Treader of the Dust (1935) de Clark Ashton Smith, The Black Tome of Alsophocus (1969) de Martin S. Warnes, o The Snouted Thing (1991) de J. Vernon Shea. En todo caso, la intervención de Lovecraft se reduce a ser el desencadenante del relato. Pero sin duda alguna el mayor “colaborador póstumo” de Lovecraft fue August Derleth, responsable por otro lado de popularizar la obra lovecraftiana. Derleth publicó un total de dieciseis historias firmadas por Lovecraft y él mismo. En realidad se trata de relatos escritos y desarrollados totalmente por Derleth, basados en algún apunte del cuaderno de ideas y anotaciones de Lovecraft, cuya involuntaria participación se reduce a eso.

Primeras Colaboradoras


Las primeras colaboraciones en las que participó Lovecraft parecen haberse originado a partir de verse incolucrado en el campo del periodismo amateur.

Su primera colaboradora fue Winifred V. Jackson, una poetisa sin talento para la prosa (según Lovecraft), con la que se ha especulado acerca del posible interés romántico que habría tenido el autor. En The Green Meadow (1919) se presenta una la descripción inacabada de otro mundo a partir de un extraño cuaderno encontrado en un meteorito. Por su parte, en The Crawling Chaos (1920) es una sobredosis de opio lo que provoca un viaje onírico a otro mundo en el que se presencia su destrucción. En ambos casos se trata de relatos muy similares a otros de la etapa Dunsaniana de Lovecraft, clara (y explícitamente) emparentados con el resto de su Ciclo Onírico. Como curiosidad, ambos relatos fueron publicados con la doble firma de sus dos autores, pero escondidos bajo pseudónimos.

Poco se sabe de Anna Helen Crofts, con la que Lovecraft comparte la autoría de Poetry and the Gods (1920), un breve relato de apreciación y exaltación del lenguaje poético protagonizado por una versión femenina del típico personaje lovecraftiano.

Lovecraft también colaboró en un par de ocasiones con Sonia H. Greene, antes de contraer matrimonio con ella. The Horror at Martin's Beach (1922), también conocido como The Invisible Monster, está escrito a partir de un borrador realizado por Greene. Se trata de un relato de horror ambientado en una localidad costera en el que se puede intuir algo del Lovecraft dedicado al terror marino. Más flojo resulta Four O'Clock (1922), una historia de obsesión psicológica y culpa en la que se intenta fallidamente crear tensión mediante el recurso de la repetición de una frase.

Amigos y Patronos


Lovecraft era amigo de la familia Eddy, con uno de cuyos miembros (C.M. Eddy Jr.) compartiría relatos y oportunidades de trabajo, gracias al trabajo de Eddy como agente de Houdini. En el caso de los relatos co–escritos con Eddy, la labor de Lovecraft parece ser más la de revisor y editor que la de escritor en la sombra.

Poca influencia de Lovecraft puede encontrarse en Ashes (1924) un melodramático relato sobre un científico loco y un compuesto que lo transforma todo en cenizas. Siendo muy generoso, puede verse en esta historia una fuente de inspiración para The Case of Charles Dexter Ward.Más trabajo de re–escritura parece que hubo en The Ghost–Eater (1923) un relato de fantasmas (con toques de licantropía) correcto pero sin nada destacable. El mejor relato de esta pareja probablemente sea The Loved Dead (1923), una macabra historia de necrofilia, al parecer considerada escandalosa cuando se publicó (lo que aumentó las ventas de Weird Tales). La última colaboración con Eddy es Deaf, Dumb, and Blind (1923), una interesante idea con una estructura típicamente lovecraftiana a la que sin embargo le falta “algo”. Se trata de la historia de una muerte en extrañas circunstancias, descrita por un mutilado de guerra con amplias limitaciones sensoriales.

El famoso mago y escapista Harry Houdini fue utilizado como gancho publicitario por la revista Weird Tales. Al parecer, Lovecraft escribió la única columna firmada por Houdini que apareció en la revista, pero también escribió completamente (a partir de una supuesta historia real que le contó Houdini) un relato que aparecería firmado por el escapista. Eddy, Lovecraft y Houdini también tenían en proyecto un libro The Cancer of Superstition, dedicado a combatir la superstición, que quedó abandonado con la muerte del mago.

Under the Pyramids (1924), también publicado como Imprisoned with the Pharaohs narra en primera persona (el protagonista se supone que es el propio Houdini) una terrible visión o sueño presenciada en Egipto. La primera parte del relato es casi un cuaderno de viajes dedicado a Egipto y El Cairo, seguido por el descubrimiento de unas horribles momias híbridas. Probablemente esta sea una de las mejores “colaboraciones” en las que participó Lovecraft.

Revisor Profesional


A medida que aumenta la reputación de Lovecraft y su círculo de corresponsales, los trabajos de colaboración se vuelven más variados, y empezando a incluir tanto a aficionados como a profesionales de la escritura.

Wilfred Blanch Talman era un colaborador habitual de Weird Tales y llegó a actuar como agente de Lovecraft, que le re–escribió el relato Two Black Bottles (1926), una historia más bien floja de brujería y magia negra, robo de almas y asesinatos.

El traductor, periodita, autor, abogado y erudito de origen judío Adolphe de Castro al parecer era uno de los clientes más fiables de Lovecraft, con el que trabajó en un par de ocasiones. The Last Test (1927) es un detallista relato al que le sobran extensión y melodrama, y al que Lovecraft aportó el origen alienígena de la enfermedad alrededor de la que gira la historia. En The Electric Executioner (1929) se parte de una idea central interesante (un inventor loco atrapa a un hombre en un tren), pero de nuevo le sobra detallismo y la parte sobrenatural (que mezcla los mitos de Cthulhu con los aztecas) tampoco aporta nada.

Quizá el más consagrado de los escritores con los que colaboró Lovecraft fuera Henry S. Whitehead, un antiguo misionero que había quedado fascinado por las costumbres y tradiciones caribeñas. En The Trap (1932) Lovecraft es el completo responsable de la parte central, que describe detalladamente otra dimensión a la que ha sido trasladado un estudiante mediante un misterioso espejo. Bothon (1946) también tiene elementos típicos de la obra lovecraftiana, pero está menos logrado que otros relatos similares. En este caso, un golpe en la cabeza altera los sentidos del protagonista y le permite recordar su existencia prehistórica en un legendario continente. Whitehead además empleó una idea de Lovecraft para su relato Cassius.

