X-Files: Creer es la Clave

Si hay una serie que hizo historia de la televisión en los años 90 esa es sin duda Expediente X. A lo largo de 9 temporadas, las investigaciones de los agentes del FBI Fox Mulder y Dana Scully dieron un nuevo giro a la típica serie policiaca, añadiendo el toque sobrenatural y, sobre todo, la temática conspiratoria a la trama. En 1998, como puente entre la quinta y sexta temporadas, Rob Bowman dirigió la película que llevaba a la gran pantalla el universo creado por Chris Carter, con discretos resultados. La película no pasaba de ser un episodio largo, y era casi imposible seguir su trama si no se conocía la serie, lo que complicó su éxito masivo entre el público.

Ahora, llega a nuestras pantallas X – Files: Creer es la Clave, la segunda película protagonizada por los agentes Mulder y Scully, esta vez dirigida por el propio Chris Carter. Por desgracia, la película llega tarde y a destiempo, con escasa promoción, casi como si se estrenara de tapadillo, como si sus responsables no confiaran demasiado en ella. Y, vista la película, se entiende que sea así: todo tiene un aire rutinario, como de episodio de relleno escrito para llegar al número necesario para la temporada. Hasta las flojas dos últimas temporadas tenían episodios mucho mejores.

Como bien conocen los aficionados, en Expediente X había dos tipos de episodios: los de la mitología, que trataban de los alienígenas y las conspiraciones gubernamentales al respecto, y los del monstruo de la semana, en los que la pareja del FBI investigaba algún caso no relacionado con dicha trama principal. De hecho, la mayoría de los episodios eran de este tipo (y varios de ellos estarán entre los mejores de la serie), aunque las temporadas se abrían y cerraban con capítulos mitológicos, ya que esta subtrama es la que le daba a la serie su carácter propio.

Chris Carter, cuando empezó a hablarse de este nuevo proyecto, advirtió que no se trataría de una película relacionada con la mitología, sino un caso independiente (un monstruo de la semana). Visto el final de la serie, en la novena temporada, no tiene mucho sentido poner a Mulder y Scully perdiendo el tiempo en investigar un caso cualquiera. Hubiera sido mucho más coherente dar un verdadero cierre a la trama mitológica con esta película, en vez de narrar la investigación de un expediente X del montón. Por supuesto, parece ser que Carter ha comentado que si se hace una tercera película, ya será para tratar el final de la mitología.

Evidentemente, se ha querido evitar el error de la película anterior para no cerrarse puertas ante el gran público. Aún así, es discutible que esto se consiga: un espectador que solo tenga un conocimiento superficial de la serie probablemente no entienda que Mulder y Scully no estén en el FBI, ni la situación actual de su relación o las menciones a William. En resumen, que ese “espectador tipo” se va a encontrar con unos Mulder y Scully que no va a reconocer, y la película tampoco hace mucho por aclarar estas dudas.

David Duchovny y Gillian Anderson están, como no podría ser de otra forma, correctos en los papeles de unos personajes que desarrollaron a lo largo de una década. Anderson consigue transmitir mejor las emociones que su inexpresivo compañero, pero no puede reprochárseles nada a ninguno de los dos: hacen lo que pueden con el material que les proporciona el guión. En cuanto a los secundarios, sus personajes no aportan nada en absoluto y se echa de menos que se haya recuperado a algunos secundarios de la serie (y se agradece cuando por fin aparece uno de los “clásicos” de la serie). Técnicamente, la película se muestra correcta, aunque no deja de tener un aspecto televisivo que parece que le reste entidad. También es verdad que Expediente X fue una de las primeras series en adoptar un look más cinematográfico, así que es posible que por eso el resultado parezca estar a mitad de camino entre el cine y la TV.

La historia en sí no va a sorprender al espectador, resultando bastante típica en su búsqueda de víctimas de un psicópata. El elemento “X” lo aportan las visiones de un sacerdote católico que tiene un (previsible) oscuro pasado. Por otra parte, hay resoluciones bastante increibles (como que Scully prepare un innovador tratamiento médico con la ayuda de Google), recursos narrativos flojos (¿hace falta sacar a Mulder con barba para indicar que ha pasado el tiempo y que vive aislado?), y partes no muy bien explicadas. El humor en ocasiones también peca de predecible: a estas alturas, reirse de George Bush no resulta precisamente transgresor. Y en cuanto al MacGuffin que hay tras los secuestros, es tan extremo que casi resulta ridículo. Por si fuera poco, hay ocasiones en que el ritmo es bastante lento, dando la sensación de que estamos viendo un episodio alargado de forma artificial (ni siquiera un episodio doble de los que eran habituales en la serie).

