Conan el Bárbaro

Se hace un poco raro salir satisfecho del cine porque la película que se ha visto no es tan mala como uno se esperaba, pero eso es lo que sucede con Conan el Bárbaro. Lo visto hasta el momento en la mediocre campaña de marketing, sumado al nombre del director asociado al proyecto, no invitaba precisamente al optimismo. Las primeras críticas, tanto de aficionados al género y al personaje como de críticos generalistas, confirmaban en su mayoría estas expectativas. Y es cierto, Conan el Bárbaro no es precisamente una buena película, ciertamente no la que se merecen el personaje y su creador, pero no pueden dejar de encontrarse algunos aspectos positivos entre los abundantes problemas del largometraje.

Aunque la película se ha intentado presentar desde el principio como una nueva adaptación del personaje, la sombra del largometraje de 1982 ha sido difícil de esquivar, y tampoco parece que los productores se hayan esforzado mucho por hacerlo. La coincidencia de titulo y logotipo, el contar el origen del personaje, el ser una historia de venganza, e incluso contar con elementos temáticos y estéticos sospechosamente similares, hacen que no quede muy claro si finalmente estamos viendo un remake o no. Por poner un ejemplo cercano en el tiempo, esta película se parecería en su planteamiento, más que a Batman Begins, a Superman Returns (al menos Bryan Singer es un buen director).

Hay que reconocer que la película lo tiene difícil para contentar a los distintos tipos de espectadores que se enfrentan a ella. Por un lado, a los aficionados del personaje original de Robert E. Howard, que echan de menos la adaptación de las historias originales. Por otro lado, a los fans de Arnold Schwarzenegger, muchos de los cuales consideran una herejía que su ídolo no protagonice la película o, en su defecto, algún otro culturista (o estrella de la lucha). Finalmente, quizá los menos exigentes sean los espectadores "mayoritarios", a los que puede que les parezca raro que Conan no se parezca al antiguo gobernador de California, pero a los que tampoco les importara mucho (algunos, como mucho, puede que incluso sepan que hay cómics de Conan...)

El director de este Conan el Bárbaro es Marcus Nispel, procedente del mundo del videoclip, y cuya carrera incluye un par de remakes de clásicos del terror de los 70 y la fallida película de aventuras Pathfinder: El Guía del Desfiladero (otro remake). Con ese curriculum no podía esperarse gran cosa, aunque quizá con este largometraje haya hecho su mejor trabajo. Sin embargo, todo parece indicar que el es el principal responsable de algunos de los mayores defectos de la película (además, para eso es el director).

Para la historia, de forma difícilmente justificable, se ha optado por ignorar la obra de Robert E. Howard y crear una historia nueva para contarnos el origen del personaje, como ya se hizo en la película de 1982. Hubiera sido muy fácil adaptar uno de los relatos de Howard (o juntar un par), siendo que siempre es mas fácil adaptar textos breves que novelas, y además se hubieran ganado puntos con los fans del personaje literario, y se hubiera podido utilizar la fidelidad al original como herramienta de venta de la película. Sin embargo, se ha optado por el pastiche, por contar una historia que esta más próxima a los títulos publicados en los 80 y 90 por autores de encargo. Y, como sucede con estos mismos libros, no es fácil hacer compatible la historia con una continuidad basada en las historias originales: parece que hay que asumir que el Conan cinematográfico no es el literario. Y, como sucede con muchos de los pastiches, el tono de la historia no es el de los relatos escritos por Howard. Aunque Conan no deja de oponerse en ocasiones a grandes amenazas de proporciones épicas, la mayor parte de las veces los peligros a los que se enfrenta tienen un ámbito mucho más limitado (y, en muchos casos, estas son sus mejores historias). Por el contrario, el Conan de los pastiches (incluyendo la historia de esta película) suele tener que derrotar a un hechicero que quiere hacerse con el poder absoluto y acabar con el mundo como se le conoce.

Por otra parte, quienes han seguido de cerca el proceso de producción de esta película cuentan que el guión definitivo (con ajustes y reescrituras de última hora de gente como Sean Hood, realmente interesado en el personaje original) se ha librado de elementos realmente lamentables que aparecían en los primeros borradores. Aun así, la historia sigue siendo mediocre, como lo son la mayoría de los diálogos, aunque se agradecen algunos guiños a los textos de Howard, por breves y fuera de contexto que estén. También parece ser que la mayor parte del guión dedicado a la exposición o a desarrollar un poco las motivaciones de los personajes se ha quedado por el camino, sea porque Nispel decidió eliminar estas escenas en la sala de montaje o porque ni siquiera se dignó a rodarlas. Como resultado, la película se convierte en una secuencia de escenas de acción tras escenas de acción que acaban saturando al espectador con un ritmo excesivo: la película no se hace larga (tampoco lo es), pero en ocasiones se agradecería un ritmo más pausado.