Duane W. Rimel es otro autor con el que Lovecraft colaboró en alguna ocasión y con el que compartió la idea de lanzar una revista de ciencia ficción. The Tree on the Hill (1934) trata de un extraño árbol que sirve de puerta a otro mundo, pero su interesante planteamiento se ve estropeado por su flojo desarrollo. The Disinterment (1935) es un relato de horror en primera persona con científico loco. Sus personajes actúan de forma poco creíble y Lovecraft ha tratado mucho mejor en otras ocasiones este tipo de horror personal. The Jewels of Charlotte (1935) quiere ser ambiguo pero se pasa de la raya y se convierte en, directamente, flojo. Un último relato, el Dunsaniano The Sorcery of Aphlar (1934) pertenece a la categoría de colaboraciones en las que la participación de Lovecraft es dudosa.

Aunque la colaboración más conocida con E. Hoffman Price es Through the Gates of the Silver Key, también trabajaron juntos en Tarbis of the Lake (1934), un forzado relato de ambiente más o menos exótico en el que un hombre se obsesiona por la mujer a la que ama, que resulta ser una momia egipcia.

Uno de los más pintorescos clientes de Lovecraft debió ser William Lumley, interesado por el ocultismo, y que afirmaba ser un antiguo marino que había presenciado todo tipo de cosas extrañas. En The Diary of Alonzo Typer (1935) abundan los elementos propios de los Mitos de Cthulhu (aunque es difícil saber si los incluyó Lovecraft o ya estaban en el borrador original de Lumley). Por lo demás, es un clásico relato de casa encantada que afecta al estudioso que va a investigarla. Lovecraft permitió que Lumley se quedará con todo el dinero cobrado por el relato, y este le obsequió una traducción del Libro de los Muertos.

Kenneth Sterling acabaría abandonando la escritura por la medicina, pero él y Lovecraft firmaron la publicación de In the Walls of Eryx (1936). Se trata de toda una rareza en la obra lovecraftiana, pues se trata de un relato de ciencia ficción “tradicional” sobre un colono humano en Venus. Por lo demás, el relato no es muy destacable, aparte de por un final que podría considerarse relativamente “moderno”. Lovecraft duplicó la extensión del relato a partir del borrador de Sterling.

Zealia Bishop


Zealia B. Reed era una joven viuda (con un hijo) que intentaba ganarse la vida con la escritura y a la que una amigo común puso en contacto con Lovecraft para que le echara una mano (remunerada, eso sí). Lovecraft, que escribió totalmente tres relatos a partir de unas breves sinopsis de su cliente, tuvo bastantes problemas para recibir sus honorarios, especialmente después de que la viuda volviera a casarse y se conviertiera en Zealia Bishop. Por lo demás, la mayor parte de su obra gira alrededor de la literatura romántica, no de la fantástica.

The Curse of Yig (1928) es un interesante relato acerca de una maldición de un antiguo dios indio de las serpientes (Yig no es presentado nunca como un miembro del panteón cthulhoideo, a pesar de que muchos imitadores lo utilizarán así), que acaba con un matrimonio y engendra una horrible criatura.

La “colaboración” más extensa de todas las realizadas por Lovecraft es The Mound (1930). A partir de lo que parece una típica historia de fantasmas indios (esa era la sinopsis de Bishop), lovecraft desarrolla una historia de una extraña civilización prehistórica que pervive hasta nuestros días. No tan logrado como otros relatos similares (probablemente porque la civilización no es lo bastante “alienígena”), contiene aún así elementos interesantes, como es el uso de las tradiciones americanas. Esto ya aparecía en el relato anterior, y es una característica diferenciadora de los relatos firmados por Bishop (pero escritos por Lovecraft...)

El más flojo de estas tres historias es Medusa's Coil (1930), la versión lovecraftiana del mito de la Górgona. A pesar de algunas partes interesantes, el resto es prescindible o excesivo. Además, el relato tiene un “golpe” final tan racista como inútil, que incluso llegó a ser censurado por Derleth al publicar el relato.

Hazel Heald


No es mucho lo que se sabe de Hazel Heald, aparte de que fue presentada a Lovecraft por la familia Eddy, y que sus intenciones románticas hicieron que el autor de Providence se distanciara de ella. El trabajo de Lovecraft en este caso se centró en la re – escritura de un total de cinco relatos de Heald, convirtiéndose así en una de las colaboraciones más prolíficas.

The Man of Stone (1932) es una historia acerca de un brujo vengativo en la que Lovecraft introdujo elementos propios de los Mitos de Cthulhu para intentar darle otro aire.

Una de las mejores obras escritas en pareja por Lovecraft es sin duda The Horror in the Museum (1932), una especie de Pickman's Model ambientado en un siniestro museo de cera y aderezado con elementos de los Mitos de Cthulhu y toques macabros.

En contraste, Winged Death resulta más flojo, a pesar de su interesante planteamiento que mezcla ciencia y superstición, y le sobra alguna que otra página.

A pesar de algunos defectos, también es muy bueno Out of the Aeons (1933), que gira alrededor de una extraña momia en un museo y la actividad que genera. Se trata de una historia de los Mitos de Cthulhu en estado puro, quizá más parecida a sus imitadores que al propio Lovecraft, pero aún así imprescindible.

Mucho menos original es The Horror in the Burying–Ground, un correcto relato macabro que se deja leer, ambientado en un cementerio y protagonizado por un enterrador.

Robert H. Barlow


El autor que en más ocasiones colaboraría con Lovecraft fue el joven de Florida Robert H. Barlow, al que consideraba un autor muy prometedor. Sin embargo, el principal papel de Barlow en relación con la obra de Lovecraft estaría relacionado con la labor de conservación de los manuscritos del escritor, que le nombró su albacea literario a su muerte.

The Hoard of the Wizard–Beast (1933) es una breve pieza fantástica no especialmente destacable sobre un tesoro y su guardián. Igualmente breve es The Slaying of the Monster (1933), que trata con tono de fábula la historia de un pueblo que se dirige a matar al monstruo que los amenaza.

Otra rareza es The Battle That Ended the Century (1934), una pieza cómica sobre un combate de boxeo en la que aparecen caricaturizados (empleando los apodos habituales creados por Lovecraft) amigos y conocidos, que parecen ser los verdaderos destinatarios de la historia (más allá del gran público).

