Extrañas Amenazas: Los Relatos de Misterio de R. E. Howard

Durante los años 30, probablemente el género más popular de los que vivieron un especial buen momento en las revistas pulp de la época fue el género policiaco o de misterio, especialmente en su variante hardboiled. Se trata de un subgénero que daría forma a toda la tradición estadounidense de novela negra, protagonizado por duros investigadores habituados a la vida en los barrios bajos. Un estilo que nada tiene que ver con los refinados misterios detectivescos de tradición británica, que representarían las obras de Sir Arthur Conan Doyle o Agatha Christie.

Es la época de autores tan consagrados hoy como Dashiell Hammett (creador de Sam Spade y autor de Cosecha Roja) o Raymond Chandler (creador de Philip Marlowe, protagonista de El Sueño Eterno), y que desembocaría en una integración del género negro en el mainstream, favorecido por las buenas relaciones entre este tipo de literatura y el naciente medio cinematográfico.

Como parecería inevitable, el prolífico Robert E. Howard también escribió unos cuantos relatos que pueden encuadrarse dentro de esta corriente. Lo curioso es que, en realidad, a Howard no le gustaban los relatos de misterio, ni como lector ni como autor, cosa que nunca ocultó. Evidentemente, esto hace que sus historias de misterio no puedan considerarse entre las mejores de su autor, y que fueran escritas probablemente por motivos puramente económicos. Aún así, no dejan de tener algunos elementos interesantes, normalmente cuando Howard se olvida de las convenciones del género y conduce su relato por sendas que se le dan mejor. En todo caso, lo que Howard nunca hace es dedicarse al clásico detective hardboiled, sino que sus historias de misterio y de detectives están más influenciadas por otros dos subgéneros populares de su época: el Peligro Amarillo y la Weird Menace.

El subgénero comúnmente conocido como Peligro Amarillo no es sólo una corriente literaria, sino que el calificativo refleja en realidad toda una corriente de pensamiento de principios del siglo XX. Se trata de un subgénero eminentemente racista y xenófobo, basado en los estereotipos negativos comúnmente asignados en la época a los asiáticos. El origen de esta corriente hay que buscarlo en el choque cultural que se produce con las primeras migraciones masivas de población asiática a occidente. El encuentro entre la cultura occidental y las exóticas costumbres orientales es el caldo de cultivo en el que crecen la desconfianza y el miedo/odio al extranjero. El exponente más conocido de este tipo de relatos sería el malvado Doctor Fu Manchu creado por Sax Rohmer, un maligno genio criminal que actúa desde las sombras con pérfidos propósitos.

Por su parte, el Weird Menace (literalmente, “Amenaza Extraña”) es un género a mitad de camino entre el misterio y el terror. Se trata de historias en las que el conflicto aparece causado por elementos aparentemente sobrenaturales, pero que normalmente acaban teniendo una explicación lógica y mundana (por rebuscada que esta sea). Buena parte del impacto que buscan estos relatos está en sus elementos macabros y violentos, lo más retorcidos, aparatosos y chocantes que sea posible: refinadas torturas, extraños venenos, armas exóticas, trampas mortíferas... En cierto modo, por su propósito de causar disgusto se trataría de un precursor del moderno cine gore, pero en formato de revista pulp (y, debido a la época en que aparece, ni mucho menos tan extremo en sus contenidos).

Rostro de Calavera

La novela corta Skull-Face apareció por entregas en la revista Weird Tales durante los meses de Octubre, Noviembre y Diciembre de 1929. Se trata de una novela escrita claramente a imitación de las obras de Sax Rohmer, aunque tampoco habría que descartar la influencia de H.P. Lovecraft, especialmente de su magistral relato The Call of Cthulhu (1928).

El protagonista y narrador de la novela es Stephen Costigan, personaje que no debe ser confundido con Steve Costigan, el marinero y boxeador que protagoniza abundantes relatos humorísticos de Howard. Se trata de una simple coincidencia de apellidos (habitual en Howard) y similitud de nombres, entre dos personajes que no tienen nada que ver. Costigan es un veterano de la Gran Guerra, al que sus terribles experiencias han convertido en un adicto al hachis. Muchos editores cambian dicha droga por el opio, al considerar (acertadamente, por otra parte) que los efectos descritos por Howard encajan mejor con los de la adicción a una droga más dura. Independientemente de esto, el interés de Costigan está en su naturaleza de adicto, además de ser la que provoca que la trama se ponga en movimiento. A Howard no se le puede pedir un retrato complejo de la drogadicción, pero es interesante la presencia de este elemento como un obstáculo más a superar por el héroe. Por lo demás, Costigan es el típico americano musculoso con sangre irlandesa.

A Costigan le acompaña en sus aventuras John Gordon, inglés con contactos en el servicio secreto británico, personaje más esquemático que Costigan y que sirve como apoyo del protagonista y poco más. Merece la pena comentar que el nombre de John Gordon aparece en algunos otros relatos de Howard, pudiendo tratarse o no del mismo personaje, pero sin que eso sea relamente relevante. La historia transcurre en los bajos fondos de Londres, en un barrio de Limehouse dominado por elementos criminales procedentes de Oriente.