También hay que comentar un par de cosas sobre la versión española. La primera es que se ha cambiado la voz habitual de doblaje de la agente Scully, poniéndole una voz con un timbre demasiado juvenil (es la voz habitual de Neve Campbell, la protagonista de Scream), que no le hubiera pegado a la actriz ni en la primera temporada de la serie. Tampoco se entiende muy bien (aunque esta ya sea una batalla perdida) el cambio en la traducción del título: del I Want To Believe del título original se ha pasado a un incomprensible Creer es la Clave. Y lo peor es que esa frase se dice en un momento de la película, en la que Mulder dice algo como que “quiere creer” (remitiendo al famoso poster de su despacho), y en el doblaje dice que “creer es la clave”, con lo que el diálogo ni siquiera queda coherente.

La vuelta al cine de Expediente X sólo puede calificarse como decepcionante. Se trata de un thriller del montón, en el que casualmente aparecen unos agentes llamados Mulder y Scully, y que si no fuera por eso puede que se hubiera quedado en el mercado doméstico o no hubiera cruzado el Atlántico. La principal razón es la elección de una trama aislada de la mitología de la serie, que es lo que al fin y al cabo le daba sus señas de identidad. A los que no sean seguidores de la serie, la película les dejará bastante indiferentes (y no les animará precisamente a ver la serie original). Para los seguidores de la serie el impacto aún es mayor: sí, David Duchovny y Gillian Anderson salen en pantalla, pero lo que se está viendo no es un Expediente X.

Pictos, Atlantes y Puritanos

Solomon Kane

...Nunca buscaba analizar sus motivos y nunca dudaba una vez su mente estaba determinada. Aunque siempre actuaba por impulsos, creía firmemente que todas sus acciones estaban gobernadas por razonamientos fríos y lógicos. Era un hombre nacido fuera de su tiempo: una extraña mezcla de Puritano y Caballero, con un toque de filósofo antiguo, y más que un toque de pagano, aunque esta última afirmación le habría dejado sin habla. Era un atavismo de los días de la caballerosidad a ciegas, un caballero andante con los sombríos ropajes de un fanático. Un ansia en su alma le guiaba constantemente, un impulso de enderezar todos los entuertos, proteger a todas las causas más débiles, vengar todos los crímenes contra lo correcto y la justicia. Obstinado e incansable como el viento, era consistente en un único aspecto: era fiel a sus ideales de justicia y rectitud. Así era Solomon Kane...

El primero de los grandes personajes creados por Howard es este fanático espadachín, que impulsado por su rectitud de Puritano y sus convicciones religiosas, así como por un simple deseo de aventuras menos confesable, se dedica a recorrer Europa y África en busca de manifestaciones del mal a las que derrotar. En la creación del personaje se mezcla el interés de Howard por el relato histórico (en este caso la época isabelina) y el folletín de aventuras, junto con elementos propios del cuento de terror. Esta mezcla empieza a dar forma a lo que sería el nacimiento de la "espada y brujería" como subgénero propio, cuyo origen normalmente se adjudica al personaje de Kull, pero que tiene en Solomon Kane a un predecesor claro.

Aunque varias de las historias de Kane están ambientadas en el Viejo Continente, la mayor parte sitúan al vengador inglés en lo más profundo de África. Como es de esperar, el retrato del continente y sus habitantes está totalmente estereotipado y poco detallado, siendo más bien un exótico telón de fondo en el que ambientar las aventuras de Solomon Kane.

Red Shadows (agosto 1928)
Solomon Kane
El primer relato protagonizado por Kane ya establece varias de las constantes que serán comunes a lo largo de su carrera, desde su extraña atracción por las misteriosas tierras africanas hasta su exagerada caballerosidad. Incluso aparece por primera vez el brujo N’Longa, aliado sobrenatural habitual en las historias del puritano. El relato en sí se ve lastrado por un final un poco alargado y por una elipsis temporal algo excesiva en su inicio, pero aún así es de los imprescindibles.

Skulls in the Stars (enero 1929)
Los relatos de ambientación europea como este suelen centrarse más en la parte terrorífica que en la acción, aunque Kane sigue justificando su ansia de aventura como deber con el prójimo. Este relato nos demuestra la fuerza de voluntad de Kane, así como su sentido de la justicia (no necesariamente relacionada con la ley).

