Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal

Es muy difícil que una nueva entrega de algo que ya es historia del cine no acabe por defraudarnos: es algo que aprendimos con La Amenaza Fantasma. Dejando aparte la calidad intrínseca de la película, es casi imposible que esté a la altura de algo que llevamos años mitificando. ¿Es esta introducción una preparación para decir que Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal no cumple con lo prometido? No, no es eso: la película se presenta como una película de Indiana Jones, y eso es lo que es. Aunque sí es posible que la película no cumpla con lo esperado, que es una cosa distinta.

Así, la película no engaña a nadie: estamos viendo una película de Indiana Jones, con todo lo que ello conlleva. Y eso incluye el contar una aventura al estilo clásico (bueno, con toques de los años 80), donde los buenos ganan y los malos pierden, sin florituras visuales ni argumentales, y alguna que otra exageración y situaciones imposibles. La única concesión a la modernidad es la inevitable evolución tecnológica que se ve en los efectos especiales. En resumen, que la película sigue la fórmula de otras de la saga (dejando a El Templo Maldito como la única que se sale un poco del molde). Estamos viendo lo mismo que siempre: bien hecho, sí, pero no deja de ser más de lo mismo.

En todo caso, la película tampoco renuncia a adaptar su fórmula al paso del tiempo, con una ambientación propia de unos idealizados años 50 (homenajes incluidos a American Graffiti en el inicio, y al Marlon Brando de Salvaje en la entrada en escena del personaje de Shia LaBeouf). El habitual prólogo (que es el que más relación tiene con el resto de la película de toda la saga) concluye con una espectacular escena con el que Spielberg deja bien a las claras que Indiana Jones está en una nueva era. Por cierto, que dicho prólogo incluye una excesiva escena que seguro será polémica, aunque no es muy distinta de cosas que se han visto en El Templo Maldito...

El argumento, sin entrar en detalles reveladores, se adecúa perfectamente a la nueva era. Los rusos comunistas de la guerra fría no son males sucesores de los nazis en el papel de villanos, aprovechando que tanto Hitler como Stalin tenían una pequeña obsesión con lo sobrenatural. Además, el elemento de paranoia propio de la época está presente en la historia. Probablemente habrá elementos del guión que no gustarán nada a mucha gente, porque suponen un cierto cambio de orientación a lo que hemos visto de Jones hasta ahora, aunque son coherentes como aventura pulp de los años 50. En todo caso, es de agradecer el intento (por leve que acabe resultando) de hacer algo distinto. También son interesantes los guiños a lo que ha sido la actividad del Dr. Jones desde la última vez que lo vimos hasta el 1957 en que está ambientada la película. Tampoco faltan guiños al resto de la saga e, incluso, a la serie televisiva.

El paso del tiempo para nuestro protagonista es uno de los temas básicos de la película, y se ve reflejado en las inevitables bromas sobre la edad de Jones/Ford. También es la película en el que el peso de la acción está más repartido: si en las otras toda ella giraba alrededor de Jones, en esta casi podemos hablar de un trabajo de equipo, con lo que el protagonismo del héroe se diluye (¿pesan los años, Dr.Jones?). Dicho esto, no puede negarse que Harrison Ford está perfecto en el papel, mostrándose afectado por los años cuando es necesario, y olvidándose de las canas que tapa su sombrero cuando empieza la acción.

Si en las otras películas en el reparto no abundaban las caras conocidas, en esta es todo lo contrario: Cate Blanchett, Shia LaBeouf, John Hurt, Jim Broadbent... En general, los secundarios cumplen con lo que se espera de ellos, aunque hay algunos personajes un poco desaprovechados (como el que interpreta John Hurt). La química entre Ford y Shia LaBeouf tampoco llega a los niveles que había entre Ford y Connery, pero es que eso era prácticamente imposible. Si habría que destacar a alguno de los secundarios sería a Cate Blanchett, en su papel de archi-villana, aunque su interpretación nos la estropee un doblaje bastante malo (No se sabe que les pasa a nuestros actores de doblaje, que últimamente no dan una cuando tienen que doblar a un personaje con acento. Casi hubiera sido mejor que el personaje de Cate Blanchett tuviera el típico acento ruso de película antigua de 007...)