El archimalvado de la novela es el autoproclamado hechicero Kathulos de Egipto, también conocido como “Rostro de Calavera” por su siniestro aspecto. Kathulos tiene todas las características de la mente criminal que actúa desde las sombras en este tipo de relatos: siniestro, exótico, cruel, previsor y aparentemente invencible. En la superficie, los planes de Kathulos se limitan a jugar con el miedo al extranjero de este subgénero, pero en la realidad se ocultan planes más siniestros (y ahí es donde entran los elementos lovecraftianos). Por diversas similitudes, hay quien relaciona a Kathulos con el brujo Thulsa Doom, personaje que aparece en los relatos de Kull. Sin embargo, parece más lógico pensar que se trata de una simple reutilización o reciclaje de elementos, teniendo en cuenta que los relatos en los que aparece Thulsa Doom no fueron aceptados para su publicación en vida de Howard.

Skull-Face es una novela corta (o relato largo) entretenida, si bien elementos como la adicción a las drogas y el conflicto racial (la lucha de todos los pueblos “no blancos” contra los “blancos”) están tratados con una simplicidad que hoy parece entre inocente y ofensiva. Las partes más notables son el inicio, con la presentación de los personajes y la elaboración de la intriga, y el final, con los elementos más terroríficos y más acción. La parte central de desarrollo está menos lograda, pero debido a la breve extensión del texto esto se le puede perdonar.

Howard comenzó una continuación de esta novela a petición de su editor. Esta segunda parte quedó inconclusa, y es conocida como Taveral Manor o como The Return of Skull–Face (título con el que se publicó en 1978, completada por Richard Lupoff). Esta secuela nos presenta a unos Costigan y Gordon que parecen dedicarse profesionalmente al negocio de la investigación privada, a los que unos amigos les piden que investiguen unas desapariciones en una mansión apartada. Se trata de una historia más floja que su predecesora, más o menos entretenida pero, en general, rutinaria y decepcionante.

Steve Harrison

Frank Miller comenta acerca de su personaje Marv, de Sin City, que se lo planteó como un “Conan en gabardina”. Sin embargo, el propio Howard ya había creado su propia versión de Conan con gabardina en los bajos fondos: Steve Harrison. Menos de la mitad de las historias protagonizadas por este personaje fueron publicadas en vida de Howard, en revistas especializadas como Strange Detective Stories, Super Detective Stories o Thrilling Mystery.

Harrison es un detective de la Policía, aunque siempre trabaja en solitario, prácticamente como si fuera un investigador privado. Buen conocedor de los ambientes criminales de River Street, la zona principal de un Barrio Chino de una ciudad indeterminada de Estados Unidos en la que transcurren la mayoría de sus aventuras. Tan pronto hay referencias de que se trata de una ciudad de la costa Oeste como San Francisco, como se insinúa que puede ser Nueva York (e, igualmente, se dan datos que descartan que pueda tratarse tanto de San Francisco como de Nueva York).

No sorprende demasiado que Harrison comparta las características físicas habituales de la mayoría de los personajes de Howard, ni que emplee su pistola con más frecuencia como si se tratara de una cachiporra que para dispararla. Eso cuando las circunstancias no le obligan a defenderse de sus enemigos empleando un hacha o una maza o, como último recurso, a puñetazo limpio.

En The Silver Heel (1984), Harrison investiga un asesinato (que pronto se convierte en una serie de muertes). El desenlace es previsible y hay situaciones un tanto forzadas, pero el ambiente exótico de River Street ya se puede percibir: bailarinas, tríadas, señores del crimen, abogados corruptos… Curiosamente, es el relato que más se parece a una historia de detectives tradicional, y probablemente por ello sea el más flojo.

Por el contrario, Lord of the Dead (1978), también conocido como Dead Man’s Doom es un relato bastante más interesante. En él, Harrison se ve envuelto (de manera un tanto rocambolesca, todo hay que decirlo) en los asuntos de un señor criminal conocido como Erlik Khan. No se trata de un simple delincuente, sino de todo un conspirador con ansias imperialistas. A pesar de que Harrison no es un personaje tan activo como en otros relatos, y de que el final resulta un poco anti–climático, Howard da muestras en este relato de su estilo y oficio como narrador.

Completado por Fred Blosser, The Mystery of Tannerloe Lodge (1981) presenta a Steve Harrison actuando como guardaespaldas en una mansión llena de trampas. Se trata de una intriga exótica bastante típica, en la que aparecen referencias a Erlik Khan e incluso a Thoth–Amon (algunas posiblemente no incluídas originalmente por Howard: no parece su estilo habitual).

El breve y correcto The Black Moon (1983) narra una historia de robo y asesinato en el habitual ambiente exótico.

Names in the Black Book (may-1934) es una secuela de Lord of the Dead. El villano de aquel relato regresa en busca de venganza y con el deseo de hacerse con el control de la ciudad. Harrison se encuentra atrapado en una mansión, en una situación muy similar a The Mystery of Tannerloe Lodge, en una historia que destacaría por su final lleno de acción. Como curiosidad, este relato sí que fue publicado en las revistas, no así su predececesor, con lo que los lectores se perdieron buena parte del trasfondo de los personajes (y un relato de mayor calidad, dicho sea de paso).