The Right Hand of Doom (1968)
Esta es una breve historia de terror de desarrollo más o menos típico y previsible, en la que Kane es poco más que un espectador. Aún así, tiene momentos escalofriantes que la hacen bastante interesante.

Rattle of Bones (junio 1929)
Este relato es bastante similar al anterior, por su brevedad y por su planteamiento, aunque Solomon Kane tiene un protagonismo mucho mayor. Además, al ser un poco más original, y de trama más compleja, el resultado es más satisfactorio.

The Moon of Skulls (junio – julio 1930)
En este relato Kane regresa a África, y se encuentra con una de esas ciudades perdidas que son habituales en este tipo de aventuras. Howard aprovecha para contarnos una de sus historias sobre la decadencia de una antigua civilización, así como para desarrollar el carácter de Solomon Kane, en un relato cuya trama (no muy original) resulta lo más flojo.

The Blue Flame of Vengeance (1968)
Blades of the Brotherhood
Esta es la única de las historias de Kane en la que no aparece ningún elemento de tipo sobrenatural. Se trata de una historia de piratas con toques de novela gótica (en la relación de la pareja protagonista) en la que Solomon Kane tiene una posición casi secundaria en su papel de caballero andante.

The Hills of the Dead (agosto 1930)
Los elementos más terroríficos y los más épicos se encuentran en este excelente relato que lleva de nuevo a Kane a África y a reunirse con N’Longa. Como curiosidad, es en este relato en el que el brujo le regala a Solomon Kane el "bastón vudú" que le acompañará en sus siguientes aventuras. Y así nos encontramos con otra de las contradicciones de la psicología de Kane: odia la brujería pero es capaz de emplear un bastón mágico si ello sirve a su fines.

Wings in the Night (julio 1932)
En este relato Kane se establece como protector de una pequeña aldea africana, incapaz de dejarla abandonada a su suerte a manos de unos monstruosos seres. Howard empieza en este relato a establecer paralelismos entre su protagonista y personajes legendarios (en este caso, el Jasón de la mitología griega). También vemos como Kane es capaz de actuar mezclando su astucia con la furia berserk de sus antepasados más bárbaros.

The Footfalls Within (septiembre 1931)
Howard continúa dándole a Kane un "contexto" más amplio y más épico, en este caso a través del bastón que empuña, cuyo antiguo origen se nos revela en este relato. Kane es víctima de unos esclavistas y acaba en un templo perdido que le da a la historia ciertos tonos propios del horror cósmico.

Howard dejó escritos cuatro fragmentos de relatos inacabados protagonizados por Solomon Kane, que en muchas ocasiones han sido completados por otros autores (siguiendo el ejemplo establecido por Sprague de Camp con Conan) para su presentación en diversas antologías.

The Castle of the Devil y Death’s Black Riders son fragmentos muy breves, poco más que planteamientos iniciales de historias que no llegan a desarrollarse, aunque algunas cosas se acabarán utilizando en otros relatos.

Hawk of Basti está un poco más desarrollado, pero Kane es poco más que un testigo de las andanzas de un aventurero llamado Hawk. Curiosamente, hay partes que parecen haberse reutilizado en algunas de las aventuras de Conan de ambientación "africana".

The Children of Asshur es el fragmento más extenso. La prometedora historia trata del choque de culturas y civilizaciones perdidas, pero el estilo es bastante descuidado (se nota que es todavía poco más que un borrador) y la trama no parece tener un objetivo claro.

Además de los relatos en prosa, Howard escribió tres poemas en los que aparece Solomon Kane. Dos de estos poemas, The One Black Stain y The Return of Sir Richard Grenville, lo relacionan claramente con Sir Francis Drake y sus corsarios. Por su parte, Solomon Kane’s Homecoming es otro poema que nos presenta a un Kane que regresa a su hogar tras años de aventuras, que contempla con nostalgia, y pone broche final a la carrera del Puritano, como no puede ser de otra forma, mostrándolo marchándose de nuevo en busca de aventuras.

