La Brújula Dorada

Esta película es la primera de la que pretende ser la nueva trilogía fantástica que dé beneficios a New Line Cinema, después del bombazo conseguido con El Señor de los Anillos. De hecho, la campaña de publicidad ha estado relacionando directamente y sin ninguna vergüenza ambas series de películas. La producción de La Brújula Dorada no parece haber sido fácil. Cuando Chris Weitz fue elegido director, descartó el guión que ya había sido escrito para ocuparse él mismo de la escritura. Después, abandonó el proyecto y fue sustituido por otro director, que también lo abandonaría por diferencias creativas con el estudio, con lo que acabó regresando Weitz. El estudio también parece haber impuesto varios actores, como en el caso de Christopher Lee o Ian McKellen (como la voz de Iorek Byrnison). De nuevo, parece un intento de enlazar esta película con anteriores éxitos del estudio...

Además, la película tiene detrás todo el tema de la controversia religiosa que acompaña a los libros. La trilogía de Philip Pullman siempre ha sido considerada una obra anti – religiosa o, directamente, anti – cristiana, por su representación de una iglesia católica ficticia dogmática e inmovilista, y por su tratamiento de temas religiosos. De hecho, en muchas ocasiones han sido presentados como una especie de "anti–Narnia" (por las lecturas cristianas que pueden hacerse de los libros de C.S. Lewis). En esta primera adaptación al cine todos estos temas no se referencian directamente. Es cierto que en el propio libro del que parte la película eran menos importantes, pero da que pensar acerca de las próximas películas, donde es un tema que debería ser cada vez más importante. Curiosamente, Pullman ha dado su voto de confianza a la película, al contrario que muchos de los aficionados de su trilogía. La razón de esta suavización está clara: el estudio tenía miedo de que las presiones de grupos fundamentalistas hicieran fracasar la película en las taquillas de Estados Unidos. De todas formas, no se han librado de la polémica ya que varios de estos grupos han criticado la película a priori por estar relacionada con esos libros ateos y promover entre los niños su lectura. El estudio debería haber estado más listo, y también más valiente, y haber aprovechado la polémica (viendo lo sucedido con casos como El Código Da Vinci o, en menor medida, el propio Harry Potter), promoviendo una adaptación más fiel. La controversia hubiera sido más o menos la misma, y al menos hubieran ganado puntos por fidelidad entre los aficionados a la novela. Claro, que entonces hubiera sido más difícil publicitar la película como un simple producto infantil.

En general, la adaptación de la película es un trabajo bastante fiel, aunque se han dejado fuera algunos de los últimos capítulos del libro, que se verán al inicio de la próxima película (y, de hecho, algunas escenas han podido verse en los trailers). Esta es una decisión un tanto discutible, ya que la película no es especialmente larga, y así queda con un final totalmente anticlimático, más parecido a un “continuará” televisivo que al final de una película. Por otro lado, muchas partes de la historia resultan un tanto confusas y se pasa atropelladamente de una situación a otra sin que queden muy claros los motivos. De nuevo (y ese es un defecto muy habitual últimamente), los lectores de la novela se enterarán más de lo que sucede que los que no conozcan el material de origen, y eso que esta parecía en principio la novela más fácil de adaptar de la trilogía. Quizá lo peor sea que da la sensación de que se ha optado por eliminar elementos que podían ser duros o crueles para dirigir la película hacia un público infantil. Por cierto, la traducción al castellano de varios términos importantes ha ignorado totalmente lo establecido en la traducción de las novelas.

La dirección de Chris Weitz resulta bastante plana e impersonal, y bastante mejorable en muchas partes. Esto puede ser achacable tanto a su inexperiencia (sólo ha dirigido antes las comedias Down to Earth y Un Niño Grande) como a los problemas de su participación y dedicación al proyecto. Puede que tuviera razón cuando abandonó el proyecto pensando que no estaba a la altura. En general, ni como director ni como guionista consigue generar demasiada emoción, quedándole una película un tanto fría y desangelada. El ritmo también es bastante mejorable, con repeticiones excesivas de algunas situaciones y demasiadas explicaciones dadas por los personajes (saltándose la vieja máxima de muestra algo, no lo cuentes). La banda sonora de Alexander Desplat (The Queen), joven compositor en alza, tampoco aporta gran cosa al resultado final.

El papel principal de Lyra Belacqua supone el estreno como actriz de la niña Dakota Blue Richards, que realiza un trabajo correcto, aunque a su personaje le falta un poco de desarrollo. Del resto del reparto, destaca especialmente Nicole Kidman, que es la que tiene mayor protagonismo, así como un personaje que le permite un mayor lucimiento. La presencia de Daniel Craig es bastante secundaria (a pesar de haber visto aumentado su papel de Lord Asriel respecto al libro), al igual que sucede con Eva Green, que interpreta a la bruja Serafina Pekkala. El resto de los actores, incluyendo las voces de Freddie Highmore (Descubriendo Nunca Jamás), Ian McKellen, Kristin Scott Thomas o Kathy Bates, tienen papeles bastante más secundarios.

De todas formas, el mayor fuerte de la película es la lograda recreación de la Tierra alternativa en que transcurre la acción, especialmente en ese Oxford y esa Inglaterra del principio, a mitad de camino entre lo real y lo mágico, con toques de steampunk. En todo caso, da la sensación de que un director más hábil le podía haber sacado más partido a este elemento. Los imprescindibles efectos especiales son correctos, centrándose sobre todo en la recreación de los acompañantes en forma de animal de los personajes humanos y en los osos polares, con lo que aparecen algunos problemas cuando se trata de generar pelaje por ordenador.

En conclusión, La Brújula Dorada es una correcta adaptación, que como película resulta más bien decepcionante, a pesar de su excelente ambientación y el buen trabajo de los actores, sobre todo porque es muy evidente que sólo es la primera parte de una historia más larga y que sólo podrá juzgarse correctamente cuando se tenga una visión de conjunto. Tampoco está muy definido cual es el público al que se dirige. Aunque los libros de Pullman parecen orientados a un público juvenil (que no infantil), lo cierto es que tienen bastantes lecturas que los hacen interesantes para los adultos. En cambio, la película se queda en una incómoda tierra de nadie: los niños la encontrarán compleja y aburrida en muchas partes, mientras que para los adultos puede plantear elementos interesantes, pero diluidos por un tono demasiado infantil. Además, la frialdad que transmite (y no es culpa de los helados escenarios en que transcurre buena parte de la historia) no ayuda a implicarse en la película, a la que le falta algo de verdadera emoción. La suerte que tiene esta película es que no tiene competencia para convertirse en el título de estas Navidades, porque si hubiese tenido que competir con un Potter o incluso con una Narnia, lo hubiera pasado bastante mal.

Beowulf

El gran poema épico de la lengua inglesa (más o menos equivalente en importancia a lo que es el Cantar de Mío Cid para la lengua castellana) ha sido adaptado varias veces al cine recientemente. En 1999 fue una extraña película protagonizada por Christopher Lambert que con resultados bastante lamentables le daba a la historia una ambientación cercana a la ciencia ficción. Ese mismo año, El Guerrero Número 13 adaptaba una novela de Michael Crichton que daba su propia versión de la historia, con resultados mucho mejores. Y hace un par de años, Beowulf & Grendel, protagonizada por Gerard Butler, daba un enfoque más realista a la leyenda en esta pequeña película.

Para su versión del poema, Robert Zemeckis ha utilizado las técnicas que empleó para su anterior trabajo, Polar Express, realizando una película de animación por ordenador empleando captura de movimientos. Es decir, la actuación de los actores se recoge en el ordenador mediante un traje lleno de sensores, así como la expresividad de sus rostros (también sembrados de pequeñas pelotitas reflectantes para detectar sus movimientos). Después el director y los animadores pueden emplear toda esta información para disponer los modelos en 3D de los personajes en escenarios también virtuales y realizar cualquier movimiento de cámara que pueda imaginarse.

Los personajes animados, al menos en su mayor parte, se parecen a sus contrapartidas originales (a las que también dan voz), quizá con la excepción del protagonista, Ray Winstone, que se ha ahorrado horas y horas de gimnasio para disponer de un físico perfecto (aunque el propio Winstone, de 50 años, afirma que su personaje se parece a él cuando tenía 18 años…). Puede discutirse la necesidad de realizar así la película, cuando podría haberse hecho algo similar a 300 y emplear directamente a los actores reales en entornos virtuales. La razón que se ha dado es que de esta manera el director dispone de total control y flexibilidad, algo que no podría tener de otra forma. También es de suponer que es más fácil poder crear luego tanto la versión normal como la tridimensional, y desaparecen los problemas de integración de elementos reales en escenarios virtuales.

Quizá el principal problema de la película, en su apartado técnico, venga de su planteamiento para ser vista y disfrutada en cines capaces de proyectarla con su novedoso sistema tridimensional (que emplea una tecnología y unas gafas más avanzadas que las clásicas gafas azules y rojas). Esto hace que en un cine tradicional esa espectacularidad se pierda y que en varias escenas se note excesivamente que están diseñadas para ser vistas en 3D (como sucede con la de la lanza). Al menos no es tan grave como era de esperar tras haber visto Polar Express y sus interminables recorridos del tren en plan montaña rusa. Así pues, parece que es recomendable ver la película en un cine preparado para la proyección en 3D, pero por desgracia son pocos y la mayor parte del público nos tenemos que conformar con el formato tradicional.

Siguiendo con las inevitables comparaciones con Polar Express, hay que reconocer que en esta nueva película los personajes parecen más reales y expresivos que en aquella: es obvio que la técnica avanza. Por otra parte, hay algunos momentos (escasos) en los que la expresividad de algún personaje no está del todo lograda, y quizá hubiera sido conveniente “corregirla” empleando técnicas de animación por ordenador tradicional (o, si se ha hecho así, habría que haberlo hecho mejor). Aún así, sigue habiendo una cierta sensación de “frialdad” en los personajes, aunque quizá se deba a que inconscientemente sabemos que no son reales (otros casos similares, como Gollum o Davy Jones, resultan más creíbles, pero quizá se deba a su integración en un entorno real). En todo caso, es difícil hablar de la calidad de las actuaciones y de las voces, habiéndola visto doblada, tampoco puede decirse mucho. En todo caso, es de agradecer que la mayoría de los actores (además de Winstone, completan el reparto Anthony Hopkins, Angelina Jolie, Robin Wright Penn, John Malkovich y Brendan Gleeson) tengan sus voces habituales de doblaje y no se haya contratado a “famosetes” de medio pelo como es tristemente habitual en otras películas de animación (claro, que esta tampoco sería la típica película de animación…)

Porque en efecto, esta no es una película de animación familiar y para todos los públicos: nada que ver con el cuento infantil navideño que era Polar Express. Además de alusiones sexuales y desnudos (aunque con bastante grado de “Austinpowerismo”, como lo ha llamado el crítico Roger Ebert), la película cuenta una historia violenta y sangrienta, y no se limita demasiado a la hora de mostrar sus aspectos más brutales.

