El Último Anillo

El Último Anillo se presenta como una secuela no oficial de El Señor de los Anillos, desde el punto de vista de los perdedores de la Guerra del Anillo, y aprovechando para dar su propia versión de algunos de los eventos ya narrados en dicho libro. Su autor, Kiril Yeskov, es un biólogo y paleontólogo ruso que además ha hecho alguna incursión en el mundo de la ficción, siendo la más famosa este libro, publicado en 1999.

La repercusión y relativa popularidad de esta novela sólo se entiende por el "morbo" que despierta el venderse como versión alternativa de una (si no la más) de las novelas fantásticas más famosas del género. Si no fuera por eso, la novela habría pasado sin pena ni gloria por las estanterías de las librerías de su país, y probablemente no hubiera sido traducida a otros idiomas. Aunque no carece de defensores, por regla general, parece que muchos aficionados lo consideran poco más que una muestra de fan - fiction (aunque normalmente la diferencia entre "fan - fiction" y "secuela oficial" sea una cuestión puramente legal). Cuestión a considerar al margen sería cuantos de los fans del fantástico que critican este libro defienden engendros como Sentido y Sensibilidad y Zombies que, dicho sea de paso, tienen bastante menos mérito que el libro de Yeskov. Pero claro, Tolkien es "uno de los nuestros" y Austen no... En todo caso es un libro difícil de defender más allá de la mera pose iconoclasta, cuando los tópicos del género ya fueron puestos en cuestión hace décadas (por ejemplo, por Michael Moorcock, que además es mejor escritor).

Lo cierto es que no puede negarse (consideraciones legales y morales aparte) que el libro parte de una premisa interesante. Por desgracia, la ejecución de la idea no se acerca ni de lejos a lo intrigante de la propuesta inicial. Sobre todo a partir de la mitad del libro, el interés por la trama empieza a decaer, a lo que no acompaña el cansancio de un lector que ya ha superado la sorpresa y excitación del planteamiento inicial. Acompañando a una confusa trama de espionaje (otro elemento que podría haber sido interesante bien ejecutado: espionaje y política en un mundo fantástico), los defectos del texto se hacen cada vez más patentes.

El lenguaje del texto resulta francamente inadecuado. Yeskov ha optado por no intentar imitar a Tolkien y emplea un lenguaje coloquial. Este no sería malo, sino fuera porque deriva en muchas ocasiones en un lenguaje excesivamente moderno, y no sólo cuando el autor interpela directamente al lector para explicarle las similitudes entre los olifantes y los tanques. Y esta modernidad del lenguaje se traslada al resto de la ambientación, que nos presenta una Tierra Media en la que existe un mercado de valores y todo tipo de organizaciones burocráticas, o en la que se bebe tequila con limón y sal. Por no hablar del uso de términos que parecen totalmente fuera de lugar en el mundo creado por Tolkien (como un Aragorn que es calificado de "condottiero" y "atamán"), aunque puede que ahí en algunos casos sea cosa de la traducción. Eso cuando no aparece un elemento que en verdad parece propio de un "fanfic" adolescente, como son los sempiternos ninjas (de nombre torpemente disimulado).

La novela también parece incluir unos cuantos intentos de derivar en alegoría (algo que, recordemos, a Tolkien no le gustaba nada) de temas de actualidad, lo que otorga más elementos de modernidad a la historia. De los personajes poco puede decirse, pues resultan en su mayoría planos y poco atractivos, con lo que poco puede el lector implicarse en su historia. La cosa gana un poco de interés (y ajeno a la historia) cuando Yeskov se dedica a dar su versión pretendidamente más realista de algunos de los personajes creados por Tolkien. En general, con los personajes sucede como con los de muchas novelas históricas de baja calidad: se trata de personajes modernos que viven en un mundo diferente al actual (y, en demasiados ocasiones, no tan diferente).

Merece la pena comentar un poco la traducción al castellano. En una extraña decisión (motivada sin duda por razones de prudencia legal), todos los nombres de lugares y personajes creados por Tolkien han sido alterados. Esto no sucede ni en el original ruso ni en la traducción "semi-oficial" al inglés que puede descargarse legalmente en Internet. Se trata de una decisión que, aunque se puede entender, parece un poco contradictoria por parte de los editores españoles: vendes una obra de naturaleza "polémica" (beneficiándote comercialmente de dicha controversia), pero intentas camuflar de manera un tanto cobarde esa naturaleza. Por otro lado, hay que reconocer que se trata de una labor de traducción y adaptación francamente cuidada. En el caso de los personajes normalmente se trata de una simple modificación de letras para modificar sus nombres (Grandelf, Altagorn, Aramir...), pero la conversión de los nombres de lugar revela un conocimiento sólido de la geografía de la Tierra Media ("Midgard") y de los orígenes de los nombres (Pietror, Umbror...).

Por supuesto, se da a entender (cuando no se expresa claramente) que la versión de la historia contada en El Señor de los Anillos es una versión propagandística y manipulada de los hechos reales, lo que implica que estos fueron tal y como los cuenta El Último Anillo. Aún asumiendo que esto hubiera sido así (y dentro de lo relativamente absurdo que resulta tratar un mundo ficticio como si fuera real), este es uno de esos casos en los que, parafraseando a John Ford, habría que convertir la leyenda en hechos e imprimir la leyenda. El Último Anillo no deja de ser una curiosidad, entretenida a ratos, pero totalmente prescindible.