De todos los personajes creados por Howard, Solomon Kane probablemente sea uno de los más diferentes. Así, a pesar de compartir habilidad con la espada y fuerza con personajes como Conan o Kull, su físico no es el de una montaña de músculos, sino el de un espadachín enjuto y sombrío. Por otra parte, es un personaje contradictorio en su psicología. Si por un lado está convencido de ser el azote del Mal y prácticamente la mano de Dios en la Tierra, por otro lado le mueven en ocasiones impulsos primitivos y primarios que le relacionan con la barbarie de otros personajes de Howard. Sin embargo, a Howard no le interesa ahondar en estos conflictos psicológicos (ni quizá estuviera capacitado), por lo que se quedan simplemente en elementos que giran alrededor de un personaje ciertamente interesante.


Kull de Atlantis

...vieron que era un hombre de gran estatura. Al principio Cormac pensó que era un Nórdico, pero un segundo vistazo le dijo que en lugar alguno había visto antes un hombre así. Su constitución era muy similar a la de los Vikingos, a la vez gigantesca y flexible: como la de un tigre. Pero sus rasgos no eran como los suyos, y su leonina melena de corte cuadrado era tan negra como la del propio Bran. Bajo unas espesas cejas brillaban unos ojos grises como el acero y fríos como el hielo. Su rostro broncíneo, fuerte e inescrutable, estaba bien afeitado, y la ancha frente revelaba una gran inteligencia, al igual que la firme mandíbula y los delgados labios mostraban fuerza de voluntad y coraje. Pero más que todo eso, su porte, su majestuosidad leonina, le señalaban como un rey natural, un gobernante de hombres. Unas sandalias de curiosa factura calzaban sus pies y vestía una flexible cota de malla extrañamente tejida que le llegaba casi hasta las rodillas. Un ancho cinturón con una gran hebilla dorada rodeaba su cintura, aguantando una larga espada recta en una pesada vaina de cuero. Su cabello estaba confinado por una ancha y pesada banda de oro sobre su cabeza...

Es muy difícil, por no decir imposible, desligar el personaje de Kull de otro personaje creado por Howard que se haría mucho más famoso: Conan. Al fin y al cabo, Conan nació de la reescritura de un relato inédito protagonizado por Kull, con lo que es inevitable encontrar semejanzas entre ambos. Si a eso le unimos que mucha gente sólo ha oído hablar del personaje por su adaptación al comic o (peor aún) al cine, no es de extrañar que sea un personaje marginado frente a la gigantesca sombra del Cimmerio.

Lo cierto es que no puede negarse que ambos personajes tienen muchas similitudes: ambos son reyes de origen bárbaro en reinos civilizados, además de compartir el físico hercúleo y la habilidad en combate de muchos de los héroes de Howard. Pero prácticamente ahí se acaban todas las similitudes. Si Howard nos cuenta en sus relatos los distintas aventuras de Conan, antes y después de hacerse con el trono, Kull siempre es el Rey de Valusia en las historias que protagoniza, y sus pasadas aventuras apenas se mencionan. El mundo de Kull también está menos desarrollado que el de Conan, siendo poco más que unos pocos nombres (aunque eso también permite crear una ambientación más irreal y fantástica), y las aventuras del Rey Atlante raramente le llevan lejos de su palacio. En todo caso, hay que tener en cuenta que Howard nunca pretende estar creando un mundo fantástico, sino especulando sobre el remoto pasado de la Tierra.

Howard sólo logró vender un par de los relatos protagonizados por Kull, sin que el resto fueran conocidos hasta la antología que publicó (con los habituales "retoques") Lin Carter en 1967. Es importante tener esto en cuenta, pues en muchos de los relatos de Kull abundan elementos y situaciones similares, lo que debe entenderse como un “reciclaje” de dichos elementos por parte de un Howard que no contaba con que dichos relatos abandonados acabarían por ver la luz. Así, el conjunto de relatos protagonizados por Kull no puede considerarse como una "saga" coherente (como sí pueden serlo las de Solomon Kane o Conan, que vieron muchos más de sus relatos publicados) y no es sorprendente que a veces las historias parezcan algo repetitivas.

Exile of Atlantis (1967)
En este breve relato con dos partes bastante diferenciadas (tanto que casi parecen escenas distintas destinadas a ser parte de una historia más larga), aparece por primera vez Kull. Es el único relato en el que todavía no es el monarca que protagonizará el resto de sus historias (aunque es un futuro que ya se apunta en el texto), pero muchos de los elementos de su personalidad ya son claramente distinguibles (como su actitud ante las tradiciones). También se habla aquí del origen del personaje, que parece bastante influido por el Tarzán de Edgar Rice Burroughs. Por otra parte, se percibe aquí que este ciclo de historias puede verse casi como una evolución del interés de Howard por los periodos prehistóricos y los relatos que escribió sobre ellos (más fantásticos que posibles).