La banda sonora de John Williams está a la altura (¿y cuando no?), aunque no es especialmente destacable. Quizá se echa en falta algún tema nuevo que sea realmente memorable, más allá de la repetición del tema principal y del romántico de la primera película. La fotografía de Janusz Kaminski no desentona demasiado con la de las películas anteriores, es decir, que ha abandonado su habitual esteticismo para trabajar al servicio de la saga.

Quizá el principal problema que tiene la película es que va de más a menos. Así, las secuencias finales no consiguen estar a la altura de las divertidas y espectaculares escenas iniciales, y eso no puede impedir que uno salga del cine con peor sensación de la que tendría si hubiera sido al revés. Por ello, la película resulta levemente decepcionante: Harrison Ford demuestra que aún puede interpretar a Indiana Jones y resultar creíble, pero la película no acaba de estar a la altura y no tiene escenas especialmente memorables (como sí sucedía con las otras). Una pena que sea así cuando se supone que la búsqueda del guión ideal ha sido un largo y costoso proceso de años... En general, se parte de un buen material del que podría haber salido una muy buena película, pero por falta de algo intangible ("química" si se quiere) todo se queda en un entretenimiento decente.

Ahora bien, la película no está a la altura si la comparamos con la trilogía original. Probablemente sea la peor de las cuatro películas de Indiana Jones (aunque quizá con el paso del tiempo, la revaloricemos: no sería la primera vez), pero sigue siendo mejor que imitadores como Tomb Raider, La Búsqueda o, incluso, a La Momia (cuya primera película resulta un acercamiento al Indy clásico de lo más logrado). Y es que, a pesar de todo, Indiana Jones sigue siendo Indiana Jones, así que ¿como no disfrutar en el cine cuando se apagan las luces y empieza a sonar la música de Williams y sale la montaña del logo clásico de la Paramount?. Aunque luego, en frío, nos deje peor sabor de boca que las tres anteriores... En resumen, sentimientos encontrados

El Libro de Nobac

El Libro de Nobac, escrito por Federico Fernández Giordano, es el ganador del Premio Minotauro 2008. Se trata de una novela que mezcla diversos géneros: aunque domina el misterio de tipo detectivesco, el texto presenta pinceladas fantásticas, de terror e, incluso, de ciencia ficción. Pero en definitiva el elemento fantástico casi puede considerarse secundario, sin llegar a quedarse en un simple MacGuffin por muy poco. Sin que esto sea malo en sí, cabe preguntarse si los responsables del premio tienen miedo de una fantasía más hard (si se me permite tomar prestado el término procedente de la ci-fi, y sin que esto implique la presencia de elfos y dragones), cuando tres de los cinco premios otorgados hasta ahora han sido novelas cuyos elementos fantásticos podrían aparecer sin muchos problemas en según y qué best-sellers de lo que podíamos llamar literatura general (el mainstream de los anglosajones). O quizá sea una cuestión de estrategia comercial, para intentar atraer a un público genérico que rechazaría a priori el género fantástico, pero sería capaz de aceptar ese tipo de elementos si los firma un Dan Brown, un Pérez-Reverte o un Ruiz Zafón. O quizá es que simplemente la novela que más ha gustado al jurado ha tenido esas características y tampoco hay que darle más vueltas al asunto.

Dejando de lado este tipo de reflexiones y pasando al libro ganador este año, lo primero que hay que agradecer (especialmente después de la intrascendencia de la ganadora del año pasado) es que se trata de una novela ambiciosa. Sin embargo, esto no quiere decir que el resultado sea perfecto, ni mucho menos. La trama nos cuenta la historia de Edgar Pym, escritor (fracasado, por supuesto) y de Lisa Lynch, periodista (atractiva, por supuesto). Ambos son contratados por un anciano llamado Valdemar, que posee un inquietante libro, lo que les lleva a investigar su pasado, relacionado con el del (misterioso, por supuesto) profesor Nobac.

Lo estereotipado de los personajes y sus relaciones, incluídos los evidentes homenajes que implican sus nombres, así como la evolución de la trama y ciertas reflexiones que aparecen a lo largo del texto, apuntan hacia un posible juego o reflexión metaliteraria que no acaba de cuajar. Sin embargo, y ese quizá sea uno de los puntos fuertes de la novela, ésta queda lo suficientemente abierta para admitir interpretaciones alternativas. La novela deja los suficientes cabos sueltos (sin que su trama principal quede sin resolver ni excesivamente abierta) para estimular la imaginación del lector.