De cualquier personaje literario pueden existir tantas interpretaciones distintas como lectores, y hay que reconocer que el Conan de esta película está más próximo al creado por Howard que el de 1982. En la película tenemos ocasión de asistir a sus grandes alegrías y a sus grandes melancolías, y vemos a Conan no sólo como un guerrero individualista (capaz de ahuyentar a un enemigo con la fuerza de su presencia), sino también como un líder de hombres. Ahora bien, algunos aspectos son más discutibles. En un momento dado Conan es presentado como un libertador de esclavos, para más tarde aparecer como un torturador sádico: ninguno de los dos extremos parecen propios del Conan de Howard. Por no hablar de su tratamiento de Tamara, la protagonista femenina, que además hace que la evolución de su relación no resulte nada creíble. Pero claro, si Nispel se dedica a dar entrevistas en las que dice que ha querido mostrar a "Conan el Misógino"... Conan no es que vaya a ser un adalid del feminismo, pero ¿misógino?

El mundo Hiborio en el que se mueve Conan está moderadamente bien representado, dando la sensación que se ha querido mantener un tono estético acorde con lo establecido con los actuales cómics publicados por Dark Horse. Dicho esto, no hay pocas incongruencias a poco que uno intente buscarle un poco de lógica y coherencia a la geografía (en su mayor parte inventada para la ocasión) y a las culturas que aparecen en la película. Por cierto, y como anécdota, creo que Conan no menciona a Crom en toda la película: una muestra más del desdén por la ambientación original.

Quien mejor parado sale de la película es sin duda su protagonista, un Jason Momoa que ha sabido superar las dudas iniciales que su selección ocasionó. No era fácil seguir los pasos de un Arnold Schwarzenegger que, a pesar de su poca adecuación para interpretar al Conan de Howard, supo crear una imagen que poca gente consigue separar del personaje. La caracterización de Momoa como Conan es casi perfecta (sólo le faltan los ojos azules...), y su físico resulta más creíble como guerrero que el de un culturista depilado y aceitado. Además, en este Conan no vemos sólo la tremenda fortaleza del personaje, sino también su agilidad felina. Y, por supuesto, Momoa resulta mejor actor que un joven culturista austriaco que apenas podía decir sus frases sin un fuerte acento. En cierto modo, le sucede lo mismo que a James Purefoy en Solomon Kane: actor y personaje merecían una película mejor.

Stephen Lang (Avatar) y Rose McGowan (Planet Terror) dan vida correctamente a los villanos del film, aunque sus personajes resultan excesivos y casi caricaturescos y, de nuevo, lastrados por una falta de definición habitual en toda la película. La belleza de Rachel Nichols (G.I:Joe) es lo único destacable de su presencia en la película. En su descargo hay que decir que el guión tampoco parece tener muy claro si su personaje es más una mujer de acción a lo Valeria o Bêlit, o una típica damisela en peligro, con lo que pasa de un extremo a otro sin más explicación. Del resto del reparto hay que mencionar al siempre correcto Ron Perlman (Hellboy) y a Leo Howard, que interpreta al Conan adolescente en la primera parte de la película, haciendo también un buen trabajo. En general, todos los actores del reparto hacen lo que pueden con las frases que les han tocado en el guión, pero no tienen mucho material con el que trabajar.

También debe mencionarse la breve intervención de Morgan Freeman, que da voz al narrador que introduce la película y explica la transición del Conan adolescente al maduro. Esa transición da muestra una vez más de la ineptitud de Nispel: mientras Freeman nos habla de las aventuras que ha tenido Conan cualquier director hubiera acompañado sus palabras con un montaje ilustrativo. Nispel nos obsequia con una pantalla en negro...

Pasando a considerar los aspectos técnicos, la fotografía y los efectos especiales de la película son correctos, combinando los paisajes de Bulgaria con fondos generados por ordenador para presentarnos unos reinos Hiborios más variados y espectaculares que los que vimos en 1982. Los efectos flaquean más en algunas criaturas generadas por ordenador, como unos prescindibles elefantes que acompañan al malvado Khalar Zym. Vestuario y ambientación en general también aprueban sin problemas, con un equilibrio razonable entre realismo y fantasía. El montaje de las secuencias de acción es igualmente irregular, oscilando entre lo claro de algunas secuencias (la persecución en el bosque) y lo totalmente confuso de otras (el guardián acuático). Como ya se ha comentado, este Conan es más rápido que versiones anteriores en su estilo de lucha, pero también abusa de los tajos dados con la espada empuñada a la inversa (como para apuñalar), que parecen más propios de una película de ninjas que de un bárbaro de Cimmeria. Por su parte, el montaje entre escenas es prácticamente inexistente, sin que llegue a crear una sensación de la distancia o el tiempo que transcurre entre una escena de acción y la siguiente. Este montaje frenético dificulta que ninguna escena pueda tener impacto emocional, pues no se deja tiempo para asimilarlas. Por no hablar de algunos momentos en los que la continuidad parece desaparecer, con amaneceres que se producen de forma instantánea y armaduras que dejan de usarse sin más explicación.