El guión sigue bastante literalmente la historia del poema original, aunque se trata de una interpretación moderna realizada por el guionista Roger Avary (colaborador de Tarantino en el guión de Pulp Fiction y autor del de Silent Hill) y el escritor Neil Gaiman (cuya novela Stardust hemos podido ver recientemente también adaptada al cine). Como era de esperar en esta modernización de la historia, se busca dar algo más de profundidad psicológica al protagonista: Beowulf no es un héroe perfecto, sino un hombre con defectos y debilidades. Igualmente, Grendel y su madre no son únicamente monstruos a eliminar por el guerrero, y la película insinúa razones para que el espectador empatice con ellos. Aún así, esto son sólo unos apuntes: el guión de la historia no deja de ser una secuencia de escenas de acción y combate espectaculares, sin mucha más profundidad detrás. Al fin y al cabo, la historia de Beowulf no deja de ser la historia vista mil veces del guerrero que se enfrenta al monstruo, y eso es lo que hace en la película (varias veces…)

El habitual colaborador de Zemeckis, Alan Silvestri se ocupa de la banda sonora. Se trata de un trabajo espectacular de tonos épicos, que recuerda en ocasiones por su estilo a la música que compuso para Van Helsing, y acompaña a la perfección con su fuerza y grandilocuencia a lo que se ve en pantalla.

Beowulf es una película espectacular, y es de suponer que lo es todavía más si se puede ver en 3D, siguiendo con la tendencia de atraer al espectador a las salas de cine ofreciendo el más difícil todavía y el máximo espectáculo. Con una duración inferior a las dos horas, y con contínuas escenas trepidantes, el ritmo no decae en ningún momento. Eso sí, la película no cuenta una historia especialmente original ni sorprendente. Así, Beowulf resulta muy entretenida, pero no resulta memorable ni revolucionaria, ni en el apartado técnico ni en lo que se refiere al contenido. Quizá lo más destacable sea el enfoque sangriento y más adulto tratándose de una superproducción de animación, y es poco probable que un título pase a la historia del cine por eso.

Conan: Las Leyendas

Hoy en día resulta casi imposible realizar un estudio completo de todo aquello que ha sido escrito con Conan como protagonista por otros autores distintos a su creador. Aún dejando de lado el material relacionado de manera más indirecta con la literatura (comics, novelizaciones de películas, libro–juegos, juegos de rol…), sigue habiendo del orden de 50 novelas escritas por diversos autores. Además, se trata de publicaciones baratas hoy en día prácticamente inencontrables, con lo que se revela inútil intentar acceder a todas ellas. Así, el material investigado supone aproximadamente el 75% del total existente. Por otra parte, se ha intentado ser exhaustivo: de todos los autores que se han dedicado al personaje se ha estudiado al menos una novela, llegando a examinarse al menos el 25% de los títulos que ha publicado cada uno. Por supuesto, esto es hablando de lo que puede considerarse “material oficial”: las novelas publicadas sin licencia (bastante habituales en Europa del Este) se cuentan por centenares.

Los títulos de relatos y novelas se dan en castellano cuando consta que existe una traducción publicada en España, apareciendo el título inglés original en caso contrario.

Sprague de Camp y Gnome Press (1955–1957)

Entre 1950 y 1954, la editorial Gnome Press publicó cinco tomos en tapa dura recopilando todos los relatos de Conan escritos por R.E. Howard que se habían publicado en la revista Weird Tales: Conan the Conqueror, The Sword of Conan, King Conan, The Coming of Conan y Conan the Barbarian. El editor encargado de esta tarea fue L. Sprague de Camp, autor cuya obra propia más conocida probablemente sea la serie de Harold Shea (escrita conjuntamente con Fletcher Pratt). Aquí sería donde comenzara su polémica labor de modificación y edición de los textos originales de Howard.

El éxito de estos volúmenes animó a los editores a buscar más relatos de Conan (de hecho, en uno de los volúmenes se habían incluído tres relatos de Kull, es de suponer que como relleno). Sprague de Camp pensó que varios relatos no publicados de R.E. Howard, y no protagonizados por Conan, podían reescribirse con cierta facilidad para que estuvieran ambientados en la Era Hiboria y protagonizados por el Cimmerio. En todo caso, es difícil saber cual era la verdadera situación de este material. Aún tratándose de relatos completos (no fragmentos, ni sinopsis), es posible que Howard aún no los considerara definitivos, o estuvieran pendientes de alguna revisión (la excepción parece ser la versión original de El Camino de las Águilas, que llegó a ser aceptado por una revista, aunque no fue publicado por el cierre de esta). Finalmente, en 1955 apareció publicado el volumen Tales of Conan, que recogía cuatro relatos elaborados de dicha manera. Originalmente se trataba de un par de relatos de aventuras contemporáneas (es decir, situadas en los años 30) ambientadas en Oriente Medio; y otros dos relatos históricos, que transcurren en dicha región durante la época medieval. Sería el inicio de lo que Sprague de Camp llamaría colaboraciones póstumas con R.E. Howard.

El primero de estos relatos es El Dios Manchado de Sangre, una típica historia de tesoros malditos y conflicto a tres bandas llena de acción. Originalmente el protagonista era el aventurero Kirby O’Donnell, personaje del que Howard escribiría otro par de relatos, y la trama carecía de elementos sobrenaturales.

En Halcones sobre Shem, Conan va a buscar venganza en una ciudad y se ve envuelto (pasando a segundo plano) en las intrigas de sus generales y su enloquecido rey. El relato original se situaba en el Egipto del siglo XI, y su protagonista era un caballero de Castilla llamado Diego de Guzmán. Muy similar es también El Camino de las Águilas, que comparte muchos elementos con la trama anterior. En origen también era un relato histórico, este ambientado en el Cáucaso en el siglo XVI y protagonizado por un jefe cosaco llamado Ivan Sablianka. Probablemente sea esta naturaleza de relato histórico la que haga que estas tramas giren menos alrededor de su protagonista, y por ello Conan tenga un papel más secundario. Además, el elemento sobrenatural está introducido de manera muy forzada.

La más larga de estas historias es La Daga Llameante, que incluso sería publicada en 1981 como novela corta independiente. El original era una historia protagonizada por El Borak, uno de los personajes de aventuras modernas de Howard. En este irregular relato (con un final confuso y atropellado) Conan es un capitán mercenario que se enfrenta a una misteriosa antigua secta renacida. Esta secta de asesinos está inspirada claramente por los hashishin medievales (lógicamente, en el relato de El Borak eso es lo que son), lo que en el mundo Hiborio resulta demasiado llamativo y evidente. Además, Sprague de Camp recupera de manera bastante arbitraria un personaje de un relato de Howard, se supone que para relacionar más la trama con Conan. Sin embargo, a pesar de sus defectos, el relato resulta entretenido (quizá el que más de esta antología).

En todo caso, hay que señalar que Sprague de Camp en ningún momento intenta hacer pasar estas historias como relatos sobre Conan escritos por Howard, sino que explica en las propias introducciones de los libros cual ha sido el modo de elaboración. En general, el principal problema de estos relatos es la introducción bastante artificial de un elemento sobrenatural en tramas que no lo incluían, para poder etiquetarlos como “fantasía”.

En 1957 Gnome Press publica el último volumen de su serie dedicada a Conan: The Return of Conan. Se trata de la primera novela de Conan (o incluso relato de cualquier tipo, si consideramos las historias comentadas anteriormente como una “colaboración” entre Howard y Sprague de Camp) totalmente escrita por un autor que no es su creador. Esta historia es creación de Björn Nyberg, un admirador sueco de las historias de R.E. Howard. Se trata de una clara muestra de lo que hoy llamaríamos fan fiction, con la diferencia de que fue publicada profesionalmente. Al no ser el inglés la lengua natal del autor, la novela fue editada y revisada por Sprague de Camp. Esta novela también se conoce como Conan el Vengador, que es el título con el que la publicaría más adelante la editorial Lancer.

La historia de El Regreso de Conan se plantea como una secuela directa de la novela de Howard La Hora del Dragón, novela con que comparte similitudes tanto en planteamiento como en estructura. Conan es el Rey de Aquilonia, está casado con Zenobia, y se nos presenta prácticamente convertido en el perfecto cortesano. El secuestro de su esposa le hará partir en un largo viaje para rescatarla. La novela se compone de una serie de episodios no relacionados, en los que Conan se reencuentra con su pasado, y durante los cuales parece que su misión de rescate está totalmente olvidada. Además, estos episodios son bastante tópicos y nada originales, con lo que la novela en ningún momento funciona como tal, pareciendo simplemente un conjunto de historias que copian a R.E. Howard. Por si fuera poco, Nyberg y de Camp tienen la “osadía” de eliminar de forma bastante chapucera a un personaje importante creado por Howard, además de cambiar totalmente las características de Crom, el dios de los Cimmerios. Si Conan, en La Reina de la Costa Negra, nos decía que el suyo era un dios que no se ocupa de los hombres, aquí nos encontramos con que Conan le reza y le hace sacrificios, y además Crom le responde y ayuda. Sin duda, estos no son el Conan y el Crom que creó Howard.

Sprague de Camp y Lin Carter. Lancer Books y Ace Books (1966–1977)
En 1966 empieza un nuevo proyecto de publicación de las aventuras del Cimmerio creado por R.E. Howard. La editorial Lancer Books comenzaría la edición de los relatos de Conan en orden cronológico, para crear una especie de biografía. Sin embargo esta publicación no se haría de forma ordenada, sino que, por ejemplo, el primer volumen en salir al mercado (Conan el Aventurero) sería el quinto en la ordenación cronológica definitiva. Inicialmente, la serie iba a constar de 8 volúmenes, pero pronto pasaría a cambiarse esto por los 12 volúmenes que acabarían siendo definitivamente (entre los que casualmente se encuentran cuatro novelas escritas totalmente por Sprague de Camp, Carter y Nyberg).

El responsable de esta serie sería de nuevo Sprague de Camp, que contaría con la colaboración de Lin Carter, autor más conocido por su labor pionera en la crítica de género fantástico que por su obra de ficción. De Camp y Carter serían los creadores de la ordenación canónica de los relatos de Conan, a los que unirían sus propias historias, tanto originales como creadas a partir de fragmentos o sinopsis escritas por R.E. Howard (incluyendo Tales of Conan y The Return of Conan). Además, cada relato irá encabezado por un párrafo introductorio para ayudar a crear una imagen más coherente entre las historias, sirviendo de enlace. Por desgracia, en algunos casos esta introducción adelanta lo que va a suceder en las primeras páginas del relato, lo que resulta bastante poco justificable.

No habría que olvidar la importancia en el éxito de estos libros del ilustrador Frank Frazetta, que con sus impactantes portadas sin duda contribuyó en buena medida en atraer la atención de los compradores, así como a crear la imagen gráfica moderna de Conan .