The Shadow Kingdom (agosto 1929)
Este es uno de los más conocidos (merecidamente) relatos de Howard, y sin duda es el más famoso de los protagonizados por Kull. Aquí ya nos presenta la decadente civilización de Valusia, en la que Kull reina desde hace poco. La historia se divide entre la reflexión sobre las máscaras figuradas que emplea la gente y una trama de conspiración repleta de elementos de amenaza y paranoia (que casi parecen propios de la ciencia ficción de los años 50). Los populares hombres–serpiente aparecen aquí por primera vez (aunque sólo repetirán su presencia en comics y similares, no en otras historias de Kull), así como los personajes de Brule y Ka–Nu, que sí se convertirán en secundarios recurrentes en estos relatos. Una de las características de estas historias es precisamente la existencia de un "reparto" de personajes que rodean al protagonista (algo similar sucede en los relatos en los que Conan es rey). Brule es el fiel compañero de Kull (tanto para la acción como para la reflexión), mientras que Ka–Nu desempeña un papel más propio de consejero experimentado. Ambos son Pictos, más cercanos a los nobles salvajes de las historias de Bran Mak Morn que a los brutales enemigos que aparecen en los relatos de Conan. Finalmente, hay que señalar que a esta historia se la suele considerar como la primera historia escrita en el subgénero de "espada y brujería".

The Mirrors of Tuzun Thune (septiembre 1929)
En esta historia la trama no deja de ser una excusa para que un Kull pasivo y más bien reflexivo se dedique a filosofar y plantearse la naturaleza de la realidad. Esta es otra de las características propias del personaje de Kull y sus historias: las especulaciones del melancólico bárbaro inundan todos los relatos (por si a alguien le seguía pareciendo que el personaje es simplemente un calco de Conan o, más propiamente, un "borrador").

The Cat and the Skull (1967)
Delcardes’ Cat
Este relato reutiliza muchos elementos de un borrador anterior inacabado (más conocido con el título que le dio Carter al completarlo: Riders Beyond the Sunrise). Una conspiración relativamente inocente (y provocada por las estrictas costumbres de Valusia) se complica y se vuelve peligrosa con la intervención del brujo Thulsa Doom, que es mencionado por Howard aquí por primera (y única) vez presentado como archi–rival de Kull.

The Screaming Skull of Silence (1967)
The Skull of Silence
En este relato casi metafórico Kull conoce el miedo al enfrentarse al Silencio. Sin duda, la trama parte de una idea interesante, pero el punto fuerte de Howard no serían precisamente los enfrentamientos psíquicos, sino más bien los físicos, por lo que el resultado no acaba de estar a la altura.

The Striking of the Gong (1967)
Aquí Howard sigue poniendo a su bárbaro protagonista en situaciones que le obligan a dar rienda suelta a sus inquietudes filosóficas (tanto las de Kull como las del propio Howard, que evidentemente reflexiona a través de su personaje). En este caso, la excusa es una mezcla de experiencia cercana a la muerte y viaje astral.

The Altar and the Scorpion (1967)
Realmente esta no es una historia protagonizada por Kull, sino que se trata de un sencillo relato de dioses y jóvenes amantes desvalidos en el que el Rey de Valusia proporciona poco más que el contexto en que está ambientada.

The Curse of the Golden Skull (1967)
Algo similar sucede con este breve relato en el que una maldición lanzada por un brujo que es víctima de Kull llega hasta nuestros días. Parece que a Howard le gusta su creación, pero, al no obtener buenos resultados con los relatos propiamente protagonizados por él, se dedica a explorar otros posibles usos del personaje.

By This Axe I Rule! (1967)
Howard abandona los experimentos y las abstracciones filosóficas para devolver la acción a los relatos de Kull con esta historia que enfrenta una vez más al protagonista con las tradiciones de Valusia. Para sorpresa de los que conozcan sólo la "versión" más popular protagonizada por Conan, en este relato no hay elementos sobrenaturales de ningún tipo. A pesar de ser un relato más "comercial", tampoco logró venderse, aunque en este caso hay que estar agradecido, pues si hubiera sido de otra forma, quizá nunca habría nacido el personaje de Conan.