El estilo de Barlow empieza a aparecer en “Till A' the Seas” (1935), un relato ambiental y atmosférico que describe la muerte del último habitante de una Tierra moribunda debido a una catástrofe ambiental descrita con una sorprendente clarividencia y precisión.

Poco puede decirse de Collapsing Cosmoses (1935), una viñeta incompleta de ciencia ficción interplanetaria.

Como otras historias, The Night Ocean (1936) tiene su origen en un sueño de Lovecraft. El relato consiste sobre todo en la creación de una atmósfera poética y reflexiva mientras el artista protagonista reposa en una localidad costera y encuentra algún elemento misterioso.

Colaboraciones y Conclusiones


Ninguno de los relatos que Lovecraft escribió en colaboración (entiendo este término de la manera más amplia posible) estará nunca incluido en lo mejor de su obra. Al fin y al cabo, estos relatos eran un trabajo y es poco probable que le despertaran tanto interés (y, por lo tanto, dedicación) como los desarrollados a partir de ideas propias. Aún así, en esta categoría hay un puñado de relatos que merecen ser considerados por lo menos en la “segunda división” de la obra de Lovecraft. Muchos autores, entre los que seguramente pueda incluirse a la totalidad de sus colaboradores, nunca pueden aspirar a tanto.

Un Caballero de Providence

La emoción más antigua y más fuerte de la humanidad es el miedo, y el miedo más antiguo y más fuerte es el miedo a lo desconocido.

En 1890, en Providence (Rhode Island), nació el que probablemente sea el principal renovador del género de terror en el siglo XX, Howard Phillips Lovecraft. A pesar de empezar a escribir de manera bastante precoz, no sería hasta una edad relativamente madura cuando empezaría a considerarse a sí mismo como un escritor de ficción. Hasta entonces, su principal interés había estado centrado en la poesía y en el ensayo, llegando a estar bastante involucrado en el movimiento del periodismo amateur.

De hecho, no puede considerarse a Lovecraft un autor especialmente prolífico. Por supuesto, no se le puede comparar con un verdadero profesional del pulp como Seabury Quinn (más de 150 relatos publicados sólo en Weird Tales), pero también sale bastante malparado si se le compara “a peso” con los otros miembros de Los Tres Mosqueteros de Weird Tales. Así, Night Shade Books ha publicado las fantasías completas de Clark Ashton Smith en un conjunto de cinco volumenes, mientras que para hacerse con una muestra representativa (que no completa) de la obra de Robert E. Howard es necesario hacerse con una decena de libros publicados por Del Rey, unos cinco de Bison Books, y algún otro volumen suelto más. En comparación, la obra de ficción de Lovecraft puede recogerse en un único (aunque grueso) tomo, como ha hecho Barnes & Noble.

Sin embargo, no puede olvidarse el resto de la producción de Lovecraft que, aunque a priori parezca menos interesante, no deja de ser reveladora respecto a los intereses del autor. De su mente salieron abundantes artículos y ensayos, poesía, y una cantidad ingente de cartas, que probablemente convierten a Lovecraft en una de las personas que más correspondencia ha mantenido en toda la historia de la humanidad. Se estima que Lovecraft escribió unas 100.000 cartas, y una prueba de la abundancia de su correspondencia es que las Selected Letters publicadas por Arkham House ocupan cinco volúmenes.

De Lovecraft como persona se ha tenido siempre una imagen bastante estereotipada, con elementos verdaderos y otros que no lo parecen tanto, a poco que se examine su vida y su obra con un poco de cuidado. La idea de un Lovecraft misántropo, misógino, conservador y aislado en una mansión de Providence se desvanece muy fácilmente. Para empezar, hay que tener en cuenta las múltiples amistades por correspondencia que mantuvo, tanto como con hombres como con mujeres (de vivir hoy, Lovecraft probablemente sería un adicto a las redes sociales), a los que proporcionaba todo tipo de apoyo en cartas que a veces tenían decenas de hojas. Además, a unos cuantos de esos corresponsales los visitó en persona, en los diversos viajes con los que recorrió principalmente el Este de Norteamérica, y que le llevaron de Quebec a Nueva Orleans. Y si bien es cierto que nació en una familia acomodada, al llegar a la vida adulta poco era el dinero que quedaba de los negocios familiares y puede decirse que Lovecraft pasó no pocos apuros económicos, acrecentados por su poca capacidad para conseguir un trabajo estable y “normal”.

De hecho, ni siquiera puede considerarse a Lovecraft como un escritor profesional, y él mismo se veía como un amateur, más interesado en la creación literaria por simple impulso artístico, que en hacer negocio con sus relatos. Así, esto le llevó a ganarse el sustento haciendo de revisor de todo tipo de textos y de “negro” literario (o ghost writer en la terminología inglesa). Las revisiones que hizo para algunos de estos autores (y autoras), en su mayoría poco más que aficionados, en muchos casos suelen considerarse más obra de Lovecraft que de sus “colaboradores”.

Políticamente, si bien es cierto que en su juventud era un nostálgico de la época en que Estados Unidos era súbdito de la monarquía británica, en los últimos años de su vida demostró mantenerse bastante informado de lo que sucedía a su alrededor, y mostró posiciones más bien próximas a un socialismo moderado. En general, Lovecraft mostró siempre una capacidad de evolución y coherencia en sus ideas de todo tipo que lo alejan de cualquier tipo de dogmatismo, con una única excepción: su racismo. El miedo y desprecio a los extranjeros de todo tipo no le abandonó nunca, a pesar de haberse casado con una judía de origen ruso. Merece la pena comentarse que el de Lovecraft fue un matrimonio que, aunque breve y acabado en divorcio, no puede calificarse como infeliz, aunque sí como indiferente.

Más absurdo todavía sería considerar a Lovecraft como un depositario de saberes arcanos, creyente en sus propios dioses y creaciones. Lovecraft tenía tres intereses principales (que se reflejan en su obra): lo extraño, lo antiguo, y la ciencia. Gran aficionado a la astronomía (escribió en un periódico una columna dedicada a esta ciencia en su juventud), no pudo dedicarse a los estudios superiores (al parecer, las matemáticas no eran su fuerte), pero obtuvo una amplia formación autodidacta en todo aquello que atraía su interés. Esta formación incluía también amplios conocimientos relacionados con la antigüedad, y en cuanto a “lo extraño”, su interés era puramente literario, como bien demuestra en su imprescindible ensayo Supernatural Horror in Literature.