Estos doce volúmenes (conocidos coloquialmente como los Lancers) son los que pasan a formar la base del canon del personaje. Por una parte, es innegable que esta edición fue la que popularizó a Conan y lo mantuvo vivo en el mercado. Por otra, a partir de este canon se acabaría mercantilizando al personaje y separándolo de su origen, creando una cronología en la que se da el mismo valor a las historias creadas por Howard que a las escritas por cualquier otro autor.

El primer volumen publicado, Conan el Aventurero (1966), ya contenía un relato completado por Sprague de Camp a partir de un fragmento y una sinopsis abandonados por R.E. Howard en su segundo intento de escribir una novela (antes de lograrlo con La Hora del Dragón). Se trata de Los Tambores de Tombalku, cuyo verdadero protagonista es un joven llamado Amalric, y Conan casi aparece como personaje secundario. La primera mitad del relato es una típica aventura situada en una misteriosa ciudad perdida, y es el fragmento escrito por Howard. La otra mitad sigue su sinopsis, pero está completada por de Camp y tiene un desarrollo más abrupto. Además, es totalmente distinta al inicio del relato, probablemente porque Howard las contemplara como partes distintas de su novela abandonada.

La antología Conan el Guerrero (1967) y la novela Conan el Conquistador (1967) sólo contenían material creado por Howard, pero en Conan el Usurpador (1967) se introdujo otro relato completado por de Camp. Además, hay que señalar que contiene quizá el caso más polémico de edición de un relato de Howard. Se trata de El Tesoro de Tranicos (o El Negro Desconocido, como se llamaba originalmente), en el que de Camp cambia el final para ajustarlo a su idea de la cronología interna. Así, donde originalmente Conan finalizaba el relato planeando una carrera como pirata, de Camp lo altera para que se dirija a encabezar la rebelión contra el rey de Aquilonia para hacerse con el trono. Además, también introduce en la trama al personaje de Thoth–Amon, al que acabará convirtiendo en villano recurrente y archinémesis de Conan.

Precisamente en ese contexto revolucionario se sitúa el relato completado por de Camp, Lobos Más Allá de la Frontera. Se trata de una historia procedente de un borrador de una aventura fronteriza abandonado por Howard en la época en que más interesado estaba por la historia de su país en el periodo colonial, de naturaleza similar a Más Allá del Río Negro (escrito posteriormente a dicho borrador). Hay escenas individuales interesantes, pero la trama general no es gran cosa. Por otra parte, no está protagonizado por Conan (que sólo es mencionado como el rebelde que lucha contra el Rey de Aquilonia), sino por un joven explorador.

En la siguiente entrega, llamada simplemente Conan (1968), hay cuatro nuevos relatos. En El Aposento de los Muertos de Camp desarrolla una sinopsis de las primeras que Howard escribió (y abandonó). Este relato de un joven Conan como saqueador de unas ruinas misteriosas es entretenido, aunque no muy original, y el personaje del Cimmerio se mantiene bastante próximo a su concepción original.

Lin Carter escribió a partir de un fragmento creado por Howard La Mano de Nergal. La insulsa trama sobre objetos mágicos y enfrentamiento entre el bien y el mal en que se ve envuelta el mercenario Conan es creación de Carter, pues el texto de Howard no era más que un par de escenas sueltas.

El siguiente relato inicia la serie de los escritos íntegramente por de Camp y Carter. Se trata de La Cosa de la Cripta, una intensa y terrorífica historia en la que se ve envuelto Conan como joven esclavo fugitivo. No es un mal inicio, tanto para la colaboración entre ambos escritores como para la cronología interna de Conan, en la que ocupa el primer lugar.

Más flojo es La Ciudad de las Calaveras, una historia con una narración algo inconexa y elíptica para su extensión, en la que Conan es un soldado del ejército de Turán que escolta a una princesa junto a su prometido. En este relato los autores utilizan por primera vez algo que será común en sus historias: el hacer referencia a otros relatos (en este caso, a La Mano de Nergal) para que no haya dudas respecto a su posición cronológica y así reforzar la sensación de narración ordenada que pretenden crear.

En Conan el Vagabundo (1968) hay un único relato nuevo de de Camp y Carter. Se trata de Lágrimas Negras, en la que el forajido Conan se encuentra con el peligro en la enésima ciudad misteriosa y perdida. A pesar de su escasa originalidad, mantiene el interés.

En 1968, de Camp y Carter escribieron su primera novela dedicada al personaje (además de publicar también el Conan el Vengador de Nyberg). Se trata de Conan de las Islas, un libro protagonizado por un Conan de sesenta y tantos años, con barba y mechones grises, que lleva unos veinte en el trono de Aquilonia. Por desgracia, la que debería ser la última gran aventura épica del Cimmerio se queda en una historia del montón, en la que viaja al equivalente Hiborio del continente americano. La mayor parte de las situaciones son poco originales, y las que intentan serlo, en ocasiones rozan el ridículo. Por otra parte, los autores insisten de nuevo en dar un énfasis nada adecuado al aspecto divino del mundo Hiborio, presentando a Conan como un elegido de los dioses.

En la antología Conan el Cimmerio (1969) aparecen otros cuatro nuevos relatos. El primero de ellos, La Maldición del Monolito, ya había aparecido un año antes en una revista. Conan es un capitán del ejército Turanio en esta efectiva historia basada en unos elementos terroríficos que podría haber ideado el propio R.E. Howard.

El siguiente, La Guarida del Gusano de Hielo tiene un planteamiento interesante, pero el desarrollo no está a la altura. También es llamativo por su poco habitual ambientación, en las frías y salvajes tierras del norte. Por otra parte, el personaje femenino que aparece es totalmente irreal y estereotipado.

El Castillo del Horror es otro relato de relleno, que recuerda bastante a La Cosa de la Cripta pero en un escenario más cálido. Conan se comporta más como espectador que como protagonista, y el elemento sobrenatural no es gran cosa.

El último de estos relatos, Un Hocico en la Oscuridad, tiene su origen en un borrador inacabado de R.E. Howard, que describe la primera mitad de la historia. Conan es un soldado de fortuna que se ve envuelto en las intrigas y brujerías de un reino Kushita. La historia recuerda demasiado a El Valle de las Mujeres Perdidas (que tampoco sería el mejor modelo a copiar), y tiene un final torpe y precipitado.

En 1971 aparece un nuevo libro firmado por de Camp y Carter: Conan el Bucanero. Se trata de una entretenida novela que se aleja de lo que hasta ahora se había visto en otras historias de Conan de esta longitud. Esta vez Conan no es un rey que deja su trono para vivir aventuras, sino que es un corsario al servicio de la corona de Zingara, que se ve envuelto en una trama de hechicería e intrigas. Es curioso que, a pesar de la vocación de relleno con que se presenta esta novela en su propia introducción, sea la más lograda de las cuatro no escritas por Howard que hay en esta serie. En la historia reaparecen algunos personajes de otras anteriores (Juma), y se presentan algunos con los que Conan se encontrará posteriormente (Zarono el Negro, Sigurd). El malvado en esta ocasión es otro personaje recurrente: el brujo Thoth–Amon, mejor descrito y con más carisma que los hechiceros de Conan el Vengador o Conan de las Islas.

El último de los volúmenes, Conan de Aquilonia (1977), sería publicado por Ace Books (que también volvió a editar los demás títulos), debido a la bancarrota de Lancer. Además, coincidiendo con el naciente interés de Hollywood por llevar el personaje a la pantalla, y entre problemas y discusiones legales, en esa época se funda Conan Properties Inc (CPI), una corporación para controlar los derechos del Cimmerio.

El libro es una anotología que contiene cuatro relatos escritos por de Camp y Carter, aparecidos anteriormente en revistas, y protagonizados por un cincuentón Rey Conan y su hijo adolescente Conn. En realidad, las cuatro historias forman una sola línea argumental que narra el final del enfrentamiento entre Conan y Thoth–Amon.

La Bruja de las Brumas (1972) es el relato menos flojo de los cuatro, llevando a Conan a la misteriosa Hiperboria para rescatar a su hijo. Sirve de introducción a la trama general, pero puede leerse de manera independiente (cosa que no pasa con los otros).

En la siguiente historia, La Esfinge Negra de Nebthu (1973), Conan lleva sus tropas a Estigia por indicación de un druida, y la trama insiste en el tema de Conan como elegido de los dioses. El personaje del Cimmerio se sigue desdibujando a medida que avanza la trama general, que sigue en La Luna Roja de Zembabwei (1974) con la persecución del brujo Estigio por tierras cada vez más lejanas.

La historia finaliza en Sombras en la Calavera (1975), con un Conan pasivo y mal definido que tiene un decepcionante duelo final con Thoth–Amon, como adalid de Mitra y campeón de Occidente. La historia tiene varios elementos que recuerdan a los relatos de Kull, quizá como forma de relacionar esta floja trama con el material creado por R.E. Howard.

Así, con estos doce volúmenes que ordenan los relatos de Howard, más los pastiches escritos por Sprague de Camp, Lin Carter y Björn Nyberg, queda establecido el canon básico del personaje. En conjunto, los relatos añadidos por de Camp y compañía son más flojos que las historias de Howard. Curiosamente, por regla general los relatos que mejor funcionan son los que son totalmente originales: los que se basan en textos abandonados por Howard son demasiado irregulares. Por otra parte, parece lógico: si Howard abandonó esos proyectos sería por algo, y que los retome un escritor de inferior calidad raramente los va a arreglar. En cuanto a las novelas (a excepción de la entretenida Conan el Bucanero), ninguna es gran cosa.

Precisamente es en las novelas, y en la caracterización que se hace de Conan como Rey de Aquilonia, donde peor trazado está el personaje del Cimmerio. Es en estas novelas en las que más se insiste en los elementos divinos del mundo Hiborio, y en las que se presenta a Conan como una especie de paladín del bien (apoyado por unos intervencionistas dioses) en su lucha contra el mal. Esto hace necesaria la creación de un campeón del mal, que tomaría forma en el hechicero Thoth–Amon. Este personaje fue creado por Howard, pero siempre permaneció en un segundo plano, como uno de los magos más poderosos del mundo, y sin enfrentarse directamente a Conan. De Camp hace de esta rivalidad algo más directo, pero nunca está muy bien explicada. Así, es en Conan el Bucanero donde el Cimmerio acaba por primera vez con un plan importante del brujo, pero en ese libro Thoth–Amon explica que Conan se le ha enfrentado en ocasiones anteriores. Por su parte, tampoco está nada clara la razón de que Conan considere al brujo Estigio como un rival especialmente personal.

En general, el Conan de de Camp y Carter es un personaje menos realista que el de Howard. Sus proezas de todo tipo (desde las físicas a las amatorias) son más exageradas, y el bárbaro cada vez se parece más a un superhéroe que a un ser humano más o menos extraordinario. Y no sólo eso, sino que sus conocimientos son cada vez mayores, abarcando materias tan inesperadas como la biología de criaturas monstruosas o el funcionamiento interno de la brujería (que, en muchas ocasiones, no le importa utilizar en exceso).