Si los personajes son lo más flojo del libro, su mayor punto fuerte está en el planteamiento y desarrollo de una trama, que si bien tampoco es que sea un prodigio de originalidad, está bien escrita, sabe atrapar al lector, y consigue mantener el interés hasta sus últimas páginas. Aunque el género dominante es el misterio de tono intelectual, el libro no carece de momentos que provocan la inquietud y una cierta paranoia (¿será por eso que la coprotagonista se apellida Lynch?). De todas formas, es uno de esos casos en que el lector (si es medianamente avispado o ha leído lo suficiente) se empieza a figurar lo que está pasando a media novela, y la hipotética revelación detrás del misterio no lo es tanto cuando llega el último capítulo. Por otra parte, el final parece un poco precipitado y peor estructurado que la creación de la intriga que domina el resto del libro.

Por desgracia, y pasando a un apartado más formal que de contenido, la edición de la novela es francamente mejorable. No hay nada que objetar a la portada (bueno, dejando aparte que no me gustan las portadas que incluyen textos además del título y autor...) ni a lo que es el libro como objeto en sí, pero con respecto al texto, hay mucho que decir. La presencia de erratas es un mal que parece cada vez más asumido y no hay libro que se salve de ellas. Pueden perdonarse (que no aceptarse) errores como ...la cinta del magnetófono se atacó... (pág.168), que hasta resulta gracioso. Más difíciles de admitir son cosas que cualquier corrector ortográfico de un procesador de textos hubiera señalado, como ...no parecía consagtrarse... (pág.16), o ...requería a lgún tipo de distensión... (pág.211).

Sin embargo, hay un tipo de incoherencias y errores que son aún peores y que le dan al texto un aspecto descuidado (y aquí sería más difícil determinar si la culpa es del propio autor o del editor). Hay un par de frases que parecen haber sido corregidas a medias, como ...le pareció bastante descuidada en el inicio iniciales de su recorrido... (pág.17), donde da la sensación de que el autor primero escribió una cosa y luego la cambió, pero se dejó parte de la frase anterior.

Quizá la incoherencia más grave se refiera al año en que está ambientada la novela (aspecto que en principio tampoco tiene la menor relevancia). Si en un momento dado se nos dice ...un día de verano de 1974 - continuó -. De eso hace ya treinta y cinco años... (pág.61), ¿por qué una serie de informes que incluye la novela (y que se suponen escritos durante la acción de la misma) tienen fecha del 99?: las cuentas no salen. Por si fuera poco, y dadas las características de la novela (que tampoco es plan de explicar aquí), esto supone una distracción, pues hace que el lector se plantee si se trata de un error en la novela o es un hecho deliberado dentro de la intriga que presenta la historia.

Además, hacia el final de la historia se percibe un cambio bastante obvio. Si al principio la ambientación era relativamente atemporal, en su conclusión se ve claramente un aumento de los elementos que la atan a la época actual (móviles, portátiles, Internet, Wikipedia...) y que hasta ese momento no habían tenido protagonismo o presencia. En general, estos errores e incoherencias dan la sensación de que estamos leyendo el borrador de una novela escrita hace 10 años, con una conclusión escrita en la actualidad y una revisión no muy cuidadosa. No se trata de afirmar que sea así: obviamente ni lo sé, ni realmente tendría importancia si fuera ese el caso (en lo que se refiere al proceso de creación de la novela; el descuido en la revisión no sería admisible nunca), pero esa es la impresión que da en ocasiones el texto. Si un lector casual, sin hacer una lectura con lupa (a pesar de lo que pueda parecer), encuentra todas estas cosas, ¿qué no podría haber hecho un editor profesional dedicando el tiempo necesario al libro?