Swords of the Purple Kingdom (1967)
A diferencia de la anterior, esta nueva historia ofrece pocos elementos novedosos. De nuevo aparecen las conspiraciones y los asesinatos (esta vez en forma de amenaza exterior, procedente del extranjero), y las historias de amor imposibles. Parece que Howard está empezando a darse cuenta de que es un personaje difícil de "vender" y ya no sabe muy bien qué hacer con él, limitándose a mezclar los mismos elementos una y otra vez.

Kings of the Night (noviembre 1930)
A pesar de todo, la última aparición de Kull será cualquier cosa menos poco memorable. Y es que el Rey de Valusia aparece (como "estrella invitada") en este relato en el que comparte protagonismo con Bran Mak Morn. La historia no carece de acción, ni de grandes batallas y conflictos provocados por rivalidades raciales. Kull aparece casi como un deus ex machina, pero de una manera que en ningún caso parece un recurso fácil del autor. El carácter de Kull se mantiene perfectamente reconocible, convencido de que está en un sueño producto de sus habituales reflexiones sobre la naturaleza de la existencia. El relato también sirve para situar a Kull en un contexto más amplio, en lo que sería el conjunto de la obra de Howard, algo que por lo demás sólo podría intuirse a base de cartas o ensayos. Así, Kull se presenta como un habitante de una remota prehistoria de nuestro mundo (lo que, de paso, le convertirá en habitante de una era anterior a la era de Conan cuando Howard empiece a esbozar el mundo del Cimmerio).

Como no es extraño en Howard, de Kull nos han llegado algunas otras apariciones, principalmente en forma de material abandonado. Riders Beyond the Sunrise es un borrador inconcluso, que narra una persecución hasta el fin del mundo por un asunto de honor. Lin Carter lo acabaría en su antología, introduciendo al brujo Thulsa Doom en el relato. The Black City (o Black Abyss) es un fragmento inacabado en el que se abandona la capital de Valusia para visitar una decadente ciudad en la que los guerreros de Brule empiezan a sufrir ataques. Wizard and Warrior es otro fragmento en el que Brule empieza a narrar un encuentro con un mago. Finalmente, el poema The King and the Oak narra el encuentro entre Kull y un roble viviente.

Es inevitable ver al Rey Kull de Valusia, el bárbaro Atlante que se hace con el trono del poderoso reino, como un precursor del personaje más famoso de Howard. Sin embargo, es evidente que se trata de un personaje bastante diferente, mucho más reflexivo, con inclinaciones casi místicas. Por otra parte, y a pesar de también ser un bárbaro por origen, Kull está mucho más cerca de lo que se consideraría un héroe tradicional (Conan tiene bastante más de anti–héroe), caballeroso y asexuado. En cuanto a sus relatos, casi pueden considerarse una rareza dentro de la obra de Howard, por su contenido intelectual y pretensiones filosóficas, lo que ciertamente los convierte en muy interesantes. Ahora bien, esto no impide que varios de ellos (probablemente los mejores) también ofrezcan la acción que habitualmente se espera de una historia de Howard.


Bran Mak Morn y los Pictos

...Su complexión oscura tampoco era el rico tono oliváceo del sur; más bien era la árida oscuridad del norte. El aspecto general del hombre sugería vagamente las nieblas sombrías, la soledad, el frío y los vientos helados de las desnudas tierras del norte. Incluso sus ojos negros eran salvajemente fríos, como negros fuegos ardiendo a través de brazas de hielo. Su estatura sólo era mediana, pero había algo en él que trascendía la mera corpulencia física: cierta feroz vitalidad innata, comparable sólo a la de un lobo o una pantera. En cada línea de su cuerpo flexible y compacto, así como en su áspero pelo liso y labios delgados, esto era evidente; en la pose de halcón de la cabeza sobre el fibroso cuello, en los amplios hombros cuadrados, en el pecho ancho, las caderas esbeltas, los pies estrechos. Construido con la economía salvaje de una pantera, era una imagen de dinámicas potencialidades, encerradas por un férreo autocontrol.
A sus pies se encogía alguien con una complexión similar, pero allí finalizaba el parecido. Este otro era un gigante contrahecho, con miembros retorcidos, cuerpo grueso, una frente baja e inclinada y una expresión de ferocidad simple...