Sí es más cierta la imagen de un Lovecraft enfermizo y nervioso desde su infancia, al que no es ajena la depresión. Ahí sí responde más al tópico del genio, de la persona de temperamento artístico y neurótico. Y sería su mala salud (real, no imaginada), la que acabaría con su vida en 1937, tras un doloroso cancer intestinal.

Los Mitos de Cthulhu


Lovecraft, como gran conocedor del género fantástico y de terror, muestra muy pronto dos influencias bien diferenciadas y reconocidas: Edgar Allan Poe y Lord Dunsany. De hecho, el propio autor llega a lamentarse en una de sus cartas de que no ha encontrado aún una voz narrativa propia, dividiendo su obra en “relatos a lo Poe” y “relatos a lo Dunsany”. Por supuesto, Lovecraft acabaría encontrando su propio mundo, por lo que se puede clasificar su obra en tres fases o tipos distintos:


  • Relatos de terror y macabros
  • Fantasías oníricas
  • Mitos de Cthulhu

Estas categorías, por supuesto, son generales y no excluyentes, aunque por regla general sí que es posible asociar un relato de Lovecraft a una sola de estas como categoría principal. En la primera categoría se encuentran aquellos relatos de terror más “genéricos”, en los que la influencia más clara es Poe y otros autores o elementos clásicos del género. Las fantasías oníricas al estilo de Lord Dunsany constituyen lo que se suele conocer como Ciclo Onírico o historias de la Tierra de los Sueños. Se trata de relatos más fantásticos que terroríficos que transcurren en un mundo ficticio al que se llega a través de los sueños.

La tercera categoría, sin duda, es la que más fama y reconocimiento ha dado a Lovecraft. Se trata de unos relatos en las que puede decirse que cristalizan todas sus influencias e ideas para crear un nuevo estilo de terror, en el que Lovecraft por fin encuentra su verdadera voz: el horror cósmico. Los saberes perdidos en tomos antiguos, las razas de tiempos pretéritos y la insignificancia del ser humano son algunas de las principales características de estas historias.

Sin embargo, Lovecraft nunca parece tener la intención de crear una mitología coherente y detallada para dar soporte a estos relatos, y de hecho no le da ningún nombre (más que un humorístico Yog-Sothothery). Para Lovecraft (y muchos de los que empiezan a colaborar en esta pseudo – mitología) todo es poco más que un juego literario, una forma de hacer que parezcan más “realistas” o “coherentes” una serie de historias independientes al mencionar como si fueran reales diversos elementos (libros, seres, dioses, demonios…) creados en otros relatos e incluso por otros autores. Así, por poner un ejemplo, si Lovecraft necesita en un momento dado mencionar un libro arcano se encuentra con dos opciones: inventarse uno totalmente nuevo, o utilizar uno ya aparecido y explicado en un relato de su amigo Robert E. Howard. Por lo demás, los relatos no tienen por que tener relación estilística alguna: pueden ser tanto historias de horror cósmico (lo más habitual en Lovecraft) como relatos de brujos, vampiros o fantasmas.

Este juego deja de serlo años después de la muerte de Lovecraft, cuando August Derleth, uno de sus amigos y corresponsales, empieza a intentar sistematizar las creaciones ficticias de Lovecraft y su “Círculo”. El error de Derleth es doble: por un lado buscar coherencia en algo que nunca pretendió tenerla, y por otro dar su propia interpretación de la mitología Lovecraftiana, a la que convierte en una típica lucha entre el bien y el mal (algo totalmente opuesto a lo que se ve en la obra de Lovecraft). Dicho esto, no hay que olvidar la magnífica labor de Derleth como creador de la editorial Arkham House, lo que le permitiría dar a conocer la obra de Lovecraft y facilitar el acceso a un público más extenso.

Tras Derleth, los Mitos de Cthulhu (expresión acuñada por él) se convierten en un cajón de sastre en que cabe casi cualquier cosa por “contagio”, siempre que mencione alguno de los libros o seres ya creados por otros autores. Este extremo puede llegar a verse en libros tipo Enciclopedia de los Mitos de Cthulhu, en que podemos ver aparecer al mismísimo Conan por una extraña aplicación de la ley de los seis grados de separación: Howard menciona R'lyeh en una historia de Bran Mak Morn, Bran aparece con Kull en un relato, Kull vive en la prehistoria de la Era Hiboria, ergo, Conan es un personaje de los Mitos de Cthulhu. Evidentemente, siguiendo esta lógica, casi cualquier obra de ficción va a poder relacionarse con la obra Lovecraftiana.

Al fin y al cabo, los relatos de Lovecraft que se consideran como parte de los Mitos de Cthulhu son una parte relativamente pequeña de su obra (aunque ciertamente la más importante), siendo apenas más de diez (y de muchos podría discutirse acerca de su inclusión en esta lista):


  • The Nameless City
  • The Festival
  • The Colour Out of Space
  • The Call of Cthulhu
  • The Dunwich Horror
  • The Whisperer in Darkness
  • The Dreams in the Witch House
  • At the Mountains of Madness
  • The Shadow Over Innsmouth
  • The Shadow Out of Time
  • The Haunter of the Dark
  • The Thing on the Doorstep
  • The Case of Charles Dexter Ward

El Joven Lovecraft


Hasta nuestros días han llegado varias muestras de los esfuerzos más tempranos de un Lovecraft aún niño, como son los relatos The Little Glass Bottle (1897), The Secret Cave, or John Lees Adventure (1898), The Mystery of the Grave–Yard (1898) y The Mysterious Ship (1902). Además, sabemos de la existencia de otros títulos de aproximadamente la misma época, como The Noble Eavesdropper, The Haunted House, The Secret of the Grave, John, the Detective, y The Picture, pero que no han sobrevivido. Como es de esperar, se trata de textos infantiles, plagados de errores ortográficos y gramaticales, y que no tienen más valor que el de la curiosidad que representan. Quizá es llamativo el tratamiento de la muerte que aparece en The Secret Cave (escrito el mismo año en que muere su padre), y la existencia de una segunda versión más extensa y depurada de The Mysterious Ship, como si Lovecraft empezara a familiarizarse con el concepto del borrador de un relato.