Puede argumentarse que estas cosas no afectan a la calidad del texto en sí, lo que sería discutible (de acuerdo respecto a las erratas, no tanto en lo que se refiere al aspecto descuidado). Ciertamente en este libro no son tantas como para hacer incómoda la lectura (aunque cuando ya en las páginas 16 y 17 te encuentras dos seguidas, uno empieza a preocuparse). En cualquier caso, cualquier incidencia de este estilo que distrae de lo que es la lectura propiamente dicho es algo que debería evitarse. Si me encuentro una página impresa al revés también puedo seguir la lectura dando la vuelta al libro y tampoco es culpa de la novela en sí, pero será igualmente criticable. La diferencia es que en ese caso a lo mejor puedo conseguir que me cambien el libro en la tienda por estar defectuoso: con una errata nunca lo he intentado pero no creo que me lo aceptaran. Eso sí, a lo mejor las editoriales empezaban a preocuparse un poco más por el producto que venden.

En conclusión, El Libro de Nobac es una buena novela, que nos cuenta una historia interesante. Si sirve de alguna indicación o referencia, estaría en el punto medio de lo que han sido hasta ahora los premios Minotauro (en una escala donde lo mejor sería Señores del Olimpo y lo peor Los Sicarios del Cielo). Sin embargo, la calidad del libro se ve necesariamente reducida por los defectos que salpican el texto (no todos achacables a los duendes de imprenta) y que dejan con la sensación de haber leído algo a cuya revisión no se ha dedicado el suficiente esfuerzo. Y eso es lamentable en lo que debería ser uno de los lanzamientos estrella de la temporada para su editorial. Igual que no se admitiría como buena una edición en CD del Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band (o del Nevermind si se prefiere), por muy disco imprescindible que sea, que sonara a hueco o con chasquidos, o con las canciones desordenadas, hay que quitar un punto o dos a la nota final del libro por esos motivos. Y es realmente triste tener que dedicar casi más espacio a comentar esas cosas sobre el libro que a la novela como tal.

Nota: Bien (podría llegar al Notable Bajo con un mejor trabajo de revisión y edición)

Indiana Jones: la Trilogía Original

En 1981, Steven Spielberg venía de fracasar con 1941, una comedia desmadrada bastante inferior (tanto en calidad como en resultados de taquilla) a sus dos anteriores trabajos (Tiburón y Encuentros en la Tercera Fase). Por su parte, George Lucas acababa de producir El Imperio Contraataca, probablemente la mejor película de su archiconocida trilogía galáctica. Lucas había estado pensando en Indiana Jones desde los años 70, rememorando los seriales de aventuras por entregas realizados en los años 30 y 40 (que él había visto en TV), y al parecer ya le había hablado de ello a Spielberg en 1977. A estos dos nombres básicos para esta trilogía se uniría finalmente el tercero: su actor protagonista, un Harrison Ford conocido sobre todo por su papel de Han Solo. A pesar de que Lucas no acababa de estar convencido (pues Ford ya había trabajado con él en sus otras películas, mismo motivo por el que estuvo a punto de no ser Han Solo), era la primera elección de Spielberg, y acabó por imponerse a nombres como los de Tom Selleck o Nick Nolte.

Con la combinación de estos tres nombres se sentaban las bases de lo que acabaría siendo una de las mejores series de películas de aventuras de todos los tiempos. George Lucas aportaba su capacidad de imaginar historias y mundos, reinventando y combinando elementos procedentes de muchas fuentes. Por suerte, Lucas (mejor productor que director) se apoyaba en uno de los directores con más talento de nuestro tiempo, Steven Spielberg. Finalmente, Harrison Ford aportaba su carisma como protagonista. Dicho esto, tampoco habría que olvidarse de John Williams, compositor de una banda sonora (en las tres películas) que acaba de redondear el conjunto, además de crear una serie de temas memorables. Ni del trabajo en el guión de la primera parte de Lawrence Kasdan (guionista también de El Imperio Contraataca), o de la labor en la sala de edición de Michael Kahn, quien se convertiría en montador habitual de las películas de Spielberg.

