El Lobo Blanco y la Espada Negra: el Campeón Eterno de Michael Moorcock

Michael Moorcock es un prolífico escritor británico nacido en 1939 que lleva dedicándose al fantástico y a la ciencia ficción (entre otros géneros) desde los años 60. También fue uno de los principales impulsores del movimiento literario conocido como New Wave, desde su puesto como editor de la revista New Worlds. Iconoclasta y polémico, además de por la literatura también ha mostrado interés en participar en otros campos de la creación como la música y el comic. En los últimos años parece dedicarse menos a la literatura de género y más a escribir literatura "seria" (mainstream, que dicen en inglés).

Sin duda alguna, su creación más conocida es la de El Campeón Eterno (especialmente a través de una de sus encarnaciones: Elric de Melniboné). Se trata de una figura mítica y trágica, que adopta distintas identidades en múltiples dimensiones o universos: lo que se conoce como el Multiverso. Muchas de sus novelas de género fantástico (si no todas) giran alrededor de este concepto.

En el Multiverso, Moorcock transforma el típico enfrentamiento entre el Bien y el Mal alrededor del que giran muchas otras obras fantásticas en una lucha entre Orden y Caos. Una tercera fuerza, el Equilibrio (también conocido como la Balanza Cósmica), hace todo lo posible para que no prevalezca ninguna de las otras dos, lo que sería catastrófico para el mundo. El Campeón Eterno es el paladín que emplea el Equilibrio para luchar contra las otras fuerzas dominantes, normalmente sin que él mismo sea consciente de su papel y su destino. También puede interpretarse que el Campeón Eterno lucha a favor del Orden, pero esto aparentemente sólo es así porque el desequilibrio suele estar provocado por las fuerzas del Caos (lógico, teniendo en cuenta su propia naturaleza). Todo esto suena muy épico, muy grandilocuente y muy filosófico, y en muchas ocasiones es cierto que lo es (incluso habrá quien lo llegue a considerar pretencioso). Pero Moorcock también le da en ocasiones a sus textos un sentido del humor irónico bastante refrescante que equilibra la profundidad del material (aunque, insisto, el denominador común es más trágico que cómico: no estamos hablando de Terry Pratchett)

Así, Moorcock presenta distintos personajes, encarnaciones del mismo Campeón Eterno, en distintos planos del Multiverso. Elric, Corum, Erekosë, Dorian Hawkmoon… son sólo algunas de las encarnaciones más famosas de esta figura heroica (o antiheroica). Se puede hablar de una gran Saga dedicada al Campeón Eterno, que estaría dividida en una serie de Ciclos dedicados a una encarnación concreta, como pueda ser Elric, por ejemplo. Para hacerse una idea de la extensión del material dedicado al Campeón Eterno, no hay más que echar un vistazo a la publicación hace unos años (en el mercado anglosajón) de una serie de ediciones teóricamente definitivas con el canon de todo lo que Moorcock había dedicado a esta figura. Esta edición se compone de unos 15 volúmenes de tipo omnibus (recopilaciones de varias novelas); es decir, que estaríamos hablando del orden de unas 50 novelas. Aún teniendo en cuenta que se trata de novelas no especialmente extensas, el total de páginas alcanza los varios miles. Y, por si eso fuera poco, realmente esta edición no contendría todo el material relacionado con el Campeón Eterno, faltando textos excluidos por el propio autor o escritos con posterioridad.

Por suerte para el lector, todos estos ciclos pueden ser leídos y disfrutados de forma totalmente independiente, aunque es de suponer que se obtendrá una mayor perspectiva global al leerlos todos en el orden apropiado. Lo mismo puede decirse (aunque en menor medida) de las novelas que componen cada ciclo individual: en la mayor parte de los casos son historias independientes protagonizadas por el mismo personaje, sin una continuidad realmente estricta. De todas maneras, para los interesados, el orden en que aparecen comentados los distintos ciclos más adelante se corresponde más o menos con el orden canónico de lectura (aunque entre los ciclos de Corum y Elric habría cierto solapamiento, y no está claro si debe empezarse por Von Bek o por Erekosë). Y, en todo caso, nunca estamos hablando de un orden cronológico estricto: el tiempo en el Multiverso es muy relativo y es posible encontrar el mismo hecho narrado o mencionado con una separación de páginas y páginas.