Cualquiera que haya leído un poco la obra de Howard se habrá dado cuenta de la afición del autor por los personajes de origen y aspecto Céltico, sean antepasados míticos como los Cimmerios o los Atlantes, o modernos ciudadanos estadounidenses de origen Irlandés. Lo que quizá resulte más sorprendente (pues incluso el propio Howard no parecía muy capaz de explicarse los motivos) es su interés por el pueblo al que él denominaba Pictos. Con esta denominación Howard se refiere a los primitivos habitantes de las islas británicas, procedentes del Mediterráneo en la época neolítica, y que serían aplastados por las posteriores migraciones de pueblos Celtas. Estos Pictos (con más de lo fantástico que de lo histórico) habrían sido un gran imperio en épocas primitivas, pero Howard prefiere presentárnoslos ya en su época de decadencia, en los últimos días de un pueblo casi extinto.

Howard normalmente escribía por "fases", coincidiendo con aquellos intereses que en cada momento ocuparan su mente. Por ello en su obra pueden distinguirse etapas claramente distinguidas y, por ejemplo, no hubiera sido capaz de ponerse a escribir una historia de Solomon Kane en su etapa de Conan: el interés por ese tipo de relatos ya había pasado. En consecuencia, es interesante comprobar que los Pictos hacen acto de presencia a lo largo de toda la carrera de Howard, desde la segunda historia que consiguió vender hasta los últimos relatos de Conan. Los Pictos, por supuesto, también tienen un papel destacado en todo el ciclo de historias de Kull, en el que se presentan como un pueblo aún poderoso, y uno de sus líderes (Brule) es el principal personaje secundario. Además, también aparecen con mayor o menor relevancia en historias de memoria racial (People of the Dark, Marchers of Valhalla, The Valley of the Worm), en relatos de Cormac mac Art (The Night of the Wolf) o, como ya se ha dicho, de Conan (Beyond the Black River, Wolves Beyond the Border, The Dark Stranger).

En los relatos en los que los Pictos son los verdaderos protagonistas, se trata de un pueblo que se encamina a la desaparición de manera inexorable. Su inevitable decadencia como cultura se refleja en su decadencia física, marcada por un aspecto bestial y casi simiesco. Howard crea para este pueblo un último rey, Bran Mak Morn, empeñado en una lucha desesperada para sacar a su gente del salvajismo a que están abocados, enseñándoles a adaptarse al mundo en que tienen que vivir. Bran es un representante de la raza Picta como esta era en la antigüedad, gracias a que la línea genealógica de los líderes se ha mantenido pura, contrastando su físico con el de sus degenerados súbditos.

The Lost Race (enero 1927)
Esta historia, la segunda que Howard consiguió vender a una revista, ya cuenta con un importante protagonismo de los Pictos. Se trata de un relato sencillo y no demasiado original, en el que un guerrero es hecho prisionero por un misterioso pueblo que vive en cuevas subterráneas: los Pictos, que le cuentan algo de su historia.

Men of the Shadows (1969)
Este otro relato es más o menos de la misma época que el anterior, con el que guarda bastantes similitudes. Aunque la acción está mejor integrada en la historia, el relato está peor concluido y está lastrado por una parte excesivamente larga de exposición acerca del pueblo Picto. Sin embargo, dicho esto, el relato resulta casi imprescindible para entender la concepción de los Pictos que tenía Howard. Además, es el primer relato en el que aparece Bran Mak Morn, al que Howard ya había creado en su mente y llevado al papel en la primera escena de una obra de teatro inacabada, con un concepto muy claro desde el principio de las características del personaje.

The Little People (1970)
Este es un breve y poco interesante relato de horror contemporáneo (de cuyo texto además no nos ha llegado una de sus hojas), en el que unos hermanos se encuentran con la misteriosa "pequeña gente". La influencia de Arthur Machen es evidente y reconocida: uno conversación sobre uno de sus relatos sirve de desencadenante de la historia. Aquí Howard presenta su intención inicial respecto al destino de sus Pictos: extinguirse y desvanecerse en la leyenda convirtiéndose en el origen de los mitos sobre duendes y trasgos que abundan en las islas británicas.

Kings of the Night (noviembre 1930)
Este es uno de los relatos en que Bran, ahora ya como rey de la nación Picta, aparece como protagonista, aunque en este caso la acción corre a cargo de un invitado de excepción: Kull de Valusia. Bran casi aparece más como un conspirador, un líder dispuesto a hacer los sacrificios que sean precisos para salirse con la suya ante la amenaza exterior (los Romanos). El relato casi puede considerarse una rareza, pues finaliza con una victoria (no demasiado agridulce) de Bran y los suyos. El punto fuerte de la historia es la descripción de los distintos pueblos aliados con Bran y de los violentos conflictos que surgen entre ellos, además de la espectacular batalla final. El personaje de Bran Mak Morn y su lucha desesperada contra la extinción ya se encuentra aquí perfectamente presentado.