En Busca del Arca Perdida (1981)

La película empieza con la que acabará convirtiéndose en una de las constantes de la serie: un prólogo sin relación alguna (al menos directa) con el resto de la película. Esto puede verse tanto como una herencia de los seriales en que se basa la creación del personaje y su mundo (en los que es habitual el uso de un cliffhanger, dejando la acción inconclusa al final del episodio para finalizarla al inicio del siguiente), como del inicio de las películas de James Bond (que era lo que se planteaba hacer Spielberg cuando Lucas le dijo que tenía una idea mejor…). En todo caso, esta introducción no es un simple relleno y le sirve a Spielberg para presentarnos al personaje, así como para mostrarnos la primera de las escenas inolvidables de la película: la del robo del ídolo y la huída de la esfera de roca gigante. Además, de una forma u otra, estas escenas tendrán una leve relación con el resto de la trama.

Tras ello, la acción pasa a un ambiente universitario, en la que descubrimos al aventurero de la introducción convertido en un profesor de arqueología, gafas incluidas, en un cambio de aspecto tan radical (o más) que el que se da entre Superman y Clark Kent. Aquí es donde se nos presenta la trama principal, centrada en la búsqueda del Arca de la Alianza, que es “encargada” por el gobierno de los Estados Unidos para que no se hagan con ellas los que son los principales villanos de la saga: los nazis.

La trama nos lleva a diversos lugares exóticos, y conocemos a la chica de la película. Se trata de Marion Ravenwood, hija de un profesor de Jones con la que nuestro protagonista tuvo una relación con aspectos turbios y final doloroso. Marion está alejada del prototipo de chica en apuros (aunque eso no le impide meterse en abundantes líos de los que debe ser rescatada por Indiana), y a lo largo de toda la película da muestras de su iniciativa (y de la resistencia de su hígado). Su intérprete, Karen Allen, encabeza el reparto de coprotagonistas y secundarios, actores poco conocidos pero eficaces, que dan vida a un excelente conjunto tanto de aliados (Marcus Brody, Sallah) como de enemigos (Belloq, la némesis de Jones, o los siniestros nazis encabezados por Toht).

El resto de la película está repleto de escenas inolvidables: el breve enfrentamiento entre Indy y un espadachín en El Cairo (planeado inicialmente como un duelo mucho más largo, pero reducido a lo que se ve en pantalla a causa de los problemas estomacales que afectaban a Ford y a buena parte del equipo), el templo lleno de serpientes (que nuestro héroe odia con todas sus fuerzas), la brutal pelea alrededor del aeroplano nazi, la espectacular persecución en el camión para hacerse con el Arca… Todo ello concluye en un terrorífico y espectacular final apoyado por unos excelentes efectos especiales, realizados (como no) por la Industrial Light and Magic.

Curiosamente, para ser una película “ligera” de aventuras, y obra de un Spielberg al que se suele acusar (no siempre justamente) de forzar los finales felices, esta película concluye con un tono claramente agridulce. Aunque Indiana derrota a los malos y se queda con la chica, la conclusión muestra que el gobierno se ha aprovechado de él y el Arca se esconde en un almacén (que parece adelantarse a lugares similares que veremos en Expediente X) en vez de mostrarse en un museo.

La película fue un éxito tanto entre la crítica como entre el público. Además de ser el título más taquillero de 1981 fue nominada a ocho Oscars (incluido el de Mejor Película), de los que ganaría cuatro, además de un quinto Oscar especial al Montaje de Efectos de Sonido. La clave de su éxito probablemente esté en la recuperación de un estilo de cine de acción y aventuras considerado anticuado en su época, dándole un nuevo barniz de modernidad gracias a los avances tecnológicos y a un guión preciso y lleno de un irónico sentido del humor, encabezados por un personaje y un actor protagonista rebosantes de carisma.

Indiana Jones y El Templo Maldito (1984)

El éxito de la primera película hace se plantee de forma casi inevitable la realización de esta secuela o continuación, aunque curiosamente está ambientada en 1935, un año antes que la película anterior. Entre ambas, Spielberg dirige una de sus películas más conocidas, E.T. (1982), mientras que Lucas concluye su (primera) trilogía galáctica con El Retorno del Jedi (1983). Por su parte, Ford venía de un complejo rodaje en lo que se convertiría en un clásico de culto, Blade Runner (1982).

De nuevo, tenemos una escena inicial ajena al resto de la película, en la que Spielberg homenajea a un par de géneros en los que no había trabajado. Así, los créditos iniciales se ven mezclados con un número musical en el club Obi Wan (uno de los guiños a Star Wars que también abundan en la trilogía) propio de los clásicos de Fred Astaire y Ginger Rogers, y la acción inicial nos presenta a un Harrison Ford que podría perfectamente estar interpretando a James Bond.

