Tros de Samotracia

Talbot Mundy es uno de esos autores hoy prácticamente desconocidos, pero que tuvieron su momento de popularidad a principios del siglo XX. Entre los autores que se consideran influidos por él se encuentran numerosos autores de género fantástico, desde los casi contemporáneos como Robert E. Howard, E. Hoffman Price, Leigh Brackett o Fritz Leiber, hasta escritores de épocas posteriores como Robert A. Heinlein o Marion Zimmer Bradley.

Su especialidad eran los relatos de aventuras ambientadas en la India colonizada por los británicos, salpicadas con dosis de misticismo oriental, cuyo ejemplo más famoso sería su novela King of the Khyber Rifles. El propio Mundy (cuyo verdadero nombre era William Lancaster Gribbon) conocía estos ambientes y no era ajeno a una vida de aventuras, pues dejó su Londres natal a los 16 años para viajar por África, India y otros lugares de Oriente (tanto el Próximo como el Lejano), y establecerse a los 30 años en Estados Unidos. Poco después empezaría a publicar sus textos en revistas pulp especializadas como Adventure o Argosy.

A mediados de los años 20, Mundy empezó a publicar las aventuras de Tros de Samotracia, un noble griego que se enfrenta a Julio César en el contexto de la invasión romana de las islas británicas. Sus historias tenían la forma de novelas cortas apareciendo en la revista Adventure entre Febrero de 1925 y Febrero de 1926. Sus títulos eran los siguientes: Tros of Samothrace, The Enemy of Rome, Prisoners of War, Hostages to Luck, Admiral of Caesar's Fleet, The Dancing Girl of Gades, y Messenger of Destiny (publicada en tres entregas). Posteriormente se publicaría en 1929 la novela Queen Cleopatra, y en 1934 se recopilarían en formato de libro (con un grosor importante) las novelas cortas publicadas originalmente en Adventure. Finalmente, en 1935 Mundy publicaría las últimas aventuras de Tros en la novela The Purple Pirate.

La existencia de secuelas a los relatos originales, así como la recopilación de estos en tapa dura, da idea de la popularidad alcanzada en su día por el personaje. Quizá una buena parte de esta popularidad se deba a la polémica provocada por la imagen desmitificada de un Julio César y un Imperio Romano presentados como imperialistas y dictatoriales. Para el lector moderno (que puede haber visto una imagen similar desde pequeño en los comics de Asterix) esto no resulta especialmente chocante, pero es comprensible que en los años  20 y 30 esto resultara casi revolucionario.

El primer volumen, Tros of Samothrace, resulta un tanto irregular. Esto se debe sin duda al origen del libro, compuesto por historias más o menos continuas, pero sin la verdadera sensación de unidad que tendrían de estar pensadas originalmente como novela independiente y no como relatos aislados. Otro elemento a considerar es que estas historias componen el periodo en que Mundy está familiarizándose con el personaje, por lo que las partes finales resultan más satisfactorias que las iniciales. En general, además, Mundy parece resultar más efectivo cuando se dedica a narrar intrigas y conspiraciones que en las secuencias de acción.

La extensión de este primer libro ha hecho que en la mayoría de sus re-ediciones haya sido separado en diversos volúmenes. En alguna ocasión se ha respetado la división original de las novelas cortas para hacerlas coincidir con la separación en volúmenes, pero en la mayor parte de los casos se ha optado por una división arbitraria. Ese ha sido el formato adoptado por la edición en castellano, lo que contribuye a acentuar la irregularidad provocada por el origen de los textos.

La historia gira alrededor de la presencia de Tros en Britania y sus enfrentamientos con los romanos de Julio César, presentado como su némesis, que le llevarán hasta la misma Roma. El relato de César es realista, sin ocultar sombras pero también sin negarle méritos, reconocidos por el propio Tros. De todas formas, los personajes en general no serían el fuerte del libro (de nuevo, es fácil achacar esta limitación al hecho de que estamos leyendo una serie de novelas cortas y no una novela como tal), a pesar de la presencia de una serie de personajes recurrentes. El propio Tros sería el personaje mejor representado (sin que esto tenga mucho mérito), y en ocasiones resulta demasiado perfecto (aunque no exento de debilidades) y poco detallado, casi más un arquetipo que una persona real.