The Dark Man (diciembre 1931)
En realidad, este es un relato protagonizado por otro personaje de Howard, Turlogh O’Brien, ambientado unos cuantos siglos después de las historias de Bran Mak Morn. Además de ser un excelente relato, cargado de acción y con el toque fatalista habitual de las historias de Turlogh (y, en general, también de las de los Pictos), se nos revela cual es el destino del pueblo Picto, así como de su legendario rey Bran. Así, la presencia de Bran Mak Morn se hace sentir a lo largo de todo el relato, aunque sea de forma sutil.

Children of the Night (abril-mayo 1931)
Este relato puede considerarse como una evolución del concepto que Howard presenta en The Little People, provocado por la correspondencia intercambiada con su amigo H.P. Lovecraft. Además, también es el primer intento de Howard por escribir un relato al estilo de los de su corresponsal de Nueva Inglaterra. Así, el relato se divide en tres bloques bien claros, de los que sólo el central es Howard en estado puro, siendo el inicio y el final más deudores del estilo lovecraftiano. El mencionado cambio en lo que afecta a los Pictos se refiere a su destino como origen de leyendas siniestras. Entre Lovecraft y Howard crean un pueblo de aspecto totalmente inhumano, procedente de la lejana Asia, y que precede a los Pictos como pobladores de las islas británicas, que serán quienes realmente se conviertan en los seres monstruosos de los mitos.

Worms of the Earth (noviembre 1932)
Todos los intereses, planteamientos e influencias de Howard acerca de los Pictos cristalizan en este, uno de sus mejores relatos. De nuevo, el protagonista es el rey Bran Mak Morn, dispuesto a hacer cualquier cosa para derrotar a sus odiados enemigos Romanos. Por desgracia para él, la victoria no le traerá la satisfacción esperada, como es de esperar cuando uno hace un pacto con el Diablo. En el trasfondo de la historia está el conflicto entre los Pictos y los Hijos de la Noche, o Gusanos de la Tierra, poéticos nombres que ocultan un horror ancestral. También puede percibirse la influencia de Lovecraft, sea por el uso de nombres procedentes de los Mitos de Cthulhu o porque se trata (más que de un relato de acción) de una historia de horrores primigenios e insinuados. El relato tampoco escapa a la oscuridad y desesperado pesimismo de las historias de temática Picta. Este es el primer relato de este tipo en el que Bran y los Pictos no son vistos desde el punto de vista de un observador externo, y también sería el último protagonizado por el trágico rey de los Pictos. Probablemente ello se deba a que aquí Howard alcanza una de las cimas de su producción literaria, y cualquier intento de seguir ahondando en esta temática sólo podría dar resultados inferiores.

Como era de esperar, Bran y los Pictos también aparecen en la obra poética de Howard, en los poemas A Song of the Race (Bran escucha una canción sobre el destino de los Pictos), el breve The Drums of Pictdom y el conocido como The Bell of Morni. En cuanto a material inacabado, además de la obra de teatro ya mencionada (y titulada simplemente Bran Mak Morn), han sobrevivido una sinopsis sobre una historia de intriga política y militar entre Bran y los Romanos en las islas, y un fragmento sin título en el que Bran se encuentra con una misteriosa mujer pelirroja. También se han encontrado los dos capítulos iniciales de un ambicioso proyecto de juventud, una novela que parece ser un antecesor de sus relatos de memoria racial, con multitud de personajes, uno de los cuales debía ser Bran (de acuerdo con el propio Howard, aunque este personaje no llega a aparecer en el texto existente).

Las historias de los Pictos y de su rey Bran Mak Morn son historias pesimistas, de desesperación antre la desaparición de todo un pueblo con una historia de siglos y siglos. Bran es un héroe trágico, una figura que intenta luchar contra lo inevitable, sabiendo que sus esfuerzos son inútiles y que están condenados al fracaso ante el avance de los tiempos. Howard es capaz de mezclar este fatalismo con el heroismo habitual de sus protagonistas, dando lugar a una combinación única. De entre los personajes de Howard, pocos están rodeados del aura de oscuridad y condenación que gira alrededor de Bran Mak Morn, el último rey de los Pictos.