Por supuesto, la película ha caído en la tentación de convertirse al 3D en su post – producción, es de suponer que con los habituales resultados decepcionantes cuando se aborda de esta manera la imagen tridimensional. En general, parece que la producción intenta jugar la carta de ser "cool" y políticamente incorrecta. Esto hace que muchas cosas parezcan ideadas por una mentalidad infantil (o, si se prefiere, inmadura), como si los creadores se hubieran pasado todo el proyecto en plan: ¿y no molaría que...? ¿...que salga un barco cargado por elefantes? ¿...que el malo use una cimitarra doble? ¿...que la mala lleve unas garras a lo Freddy? ¿...que los Pictos gruñan como animales? ¿...y si la hacemos en 3D?. Y, además, para que se note que vamos en serio, vamos a decir que haya sangre y tetas... (aunque luego hay más de todo eso en series de TV como la excesiva Spartacus). Hubiera sido preferible una película más fiel a Howard (o, al menos, mejor hecha) aunque hubiera sido "para todos los públicos" (aunque, de acuerdo, no hubiera sido fácil...)

Si hay algo que casi nadie discute de la película de 1982 es que la música compuesta por Basil Poledouris es una de las mejores bandas sonoras de la historia del cine. Fuese quien fuese el elegido para esta película, lo iba a tener francamente difícil para evitar las comparaciones. Si encima el elegido es Tyler Bates, un compositor con un estilo totalmente diferente, más apropiado para la creación de texturas que de melodías, la batalla puede darse por perdida de antemano. Bates hace uno de sus habituales trabajos funcionales, sin nada especialmente memorable, pero que tampoco funciona mal en el contexto de la película.

Lo peor de todo, al menos para los aficionados al Conan de Howard, es que una vez más se perpetúa entre el público una imagen incompleta y sesgada del personaje, y se le relaciona con una película que va a ser sinónimo de decepción. Por otra parte, el batacazo en taquilla de la película en el fin de semana de su estreno hace que las perspectivas para Conan como franquicia cinematográfica no sean buenas. La película cuenta con la desventaja en taquilla de su clasificación por edades: un “R” raramente garantiza resultados espectaculares de recaudación. El marketing del proyecto ha sido sin duda insuficiente, y no se ha sabido interesar a un público saturado por remakes (o similares…). Las críticas y el “boca a oreja” tampoco parece que le vayan a hacer aumentar los ingresos, aunque es un título que puede funcionar bien en el mercado doméstico. Teniendo en cuenta que el fin de semana de su estreno la película ha recaudado más o menos lo mismo que recaudó la de 1982 (sin ajustes por la inflación), puede decirse sin miedo a equivocarse que la película ha sido un fracaso.

Lógicamente, esta no es una película que sea un buen modelo a seguir para lanzar una serie de títulos protagonizados por Conan, y quizá un éxito en taquilla hubiera transmitido el mensaje de que esta es la manera de llevar al personaje a la gran pantalla. Con unos resultados simplemente mediocres, siempre queda la esperanza de que un mejor director haga un trabajo de mayor calidad en las inevitables continuaciones (pues el protagonista adecuado parece haberse encontrado). Además, Sean Hood ha comentado su interés por desarrollar un guión a partir de un par de historias de Howard, posiblemente con Black Colossus como historia principal y empleando The Frost Giant's Daughter como secuencia introductoria (a lo 007). Ahora, llegar a ver algún día esto hecho realidad parece menos probable, sobre todo gracias a Marcus Nispel y a los responsables de esta historia (productores y guionistas), que quizá es que simplemente no hayan sabido hacer un trabajo mejor por mucho empeño que hayan puesto (eso hay que reconocérselo: se nota mucha más desidia y desgana en la cuarta entrega de Piratas del Caribe, por ejemplo). Aunque si se tiene en cuenta que se van a estrenar secuelas de Ghost Rider y de G.I. Joe, quizá todo es posible y dentro de unos pocos años podamos ver de nuevo a Conan espada en mano, dominando las relucientes salas de cine.