Con The Tomb’s Secret (feb-1934), o Teeth of Doom, sucede otra cosa curiosa, a la que Howard no era extraño. Como coincidía en el mismo número con otro relato protagonizado por Steve Harrison (Fangs of Gold), tuvo que publicarlo con pseudónimo y cambiar el nombre del protagonista por Brock Rollins. A pesar de la resolución y la pasividad de Harrison, se trata de un buen relato con elementos truculentos y bastante tensión. La historia sigue los crímenes de un grupo conocido como “Los Hijos de Erlik” en sus delicitivos planes a gran escala.

The Voice of Death (1984) saca a Harrison de su ambiente habitual, y el detective se dedica a ayudar a un joven que está sufriendo extrañas sugestiones para que asesine a un amigo. Un Harrison que demuestra su astucia de forma poco habitual se enfrenta a una intriga con elementos presentes en otros relatos de Howard, como The Haunter of the Ring o Casonetto’s Last Song.

Por su parte, Fangs of Gold (feb-1934), conocido también como People of the Serpent, muestra similitudes con Black Canaan (publicado 2 años después). De nuevo fuera de su elemento habitual (aunque persiguiendo a un criminal chino), Harrison acaba en unos pantanos sureños dominados por un siniestro culto Vudú, y se ve rodeado por un conflicto que no le impide centrarse en su propósito original. En este relato de lograda atmósfera llama la atención el personaje con quien se alía Harrison: una sacerdotisa que representa un aspecto del culto menos brutal y salvaje. En cierto modo, esto matiza levemente el racismo inherente a la historia.

Graveyard Rats (feb-1936) muestra a un Steve Harrison ya totalmente independizado de las intrigas exóticas de River Street. O, por decirlo de otro modo, alejado del subgénero de Peligro Amarillo e inmerso en la Weird Menace (algo que ya se veía venir en los últimos relatos examinados). De hecho, el contecto urbano y exótico ha sido sustituido por un escenario que Howard conoce mucho mejor: el ambiente rural sureño. La intriga, que mezcla asesinatos macabros, feudos familiares y fantasmas indios, es lo de menos (su desarrollo sería mejorable): la historia destaca por sus excelentes escenas de terror macabro.

Similar es The House of Suspicion (1976), o House of Fear, situado de nuevo en el sur rural. Steve Harrison sigue un anónimo para “capturar” a un testigo de un crimen en esta historia que tiene una buena creación de tensión, con un desenlace no tan logrado.

Merece la pena comentarse que Harrison no es el único personaje de este estilo creado por Howard (aunque sí el más destacable). Así, Butch Gorman y Brent Kirby protagonizan los relatos Hand of the Black Goddess (o Scarlet Tears) y Sons of Hate, mientras que protagonizadas por Steve Bender, Weary McGraw y The Whale están las historias The Ghost With the Silk Hat, Westward Ho! (incompleta), The Wild Man, y un borrador sin título. Ninguno de estos títulos fue publicado y en muchos casos su estado no es necesariamente definitivo.

Puede decirse sin temor a equivocarse que Steve Harrison no es precisamente uno de los personajes más memorables de los creados por Robert E. Howard. Aún así, de entre los relatos protagonizados por este detective pueden sacarse al menos dos o tres historias interesantes, aunque sea siempre por sus elementos terroríficos, y nunca por los detectivescos. Al fin y al cabo, a Howard no le gustaban los relatos de misterio.

Jirel de Joiry

Tradicionalmente, el fantástico ha sido considerado un género no adecuado para las mujeres. Bueno, quizá sería más correcto decir que tradicionalmente casi todo ha sido considerado no adecuado para las mujeres (exceptuando el cuidado de la casa y de los niños). En el fantástico, cuyas influencias más conocidas serían guerreros rebosantes de masculinidad (véase Conan) o grupos multiétnicos pero unisexuales que parecen hechos a imagen de los clubes de caballeros británicos (véase la Comunidad del Anillo), no sorprende que no hayan abundado ni las autoras ni las protagonistas femeninas.

Por supuesto, hoy en día ya es más habitual encontrar autoras que se dedican al fantástico, pero sería conveniente recordar que esto no es una novedad, a pesar de que en su momento fuese cuanto menos una rareza. Y ese momento son los años 30, la época de Weird Tales, la época de las aventuras de Conan y de los terrores de Lovecraft, y también la época de Jirel de Joiry.

Jirel es la protagonista de seis relatos publicados en la mencionada revista por la autora C.L. Moore. Catherine Lucille Moore (que firmaba con sus neutras iniciales “C.L.” para no revelar su género) es una autora estadounidense nacida en 1911, y cuyas creaciones más populares son los relatos de Jirel de Joiry, así como los protagonizados por Northwest Smith (piloto espacial, aventurero y fuera de la ley). Tras casarse con el también escritor Henry Kuttner (al que conoció cuando él le escribió una carta pensando que ella era un autor masculino), publicaron muchos de sus relatos escritos de manera conjunta.