Bantam y Ace. Sprague de Camp (1978–1980)

El ansia de los lectores por Conan (entonces además en su mejor etapa como personaje de comic), así como el deseo de las editoriales por complacerlos, no se habían visto colmados por los doce volúmenes ya publicados. En consecuencia, en 1978 Bantam Books publicó una antología de siete historias, escritas cinco por de Camp y Carter y las otras dos por de Camp y Nyberg, con el título de Conan the Swordsman. Se trata de una selección que sigue un modelo similar a los Lancers, con sus introducciones a cada relato para ubicarlos cronológicamente con precisión. El libro se cierra con un interesante glosario de nombres propios aparecidos en los relatos escritos hasta ahora, que incluye su origen real. En la introducción de la antología, de Camp comenta el hecho de que algunos autores están planeando escribir novelas sobre el Cimmerio.

El primer relato, Legions of the Dead, nos presenta a un jovencísimo Conan que se ha unido a una banda de Aesires que vagan por la frontera con Hiperboria. La historia está bien narrada y contiene algunos elementos inusuales que la hacen interesante.

En The People of the Summit Nyberg y de Camp nos cuentan una historia previsible y poco original de lugares misterioros y malditos, con Conan como soldado al servicio de Turán.

Shadows in the Dark se presenta como una secuela directa de El Coloso Negro, y nos cuenta una misión de rescate emprendida por el general Conan (acompañado de un ladrón y un mago, convertidos así en un grupo estereotípico andante). La motivación de Conan resulta poco creíble en él (nada menos que el matrimonio), aunque quizá se deba a su juventud, pero el relato llama la atención por la novedad que supone que el elemento sobrenatural quede en segundo plano.

De manera similar, The Star of Khorala (el segundo firmado por Nyberg y de Camp) también es una continuación de un relato de Howard, en concreto de Los Devoradores de Hombres de Zamboula. A pesar de cambiar de manera algo arbitraria las características de la joya que da nombre al relato y que Howard había establecido, es un relato entretenido y con una discutible sorpresa final para los aficionados más minuciosos.

Conan es un pirata en The Gem in the Tower, un tan rutinario como correcto relato que abusa de la fórmula de unir una isla misteriosa, unas ruinas y un monstruo.

El siguiente relato, The Ivory Goddess, es una nueva secuela (de Los Sirvientes de Bit–Yakin en este caso). Por desgracia, se parece demasiado a su antecesor para resultar interesante y aportar algo nuevo.

La antología se cierra con Moon of Blood, un relato más de relleno en el que Conan está en la frontera de Aquilonia con las tierras de los Pictos. La historia es correcta, pero recicla demasiados elementos de otras tramas fronterizas similares que ya han aparecido en la vida de Conan.

En general, Conan the Swordsman es una correcta antología, con relatos variados e interesantes, aunque algunos no sean muy originales.

El siguiente libro que publicarían de Camp y Carter es la novela Conan el Libertador (1979). El objetivo de la novela es narrar la historia que lleva a Conan de general caído en desgracia a rey de Aquilonia. Por desgracia, el relato de este importante evento en la vida del Cimmerio se convierte en una tediosa descripción de movimientos de tropas alternados con alguna pequeña escaramuza: puede que esto sea realista, pero no es nada emocionante. La conclusión es muy apresurada y deja una sensación anticlimática, y muchos elementos de la trama recuerdan a momentos similares de La Hora del Dragón. La figura del legítimo rey de Aquilonia se degrada de forma exagerada, convertido en un malvado de opereta, como si se quisiera que no haya la menor duda sobre la justificación de la rebelión de Conan y sus aliados. Además, el elemento sobrenatural está representado por un insípido hechicero y unos sátiros de los bosques que parecen bastante fuera de lugar en el mundo Hiborio.

Conan y el Dios Araña (1980) está firmada por Sprague de Camp en solitario. Esta novela conduce a un joven Conan a las misteriosas tierras de Zamora, donde se encuentra con un siniestro culto. La motivación del protagonista (que incluso acepta un trabajo como herrero) no está muy clara a lo largo de la historia, pero al menos se trata de una novela amena y entretenida. Eso sí, el retrato del bárbaro (usando artificios mágicos, planteándose dejar su vida aventurera por una mujer…) no se parece demasiado al Conan original.

De Camp y Carter también se ocuparían de la novelización de la película Conan el Bárbaro (1982). Al tratarse de una historia alternativa, basada en un guión que emplea partes de diversos relatos (La Cosa de la Cripta, La Reina de la Costa Negra, Nacerá una Bruja…), no puede considerarse parte “oficial” de la saga de Conan.

Bantam y Ace. Offutt, Wagner y Anderson (1978–1981)

Andrew J. Offutt es un prolífico autor, que también ha escrito pastiches basándose en Cormac Mac Art, otro personaje de Howard, y es el autor de Conan: la Espada de Skelos (1979). El principal problema de esta novela es su excesiva dependencia de las dos que le preceden narrativamente, también de Offutt: Conan and the Sorceror y Conan the Mercenary (curiosamente, escrita posteriormente), que prácticamente forman una trilogía. Así, aunque puede leerse de manera independiente, la primera mitad del libro parece dedicarse a atar cabos y concluir tramas de sus predecesoras, pasando al primer plano la trama de la propia novela sólo en la segunda mitad. Aún así, la novela es moderadamente entretenida a pesar de estas dependencias. Como curiosidad, en esta novela aumenta bastante la exhibición de carne (femenina, por supuesto) y el uso de un lenguaje más “vulgar” (normalmente se trata de personajes masculinos denigrando a los femeninos…). En la parte negativa, habría que mencionar alguna situación intolerablemente machista, despreciable en cualquier caso, pero más aún teniendo en cuenta la fecha de escritura de la novela.

El Conan de Offutt, por otra parte, es un personaje excesivamente socarrón, e incluso sutil, con poca de la furia bárbara instintiva que le caracteriza a tan temprana edad (la novela deja claro que aún no tiene los dieciocho años). Comparado con el personaje de los relatos de Howard que lo flanquean cronológicamente (La Torre del Elefante y El Dios del Cuenco) parece una persona distinta: charlatán y diplomático, capaz de estar páginas y páginas intercambiando puyas e indirectas con la mujer a la que intenta seducir.

Otras: Conan and the Sorceror (1978), Conan the Mercenary (1981)

Karl Edward Wagner probablemente sea más conocido por Kane, su propio personaje de espada y brujería. En 1977 había editado en tres tomos todo el Conan de Howard en las versiones originales, mostrándose bastante crítico con las modificaciones hechas por de Camp. También escribió una novela protagonizada por Bran Mak Morn, el jefe picto creado por Howard.

Wagner demuestra su conocimiento del personaje (fruto de su labor como editor además de la faceta de simple aficionado) en Conan y el Camino de los Reyes (1979). Conan es un joven (aunque ya no tan inexperto) mercenario en Zingara, que se ve envuelto en una revolución en la capital del reino. El estilo de la escritura recuerda al propio Howard y la caracterización del protagonista es fiel a la descripción original. Conan se enfrenta a un aspecto de la civilización que no conocía: el de unas ideas revolucionarias e idealistas que a veces parecen demasiado modernas para una sociedad antigua (aunque sea tan relativamente avanzada como es Zingara).

Curiosamente, el libro también insinúa una reflexión (leve: el aspecto puramente aventurero y de evasión del género sigue siendo el dominante) sobre el poder y su capacidad corruptora. De hecho, el Camino de los Reyes del título no se refiere a la principal ruta comercial del mundo Hiborio (que tiene ese nombre), sino a la senda que se sigue para hacerse con una corona. El punto de vista sobre las idealistas motivaciones que originan y mueven la trama revolucionaria, como no podía ser de otra forma, no es precisamente optimista.

El más conocido de estos nuevos autores del ciclo es sin duda Poul Anderson, ganador de los premios Hugo y Nebula en varias ocasiones, y autor de La Espada Rota o Tres Corazones y Tres Leones (entre muchas más). Para su novela dedicada al Cimmerio, Conan el Rebelde (1980), Anderson decide ambientar su historia justo tras el inicio de la elipsis que hay en medio del relato de Howard La Reina de la Costa Negra. A pesar de esta interesante ubicación, la novela no acaba de estar a la altura, entre otras cosas porque no se aprovecha de ella.

El planteamiento comparte demasiados elementos con las interpretaciones de orientación más religiosa de de Camp para ser fiel al personaje original. Por otra parte, se abusa de la predestinación como un recurso pobre con el que unir personajes y motivaciones (también se hace un uso similar de la magia para resolver algunas situaciones de manera poco satisfactoria). Además, el protagonismo de Conan no aparece realmente hasta pasado el primer cuarto del libro (y Bêlit prácticamente desaparece de la historia).

A su favor hay que reconocerle un correcto retrato de los personajes (incluído el protagonista, aunque está más cerca del Conan de de Camp que del de Howard), una cuidada ambientación en Estigia y algunas logradas escenas de acción. El inicio resulta un poco lento (quizá a ello colabore la ausencia del Cimmerio), pero poco a poco la trama se va animando, aunque el final reincide en dar a Conan un inapropiado papel de paladín de la causa del bien. En general, se trata de una novela correcta, con aciertos y errores, que no destaca ni negativa ni positivamente.

Tor y Robert Jordan (1982–1984)

En 1982 empieza su producción la editorial que probablemente más títulos y autores ha añadido a la serie de Conan: Tor Books. La política de Tor es similar a la que se adopta con cualquier otra literatura–franquicia: autores poco conocidos (es decir, económicos) y producción masiva. No sería ajeno a este fenómeno el éxito del personaje tanto en cine (Conan el Bárbaro se estrena en 1982) como en comic, que hace muy apetecible el publicar “nuevas aventuras” del Cimmerio.

Lógicamente, Tor impone una serie de reglas respecto al material a publicar, que incluyen (además de la habitual longitud fija de las novelas) “suavizar” el personaje, ya que pretenden orientarlo a un público juvenil. Esto no se refiere sólo a los típicos violencia y sexo (que al fin y al cabo en Howard tampoco podía ser nunca excesivamente gráfico, debido a la época en que escribe), sino más al carácter de Conan, más moderado y menos amoral en estos pastiches que en las historias originales.

El primer autor encargado de escribir nuevas novelas sería Robert Jordan, aún lejos de la popularidad que alcanzaría con su serie de La Rueda del Tiempo. Al parecer fue su mujer (editora en Tor) la que le convenció para escribir la primera novela, y se sintió tan cómodo con el personaje que acabaría produciendo un total de siete libros.