Al parecer, a los 18 años Lovecraft destruyó (o, al menos, lo intentó) todos sus escritos infantiles y juveniles, de los que salvaría un par. El primero de ellos es The Beast in the Cave (1905), un correcto relato en el que un hombre atrapado en la oscuridad se enfrenta a un monstruoso hombre degenerado. Este sería su primer relato “maduro” y en él se pueden intuir algunas características de historias posteriores. Por su parte, The Alchemist (1908) parece mostrar la influencia de Poe y de la novela gótica, con su protagonista aislado y víctima de una maldición ancestral. Curiosamente, el final tiene una explicación relativamente racional, anticipando el tratamiento que daría Lovecraft a lo sobrenatural. Ahora bien, ya se aleja un poco de la poco creíble justificación racional de algo que parece sobrenatural, típica del gótico.

El Regreso del Escritor


Tras unos años de problemas constantes (la muerte de su abuelo, los problemas económicos que ello trajo, la imposibilidad de seguir con una educación superior…), dedicándose a la poesía, Lovecraft empezó a moverse por los círculos de la prensa amateur, a la vez que comenzaba a establecer su círculo de amistades por carta. Fueron algunos de estos de estos corresponsales los que al parecer le animaron a volver a la ficción.

En los primeros relatos de esta etapa pueden verse también indicios del escritor en que se convertirá Lovecraft. The Tomb (1917) es la historia de un joven obsesionado de manera enfermiza con una tumba, lo que le lleva a tener “visiones” del pasado. El primer relato que Lovecraft publicó profesionalmente es el más logrado Dagon (1917). La historia trata de un enloquecido marinero que relata sus experiencias al encallar en un extraño fondo marino, levantado a la superficie por un temblor sísmico.

Pero no todo son relatos de terror en esa época. Sus siguientes dos obras tienen propósito declaradamente humorístico. En A Reminiscence of Dr.Samuel Johnson (1917), el narrador relata una serie de anécdotas que afirma haber vivido con el autor inglés. Por su parte, Sweet Ermegande (1917) es una parodia del folletín romántico con personajes estereotipados. Aparte de en sus cartas, no hay más muestras del humor Lovecraftiano hasta Ibid (1928) una sátira que parte de una idea original (la biografía del supuesto autor “Ibid”, autor de “Op.Cit”, muy citado por los estudiosos), pero se alarga en exceso en su desarrollo. En todo caso, no serían estos relatos cómicos la mejor muestra de la obra de Lovecraft.

En esta época Lovecraft también empieza a escribir los primeros relatos del Ciclo Onírico. En Polaris (1918), la contemplación de una estrella conduce a la visión de una remota ciudad de tiempos lejanos. En este relato aparecen por primera vez algunos elementos míticos, como ciertas criaturas o libros: los Manuscritos Pnakóticos tienen el honor de ser el primer libro ficticio creado por Lovecraft.

Igualmente onírico es Beyond the Wall of Sleep (1919), aunque se combina con un enfoque de tipo científico, que permite al protagonista descubrir una existencia cósmica como seres en el mundo de los sueños.

El breve Memory (1919) muestra influencias tanto de Poe como de Dunsany en su descripción de un remoto futuro en que el hombre se ha extinguido.

Tras estas historias, Old Bugs (1919) aparece como una rareza. Se trata de una previsible fábula moralizante en contra del alcohol (Lovecraft era un abstemio militante), dirigida a un amigo suyo, al que hace protagonista en un futuro 1950.

Con The Transition of Juan Romero (1919), Lovecraft regresa al terror, aunque no se mostraba muy satisfecho con este relato que mezcla un misterioso abismo con demasiados elementos ajenos, convirtiéndolo casi en una caricatura de relato pulp.

En The White Ship regresamos al mundo de los sueños, acompañando a un protagonista que pierde una existencia en unas tierras maravillosas por querer llegar a donde nadie ha ido jamás.

The Doom That Came to Sarnath (1919) también muestra claras influencias de Lord Dunsany, describiendo una fabulosa ciudad y la maldición que le impusieron los antiguos moradores de sus tierras.

De regreso al mundo real, nos encontramos por primera vez con Randolph Carter en The Statement of Randolph Carter (1919), un relato basado en un sueño del autor. Esta historia de cementerios y seres subterráneos resulta tan efectiva como poco original. Carter es un personaje recurrente en otros relatos relacionados con el Ciclo Onírico, bastante inspirado por el propio Lovecraft.

The Terrible Old Man (1920) por su parte nos presenta a Kingsport, la primera ciudad creada en la Nueva Inglaterra imaginaria de Lovecraft. Se trata de un relato breve que juega con elementos siniestros e inexplicables, creando más una atmósfera terrorífica que narrando hechos pavorosos.

El interés por la antigüedad de Lovecraft aparece en The Tree (1920), una fantasía con toques de leyenda ambientada en la Grecia clásica.

Con The Cats of Ulthar (1920) Lovecraft sigue desarrollando el paisaje de su Tierra de los Sueños, narrándonos el siniestro origen de la prohibición de matar gatos que rige la ciudad de Ulthar.

En The Temple (1920), Lovecraft vuelve al terror de ambientación marítima, en una historia algo menos lograda que su precursor Dagon, aunque tiene el detalle anecdótico de ser el primer relato que publicó en Weird Tales.

Y si este relato insiste en uno de los elementos habituales en su obra, Lovecraft nos presenta otro en Facts Concerning the Late Arthur Jermyn and His Family. Se trata de la historia de la familia Jermyn, sutil y macabra a la vez, llena de elementos de bestialismo e hibridación. Puede verse como una evolución de The Beast in the Cave y, a la vez, un antecedente temático de The Shadow Over Innsmouth.

The Street (1920) muestra al peor Lovecraft (como persona, aunque como autor aquí tampoco es que se luzca mucho), narrando la historia de Estados Unidos con tono de fábula, desde un punto de vista claramente xenófobo y anglosajón.

Celephaïs (1920) nos devuelve a la Tierra de los Sueños, esta vez presentada como un lugar en el que liberarse de las limitaciones del gris mundo real. Como curiosidad, se menciona casualmente una ciudad llamada Innsmouth.