Las historias de Michael Moorcock nacen como reacción a una literatura fantástica tradicional (representada principalmente por Tolkien y Howard), que considera retrógada y repleta de clichés. Sin duda, en esto último influye inevitablemente la situación social del propio autor. Podemos considerar que Howard escribe desde la perspectiva de un trabajador de una época de depresión; y Tolkien como un académico más o menos acomodado de postguerra. Michael Moorcock, así, se muestra claramente como un autor hippie, influido por la contracultura de los años sesenta. Moorcock también critica el conservadurismo presente en las obras de algunos autores, como Lovecraft y Heinlein, o la alegoría religiosa en C.S. Lewis. No critica estas ideologías en sí (aunque es obvio que no las comparte), ni la calidad literaria de sus obras, sino la presencia de elementos ideológicos en estas. Eso sí, lo cierto es que también es posible encontrar reflejos (aunque quizá no tan claros) de la ideología de Moorcock en sus propias historias.

Para ser justos, hay que reconocer que muchos de los libros de Moorcock también caen en el tópico y en la fórmula, aunque se trate de tópicos y fórmulas originales y creados por él mismo. Muchas de sus tramas más flojas se reducen a poner al protagonista en un paisaje irreal tras otro o enfrentarlo a una u otra criatura extraña. Es cierto que las descripciones y conceptos de estos ambientes y seres irreales (y, normalmente, Caóticos) son imaginativos, sorprendentes y no repetitivos, pero la idea de fondo es siempre la misma. Además, y aunque sus protagonistas son siempre distintos, no dejan de tener muchos elementos en común por el hecho de ser encarnaciones del Campeón Eterno: desde luchar (con mayor o menor convicción) contra el Caos, hasta tener siempre un Compañero y una Amada (¿también encarnaciones de un concepto Eterno?). De todas formas, es precisamente en los personajes y en su psicología en lo que se centra su obra: sus historias son más orientadas a los personajes que a la trama.

En el mercado español han estado disponibles apenas la mitad de estas novelas (muchas en ediciones descatalogadas desde hace años), básicamente a través de las colecciones Futurópolis de la editorial Miraguano, y Fantasy y Gran Fantasy de Martínez Roca. Recientemente, Minotauro ha publicado los libros dedicados a Jerry Cornelius, y Edhasa está volviendo a editar el ciclo de Elric (esperemos que revisando las traducciones y eliminando algunas leves inconsistencias de las existentes). En esas novelas y relatos es en los que se basa este artículo. Por suerte, en ellas se encuentran las aventuras y desventuras de las principales y más celebradas encarnaciones del Campeón Eterno. El resto de material parece estar formado en su mayor parte por relatos cortos y novelas que no forman grandes ciclos relacionados, por lo que la "pérdida" no parece ser demasiado grave.

La Familia Von Bek

La familia formada por los descendientes de Ulrich Von Bek parece tener un papel un poco especial en la saga del Campeón Eterno, apareciendo sus miembros en ocasiones como protagonistas y en otras como acompañantes del propio Campeón.

Ulrich Von Bek es el protagonista de El Perro de la Guerra y el Dolor del Mundo (1981). Se trata de un desencantado y racional capitán de mercenarios en una Europa arrasada por la Guerra de los Treinta Años. Ulrich realiza un sorprendente pacto con el Diablo, para encontrar el mítico Grial, lo que le conduce a familiarizarse con un aspecto irracional del mundo que no conocía.

La historia tiene muchos elementos comunes con el resto de ciclos del Campeón Eterno: el Compañero, el amor trágico, la mención de nombres familiares para los que conocen otras obras de la saga… Sin embargo, en ningún momento se dice que Von Bek sea una encarnación del Campeón. En cierto modo esta novela, con su mezcla de historia y alegoría, podría considerarse un acercamiento a esa literatura “seria” que se mencionaba más arriba, capaz de atraer a un público que normalmente no se interesaría por el fantástico.

El ciclo se completa con otros dos libros, The City in the Autumn Stars (1986) y The Pleasure Garden of Felipe Sagittarius (1965), protagonizados por otros miembros de la familia Von Bek. Miembros de esta familia también aparecen en otras historias, muchas de las cuales han sido reescritas por Moorcock para pasar a ser protagonizadas por un Von Bek (como es el caso de la mencionada The Pleasure Garden of Felipe Sagittarius). Otro título, protagonizado por un Von Bek del siglo XIX, es The Brothel in Rosenstrasse (1982), pero al parecer Moorcock no lo incluye dentro de este ciclo.