Jirel es la señora feudal del dominio de Joiry, lugar que parece estar situado en la Francia medieval (lo que se deduce o supone debido a los nombres y algunas menciones más bien circunstanciales). Como le gusta repetir, ella es Joiry: Jirel es la señora de su feudo, y lo cuida como merece su posesión (y eso incluye a sus súbditos, también parte de sus pertenencias). Orgullosa y poseedora de una belleza dura y peligrosa, y de una fiera melena roja, tan fiera como su caracter y temperamento. A Jirel no la vemos en sus salones, vestida como una dama y esperando a algún caballlero andante. Su vestimenta más habitual se compone de una camisola de cuero suave cubierta por una túnica de malla, con el único toque exótico de unas grebas de la época romana. Por supuesto, el complemento habitual de este atavío es una afilada espada. Esta pelirroja no se viste con poco prácticos bikinis de cota de mallas, sino con una verdadera protección (de hecho, en una de las historias sus hombres deben ayudarla a desmontar de su caballo por el peso de la armadura completa que lleva en ese momento). Jirel es una señora feudal de una Europa en apariencia realista, pero en la que ella no deja de encontrarse con lo sobrenatural.

Black God's Kiss (oct-1934) es el primer relato protagonizado por Jirel de Joiry. El castillo de Jirel ha sido tomado por sus enemigos y ella ha sido hecha prisionera. Por supuesto, el conquistador pretende incluir a Jirel en su botín de guerra, algo que ella no está dispuesta a soportar. Para acabar con su enemigo y recuperar lo que le pertenece, Jirel está dispuesta a realizar un descenso a los infiernos y obtener un medio terrible para lograr sus propósitos. La mayor parte del relato se compone de la descripción, original e imaginativa, casi onírica, y alejada de tópicos, de la dimensión que Jirel visita para llegar al oscuro dios que le otorgará lo que busca. Las similitudes con Worms of the Earth de Robert E. Howard (publicado en 1932) son bastante evidentes, pero también existe una clara diferencia de estilo, que prueba que con una misma trama básica pueden crearse dos relatos muy distintos.

Black God's Shadow (dic-1934) es una secuela directa del relato anterior, pudiendo considerarse al conjunto casi como un mismo relato en dos partes. Si aquel era la historia de una condenación, este es el relato de la búsqueda de redención por parte de Jirel, dominada por el arrepentimiento y la pena causados por el amor malogrado a causa del Dios Negro. La contradictoria dualidad amor–odio que se establece entre Jirel y el objeto de su afecto es un elemento muy interesante de estas dos historias, pero hubiera sido de agradecer que tuviera un desarrollo más fluido y menos brusco. De nuevo, el relato se compone en su mayor parte de la descripción del viaje de Jirel por la dimensión del Dios Negro, con lo que al final el relato se parece demasiado a su predecesor como para destacar por sí mismo.

En Jirel Meets Magic (jul-1935) de nuevo nuestra protagonista se introduce en una extraña dimensión o mundo paralelo, en este caso persiguiendo a un mago al que ha prometido matar (el motivo es lo de menos). Esta vez el paisaje no es tan extraño como en los relatos anteriores, en esta tierra casi feérica, en la que hay dríadas y hechiceras que invocan horrores lovecraftianos. El argumento no se limita a ser un recorrido por lugares exóticos, sino que se introducen más elementos de conflicto, con lo que el relato resulta algo más satisfactorio. Como curiosidad, este relato presenta como oponente principal de Jirel a un personaje femenino en forma de perversa hechicera (normalmente, los oponentes de Jirel son hombres).

The Dark Land (ene-1936) nos presenta a una Jirel herida de muerte, a la que un poderoso ente sobrenatural rescata y traslada a sus oscuros dominios. Por supuesto, sus intenciones consisten en convertirla en su consorte, algo en lo que encontrará la previsible oposición de la propia Jirel, pero también la de otro ente (en este caso femenino) que rivaliza por el afecto del señor del reino. Se trata de un enfrentamiento nada físico, y casi metafórico, en un relato que nos muestra a una Jirel no demasiado activa, y que tampoco nos ofrece nada que no hayamos visto en relatos anteriores. Habría que comentar que los “mundos” o “planos” que visita Jirel en sus relatos se insinúan habitualmente como “dimensiones alternativas” (sacadas de un entorno de ciencia ficción) más que como “infiernos” o similares (como parecería propio de una orientación más fantástica). Esto la emparenta con una concepción del universo similar a la de Lovecraft, en la que más que dioses y demonios lo que pueblan sus relatos son seres alienígenas (no tan inhumanos como los del autor de Providence, eso sí) con intereses y mentes que la humanidad no alcanza a comprender realmente.

Quest of the Starstone (nov-1937) es uno de los relatos que C.L. Moore escribió conjuntamente con Henry Kuttner. En realidad el verdadero protagonista de este crossover es Northwest Smith, aventurero del futuro creado también por C.L. Moore, invocado por un mago para enfrentarse a Jirel. Si en muchos de los relatos puede acusarse a Jirel de ser una protagonista demasiado pasiva (empujada a ello por las circunstancias), en esta historia su papel es meramente secundario. En general, se trata de un relato no muy logrado, cuyo único interés radica en la rareza que supone ver reunidos a los dos personajes más famosos de su autora (algo que al parecer se hizo a petición de los lectores).