From Beyond (1920) es una historia de desarrollo quizá algo previsible, pero que de nuevo trae elementos científicos a la obra de Lovecraft. En este relato la ciencia permite acceder a la percepción de lo que hay “más allá” del mundo normal. En cierto modo, es un planteamiento similar al de las historias del Ciclo Onírico, pero narrado con coartada científica y resultados más terroríficos que maravillosos. En resumen, es más un relato de terror y ciencia ficción qun una luminosa fantasía.

Nyarlathotep (1920) es un breve retrato del ser que aparece en el título (y que aún no tiene forma de deidad de los Mitos de Cthulhu), presentado como una especie de científico itinerante que muestra sus maravillas en un mundo en crisis.

En The Picture in the House (1920) asistimos a una historia de terror rural y canibalismo ambientada en la región del Miskatonic (mencionada aquí por primera vez, al igual que la ciudad de Arkham). La idea del relato es buena, su desarrollo quizá no tanto (aunque no puede negarse su efectividad), y nos presenta de manera oficial la región como escenario idóneo para el terror.

El breve Ex Oblivione (1921) vuelve a presentar los sueños como un refugio, llegando incluso a insinuarse un paralelismo con la muerte como preferible a la vida. No resulta muy sorprendente este punto de vista, teniendo en cuenta que Lovecraft llegó a considerar el suicidio en alguno de sus periodos más depresivos.

The Nameless City (1921) es otro relato que extrae su inspiración de Dunsany, pero Lovecraft le va dando carácter propio. La exploración de una antiquísima ciudad en ruinas en mitad del desierto revela la existencia de una antigua raza reptiloide. Por primera vez se menciona aquí a Abdul Alhazred, así como a su verso más famoso.

The Quest of Iranon (1921) está ambientado de nuevo en la Tierra de los Sueños, y narra también una búsqueda imposible (como en otros relatos de este tipo).

Más impersonal es The Moon–Bog (1921), un relato de terror típico, con la particularidad de estar ambientado en Irlanda, que gira alrededor de unas extrañas ruinas que parecen malditas.

El excelente (aunque el propio autor no pensara lo mismo) The Outsider (1921) vuelve a mostrar la influencia de Poe. Se trata de una historia con un logrado giro final y toques góticos, en la que el narrador sale de su castillo en busca de compañía, para acabar descubriendo una terrible verdad.

Lovecraft vuelve al tema de la búsqueda de aquello que no debe ser conocido en The Other Gods (1921), un nuevo relato del Ciclo Onírico en que el protagonista quiere llegar al hogar de los dioses.

The Music of Erich Zann (1921) fue un relato bastante popular en su época. Es una historia de terror más o menos “genérica” protagonizado por un misterioso músico que toca sus notas para un público aún más misterioso e inquietante.

Herbert West – Reanimator (1921) fue publicado por entregas, lo que supone su mayor inconveniente, debido a las innecesarias y repetitivas recapitulaciones que hay en cada una de sus partes (impuestas por el editor). Por lo demás se trata de un macabro relato con toques casi paródicos, interesante por su pionero enfoque científico del tema de los muertos vivientes, y poco más.

Hypnos (1922) presenta los sueños como algo terrorífico, asustando a los protagonistas hasta el extremo de evitar el dormir, y jugando con elementos relacionados con la locura y lo inexplicable.

What the Moon Brings (1922) es una simple descripción de la transformación (terrorífica) que causa la luz de la luna en un paisaje.

Azathoth (1922) es la breve descripción de un personaje, planeado inicio de una novela nunca continuada.

En The Hound (1922), unos saqueadores de tumbas se ven acosados por las sensaciones causadas por un extraño amuleto. En este relato poco llamativo, por vez primera se menciona el Necronomicon, libro atribuido al ya mencionado Abdul Alhazred.

The Lurking Fear (1922) también tiene forma de serial, pero está mejor construido que Herbert West – Reanimator. La historia narra una serie de muertes y sucesos inexplicables alrededor de una vieja casa, relacionados de alguna manera con sus dueños originales y sus horribles descendientes.

Como no es raro en la obra de Lovecraft, el narrador y protagonista de The Rats in the Walls (1923) pertenece a una familia de siniestra reputación. El regreso a su mansión ancestral le lleva a enfrentarse a la historia de su familia y el horrible culto al que pertenecían. Una mención casual al dios Nyarlathotep, al que adjudica los rasgos que más adelante empleará para la entidad Azathoth, es indicativo del uso Lovecraftiano de los Mitos de Cthulhu: casi casual y sin buscar una innecesaria coherencia interna.

The Unnamable (1923) está narrado por un escritor de apellido Carter. Sin duda, se trata de Randolph Carter, aquí claramente presentado como alter ego del propio Lovecraft. El relato no deja de ser más que una leyenda local, cuya narración es motivada por una discusión filosófica.

El Necronomicon es parte importante de la trama de The Festival (1923), cuyo narrador se traslada a Kingsport para participar en un rito invernal de “su gente” (con las implicaciones que ello tiene). De nuevo, el protagonista lleva en su propia sangre la relación con el horror en esta historia de lograda atmósfera.

Pesadillas en Nueva York


En 1924 Lovecraft se casó con Sonia Greene, y el matrimonio se mudó a Nueva York, estableciéndose en Brooklyn. Aunque al principio a Lovecraft le fascinó la ciudad, esto cambiaría pronto al perder su mujer la tienda que poseía y tener que quedarse solo y sin ser capaz de conseguir ningún empleo.

The Shunned House (1924) es una mezcla no muy lograda de relato típico de encantamientos y elementos “extraños” Lovecraftianos, en el que se oponen supersticiones de vampirismo con enfoques científicos. Quizá lo más interesante sea el tono nostálgico de un Lovecraft desplazado a Nueva York y que echa de menos su Providence natal.

The Horror at Red Hook (1924) es un relato descaradamente xenófobo, escrito por un Lovecraft horrorizado por el barrio en que vivía en Nueva York (ciertamente, no en una de las mejores zonas de la ciudad). Aunque se insinúa que los malvados cultistas son extraños entre los demás extranjeros, el tono racista es ineludible. Por otra parte, tampoco es un gran relato, con la única curiosidad de utilizar elementos de ocultismo “tradicional” (algo casi inusual en Lovecraft).