Erekosë, el Campeón Eterno

John Daker, ciudadano londinense de nuestro mundo, es arrastrado a un universo en el que es el legendario héroe Erekosë. Daker es especial entre otras encarnaciones del Campeón Eterno por el hecho de que es capaz de recordar sus otras encarnaciones. En estas historias se produce el choque entre los recuerdos de John Daker, el hombre del siglo XX, y Erekosë, el guerrero. Además, sus sueños se ven poblados por recuerdos de otros Campeones, como Elric, Corum o Hawkmoon. La narración se realiza en primera persona, lo que nos permite conocer de primera mano estos sueños y dudas del protagonista.

El Campeón Eterno (1970) nos cuenta la historia de Erekosë en la guerra entre los humanos y los Eldren (una raza de seres semihumanos). Erekosë es invocado por los humanos, que necesitan a un héroe legendario como aliado y líder en su lucha. John Daker se plantea constantemente su papel en esta guerra, aunque también le domina el ansia de batalla debido a su personalidad heroica como Erekosë.

En Fénix de Obsidiana (1970) Erekosë se convierte en Urlik Skarsol, otra encarnación del Campeón Eterno en otra Tierra (más fantástica e irreal que la de la novela anterior). La historia es algo floja, pero la novela tiene el interés de que en ella se empiezan a mencionar muchos de los conceptos básicos de la cosmología del Multiverso: el Orden y el Caos, la Espada Negra… Aquí aparece también la Crónica de la Espada Negra empleada a modo de obra ficticia con la que encabezar capítulos o crear prólogos.

Finalmente, El Dragón en la Espada (1987) cierra el ciclo con un nuevo cambio de universo para el protagonista. Se trata de una novela tan extensa como las dos anteriores juntas, y por su estilo es bastante evidente que se escribió mucho después que las otras dos. A Erekosë se le une otro hombre de nuestro mundo: un miembro de la familia Von Bek que lucha contra los nazis. El Caos quiere apoderarse de este universo, y Erekosë debe impedirlo, para lo que deberá apoderarse de la Espada del Dragón. Aquí el tema de la lucha entre el Orden y el Caos, con el Equilibrio de por medio, se menciona ya en su máxima expresión. Además, aparecen muchos elementos que lo conectan con el resto de ciclos: se dice que los Eldren, los Vadhagh y los Melniboneses vienen a ser la misma raza, que Mabden es otro nombre para los humanos, aparece Sepiriz (un caballero vestido de negro y oro) como servidor del Equilibrio y guía ocasional del Campeón Eterno...

Las tres novelas que forman el ciclo son tres historias totalmente independientes, sin más hilo conductor que el que proporciona el protagonista, aunque sí que es cierto que se ve en él una evolución. Su lectura facilita interpretar de acuerdo al concepto de Campeón Eterno otros ciclos, en los que este tema no siempre es evidente, pero que puede encontrarse si el lector sabe como buscar con la ayuda de las referencias que aparecen aquí.

El hecho de estar narrado en primera persona, y por un narrador del “mundo real” también sirve de ayuda para que el lector se vaya familiarizando con conceptos del Multiverso que al principio resultan tan sorprendentes para él como para el propio John Daker. Probablemente por ese motivo sean recomendables como “puntos de entrada” al Multiverso tanto este ciclo como el de Von Bek (al menos para los lectores menos acostumbrados al fantástico). En ambos casos se trata de relatos en primera persona narrados por un protagonista que tiene más en común con el lector que otros personajes como Corum o Elric.

Dorian Hawkmoon

De acuerdo al propio Moorcock, escribió los libros que forman este ciclo en unos tres días (cada uno, claro). Esto se ha utilizado muchas veces en contra de unos libros que, sin estar entre lo mejor de su obra, al menos son una lectura entretenida. Y es que Moorcock ofrece material interesante hasta en sus trabajos más puramente alimenticios.

Las aventuras de Hawkmoon se desarrollan en la Tierra, en un futuro lejano posterior a una gran catástrofe (probablemente de tipo nuclear) y la posterior recuperación: el Milenio Trágico. En esta sociedad feudal se mezclan aspectos fantástico-medievales y futuristas: las espadas conviven con armas que lanzan chorros de fuego, los caballos y unicornios con las naves voladoras, y la ciencia y la tecnología se confunden con la magia.

El Imperio Oscuro de Granbretán (en el mundo de Hawkmoon la mayoría de los nombres de lugares son deformaciones de nombres con los que estamos familiarizados) está formado por decadentes ciudadanos, que se organizan en órdenes y se cubren el rostro con máscaras de animales. Granbretán, gracias a su superioridad militar y tecnológica planea conquistar toda Europa (y expandirse a otros continentes).