Esta vez la trama está más localizada que en la primera parte, sin tanto viaje y cambio de escenario, limitándose a ser una aventura menos “trascendente” situada en la India, alejada de la importancia a nivel arqueológico y estratégico que suponía la búsqueda del Arca de la Alianza. El guión también nos presenta a un Jones que oscila entre sus deseos de buscar fama y fortuna y el comportarse como un héroe (en este caso, salvando a unos niños secuestrados).

Por un lado, esta película tiene un tono más ligero, propiciado por los secundarios que acompañan a Indy. Para empezar, al Doctor Jones le ha “crecido” un compañero infantil, un niño asiático que se hace llamar Tapón, sin duda un elemento creado para que el público más joven empatice con él. Por ello, la película cae en alguno de los defectos que suelen tener las películas con niño, aunque también le sirve a Spielberg para insinuar uno de los temas habituales de su cine, el de las relaciones paterno – filiales. Por otra parte, la chica de la película está muy alejada del papel fuerte que tenía Marion: la cantante Willie Scott responde al prototipo de rubia tonta y superficial. En consecuencia, el humor de la película es bastante poco sofisticado, aunque no por ello menos efectivo.

Por otro lado, esta película tiene algunos de los momentos con mayor oscuridad de la saga. Así, vemos a niños torturados y torturando, corazones arrancados del pecho de sacrificios humanos y al propio héroe maltratando a un niño (aunque sea bajo la influencia de un maligno brebaje), algo inconcebible en el cine comercial estadounidense. Por no hablar de las escenas abiertamente pensadas para provocar desagrado en el espectador, como la de los insectos (que continúan con la tradición iniciada con las serpientes en la primera parte) o la de la cena exótica en el palacio hindú. Como curiosidad, esta película (a sugerencia de Spielberg) condujo a la creación de una nueva categoría intermedia (el PG–13) en las calificaciones por edades estadounidenses, entre el “todos los públicos” y el “para mayores”.

La película también es más abiertamente fantástica que la primera parte. Si en En Busca del Arca Perdida el elemento sobrenatural aparecía poco a poco para estallar en el clímax final, aquí está presente desde el tramo central de la película. Por otra parte, la conclusión de la película depende menos de la exhibición de efectos visuales, aunque no por ello carece de tensión o espectacularidad, gracias a escenas como la persecución de las vagonetas o la del puente colgante.

En general, la película destaca entre las otras dos de la trilogía original por su cambio de temas y escenarios. Por ello mismo, mucha gente cree que carece de los elementos clásicos de las películas de Indiana Jones (los nazis, el desierto, las grandes reliquias religiosas), pero también por eso mismo mucha gente la valora por su originalidad. Y es que con esta trilogía no sucede como con otras, como con Star Wars (en la que parece que el consenso es que El Imperio Contraataca es la mejor de todas), y no hay una película que se considere mejor que las otras.

Indiana Jones y La Última Cruzada (1989)

Entre esta película y la anterior pasaría algún tiempo más que entre la primera y la segunda. Mientras tanto, Spielberg hace sus primeros intentos por ser considerado como un director “serio” con El Color Púrpura (1985) y El Imperio del Sol (1987). Intentos, por otra parte, fallidos: tendría que llegar todavía el momento más adelante con La Lista de Schindler. Lucas, por su parte, se dedicaba a la producción con suerte desigual, desde Dentro del Laberinto (1986) o Willow (1988) a Howard el Pato (1986) y las películas de los Ewoks. Mientras tanto, Harrison Ford se ha convertido ya en una de las mayores estrellas de Hollywood, en títulos como Único Testigo (1985) o Armas de Mujer (1988).

En esta tercera parte se ahonda un poco más en el carácter y, en definitiva, en el personaje de Indiana Jones. Esto ya sucede desde la espectacular escena inicial, que juega con el equivoco de hacernos pensar que estamos viendo al Doctor Jones en acción, hasta que descubrimos que en realidad estamos viendo una aventura del joven Indiana. Una estupenda elipsis nos lleva a la conclusión de la historia en el presente de la película, en el año 1938.