El mismo origen puede verse en He (1925), cuyo protagonista se muestra asqueado por una moderna Nueva York “infectada” por extranjeros. Al menos, el relato es un poco mejor que el anterior, con sus visiones ocasionadas por un misterioso brujo y espíritus de aspecto similar a los futuros shoggoths.

In the Vault (1925) es un relato macabro (Weird Tales lo rechazó por ser demasiado gráfico) ambientado en un cementerio y protagonizado por un insensible enterrador. Quizá tenga un desarrollo bastante típico y previsible, pero el resultado está bastante logrado.

Cool Air (1926), inspirado claramente por Poe (con algunos toques de Arthur Machen), también fue rechazado por Weird Tales, por miedo a la censura. Es el último de los relatos escritos y ambientados en Nueva York, y sin duda, el mejor de todos. La historia trata de un médico que precisa de un frío extremo para sobrevivir a una rara enfermedad

The Descendant (1926) es un simple esbozo acerca de una antigua familia, que sólo destaca por añadir algún detalle más a la historia del Necronomicon y alguna mención similar (el Signo Antiguo). Siempre parece discutible la publicación de fragmentos y relatos que un autor no consideraba finalizados (aunque en el caso de Lovecraft, tremendamente crítico con su obra, eso nos hubiera privado de verdaderas maravillas). Sin embargo, con Lovecraft se llega al extremo de publicar esbozos e incluso fragmentos de cartas como si se tratara de auténticos relatos. No dejan de resultar curiosos, pero si se ignora su verdadera naturaleza el resultado es disminuir la percepción de la calidad de la obra de Lovecraft, al ser obviamente inferiores a sus relatos finalizados.

I Am Providence


Separado de su mujer Sonia, que había encontrado trabajao en Cleveland, Lovecraft acabó por acordar con ella un divorcio que nunca se materializaría del todo. El escritor regresó así a vivir en Providence, y sería esta última década de su vida en la que crearía sus mejores obras.

Y esta fase creativa comienza nada más y nada menos que con The Call of Cthulhu (1926), uno de sus mejores y más conocidos relatos, y que sirve para dar nombre a toda su “mitología”. Inspirado por Le Horla de Guy de Maupassant en lo temático y por The Three Impostors de Arthur Machen en lo formal, este relato es una de las primeras exposiciones completas que Lovecraft realiza de su universo imaginario. Una estructura narrativa poco usual, basada en la presentación de tres testimonios distintos y relacionados, permite al escritor crear lentamente la sensación de horror cósmico que busca, aunque sin renunciar a un climax espectacular. Lo de menos en la obra de Lovecraft es la presencia del monstruo o de la criatura alienígena: lo importante es lo que ello supone para la insignificante existencia humana.

El regreso al terror macabro lo representa Pickman's Model (1926), un relato muy bueno a pesar de lo predecible de su final. No es difícil intuir muy pronto cual es el verdadero origen de los realistas cuadros pintados por el personaje principal, pero ello no le quita un ápice de horror a la historia.

Lovecraft regresa al Kingsport del Terrible Anciano en The Strange High House in the Mist (1926), combinando el típico tema de la casa misteriosa con su Ciclo Onírico.

Y el Ciclo Onírico de Lovecraft alcanza su máxima expresión en The Dream Quest of Unknown Kadath (1926), novela que Lovecraft no consideraba finalizada. El protagonista de la historia es un viejo conocido, Randolph Carter, que busca una ciudad que ha visto en sueños. En sus viajes por la Tierra de los Sueños se encontrará con diversos enemigos (como los Hombres de Leng y las Bestias Lunares), pero también inesperados aliados (como el pintor Pickman y sus gules). A la vez compendio de todos los relatos del Ciclo Onírico y homenaje a su amada Providence, esta novela se muestra interesante, pero con un estilo no apto para todos los paladares, por lo que no sorprende que divida a los aficionados a Lovecraft.

Carter regresa, habiendo perdido la capacidad de soñar, en The Silver Key (1926), relato en que lo más interesante es la lograda transición que se produce en la narrativa cuando el Carter adulto vuelve a los recuerdos de su infancia.

El amor de Lovecraft por su Providence natal vuelve a aparecer extensamente en The Case of Charles Dexter Ward (1927), cuya parte realista incluye una precisa descripción de la ciudad de Nueva Inglaterra. La parte sobrenatural la representa una interesante trama de nigromancia alquímica que, desde el prólogo, se sabe que no va a acabar bien para los protagonistas. Además de mencionar a Randolph Carter, por primera vez aparece aquí el nombre de Yog – Sothoth (y con parte importante en la trama), acompañado de otras referencias a los Mitos más circunstanciales. Así, aunque la novela se suele considerar parte de los Mitos de Cthulhu, su inclusión es discutible, ya que estos sólo aportan parte del contexto, mientras que en la trama lo más importante no es el horror cósmico, sino una historia terrorífica más “tradicional”.

Para Lovecraft, que solía ser bastante crítico con su obra, su relato favorito propio era The Colour Out of Space (1927), que mezcla el terror con la ciencia ficción sin que haya verdaderos elementos “sobrenaturales”. Los efectos del extraño meteorito y el “color” que surge de él parecen anticiparse a los de la radioactividad, y en esta historia Lovecraft consigue presentarnos un verdadero “alienígena”, un ser totalmente incomprensible desde la perspectiva del ser humano. Si la novela anterior suponía una cierta reelaboración de los temas típicos de brujería y nigromancia del género de terror, con esta historia Lovecraft establece un nuevo patrón que marcará el resto de su obra (y que ya se anticipaba en otros relatos anteriores).

La narración de un sueño del propio Lovecraft compone The Very Old Folk (1927), que trata de un romano que se enfrenta en Pamplona a un antiguo culto. Está claro que Lovecraft nunca lo elaboró pensando en la publicación, de ahí su aspecto inacabado.

Tampoco estaba pensado para ser publicado History of the Necronomicon (1927), breve historia del infame libro enviada a varios de sus amigos.

La clara influencia de Arthur Machen se ve en The Dunwich Horror (1928), historia de la extraña y siniestra familia Whateley, más en concreto del joven Wilbur, y del invisible horror que se desata en la región a la muerte de este. A pesar de la calidad del relato, hay que reconocer que el desenlace de la trama no es muy original: los Whateley con sus destructivos planes para la humanidad aparecen un poco como villanos bidimensionales, a los que por suerte derrotan las fuerzas del bien (eso sí, representadas por hombres de ciencia).