La presentación de los personajes y su mundo se realiza en La Joya en la Frente (1967): el Conde Brass, el propio Hawkmoon, su amada Yisselda, su acompañante Oladahn, su enemigo Meliadus. La sencilla historia gira alrededor de una gema implantada en la frente de Hawkmoon por el Imperio de Granbretán, en el contexto de la guerra imperialista de este. Como curiosidad, en estos libros la crónica ficticia que se emplea es La Alta Historia del Bastón Rúnico. Es interesante que, aunque el Imperio de Granbretán se presenta en muchos aspectos como el típico gran imperio maligno, el Conde Brass expresa al inicio de la historia cierto apoyo por el orden y estabilidad que aporta Granbretán a una caótica Europa. Así, puede pensarse que Granbretán representa al Orden (aunque tiene elementos que parecen acercarle más al Caos), y que en este caso el Campeón Eterno lucha en contra del Orden (y no en contra del Caos, como es más típico). De todas formas, en general en este punto Moorcock aún no parece haber desarrollado sus conceptos del Multiverso como más adelante en su carrera, y todas las interpretaciones de este tipo son necesariamente especulativas.

La historia continúa en El Amuleto del Dios Loco (1968), en la que se presenta un nuevo personaje importante: Huillam d’Averc. Aunque ya había aparecido en el anterior libro, en este cobra más relevancia el Guerrero de Negro y Oro, y la resistencia de Hawkmoon por aceptar su destino como servidor del Bastón Rúnico.

En La Espada del Amanecer (1968) se empieza a mostrar con más detalle la cultura y la civilización de Granbretán. Por su parte, las aventuras de Hawkmoon le llevan cada vez por territorios más fantásticos, irreales y legendarios.

El ciclo se cierra con El Bastón Rúnico (1969), en el que Hawkmoon debe decidir si acepta que su destino está unido al Bastón Rúnico (que representa al Equilibrio), a la vez que la guerra entre Granbretán y los escasos territorios que se resisten al Imperio llega a su fin.

En el caso de este ciclo, es recomendable (casi imprescindible) leerse todas sus partes y en el orden adecuado: forman una historia continua de manera más tradicional que en otros de los ciclos comentados. Por otra parte, las historias individuales resultan un poco flojas, pero mejoran algo si se consideran como partes de un todo. El uso del Guerrero de Negro y Oro y de artilugios mágicos como deus ex–machina para desarrollar la trama es excesivo, en unas historias en las que el papel de la predestinación ya desempeña un papel bastante importante de por sí. En cierto modo, esta puede considerarse una tetralogía del género bastante típica, si no fuera por elementos que la llevan a aproximarse a lo que se suele llamar science fantasy, y por su ambientación. De todas formas, Moorcock no es un creador de mundos al uso, y su Milenio Trágico se queda más como una serie de esbozos que como un mundo desarrollado al estilo de Tolkien y sus imitadores.

Corum Jhaelen Irsei

El ciclo de Corum se divide en dos trilogías, que suelen conocerse como El Príncipe de la Túnica Escarlata (o Trilogía de las Espadas) y El Príncipe de la Mano de Plata. Esta es la única obra de Moorcock que tiene fundamentos procedentes de una mitología real, en este caso, la céltica (y más en concreto, la de Cornualles).

Corum Jhaelen Irsei (que quiere decir precisamente Corum, el Príncipe de la Túnica Escarlata) es un príncipe de los Vadhagh, una raza moribunda de la que él es uno de los últimos representantes. Los Vadhagh están siendo exterminados por los Mabden (los humanos), una raza en expansión y que parece contar con el apoyo del Caos. Los Vadhagh son un pueblo avanzado y civilizado, con muchos conocimientos que mentes más primitivas calificarían de brujería. En los distintos planos de este universo reinan los tres Señores de las Espadas, que es como se conoce aquí a los Señores del Caos. Corum cae víctima de esta guerra emprendida por los Mabden y pierde un ojo y una mano, que posteriormente serán reemplazados por unos miembros de características un tanto peculiares.

La introducción del personaje se realiza en El Caballero de las Espadas (1971), en la que se nos presenta a Corum y a su mundo, averiguamos como obtiene sus particulares ojo y mano, y presenciamos su enfrentamiento con uno de los Señores de las Espadas: Arioch, el Caballero de las Espadas. Curiosamente, Corum inicialmente no parece tener muchos problemas en aceptar su papel como paladín del Orden (su opinión irá evolucionando algo a lo largo de la trilogía).