El guión de la película casi puede considerarse un calco o remake de la de la primera parte (y este quizá sea su peor defecto). No sólo es que nos encontramos con los mismos enemigos y reaparezcan personajes secundarios, y que de nuevo se busca un importante objeto de la tradición judeo–cristiana, sino que muchos elementos estructurales de la trama parecen adaptados de En Busca del Arca Perdida. Dicho esto, la película en ningún momento se hace aburrida ni sufre a causa de esta repetición.

El principal hallazgo de la película es el del personaje del Doctor Henry Jones, el padre de Indiana, interpretado por un excelente Sean Connery. La química existente entre Ford y Connery hace de su relación un elemento básico de la película, tanto en sus elementos más cómicos como en los más sentimentales. Por no hablar de la otra excelente pareja cómica que forman Connery y Denholm Elliott, que da vida al inolvidable Marcus Brody, el único hombre capaz de perderse en su propio museo. Quizá porque el núcleo de la película está en la relación entre Indiana Jones y su padre, el personaje femenino está más descuidado, aunque la atractiva Doctora Elsa Schneider cumple con su papel de mujer fatal.

Esta película también cuenta con los mejores momentos cómicos de la trilogía, tanto gracias a lo que es comedia puramente física como a gags apoyados en las ingeniosas frases de su guión. El clímax de la película, además del esperado espectáculo, nos presenta la culminación de la evolución de los personajes principales a la que hemos asistido a lo largo de la película. Y es que la búsqueda del Grial no deja de ser un símbolo de la verdadera búsqueda que realizan los dos Doctores Jones.

El mayor triunfo de esta película es que es más que capaz de ignorar los defectos que le impone la repetición respecto a la primera parte, y sabe convertir en una virtud lo que pudiera parecer un recurso facilón (el emparejar al protagonista con un pariente).

El Futuro de Indiana Jones

Cuando se estrenó la tercera parte, Indiana Jones ya se había convertido en uno de los iconos inconfundibles de la cultura popular moderna. Además de las tres películas, Indiana Jones protagonizaría comics, novelas y videojuegos más allá de las típicas adaptaciones fílmicas. George Lucas también produciría una serie de televisión para contarnos Las Aventuras del Joven Indiana Jones, tan ambiciosa como irregular.

Inevitablemente, durante mucho tiempo se estuvo hablando de una cuarta entrega de la serie (y eso antes de la era de Internet). A bote pronto, algunos de los rumores hablaban de una adaptación del exitoso videojuego Indiana Jones and The Fate of Atlantis, aunque esto parecía más deseo de los fans que algo viable. También se mencionaba que en la hipotética cuarta parte aparecería el hermano de Indiana Jones (por aquello de repetir lo que había dado buen resultado en la tercera película), interpretado nada menos que por Kevin Costner (que a principios de los 90 era una estrella emergente). Todo aquello, como bien sabemos, no pasó del estado de rumor.

Mientras tanto, Steven Spielberg se convertía en una de los más respetados y exitosos directores de cine de la actualidad (y, por que no decirlo, de la historia del séptimo arte), con el público y la crítica rendidos a sus pies. George Lucas tenía tiempo de rodar una segunda trilogía de Star Wars, y acumular el dinero suficiente para dedicarse a hacer lo que quiera, sin importante la opinión del público o la crítica. Mientras tanto, Harrison Ford se dedicaba en estos años a protagonizar productos de calidad cada vez inferior, hasta que se reunión con Spielberg y Lucas para volver al personaje que le dio la fama (con permiso de Han Solo)

El tiempo pasó y, cuando ya parecía imposible, casi 20 años después de la última entrega, se va a producir el estreno de la cuarta película de la saga: Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal. El tiempo ha pasado inevitablemente y la película está ambientada en los años 50 (es difícil pensar en un Harrison Ford sesentón interpretando al personaje que era en los años 30), los malos van a ser los rusos (como corresponde a la época de guerra fría), y hasta es posible que Indiana Jones tenga un hijo (no está muy claro cual es el papel que interpreta el joven Shia LaBeouf). Si el resto de los elementos que han convertido a Indiana Jones en un hito del cine de aventuras seguirán intactos, lo podremos ver en nuestras pantallas muy pronto.