En The Whisperer in Darkness (1930) Lovecraft regresa a la ciencia ficción terrorífica. El relato gira alrededor de una antigua raza alienígena (los Outer Ones, también conocidos como “Hongos de Yuggoth”), compuesta por científicos y mineros, sin verdaderos planes contra los seres humanos. Sin embargo, sus métodos son lo bastante terribles como para que no dejar indiferentes a quienes los presencian. Las referencias a los Mitos de Cthulhu son abundantes, quizá en exceso, estableciendo aquí el modelo que seguirán las malas imitaciones de Lovecraft (del que no imitarán el efectivo terror cósmico del relato).

El relato anterior (así como los Mitos) es referenciado en At the Mountains of Madness (1931), que puede considerarse tanto un homenaje/continuación del Arthur Gordon Pym de Poe, como una versión mejorada de The Nameless City. Esta novela corta trata acerca de una expedición antártica, y el frío tono científico del inicio aparece como consecuencia de ello. Esta objetividad se va perdiendo a medida que se encuentran las ruinas de una raza alienígena (los Elder Ones) y se va revelando la historia de estos Antiguos. Finalmente, el terror directo lo provocan los shoggoths, herramientas/creaciones/esclavos descontrolados de estos seres tecnológicamente avanzados. Además de por su calidad intrínseca (aunque su estilo narrativo no es muy usual), esta historia es imprescindible en la obra Lovecraftiana por presentar claramente un enfoque científico de toda la mitología que ha ido esbozando en sus relatos, despojándolos así de significado sobrenatural.

En The Shadow Over Innsmouth (1931) aparece una tercera raza del pasado: los Deep Ones o Profundos. Con esto parece que Lovecraft cierra su trilogía de orígenes para otras razas o seres terroríficos, que vienen del Exterior, del Pasado o de las Profundidades. En esta historia, un turista llega a la extraña ciudad de Inssmouth, investigando los misterios locales durante el día. Por desgracia, la noche le atrapa en la ciudad y se ve obligado a huir de sus aberrantes habitantes, descubriendo diversos secretos oscuros. El relato contiene referencias a los Mitos de Cthulhu bastante más sutiles, y quizá por eso funcione mejor como relato de terror “tradicional” (aunque no carece del horror cósmico habitual en Lovecraft). La historia no carece de un cierto subtexto racista y xenófobo, pero al menos aquí el autor utiliza sus miedos para crear uno de sus mejores relatos.

Con The Dreams in the Witch House (1932) Lovecraft regresa a la mezcla de ciencia y brujería. Un estudiante desarrolla unas avanzadas teorías matemáticas que le permiten entrar en contacto con otras dimensiones, y ello le arrastra a las prácticas y ritos de una antigua bruja. Quizá sea uno de los relatos más flojos de esta etapa, pero es que Lovecraft está ahora en su mejor momento como escritor, y hasta las peores historias se revelan como prácticamente imprescindibles.

Lovecraft y E. Hoffmann Price (a incitación de este último) coescribieron el relato Through the Gates of the Silver Key, (1933) innecesaria secuela de la saga del Ciclo Onírico protagonizada por Randolph Carter, a cuyo destino se le quita todo el misterio que Lovecraft había dejado abierto en The Silver Key.

Probablemente tampoco se encuentre entre los mejores relatos de esta época The Thing on the Doorstep (1933), escrito en solo tres días. Se trata de un regreso a las historias de brujería “tradicional”, aunque con toques de los Mitos. Aún siendo un texto “menor”, no pueden dejarse de lado sus toques macabros y sus interesantes protagonistas, especialmente logrados considerando que Lovecraft no destaca precisamente por sus retratos de personajes. Entre ellos se encuentra el personaje femenino mejor trazado por Lovecraft (aunque tampoco es que haya muchos más donde elegir). También es curioso su ámbito, limitado a las experiencias de los personajes centrales, sin nada que remita al horror cósmico Lovecraftiano.

The Evil Clergyman (1933) es el relato de un sueño protagonizado por un extraño clérigo y su colección de libros prohibidos. Como sucede con otros casos similares, no es un verdadero relato, sino que está extraído de la correspondencia de Lovecraft.

The Book (1933) es un fragmento de historia sin completar, adaptación en prosa de uno de sus poemas, escrito en una época en la que Lovecraft está experimentando con diversos estilos y técnicas. No queda claro hacia donde iría esta historia de conjuros que cambian la perspectiva de ver el mundo.

Muy parecido a At the Mountains of Madness es The Shadow Out of Time (1935), que quizá cuenta con una narrativa más lograda (a pesar de que se escribió en apenas unos días), pero carece del efecto novedoso del relato anterior. Esta vez el protagonista experimenta de manera más directa los actos de unas nuevas criaturas (conocidas como la Gran Raza), capaces de desplazar sus mentes por el tiempo. Esto hace que el terror cósmico sea a la vez algo más próximo y personal, a lo que también ayuda un personaje protagonista mucho más elaborado. Si no existiera su predecesor, sería considerado sin duda como la mejor obra de Lovecraft. Como no es así, ambas obras deben compartir los afectos de los lectores.

Menos ambicioso es The Haunter of the Dark (1935), escrito como respuesta a The Shambler from the Stars, un relato de Robert Bloch en el que el autor hacía aparecer a un alter ego del propio Lovecraft. Bloch escribiría en 1950 una tercera parte (más floja) de esta especie de trilogía (The Shadow from the Steeple). En cierto modo, esto es una muestra más de cómo entendía Lovecraft los Mitos de Cthulhu: un juego literario entre amigos que aprovechan sus relatos para “matarse” entre sí en forma de personajes. Independientemente de la anécdota sobre su origen, se trata de un excelente relato, que toma el ancestral miedo a la oscuridad y lo integra perfectamente en los Mitos de Cthulhu, de manera sutil y efectiva.

Y quizá sea adecuado que The Haunter of the Dark sea el último relato escrito por Howard Phillips Lovecraft. Es una historia escrita como respuesta y muestra de aprecio a uno de sus muchos amigos por correspondencia, y que nos cuenta que en la oscuridad viven cosas que la humanidad no está preparada para entender. En cierto modo, toda una síntesis de cómo entendía Lovecraft su vida, de cómo entendía sus relatos.