En Hellsgarde (abr-1939), Jirel es chantajeada (para salvar la vida de sus hombres) para visitar un siniestro castillo embrujado. Una vez allí, se encontrará con una inquietante corte que lo habita a pesar de la mala reputación del lugar. Jirel debe enfrentarse a los nuevos habitantes del lugar además de seguir con sus intenciones iniciales. El relato es probablemente el que crea una atmósfera más puramente (o tradicionalmente) terrorífica, mientras que otros relatos se centran más en la sensación de terror más soterrado que crea la extrañeza del paisaje.

Buena parte de la importancia que se merecen Jirel de Joiry y su creadora C.L. Moore se basa en que normalmente se califica a Jirel como el primer protagonista femenino de espada y brujería. Aunque de acuerdo con una definición más estricta, si bien las aventuras de Jirel pertenecen claramente al género fantástico, no pueden encuadrarse en el subgénero de espada y brujería (o “sword & sorcery”, si preferimos el término original) propiamente dicho. Para cumplir con el patrón establecido por este subgénero, a las historias de Jirel les falta acción, ya que la mayoría de las historias se basan más en conflictos que se resuelven de forma interna, mental o psicológica, y aparece con más frecuencia la brujería que las espadas. En cierto modo, la etiqueta impuesta juega en contra de estos relatos, pues el lector se encuentra con historias muy distintas a las que podría esperar que se calificaran como espada y brujería.

La prosa de C.L. Moore nos ofrece unas descripciones originales e imaginativas de diversos paisajes fantásticos, recorridos por una protagonista humana y realista, con sus debilidades y contradicciones, muy alejada del arquetipo de amazona que se ha convertido en aburrido tópico del género. Jirel resuelve la mayoría de sus conflictos gracias a su fuerza de voluntad y sus sentimientos, sin necesidad de recurrir a su espada. Y aunque se resiste vehementemente a las atenciones malintencionadas de la mayor parte de los personajes masculinos que aparecen en sus relatos (normalmente como antagonistas), eso no quiere decir que sea un personaje asexuado o que odie a los hombres. Jirel tampoco pertenece al arquetipo de virgen guerrera, que sólo piensa en guerrear y renuncia a los hombres. Por el contrario, C.L. Moore nos dice que Jirel ha disfrutado de los abrazos de múltiples hombres, pero siempre elegidos por ella: todo un ejemplo de independencia femenina y de personaje realista.

En la parte negativa, las tramas resultan demasiado repetitivas, especialmente para el lector moderno, que normalmente accede a estos relatos en forma de antología, en vez de encontrárselos aislados en diversas revistas baratas. Media docena de relatos demasiado similares resulta excesiva para ser asimilada de golpe, así que quizá sea mejor quedarse simplemente con los mejores (Black God's Kiss, Jirel Meets Magic, Hellsgarde) y dejar el resto para otros momentos. Lo que es innegable es que Jirel de Joiry tiene un puesto asegurado en la historia del género, en buena parte por su condición de hito histórico, pero no únicamente por ello.

Espadachinas, Piratas y Cruzados: La Narrativa Histórica de R.E. Howard

De Montour


En cierto modo, este es el primer personaje creado por Howard que sería presentado al público, entendiendo como tal a sus personajes recurrentes (aquellos que protagonizan más de un relato). Otros ya rondaban la mente del escritor (Bran Mak Morn, El Borak...), pero no verían el papel impreso hasta más tarde. En cambio, el par de relatos en los que aparece De Montour están entre los primeros que le publicó Weird Tales. De Montour es un sombrío espadachín de finales del siglo XV, procedente de Normandía y de origen noble, con el toque trágico que le da ser presa de una terrible maldición.

En In the Forest of Villefère (1925) De Montour es el protagonista absoluto. Este breve e intenso relato de licantropía lo enfrenta a un misterioso enmascarado en un oscuro bosque. La trama es pura acción con un poco de construcción de intriga, sin casi nada de presentación o desarrollo de personajes (por otra parte, limitados a De Montour y su antagonista).

El narrador de Wolfshead (1926) entabla conocimiento con De Montour en una reunión de europeos en la fortaleza africana de un hacendado portugués. En este relato más extenso conocemos más sobre la personalidad y el destino de De Montour en una trama que mezcla intriga, acción, misterio y terror. Este fue el primer relato de Howard en aparecer como portada en Weird Tales, y tiene asociada una curiosa anécdota. Al parecer, el editor le pidió a Howard una copia del texto para su publicación (pues el ilustrador no lo devolvía a tiempo), pero el escritor no había usado papel de calco al mecanografiarlo. Así pues, lo reescribió de memoria y lo envío a la revista en un día: esta reescritura fue recompensada con 10 $ adicionales al pago de 40 $ que recibió por la historia (hay que señalar que la revista pagaba según el número de palabras del relato).