El elemento más "fantástico" lo representa el valor que da un Mundy interesado en el misticismo a las religiones mistéricas, como una especie de culto universal que une a gentes tan separados como los Samotracios y los Druidas Galos y Británicos. El seguimiento de estos Misterios (lógicamente nunca demasiado detallados), de los que Tros parece ser un creyente no demasiado firme, permiten al noble griego, entre otras cosas, demostrar conocimientos avanzados como su afirmación de que la Tierra es redonda y las ideas que pone en práctica al construir su barco Liafail (como el proteger el casco con placas de estaño).

En Queen Cleopatra, la presencia de Tros es prácticamente testimonial, convertido en un personaje secundario de la historia (y no de los más importantes). La trama gira alrededor de la historia de la presencia de Julio César en el Egipto de la reina Cleopatra, que son los verdaderos protagonistas. Así, si la novela anterior era más bien un relato (o serie de relatos) de aventuras, esta puede considerarse más bien como una novela histórica. El estilo de la novela es deliberadamente episódico, pasando en ocasiones de manera algo abrupta de un incidente o suceso a otro. Mundy incluso se permite alguna floritura formal o experimentación, como escribir un capítulo como si se tratara de una escena teatral.

La presencia de Tros no es la única referencia que relaciona a esta novela con el mundo y el escenario establecidos en el primer volumen de la serie. El misticismo de los cultos mistéricos también aparece en Egipto, con la propia Cleopatra relacionada directamente con ellos. Además, el Julio César de esta novela es sin duda el mismo que se oponía directamente a Tros, aunque en este caso las relaciones entre ambos personajes no parecen tan tensas (o quizá es porque no se les dé tanta importancia en el texto, dado el papel subordinado de Tros).

Finalmente, con The Purple Pirate se cierra este ciclo. La novela comparte con el título anterior su ambientación en el Egipto de Cleopatra, aunque se vuelve al estilo más aventurero del primer libro. De nuevo el protagonismo recae en Tros, y el tono vuelve a ser más el de novela de aventuras que el de ficción histórica, mezclando las intrigas y las batallas navales. Por desgracia, Tros carece de un antagonista a la altura del Julio César de la primera parte.

Aunque hay que agradecer que Panini haya decidido editar esta obra (tratándose de un personaje y un autor no especialmente populares en la actualidad), por desgracia la edición resulta bastante mejorable. La separación de los libros originales en volúmenes de tamaño regular (algo más de 200 páginas cada uno), comprensible desde un punto de vista económico y comercial, resulta especialmente inadecuada con Tros of Samothrace, convertido en una serie de 6 volúmenes que, vistos como novelas independientes, no se sostienen demasiado bien. Menos grave parece la separación de Queen Cleopatra y The Purple Pirate en dos volúmenes cada uno.

Por otro lado, la traducción resulta en ocasiones demasiado moderna, con modismos y expresiones que resultan demasiado actuales, no ya para la época en que transcurre la historia, sino para la época en que fue escrita. Además, algunas extrañas separaciones y puntuaciones del texto, así como un extraño error de traducción hacia el final del libro (unos "arrow-engines", armamento naval traducido hasta entonces como "escorpiones", se convierten en un momento dado en "motores en W", algo que no suena nada propio de una trirreme), hacen pensar que la traducción pueda haber partido de un texto original en no muy buenas condiciones. Esto es especialmente perceptible en la traducción del primer libro, realizada por un traductor distinto que los otros dos, aunque tampoco es que la presencia de distintas manos en la traducción se note demasiado.

Otro pequeño defecto es el inadecuado posicionamiento de algunas "notas del traductor" que aparecen para explicar un término que lleva apareciendo en el texto desde hace páginas (o incluso volúmenes...). De nuevo, esto está relacionado casi con total seguridad con la presencia de distintos traductores a lo largo de la obra.

En el lado positivo, siempre es destacable que se hayan incluido algunos textos para situar al autor y a la obra en su contexto.

En general, las historias protagonizadas por Tros de Samotracia resultan una lectura no especialmente interesante ni atrayente, aunque tampoco puede decirse que Talbot Mundy haga un mal trabajo en su escritura. Sin embargo, los libros carecen de ese "algo" que separa a las grandes obras del resto, sea porque Mundy (o sus traductores...) no haya sabido hacer el texto más adictivo, porque la narración sea demasiado episódica o porque alguno de sus elementos haya quedado un tanto anticuado. En resumen, una lectura correcta pero no especialmente memorable.