En Conan el Invencible (1982) nos encontramos con el Conan joven que trabaja como ladrón en Shadizar. Las complicaciones de un robo le llevan a verse involucrado en una intriga en la que están implicadas diversas facciones, y a unirse a los bandidos del misterioso Halcón Rojo. En esta novela se introducen dos personajes recurrentes que volverán a aparecer en otros libros de Jordan: Karela y Hordo. Karela es una guerrera exhuberante y pelirroja (probablemente inspirada por la Red Sonja de los comics), que tiene una extraña relación de amor/odio con Conan. Por desgracia, esta relación no se verá resuelta en ninguno de los otros libros en que la hará aparecer.

Como mercenario en una turbulenta Nemedia aparece Conan en Conan el Defensor (1982). La trama recuerda en ciertos aspectos a Conan y el Camino de los Reyes, y la implicación en ella de Conan es bastante casual (defecto habitual de las historias de Jordan).

Conan el Invicto (1983) es una de sus novelas más flojas, con una trama relacionada con una maligna secta y un final confuso. Conan se muestra muy experimentado para su supuesta juventud, aunque esto también es bastante usual en casi todos los autores de pastiches.

Conan el Triunfador (1983) es una continuación directa de Conan el Defensor, en la que Conan encabeza su pequeña compañía de mercenarios. Una vez más, el abuso de las casualidades y las coincidencias para hacer avanzar la trama es excesivo.

De nuevo como joven ladrón en Shadizar, en Conan the Magnificent (1984) el Cimmerio se ve impulsado por la rivalidad con una ladrona y acaba en una partida de caza que busca nada menos que un dragón. Aunque la historia es entretenida y más original que otras de Jordan, esta trama de dragones que escupen fuego y espadas mágicas no parece demasiado apropiada para el mundo Hiborio.

Hordo y Conan trabajan juntos como contrabandistas en Conan el Victorioso (1984), algo que ya se había mencionado en Conan el Defensor, y las circunstancias les llevan a la exótica Vendhya. El planteamiento tiene elementos originales y da la sensación de que el propio Jordan se da cuenta de que se está repitiendo mucho últimamente, pero el final es algo decepcionante.

Jordan también se ocupó de la novelización Conan el Destructor (1984), en la que hace lo que puede partiendo de la floja historia de la película. El uso de la magia es muy abundante (y en sus otras novelas ya era alto), presentando a un mago que lanza bolas de fuego con una facilidad pasmosa. Es de agradecer el esfuerzo que hace Jordan para integrar esta historia en la cronología canónica de Conan, aunque algunos de sus recursos son bastante burdos (como la “poción de olvido” usada al final del libro).

En general el Conan de Robert Jordan está relativamente próximo al personaje original, y no puede negarse que las tramas de sus novelas son entretenidas y que se leen de forma fácil y rápida. También son las que dan una mayor importancia al componente erótico: abundan gratuitamente las mujeres con escasez de ropa y no es raro que muchos capítulos acaben con un “fundido en negro” en que algún personaje femenino cae rendido en los brazos de Conan. Esto llega a hacerse exagerado en títulos como Conan el Invicto, en el que parece que no hay un solo personaje femenino que no acabe en la cama del Cimmerio. Por otra parte, Jordan parece tener cierta fijación con los “pechos redondeados”, y este par de palabras (con algunas variaciones) se repite constantemente a lo largo del texto: incluso en momentos de tensión aprovecha para describirnos como tiemblan los pechos (redondeados, claro) de la chica de turno. Este uso de la mujer–objeto contrasta con su creación de algunos personajes femeninos fuertes, si bien un poco estereotipados. La repetición de elementos no se limita sólo a las curvas femeninas: Jordan hace buenas descripciones de los ambientes más bajos de las ciudades Hiborias y de las brujerías que practican los enemigos de Conan, pero las repite de forma prácticamente intercambiable en casi todos los libros. Lo mismo puede decirse de sus tramas que, con escasas variaciones, se componen prácticamente de los mismos elementos básicos.

John Maddox Roberts (1985–1995)

Tras abandonar Robert Jordan el personaje, Tor empieza a contratar a otros autores (no limitándose a uno) para seguir añadiendo títulos a la serie. De esta manera, alternando autores, Tor puede publicar hasta 3 ó 4 títulos de Conan cada año. El primero de los autores es John Maddox Roberts, que posteriormente ha alcanzado un éxito moderado con alguna de sus series de ficción histórica.

En Conan el Campeón (1987) nos encontramos con un Conan adulto que se convierte en el paladín de una reina bárbara de un pequeño clan del frío Norte. El escenario poco habitual y una trama basada en conflictos entre reyezuelos tribales, con elementos de saga vikinga, la convierten en una novela interesante. Pierde algo de fuelle en su parte central, que lleva al Cimmerio a otra dimensión (algo que no parece propio de una historia de Conan) y parece ser puro relleno (bien construido, eso sí) para llegar al número de palabras requerido por el editor.

El Cimmerio se une a Achilea, una errante reina bárbara, en Conan and the Amazon (1995). En esta novela el autor hace un buen uso de una de las tramas típicas de Howard, con su ciudad perdida en medio del desierto y su extraña civilización. Sin embargo, vuelve a dar la sensación de que la historia hubiera funcionado mejor en un formato más breve y quitando un poco de “paja”, pues le cuesta un poco arrancar. Además, hay un cierto desaprovechamiento de diversas subtramas y el final resulta algo anticlimático: quizá Maddox Roberts ya acusa el cansancio de su dedicación al personaje (esta sería su última novela de Conan).

De sus otras novelas, habría que señalar que Conan the Bold es una historia alternativa de la adolescencia o juventud de Conan, no conciliable con la cronología oficial.

El Conan de Maddox Roberts es un personaje muy próximo al que creó R.E. Howard en su caracterización. También son destacables sus narraciones de las secuencias de acción (probablemente debido a que el autor es aficionado a la esgrima), con una intensidad y detallismo que no se encuentran en otros autores (desde luego, no en Jordan ni en Carpenter, por ejemplo). En general, Maddox Roberts es uno de los autores de pastiches mejor considerados entre los aficionados al Conan original, además de ser uno de los que más títulos ha escrito.

Otras: Conan the Valorous (1985), Conan the Marauder (1988), Conan the Bold (1989), Conan the Rogue (1991), Conan and the Treasure of Python (1993), Conan and the Manhunters (1994)

Steve Perry (1986–1990)

Steve Perry es un autor de ciencia ficción que ha escrito títulos para franquicias tan diversas como Star Wars, Alien o Net Force (basada en una idea de Tom Clancy), además de su propia serie de ciencia ficción Matador.

Conan el Intrépido (1986) nos muestra a un Conan joven, en su etapa de ladrón vagabundo, que se ve envuelto por casualidad en los planes de un maléfico mago en busca del dominio del mundo, mientras tiene que evitar que una hechicera le sacrifique para dar vida a su amante artificial. La historia y el estilo dan la impresión de que Perry ha leído más a Robert Jordan que a Howard.

Tras su primer libro, los demás forman una serie protagonizada por un Conan casi adolescente (en teoría) que huye de la esclavitud y se dirige a su primer contacto con la civilización. En Conan the Indomitable (1989) el protagonista se enfrenta a las intrigas de un reino subterráneo disputado por dos brujos y las distintas criaturas que les sirven (cíclopes, gusanos gigantes, murciélagos…). Si su novela anterior era floja como imitación de Jordan, aquí ya da rienda suelta a su estilo y sus defectos se magnifican. Este reino subterráneo donde todas las criaturas (incluidos los gusanos, los murciélagos y las plantas carnívoras) piensan, hablan y se comportan como seres humanos no tiene cabida en el mundo creado por Howard.

En Conan the Free Lance (1990) el Cimmerio se une a un pueblo que vive en las copas de los árboles para recuperar un talismán que les han arrebatado. El habitual despliegue de especies no humanas incluye hombres-pez y hombres-lagarto, que conviven incluso con los seres humanos. Las situaciones no son tan absurdas (ni tan repetitivas) como en el libro anterior, pero la calidad no es mucho mayor, además de confirmar que Perry no tiene muy claro en que tipo de mundo está ambientada su novela.

Conan the Formidable (1990) repite de nuevo los mismos esquemas de los libros anteriores, y Conan se pasa buena parte del libro o prisionero o embrujado, por lo que resulta poco activo como protagonista. En este caso, el Cimmerio se encuentra con unos gigantes que quieren experimentar con él, unos hombrecillos verdes carnívoros, y un mago que tiene un pequeño circo ambulante de “fenómenos”. No es de las peores novelas de su autor, pero el desenlace es bastante decepcionante.

Perry demuestra en sus libros que no le interesa en absoluto ni el personaje de Conan ni su mundo. El joven Conan que nos describe se comporta como un adulto experimentado, que ya parece conocer a la perfección la civilización y sus costumbres, por no hablar de lo poco que le afecta lo sobrenatural. Además, es un Conan muy afortunado, ya que normalmente las distintas facciones rivales se neutralizan entre sí antes de que el Cimmerio se tenga que enfrentar a ellas (Aunque por otra parte, también es un Conan bastante torpe, que tropieza y pierde su espada con una frecuencia exagerada).

En cuanto al mundo por el que se mueve, plagado de razas y criaturas extrañas, que parecen sacadas de un manual de Dragones y Mazmorras, podría ser cualquier mundo fantástico estándar, pero en ningún caso se parece al mundo Hiborio creado por R.E. Howard. Perry no parece tener mucha experiencia con el género fantástico, y confunde la “espada y brujería” con la “alta fantasía”.

El estilo de Perry es ligero y desenfadado, lleno de indirectas, dobles sentidos e insinuaciones de tipo sexual, que en ocasiones hacen parecer que se está leyendo una comedia basada en la guerra de sexos (con diálogos que, como con Offutt, no parecen propios de un Conan recién salido de su aldea Cimmeria). Y no deja de ser curioso que muchas de las compañeras de lecho de Conan (o de otros personajes) no sean totalmente humanas (aunque sean humanoides y bellísimas, claro está): brujas, mujeres–lagarto, zombies, mujeres–gato, gigantas… Aunque también es cierto que en las novelas de Perry casi hay más personajes no humanos que humanos, así que parece casi inevitable.

Por otra parte, lo inapropiado de algunas situaciones (un mago convertido en niebla que se queja de la corriente de aire, un cíclope y un gusano parlantes que parecen imitar diálogos de Casablanca…) hacen pensar que se le está dando al texto un tono paródico, pero hasta en esto se queda también a medias (se supone que porque Tor lo que quería vender era una novela “seria”, no una comedia de Terry Pratchett).

Aún asumiendo que las novelas de Perry no son aceptables como historias de Conan, ni siquiera resultan medianamente entretenidas (aunque, por suerte, son de lectura rápida). Lo normal es que Perry nos cuente una historia muy simple, alargada mediante el recurso de mostrar las mismas situaciones y escenas afrontadas por cada una de las facciones implicadas en la trama (en ocasiones, cinco o seis). En ocasiones, esta alternancia de escenas se hace con una rapidez exagerada (Perry es capaz de despachar una escena con una sola frase) que dificulta el seguimiento de la trama. En general, a los antagonistas se dedica más espacio que a los protagonistas y desaparece toda posible intriga y misterio (además de hacerse un poco monótono). Steve Perry representa lo peor que puede hacer un autor de pastiches: emplear simplemente los nombres de lugares y personajes impuestos por la franquicia para contar una historia totalmente genérica y repetitiva que no atiende a las particularidades del escenario donde se supone ambientada.