Ambos relatos protagonizados por De Montour forman un sugestivo conjunto que gira alrededor de uno de los temas clásicos del terror sobrenatural (aunque aportando su propio punto de vista), y resultan recomendables a pesar de los defectos provocados por la inexperiencia de Howard. De Montour, aunque muy diferente en otros aspectos, puede verse por algunos elementos (el espadachín siniestro, la exótica ambientación africana) como precursor de un personaje mucho más conocido: Solomon Kane.

Agnès de Chastillon y otras Espadachinas


Howard sin duda es conocido por sus personajes masculinos, rebosantes de virilidad y testosterona. Sin embargo, también escribió unos cuantos relatos protagonizados por mujeres que no tienen nada que envidiar en carácter a dichos personajes.

Quizá la más desarrollada de todas estas heroinas sea Agnès de Chastillon, una campesina de la Francia del siglo XVI que se lanza a la vida aventurera como alternativa a someterse a un matrimonio concertado por su padre. Los relatos protagonizados por Agnès la tienen además a ella misma como narradora en primera persona, lo que en cierto modo demuestra el interés que Howard se toma por el personaje.

The Sword Woman (1975) es la historia del origen del personaje, y como tal quizá no es demasiado interesante en cuanto a la trama. Sin embargo, aquí se nos muestra el carácter indómito de Agnès, así como su habilidad con la espada, presentando todas sus características básicas.

Su continuación directa es Blades for France (1975), en la que Agnès y su acompañante se ven envueltos en una conspiración de las habituales en estas historias de capa y espada. Agnès no parece saber muy bien de que va toda la intriga que la rodea y, por lo tanto (ya que ella es la narradora), lo mismo le sucede al lector.

El último relato dedicado al personaje es un poco distinto a los dos anteriores. Mistress of Death (1971) fue completado por Gerald W. Page, y es el único de los tres en que aparece el elemento sobrenatural. También es quizá en el que peor representada está Agnès. Probablemente ambas características (sobre todo la segunda) sean debidas a la intervención de Page.

Agnès es una guerrera pelirroja de ojos azules, que intenta ser tomada en serio por la gente que la rodea, y no ser considerada simplemente una belleza para el disfrute de los hombres. Sin duda, resultaría todo un contraste con los personajes femeninos habituales del pulp, y quizá eso hizo que Howard no pudiera vender ninguno de los relatos. Es posible que la introducción de elementos sobrenaturales en Mistress of Death fuese un intento de abrirse a un mercado que demandaba más historias fantásticas que relatos de aventuras al estilo de Alejandro Dumas. Así, la falta de éxito al vender estas historias probablemente nos privó de conocer más sobre un personaje que podría haber llegado a ser la primera heroína de espada y brujería (honor que queda así en manos de Jirel de Joiry, personaje creado por la escritora C.L. Moore, contemporánea de Howard). Aunque también es justo reconocer que estos relatos son más interesantes por la naturaleza inusual de su protagonista que como relatos por sí mismos.

Otra pelirroja, Sonya de Rogatino, más conocida como Sonya la Roja es quizá el personaje femenino más conocido de los creados por Howard. En todo caso, la culpa es de Roy Thomas, que tomó su nombre y algunas de sus características (junto con las de Agnès de Chastillon, personaje con el que tiene bastante en común) para crear un popular personaje de comic: Red Sonja.

Sonya sólo aparece en el relato The Shadow of the Vulture (1934), cuyo teórico protagonista es Gottfried von Kalmbach, un mercenario germano en la época del asedio turco de Viena (1529), más interesado en emborracharse que en guerrear. Sonya aparece inicialmente casi como un personaje secundario, pero se convierte en protagonista absoluta por su carisma y mayor iniciativa respecto a Gottfried. De todas formas, el principal interés de Howard en este relato es hablar del hecho histórico, con lo que las peripecias de sus personajes casi pasan a segundo plano (como muestra la forma en que está narrada la conclusión de la historia). Eso no quita para que el personaje de Sonya se convierta en el centro de todas las escenas en que aparece, desde su espectacular presentación hasta sus últimas palabras en el relato (aunque sean a través de una carta y no dichas en persona).

En el relato de aventuras The Isle of Pirates Doom (1975) nos encontramos con otro personaje femenino armado con espada y pistolas de chispa. Se trata de la bella pirata Helen Tavrel, de rubios cabellos y vestida con ropas de hombre. De nuevo, como en La Sombra del Buitre, es Helen la que mueve la trama en vez de su acompañante masculino. La historia es correcta aunque no demasiado original, y se ve algo lastrada por un elemento de romance no muy bien desarrollado, aunque con una conclusión relativamente inesperada.

Estos no son los únicos personajes femeninos de Howard capaces de enfrentarse espada en mano a sus enemigos, pero sí pueden considerarse los únicos que son verdaderos protagonistas de los relatos en que aparecen. Así, Bêlit (aunque sea más una líder que una guerrera) y Valeria en las historias de Conan, o la “valkyria” Tarala que lucha junto a Cormac Mac Art en Swords of the Northern Sea, también son mujeres fuertes a la altura de los héroes masculinos, muy alejadas del arquetipo de damisela en apuros.

Vulmea “El Negro”


Terence Vulmea, apodado “El Negro”, es el único personaje creado por Howard perteneciente a un género tan clásico como es el de las aventuras de piratas. Eso no quiere decir que no haya otros relatos suyos en que la piratería desempeñe un papel importante, habiendo ejemplos desde en Conan hasta en Solomon Kane (pasando por Cormac o Turlogh, así como otros relatos sueltos). Sin embargo, Vulmea es el único pirata “tradicional” que protagoniza un par de relatos escritos por Howard. No puede decirse que sea un personaje muy desarrollado, del que sabemos poco más que su previsible origen irlandés.

El primer relato en el que aparece este personaje es Swords of the Red Brotherhood (1976), que no es más que una reescritura del relato de Conan The Black Stranger, cambiando al Cimmerio por el pirata irlandés y minimizando los elementos sobrenaturales. Howard no había conseguido vender el relato de Conan, y esta modificación tampoco le sirvió para publicar el texto. Al ser este un relato en que el protagonista no tiene demasiada presencia directa, se hace difícil reconocer a Vulmea como personaje principal. Con Conan esto puede funcionar, al ser un personaje ya conocido y sobrado de carisma, pero no sucede lo mismo con este pirata, con lo que el protagonismo se desplaza totalmente a Françoise, el personaje femenino.

El otro relato es Black Vulmea’s Vengeance (1938), en el que de nuevo el protagonismo se reparte entre Vulmea y su antagonista. Es una historia más vulgar (y sencilla) que la anterior, bien construida y con algún elemento interesante, pero poco destacable en conjunto, más allá de apuntar algún detalle acerca del origen de Vulmea y su odio a los ingleses.

Es bastante evidente que poco puede decirse de un personaje que tan solo aparece en dos relatos, y más aún teniendo en cuenta que en uno de ellos hace de “sustituto” de otro. Por el uso que hace Howard de Vulmea en ambos relatos, el personaje parece más un recurso literario (es un “pirata típico” que puede introducir en cualquier historia) que una personalidad desarrollada de carne y hueso.

Bárbaros en Ultramar


El interés de Robert E. Howard por la historia se refleja en la mayor parte de su obra (incluso en personajes de inclinación más fantástica, como Solomon Kane o Bran Mak Morn), y se sabe que entre sus autores preferidos se encontraban Walter Scott (considerado uno de los padres de la ficción histórica) y Harold Lamb (historiador y autor de abundantes relatos sobre Cosacos y sobre las Cruzadas). Así, no es de extrañar que muchos de los relatos de Howard tengan como uno de sus principales elementos la ambientación en una época pasada.

Si bien sería poco recomendable buscar una lección de historia en los relatos de Howard (y, en general, en cualquier novela histórica), eso no quiere decir que el escritor no prestara atención al aspecto real de la historia en sus tramas. Aunque Howard era un autodidacta (y, por lo tanto, no comparable a Lamb, que era historiador profesional), puede asumirse tranquilamente que la parte de ambientación histórica de sus relatos es relativamente correcta (al menos de acuerdo a los conocimientos disponibles a principios del siglo XX).

La afición de Howard por la narrativa histórica ya queda patente incluso en relatos juveniles como Spears of the East (1922) y Under the Great Tiger (1923), firmado con Tevis Clyde Smith. Sin embargo, el momento de mayor dedicación de Howard al género histórico propiamente dicho se produce a partir de 1930, cuando Farnsworth Wright (editor de Weird Tales) comienza a editar Oriental Stories (más adelante rebautizada como The Magic Carpet Magazine). Se trataba, como su nombre indica, de una revista especializada en relatos de aventuras de ambientación y temática oriental. Como era de esperar, Wright contaba para las páginas de esta revista con algunos de los autores habituales de Weird Tales, entre los que no podía faltar Robert E. Howard. Así, sería en esta revista donde aparecerían publicados la mayor parte de los relatos históricos del autor de Texas.

Red Blades of Black Cathay (1931) aparece escrito como una colaboración con su amigo Tevis Clyde Smith, que al parecer se ocupó en buena parte de la investigación histórica. Narra el ascenso de un caballero normando que busca al legendario Preste Juán y acaba encontrando un reino perdido (la Cathay Negra del título), en guerra con las hordas de Genghis Khan.

En Hawks of Outremer (1931) aparece por primera vez Cormac FitzGeoffrey, veterano caballero irlandés, de carácter sombrío y actitudes casi bárbaras. La historia de venganza de Cormac se complementa con una subtrama romántica protagonizada por otros personajes. A pesar de comenzar la historia buscando vengarse de un musulmán, Cormac acaba respetando a Saladino como representante de un código caballeresco que no encuentra entre los occidentales.