Otras: Conan the Defiant (1987)

Leonard Carpenter (1986–1996)

Aparte de alguna historia corta, los once títulos protagonizados por Conan constituyen la única producción literaria de Leonard Carpenter, y le convierten en el más prolífico de los autores de pastiches sobre el Cimmerio.

En Conan el Renegado (1986), el protagonista alquila su espada uniéndose a una banda de mercenarios. La historia cuenta las andanzas de este grupo de soldados, al servicio de su amo o como independientes, en una correcta historia de fantasía militar con toques mágicos que recuerda (salvando las distancias) a títulos de Howard como La Ciudadela Escarlata o El Coloso Negro.

Conan el Profanador (1986) nos lleva a una ciudad-estado de Shem en la que se está construyendo una enorme tumba para el gobernante (por influencia de sus vecinos Estigios). Conan se ve forzado a unirse a una banda de ladrones de tumbas y el libro va desgranando las situaciones con que se encuentran en este entorno. Por supuesto, la momificación de los muertos tiene su parte de importancia en la trama.

En Conan the Warlord (1988) el bárbaro es un joven ladrón en Nemedia, contratado para hacerse pasar por el doble de un aristócrata (al estilo de El Prisionero de Zenda). La vida de este noble peligra por la existencia de campesinos rebeldes y un misterioso culto siniestro a las serpientes. A pesar de sus defectos (incluyendo el discutible planteamiento), el libro parece seguir una verdadera trama principal y no ser simplemente un conjunto de escenas relacionadas.

En Conan the Hero (1989), Conan es un soldado del poderoso ejército del imperio de Turán, en plena campaña en la jungla. Esta historia de una guerra en un territorio difícil, en la que aparece el contrabando del loto (cuyos alucinógenos efectos experimenta Conan directamente), parece claramente influida por la guerra de Vietnam (se publica en la época del éxito de películas como Platoon, La Chaqueta Metálica y otras). El principal problema vuelve a ser la falta de una línea argumental clara, que mezcla escenas de la guerra con una subtrama de conspiraciones y empleo de la figura de Conan como héroe propagandístico.

Conan y la Hermandad Roja (1993) está situado directamente después del relato de Howard Sombras de Hierro a la Luz de la Luna. Conan se dedica a su carrera como pirata, mientras en Turán el emperador busca nuevas mejoras para su ya poderosa armada. Inevitablemente, los intereses de ambos acabarán encontrándose en esta correcta novela de piratas.

Conan. El Azote de la Costa Sangrienta (1994) es una secuela directa del anterior título de Carpenter. El elemento sobrenatural es algo más importante, y aparecen elementos típicos como son los tesoros y las ciudades perdidas. Conan es un jefe pirata cada vez con más aspiraciones, pero el interesante planteamiento se vuelve aburrido por la habitual inconsistencia de la trama. El climax (aunque típico) está un poco por encima de la media para lo normal en el autor.

Conan the Gladiator (1995) comienza con un Conan que (por razones poco claras) se une como forzudo a un circo ambulante. La situación mejora cuando pasa a dedicarse a luchar en otro tipo de circo, pero tampoco mucho. Quizá en este libro sea donde más descuidada esté la ambientación, aunque por contra aparecen algunos personajes bastante interesantes. Este cuidado por el retrato de los personajes no se extiende a Conan, que en esta novela está irreconocible: se mueve por razones absurdas y poco creíbles, se desmaya en una operación quirúrgica e incluso tiene una crisis existencial relacionada con la abundante violencia en su vida. Además, la trama es débil y casi inexistente.

A pesar de algunos pequeños defectos de ambientación, en general Carpenter hace un buen trabajo en lo que respecta a la descripción del mundo Hiborio. Los elementos sobrenaturales no son excesivos y resultan bastante coherentes con el mundo creado por Robert E. Howard. Sus personajes, por otra parte, son bastante planos y poco memorables. Eso incluye al protagonista, que podría ser sustituido perfectamente por cualquier otro personaje sin grandes esfuerzos. Como mucho, cuando Conan es joven, le dota de cierta actitud inmadura que tampoco parece muy apropiada.

Carpenter, aunque repita escenas y situaciones, no sigue una fórmula predeterminada en sus historias. Sin embargo, tampoco parece que sepa desarrollarlas demasiado bien: quizá es el autor que más hubiera necesitado una fórmula en la que apoyarse. Por regla general, en sus libros va presentando diversas situaciones más o menos relacionadas con la trama principal y da la sensación de que cuando se aproxima al número de páginas pedidas por el editor se da cuenta de que tiene que ir acabando. En consecuencia, sus finales suelen resultar tremendamente flojos y anticlimáticos. Su estilo también resulta un poco frío, y ni siquiera levanta algo de apasionamiento en las escenas de acción.

Leonard Carpenter podría haber sido un buen autor para los pastiches de Conan, pues plantea ideas y situaciones originales (sin resultar demasiado ridículas ni exageradas, como sucede con Steve Perry). Además, suele enlazar sus novelas con elementos procedentes de las historias de Howard y de Camp, dando sensación de continuidad. También es uno de los pocos autores que emplea uno de los recursos que empleaba el propio Howard habitualmente, el de utilizar a Conan como protagonista de historias de distintos estilos o ambientaciones: piratas, folletín, guerra, momias… Por desgracia, sus libros son algo que no debería ser nunca una historia de Conan: son aburridos.

Otras: Conan the Great (1989), Conan the Outcast (1991), Conan the Savage (1992), Conan, Lord of the Black River (1996)

Roland Green (1988–1997)

Roland Green está especializado en ciencia ficción militar, aunque también ha escrito dentro del género fantástico (como algunas novelas de la serie Dragonlance).

Conan the Valiant (1988) introduce a Conan, joven capitán de mercenarios, en la rivalidad entre dos hechiceros por unas gemas mágicas. Se trata de una historia rutinaria, con una narración un tanto confusa, personajes desaprovechados, y subtramas poco interesantes. La trama principal tampoco es capaz de mantener el interés del lector hasta el insípido final.

En Conan the Relentless (1992) el Cimmerio es un aventurero vagabundo, que se reencuentra con Raihna, personaje femenino de la novela anterior. Ambos se ven envueltos en una tópica intriga en un reino con el ambicioso usurpador de turno. La ambientación está bastante descuidada, y el final resulta anticlimático y excesivamente alargado.

Conan and the Gods of the Mountain (1993) se presenta nada menos que como una continuación de Clavos Rojos. Valeria y Conan huyen por la jungla de su aventura en la misteriosa ciudad de dicho relato y se encuentran finalmente con la rivalidad entre dos tribus. La historia repite los mismos elementos de la novela anterior: rivalidad entre facciones, personajes que cambian de bando, un insípido grupo de hechiceros, un brujo del lado de los buenos, confusas batallas... La ambientación está más cuidada y el final está algo mejor construido, a pesar de la poca participación de los supuestos protagonistas.

Conan at the Demon’s Gate (1994) está ambientada después de la relación entre Conan y Bêlit, lo que sirve al autor para darle algo más de profundidad al personaje del Cimmerio. La novela también llama la atención por emplear un recurso novedoso en unas historias que raramente se salen de la narración totalmente lineal. El prólogo, el epílogo y un interludio están ambientados en el futuro de la trama principal (durante el reinado del hijo de Conan), enmarcando la historia. Por desgracia, el uso de un elemento mágico absolutamente exagerado y fuera de lugar en el mundo Hiborio (un portal que transporta a los protagonistas de una región a otra) hace bajar enteros a la que podría ser la mejor novela de Green.

Por el contrario, Conan and the Mists of Doom (1995) debe ser uno de los peores trabajos del autor. El protagonismo de Conan es totalmente casual, sin que intervenga prácticamente ni en el desarrollo de la trama ni en su conclusión. Debe suponerse que es una novela de Conan únicamente porque su nombre aparece en el título.

En Conan and the Death Lord of Thanza (1997), el Cimmerio se une al ejército (en parte para escapar de sus perseguidores) y se enfrenta con una banda de fuera de ley que buscan un objeto mágico que da poder sobre la muerte. La novela es una vez más una serie de escenas bastante inconexas, con lo que al final del libro no queda muy claro qué es lo que el autor quería contar. Además, cuenta con una de las escenas más ridículamente improbables que se hayan escrito sobre Conan, al mostrarnos al Cimmerio capitaneando una compañía de esqueletos guerreros (que, además, hasta tienen sentido del humor) con los que se ha aliado.

Roland Green puede considerarse en cierto modo como un mal imitador de Robert Jordan, con sus defectos magnificados (y ninguna de sus virtudes). Sus novelas son repetitivas y formulaicas, empeoradas además por una narración confusa (especialmente grave en las escenas de acción) que las hace demasiado pesadas de leer. Sus personajes son planos y totalmente faltos de cualidades que los hagan memorables, con lo que resulta especialmente triste su recuperación de una novela a otra, cuando el lector probablemente no recuerde nada de ellos. Hasta comparte (y exagera) con Jordan la atención excesiva a la anatomía femenina en los momentos más inadecuados.

Los elementos mágicos y sobrenaturales son excesivos, dominando la trama. De hecho, en muchos casos casi se puede considerar que la historia gira alrededor del enfrentamiento entre los hechiceros malvados (con su poderosa criatura sobrenatural aliada) contra los excesivamente frecuentes magos más o menos “buenos”. En este conflicto, Conan apenas participa de su resolución, actuando simplemente como testigo o, en el peor de los casos, viéndose afectado de refilón por estos actos. Por otra parte, a eso hay que unirle la mala caracterización del protagonista (lo que comparte con el resto de personajes del reparto).

Como con Steve Perry, da la sensación de que Green se está limitando a contar con desgana una historia genérica en el entorno impuesto por la franquicia para la que está escribiendo, pero que podía haber ambientado perfectamente en cualquier otra. Al menos, Green muestra un respeto mayor por la ambientación, aunque su estilo confuso y descuidado hace que sus libros no sean ni tan siquiera válidos como lectura ligera.

Otras: Conan the Guardian (1991)

Sean A. Moore (1994–1996)

La temprana muerte de Sean A. Moore en un accidente de tráfico limita su obra a tres novelas de Conan y a la novelización de la película Kull el Conquistador.

Conan the Hunter (1994) está protagonizado por un Conan joven e inexperto, enfrentado a una típica mezcla de conspiraciones y brujería. Tomadas de manera individual, las distintas situaciones que describe la novela resultan interesantes y bien escritas. Sin embargo, la estructura de la novela resulta demasiado confusa, con giros en la trama que resultan anticlimáticos y le restan coherencia.