Cormac reaparece en The Blood of Belshazzar (1931), un logrado relato donde tiene menos importancia el aspecto histórico, y mucho más la acción y la intriga con unos muy leves toques sobrenaturales. Aquí se comprueba una de las limitaciones con las que Howard se encuentra en sus relatos históricos: no puede repetir protagonistas si quiere centrarse en elementos históricos (y si quiere respetarlos y ser coherente). De hecho, Cormac FitzGeoffrey es el único personaje que protagoniza más de uno de los relatos históricos de Howard (y este segundo es más una aventura independiente). Esto tiene especial importancia considerando que esa limitación será uno de los elementos que lleven a la invención de la Era Hiboria (además de que este Cormac tiene muchos puntos en común con el personaje que será Conan).

En The Sowers of the Thunder (1932) puede decirse que el protagonismo está compartido por dos personajes: un exiliado irlandés y un general musulmán. El relato es más la narración de una situación histórica, con algunos elementos correspondientes a los personajes. Howard nos muestra su habitual pesimismo: ni siquiera los vencedores acaban la historia sin secuelas (tanto físicas como espirituales).

El relato Lord of Samarcand (1932), también conocido como The Lame Man, tiene una estructura atípica, con una apariencia más de crónica que de relato tradicional, con elipsis de años, pero también con flashbacks. En el desenlace de este relato, Howard juega a cambiar la historia, pero sin “atreverse” realmente a cambiarla del todo.

The Lion of Tiberias (1933) es la historia (aunque casi podría decirse que son un par de historias) de dos personajes motivados por la venganza, un inglés de origen danés que ha sido esclavo en galeras y un soldado veterano.

The Shadow of the Vulture (1934) aleja las aventuras del paisaje de Ultramar para seguir a los invasores Turcos hasta el centro de Europa. Aunque el principal de Howard es contar una historia alrededor del asedio de Viena, consigue crear (casi como sin proponérselo) el carismático personaje de Sonya la Roja, además de escribir un excelente relato.

En el sorprendente Gates of Empire (1939) (o The Road of the Mountain Lion) se asiste a un inesperado cambio de tono. El protagonista es un gordo vagabundo inglés, más próximo a los relatos picarescos que a los épicos. Su forma de ser no deja de meterle en líos, desde su Inglaterra natal a las Cruzadas (a las que se ve obligado a huir tras jugar una mala pasada a unos nobles británicos). Este es un relato que podría considerarse más relacionado con otros relatos humorísticos de Howard (como los de Costigan o alguno de sus westerns), pero que llama la atención por su escenario.

El relato The Road of the Eagles (2005), o The Way of the Swords, es un borrador (aunque parece que en estado definitivo) que fue publicado por Sprague de Campo en 1955 como historia de Conan (sustituyendo a Ivan Sablianka, el Cosaco de origen desconocido que es el protagonista original). El relato adolece de una trama algo débil que gira alrededor del rescate de un príncipe Turco, en la que el protagonismo está bastante repartido.

Hawks over Egypt (1979) relata las intrigas y revueltas en un Cairo anterior a las Cruzadas, en las que se ve involucrado un vengativo castellano llamado Diego de Guzmán. Un ejército con 3 facciones, un califa loco y fanático y varias mujeres manipuladoras se cruzan en la trama de esta historia (que también fue publicada como relato de Conan).

En The Road of Azrael (1976) el narrador y coprotagonista es un musulmán. La trama gira alrededor del clásico rescate de una damisela en apuros y el relato concluye con una batalla (tan espectacular como improbable) entre un grupo de vikingos y un ejército musulmán.

The Slave–Princess (1979) es una de las habituales mezclas de sinopsis y borrador que son frecuentes entre los papeles de Howard. El prometedor relato vuelve a estar protagonizado por un Cormac FitzGeoffrey que, amoral y fuera de ley, aparece cada vez más como un antecedente directo de Conan. Así, el protagonista planea vender como si de una princesa se tratara a una chica a la que encuentra en un saqueo. El relato fue completado por Richard Tierney para su primera publicación.

Two Against Tyre (1970) es un borrador incompleto que arroja a su protagonista Galo a una intriga no desarrollada en la ciudad de Tiro. The Track of Bohemund (1979) es otro borrador inacabado, en el que un caballero es confundido con otra persona y se ve envuelto en una intriga bizantina.

The King’s Service (1975) es un fragmento no muy original, aunque con posibilidades de haber llegado a algo interesante. Trata de las aventuras de un grupo de vikingos sajones (aunque Donn Othna, el protagonista, es céltico) que llegan a un exótico principado en la India y se ven envueltos en sus intrigas (con leves aspectos sobrenaturales).

La afición por la historia puede rastrearse en toda la obra de Howard, incluso en sus relatos más populares. Por ello, sus relatos propiamente pertenecientes al género histórico resultan especialmente interesantes. Otros relatos suyos (como algunos de los protagonizados por héroes célticos como Turlogh O’Brien o Cormac Mac Art) también podrían considerarse como parte de su producción histórica, pero tienen más de fantasía que de ficción histórica. Así, la mayor parte de la producción histórica de Howard puede decirse que se centra en estos relatos de aventuras exóticas ambientadas en Oriente Próximo, en plena época de las Cruzadas. Como es de esperar conociendo a Howard, sus relatos plasman una realidad brutal, no exenta de cierto heroismo salvaje, pero sin embellecimientos épicos de ningún tipo.