La misma carencia de una estructura clara la sufre Conan and The Grim Grey God (1996). En esta novela, Conan es un experimentado capitán pirata que se toma un “descanso” en su trabajo para buscar una misteriosa ciudad perdida. Esta trama se entremezcla con las historias de otros personajes interesados en la misma ciudad, mientras el protagonista pasa por diversas situaciones sin mucha relación aparente con su objetivo principal (que, en muchos momentos, parece perderse de vista). El brujo Thoth – Amon hace una poco lograda aparición, y el apocalíptico final resulta totalmente plano y falto de fuerza.

Moore hace un trabajo claramente irregular. Su caracterización de los personajes y la ambientación son bastante correctas, y se nota que el autor conoce el material original. Sus escenas, tanto las de acción como las de horror, están narradas de forma competente (si bien no espectacular). Estas virtudes podrían situarle entre los autores más interesantes de los pastiches. Sin embargo, la trama principal se pierde entre esta maraña de situaciones y subtramas, dando una cierta sensación de improvisación a la hora de haber sido escrito el texto y, lo que es peor, haciendo que el lector no consiga implicarse fácilmente en la historia.

Otras: Conan and the Shaman’s Curse (1996)

John C. Hocking (1995)

Hasta el momento, lo único que ha publicado John C. Hocking ha sido su novela sobre Conan. Se sabe que tiene otro título escrito (Conan and the Living Plague), pero que no llegó a publicarse por problemas de diversa índole.

Conan and the Emerald Lotus (1995) comparte muchos de los defectos habituales de otros autores, aunque no en grado demasiado alto. Así, el protagonista es un Conan demasiado genérico, aunque respetuoso con el personaje. Igualmente respetuosa resulta la ambientación y se nota el respeto y conocimiento del material de Howard. La magia y las criaturas sobrenaturales están demasiado presentes en la historia, que cuenta con el rutinario enfrentamiento entre un mago bueno (aliado de Conan) y otro malvado (alrededor de la adictiva droga que aparece en el título). En todo caso, el libro está bien escrito, con personajes correctamente descritos, y desarrollado con un buen ritmo (a pesar de partes que parecen ser relleno) y un clímax bastante adecuado. En consecuencia, la buena reputación que tiene este libro entre los aficionados al personaje se explica sobre todo porque su calidad le hace destacar (aunque tampoco demasiado) entre el conjunto de los pastiches con los que comparte época en el mercado: un Carpenter bastante flojo, un aburrido Leonard Green y el irregular Sean A. Moore.

Harry Turtledove (2003)

Varios años después de la última publicación de un pastiche de Conan (con excepciones, los 90 fueron años bastante vulgares para los nuevos libros del personaje), es un autor de un cierto prestigio, Harry Turtledove, el que se enfrenta de nuevo al personaje. Turtledove es historiador y ha escrito abundantes títulos de historia alternativa.

El saqueo por parte de las hordas Cimmerias del fuerte de Venarium, en el que participa un joven Conan de menos de quince años, es uno de esos momentos icónicos que Howard menciona respecto al pasado del Cimmerio, pero que no llegó a desarrollar.

Conan of Venarium (2003) rompe con la mayoría de los tópicos de otros pastiches y su autor la presenta más como una novela histórica, protagonizada por un Conan niño–adolescente. La historia es correcta, si bien algo falta de pasión (el propio saqueo de Venarium carece de intensidad) y melodramáticamente previsible. Nos muestra la situación y los horrores de la invasión Aquilonia y la resistencia de los Cimmerios tanto desde el punto de vista de los invadidos como de los invasores. En la novela no abundan los elementos sobrenaturales, que por otra parte resultan tremendamente forzados. En todo caso, el principal problema de la novela es el personaje principal: un Conan demasiado similar a cualquier niño y que deja ver pocas de sus características futuras (y para cuya situación familiar el autor se inspira en el propio Howard). Turtledove ignora detalles y elementos del personaje que habían sido establecidos por Howard en sus relatos (lo que es bastante imperdonable), así como en sus cartas y en las historias de otros autores (esto resulta más disculpable, pero demuestra muy poco interés por documentarse). En general, esto es lo que hace que esta novela tenga la mala reputación que tiene entre los aficionados.

Así pues, Conan of Venarium resultaría pasable como historia de un niño de una tribu bárbara de una región invadida por un imperio civilizado (por ejemplo, celtas y romanos…), pero es claramente decepcionante como novela que narre los orígenes de Conan.

La Era de Conan

Tras el fracaso del último pastiche publicado, los dueños de los derechos del personaje cambian de estrategia. Bajo el título común de La Era de Conan, se planifican y publican cuatro trilogías, protagonizadas esta vez por personajes nuevos, con la salvedad de que son habitantes de la Era Hiboria durante la época en la que Conan es Rey de Aquilonia. Lo que no ha cambiado es el tipo de autores escogidos, sacados nuevamente de las filas de los escritores de encargo y de franquicia.

Legends of Kern (Blood of Wolves, Cimmerian Rage, Songs of Victory) de Loren L. Coleman trata de un guerrero Cimmerio expulsado de su clan.

Anok, Heretic of Stygia (Scion of the Serpent, Heretic of Set, Venom of Luxur) de J. Steven York está protagonizada por un bribón callejero Estigio en busca de venganza.

La Aquilonia Trilogy (The God in the Moon, The Eye of Charon, The Silent Enemy) de Richard A. Knaak cuenta las aventuras de un noble Aquilonio que deja su acomodada vida para unirse al ejército de su país.

La Marauders Trilogy (Ghost of the Wall, Winds of the Wild Sea, Dawn of the Ice Bear) de Jeff Mariotte se centra en un joven y vengativo guerrero Picto.

Como era de esperar, las críticas y la acogida han sido irregulares, como sucede con los pastiches protagonizados por el propio Conan: hay libros mejores y libros peores, pero ninguno es especialmente destacable. Las mejores críticas parecen haber sido para las trilogías de Aquilonia y la de Legends of Kern.

En todo caso, lo que sí parece una mejora es la propia estrategia de cambiar de protagonista en estos nuevos pastiches: es preferible buscar nuevos personajes y dejar descansar a Conan (aunque parece imposible que alcancen el carisma de este). Quizá un planteamiento más atractivo hubiera sido explorar las historias de diversos personajes secundarios creados por Howard, y que podrían resultar inicialmente más interesantes que estos desconocidos.

Conclusiones

Pueden distinguirse claramente tres etapas dentro de la producción de los pastiches dedicados a Conan. La primera, la de los Lancers, sería la más interesante, por presentar material (sobre todo las historias cortas) más cercano a la concepción inicial de Howard, y por la presentación de una biografía de Conan. El punto negativo estaría representado por las innecesarias alteraciones de los textos originales que los acompañaba. La segunda etapa sería la formada por las primeras novelas escritas por otros autores, y es más irregular, aunque el nivel de los autores la hace a priori más interesante. La tercera, la de los Tors y sucesores, es donde se produce totalmente la mercantilización y bastardización del personaje (aunque haya novelas más o menos apreciables), que cae en las manos de algunos escritores realmente malos (al menos para este trabajo).

Uno de los principales problemas que presentan las novelas una vez se convierte en franquicia, es el estricto conjunto de reglas que imponen (limitando la creatividad de los escritores). Así, por ejemplo, cualquier nueva novela debe ocupar su puesto en los huecos establecidos en la cronología, y no es posible dar puntos de vista alternativos a cosas ya escritas. En consecuencia, un nuevo autor no puede escribir su propia versión del ascenso a la corona de Conan (y, al parecer, Karl Edward Wagner tenía una prometedora sinopsis de una novela sobre esto que se hubiera titulado Day of the Lion) o del tiempo que pasó con Bêlit. Quizá lo peor, desde el punto de vista del aficionado a R.E. Howard es que se da la misma validez canónica a las creaciones de cualquier autor, poniéndolo al nivel del creador del personaje. Así, se pierde de vista quien es ese creador y donde está el origen de Conan, algo ya de por sí problemático en un personaje del que mucha gente piensa que ha nacido en los comics. Además, en la mayor parte de los casos los autores de pastiches buscan el “más difícil todavía”, con lo que los elementos de la obra de Howard resultan casi inofensivos por comparación. En los pastiches los brujos siempre son los más poderosos, los monstruos los más sobrenaturales e inhumanos, y el destino del mundo siempre descansa en los hombros del Cimmerio. En general, algo bastante alejado del tono establecido originalmente por el creador de Conan.

Otro problema con la excesiva abundancia de aventuras protagonizadas por Conan es que llega un momento en que es imposible considerar que todo eso lo vivió una misma persona. Aunque se trate de un personaje ficticio, la credibilidad se resiente: cada vez es más difícil encontrar huecos en la mencionada cronología y parece que Conan nunca tuvo una temporada tranquila en su vida, en la que no viviera aventuras (muchas de ellas de proporciones casi apocalípticas). Además, desde un punto de vista menos serio, con el patrón impuesto para titular las novelas (“Conan el esto”, “Conan lo otro”…), se acaban las ocupaciones o adjetivos con que poner nombre a los libros (cuyos títulos, por otra parte, pocas veces tienen relación con el contenido)…

Así, llega un momento en el que hay que pensar que, si Conan hubiera sido un personaje real, casi todo lo que se ha escrito sobre él (aparte de Howard, naturalmente, y quizá algunas cosas de los Lancers) no son más que leyendas. Estas historias, normalmente exageradas, se atribuyen a ese Conan supuestamente real, pero no dejan de ser historias de segunda o tercera mano, inventadas o protagonizadas realmente por otros personajes que se parecen al Cimmerio. Pueden ser entretenidas, naturalmente, pero no puede perderse de vista que no son el verdadero Conan.


Apéndice 1 – Serie Gnome Press

Conan the Conqueror (1950): The Hour of the Dragon
The Sword of Conan (1952): The People of the Black Circle, The Slithering Shadow, The Pool of the Black One, Red Nails
King Conan (1953): Jewels of Gwahlur, Beyond the Black River, The Treasure of Tranicos, The Phoenix on the Sword, The Scarlet Citadel
The Coming of Conan (1953): The Hyborian Age, The Shadow Kingdom (Kull), The Mirrors of Tuzun Thune (Kull), The King and the Oak (Kull), The Tower of the Elephant, The God in the Bowl, Rogues in the House, The Frost Giant's Daughter, Queen of the Black Coast
Conan the Barbarian (1954): Black Colossus, Shadows in the Moonlight, A Witch Shall be Born, Shadows in Zamboula, The Devil in Iron
Tales of Conan (1955): The Blood – Stained God, Hawks Over Shem, The Road of the Eagles, The Flame Knife
The Return of Conan (1957)

Apéndice 2 – Serie Lancer/Ace

El orden por el que aparecen aquí los distintos títulos es el que se corresponde con la cronología del personaje, aunque debe notarse que no fueron publicados por ese mismo orden.

Conan (1968): The Hyborian Age (part 1), The Thing in the Crypt, The Tower of the Elephant, The Hall of the Dead, The God in the Bowl, Rogues in the House, The Hand of Nergal, The City of Skulls
Conan of Cimmeria (1969): The Curse of the Monolith, The Bloodstained God, The Frost Giant's Daughter, The Lair of the Ice Worm, Queen of the Black Coast, The Vale of Lost Women, The Castle of Terror, The Snout in the Dark
Conan the Freebooter (1968): Hawks Over Shem, Black Colossus, Shadows in the Moonlight, The Road of the Eagles, A Witch Shall Be Born
Conan the Wanderer (1968): Black Tears, Shadows in Zamboula, The Devil in Iron, The Flame Knife
Conan the Adventurer (1966): The People of the Black Circle, The Slithering Shadow, Drums of Tombalku, The Pool of the Black One
Conan the Buccaneer (1971)
Conan the Warrior (1967): Red Nails, Jewels of Gwahlur, Beyond the Black River
Conan the Usurper (1967): The Treasure of Tranicos, Wolves Beyond the Border, The Phoenix on the Sword, The Scarlet Citadel
Conan the Conqueror (1967)
Conan the Avenger (1968): The Return of Conan, The Hyborian Age (part 2)
Conan of Aquilonia (1977): The Witch of the Mists, Black Sphinx of Nebthu, Red Moon of Zembabwei, Shadows in the Skull
Conan of the Isles (1968)

Estos títulos fueron publicados en castellano en España por Bruguera en 1973 (excepto lógicamente Conan de Aquilonia), por Forum en 1983 (de Conan a Conan el Aventurero) y 1984 (de Conan el Bucanero a Conan de las Islas), y por Martínez Roca entre 1995 (de Conan a Conan el Bucanero), 1996 (de Conan el Guerrero a Conan de Aquilonia) y 1997 (Conan de las Islas).

Apéndice 3 – Los Pastiches en España

Los siguientes títulos fueron publicados por Martínez Roca:

Conan el Invencible – Robert Jordan (1995)
Conan el Defensor – Robert Jordan (1995)
Conan el Invicto – Robert Jordan (1996)
Conan y el Camino de los Reyes – Karl Edward Wagner (1996)
Conan: la Espada de Skelos – Andrew Offutt (1996)
Conan el Libertador – Sprague de Camp (1997) (atribuido erróneamente a Karl Edward Wagner)
Conan el Rebelde – Poul Anderson (1997)
Conan y el Dios Araña – Sprague de Camp (1997)
Conan el Triunfador – Robert Jordan (1997)
Conan el Destructor – Robert Jordan (1997)
Conan el Intrépido – Steve Perry (1998)
Conan el Victorioso – Robert Jordan (1998)

Por su parte, La Factoría de Ideas publicó estos títulos (además de El Tesoro de Tranicos, de Howard):

Conan el Renegado – Leonard Carpenter (2000)
Conan el Profanador – Leonar Carpenter (2001)
Conan el Campeón – John Maddox Roberts (2001)
Conan y la Hermandad Roja – Leonard Carpenter (2001)
Conan, el Azote de la Costa Sangrienta – Leonard Carpenter (2003)

Apéndice 4 – Cronología Completa

La siguiente lista recoge por orden cronológico las novelas y relatos (en cursiva) dedicados a Conan, tanto los escritos por R.E. Howard como por otros autores. Cualquier intento de dar orden a las historias de Conan estará siempre sujeto a discusión (especialmente en lo que respecta a los relatos originales de Howard), pero se incluye esta lista (debida a William Galen Gray) por ser la más completa existente. Entre corchetes se indica al lado de algunos títulos la edad aproximada que se le atribuye a Conan en ese momento (dato cuya credibilidad también debe tomarse con la prudencia necesaria en estos casos).

Conan of Venarium [15]
Legions of the Dead [16]
The Thing in the Crypt
Conan the Defiant
Conan the Hunter
Conan the Indomitable
Conan the Free Lance
Conan the Formidable
The Tower of the Elephant
Conan and the Sorcerer
Conan the Mercenary
Conan: The Sword of Skelos
Conan the Outcast
Conan the Destroyer
Conan the Magnificent
Conan the Invincible [17]
The Hall of the Dead
Conan the Fearless [18]
The God in the Bowl
Conan the Warlord
Rogues in the House
Conan the Victorious [19]
Conan the Unconquered [20]
The Hand of Nergal
The City of Skulls [21]
Conan the Hero
The People of the Summit
The Curse of the Monolith
Conan the Valiant
Conan and the Spider God [22]
The Blood – Stained God
Conan the Valorous
The Frost Giant's Daughter
The Lair of the Ice Worm [23]
Conan the Relentless
Conan the Savage
Conan the Defender
Conan the Triumphant
Conan the Guardian
Queen of the Black Coast (cap. 1) [24]
Conan the Rebel [25]
Queen of the Black Coast (cap. 2–5) [27]
Conan at the Demon's Gate
The Vale of Lost Women
The Castle of Terror
The Snout in the Dark
Conan the Gladiator
Conan and the Emerald Lotus
Hawks Over Shem [28]
Black Colossus
Shadows in the Dark [29]
Conan: The Road of Kings
Conan the Renegade
Iron Shadows in the Moon [31]
Conan of the Red Brotherhood
Conan: Scourge of the Bloody Coast
Conan the Champion
The Road of the Eagles [32]
A Witch Shall Be Born
Black Tears [33]
Conan and the Manhunters
The Man–Eaters of Zamboula
Conan the Raider
The Star of Khorala
Conan and the Death Lord of Thanza
Conan and the Amazon
The Devil in Iron [34]
The Flame Knife [35]
Conan and the Shaman's Curse
The People of the Black Circle
Conan the Marauder
Conan and the Mists of Doom
Xuthal of the Dusk [36]
Drums of Tombalku
The Gem in the Tower [37]
Conan and the Grim Grey God
The Pool of the Black One [38]
Conan the Buccaneer
Red Nails [39]
Conan and the Gods of the Mountain
The Servants of Bit–Yakin
The Ivory Goddess [40]
Conan and the Treasure of Python
Conan: Lord of the Black River
Conan the Rogue
Beyond the Black River
Moon of Blood
The Black Stranger
Wolves Beyond the Border
Conan the Liberator [41]
The Phoenix on the Sword
The Scarlet Citadel [42]
The Hour of the Dragon [44]
Conan the Avenger [46]
Conan the Great
The Witch of the Mists [56]
Black Sphinx of Nebthu [58]
Red Moon of Zembabwei
Shadows in the Skull [59]
Conan of the Isles [60]

Stardust

La película se basa en una novela ilustrada escrita por Neil Gaiman, cuya historia adapta de manera bastante fiel. Incluso la ambientación recuerda bastante a las ilustraciones de Charles Vess para la novela original. Lógicamente, hay omisiones y modificaciones (el propio Gaiman se ha mostrado más que comprensivo con el tema), aunque no son demasiado radicales. En algunos casos, las eliminaciones han servido para eliminar de la trama elementos que quedaban sin resolución en la novela, haciendo la historia más compacta. En todo caso, que nadie espere una historia especialmente original o un guión con giros imprevisibles. Desde su concepción, la historia de Stardust es la de un cuento de tipo clásico, con su narrador (Sir Ian McKellen en la versión original), sus príncipes y princesas, sus piratas y sus brujas.

Este el segundo trabajo como director del londinense Matthew Vaughn, productor de películas como Lock and Stock y Snatch, y director de Layer Cake. Aparentemente, un director no familiarizado precisamente con el género fantástico (aunque su próximo trabajo es la adaptación al cine del personaje de comic Thor). Vaughn hace un buen trabajo tras las cámaras, en general de corte clásico pero con toques espectaculares en algunas escenas sólo posibles gracias a los efectos especiales generados por ordenador.

En los papeles principales tenemos a dos rostros jóvenes. Claire Danes (Romeo + Julieta, Terminator 3), a pesar de su juventud, tiene ya una cierta experiencia, mientras que Charlie Cox es prácticamente un debutante. Ambos se desenvuelven más que bien como Yvaine y Tristan, la pareja protagonista. Cox está correcto en la evolución de su personaje, pero su compañera de aventuras brilla un poco más (dicho sea sin segundas interpretaciones). El resto del reparto está lleno de caras más o menos conocidas procedentes del cine británico (Peter O’Toole, Sienna Miller, Ricky Gervais, Rupert Everett), aunque sin duda alguna las más conocidas (y con más peso en la película) sean las de los estadounidenses Robert de Niro y Michelle Pfeiffer.

Robert de Niro no es precisamente el de Toro Salvaje o El Padrino II, pero su actuación está un poco por encima de lo que le vemos últimamente en sus papeles más “alimenticios”. Además, su personaje proporciona algunos de los momentos más divertidos de la película. Michelle Pfeiffer, cuyo regreso al cine (y en un papel de “mala”) con esta película ha sido ampliamente publicitado, está estupenda como bruja: se nota que disfruta con el papel y combina los momentos de reírse de sí misma con los de un enfoque más serio del personaje. Por otra parte, a pesar de que hace más de 20 años que la vimos en Lady Halcón (un tipo de película con las que esta está más que emparentada), hay que reconocer que está tan guapa como entonces.

Los efectos especiales y la banda sonora (de un desconocido Ilan Eshkeri, con el que el director trabajó en su anterior película) cumplen con su cometido, sin ser especialmente espectaculares, pero manteniéndose al servicio de la historia (destacando la sencillez y eficacia del “brillo” de Yvaine). Así, los efectos especiales o el maquillaje en ocasiones resultan un poco evidentes, pero no hay que perder de vista que la película tiene menos de la mitad de presupuesto que el último título de Harry Potter. No es que sea una pequeña producción independiente, pero tampoco es un título millonario destinado a romper las taquillas.

La película no ha funcionado demasiado bien en las taquillas estadounidenses (donde se estrenó en verano), y ha tenido que esperar al mercado internacional para empezar a hacer beneficios. Las críticas, por otra parte, en general han sido en su mayor parte positivas.

Stardust es un ejemplo perfecto de cine para todos los públicos, con un estilo que recuerda más a La Princesa Prometida (referencia confesada por el propio director) y al cine fantástico que se hacía en los años 80, que a Harry Potter. Quizá no sea una película que levante pasiones ni entusiasmos desatados, pero probablemente sí que sea una película de la que nadie diga nada malo. Y es que la película tiene un poco de todo: aventuras, espectáculo, romance, magia y humor. Por otra parte, es un título que pueden disfrutar tanto los más pequeños (a pesar de ciertas muertes crueles) como los adultos: no es tan infantil como Las Crónicas de Narnia, por poner un ejemplo. Por último, es de agradecer que de vez en cuando surjan películas así dentro del género fantástico, capaces de contar una historia en poco más de 2 horas, sin necesidad de formar parte de una saga, y que puede disfrutar sin problemas cualquier espectador. Stardust es un título muy recomendable para cualquiera, y casi imprescindible para los amantes del cine fantástico.