En La Reina de las Espadas (1971), Corum debe viajar al plano de Xiombarg, la Reina de las Espadas, para buscar aliados contra la propia Señora del Caos. Ahora Corum va acompañado por Jhary–a–Conel, un misterioso sujeto que conoce muy bien la cosmología del Multiverso, por el que viaja como Compañero del Campeón Eterno. Al igual que Erekosë, Jhary parece recordar sus otras encarnaciones, aunque parece tener bastantes menos problemas al respecto. La guerra de exterminio de los Mabden (ahora liderados por el Príncipe Gaynor el Maldito, condenado a servir al Caos) se extiende a los Mabden que no están del lado del Caos, y la intervención de los Señores del Orden y de la propia Balanza Cósmica se muestra en esta historia.

La primera trilogía concluye con El Rey de las Espadas (1971), en la que la paz que parecía haber logrado Corum se rompe por culpa de una misteriosa enfermedad, y Arkyn (el Señor del Orden) le encomienda buscar la ciudad de Tanelorn para poner remedio a esta plaga sobrenatural. Este libro sigue la tónica del anterior, con diversos saltos de un plano a otro, pero dos de estos viajes dimensionales lo hacen más interesante. En uno de ellos, Corum es transportado al Cornualles de nuestro mundo (donde a los Vadhagh se les conoce como "Elfos"), y en otro de ellos debe entrar en la Torre Evanescente junto a Elric y Erekosë.

La trilogía del Príncipe de la Túnica Escarlata es un trabajo fantástico bastante tradicional, al menos dentro del estilo propio de Moorcock. En él la lucha épica entre el Caos y el Orden se produce con el trasfondo de una guerra entre mortales, aunque los protagonistas no participan en ella y resuelven los conflictos mediante el viaje a otros planos o dimensiones, cuyos eventos también afectan a su mundo.

La segunda trilogía de Corum se inicia con El Toro y la Lanza (1973). Ha pasado bastante tiempo de los hechos narrados en la anterior serie, y Corum está atormentado por la pérdida de sus seres queridos. Esto le lleva a responder a la invocación que hacen desde su futuro unos Mabden que le buscan como a un héroe legendario (de manera similar a lo sucedido con Erekosë). Corum y los Mabden deben enfrentarse a las tropas de los Fhoi Myore, siete gigantes moribundos que quieren conquistar el mundo. Curiosamente, en esta trilogía no se produce ningún enfrentamiento relacionado con la lucha entre Orden y Caos, y el Campeón Eterno se enfrenta a una amenaza no relacionada con este conflicto. Los elementos célticos están más presentes aún en esta trilogía, tanto en nombres como en personajes y elementos de la trama (como son los "tesoros" de los Mabden).

En El Roble y el Carnero (1973) Corum debe liberar al Gran Rey de los Mabden para que estos se unifiquen, y buscar los dos tesoros que dan título al libro para así acabar con el hechizo que pesa sobre él.

El enfrentamiento final entre los Mabden y los Fhoi Myore se narra en La Espada y el Corcel. En este libro se incluyen la mayor parte de las referencias a la mitología del Campeón Eterno que aparecen en esta trilogía. El herrero Goffanon forja una espada para Corum, de la que este desconfía (al recibirla tiene visiones de una espada negra) y que acaba siendo bautizada de manera apropiada. También hay referencias más sutiles relacionadas con Melniboné. Además, a lo largo de esta trilogía, Jhary–a–Conel hace varias referencias a sus aventuras con Hawkmoon, que remiten a las Crónicas del Castillo de Brass.

Esta segunda trilogía resulta más original que la primera dentro del material dedicado al Campeón Eterno. Su ambientación céltica (anterior a que este tipo de material se pusiera de moda) y el no estar involucrada en el conflicto entre el Orden y el Caos la hacen menos "rutinaria" que la primera trilogía.

Elric de Melniboné

Elric es, sin lugar a dudas, el personaje más popular e influyente de los creados por Michael Moorcock. Su caracterización se basa en invertir los estereotipos de los héroes fantásticos a lo Conan y similares. No es un hombre musculoso y bronceado, sino un albino que necesita de elixires o de su espada demoníaca para no ser un ser débil y enfermizo. No es un bárbaro que conquista una corona, sino el refinado emperador de una civilización decadente que abandona su trono. No teme a la brujería, sino que es uno de los hechiceros más poderosos de su mundo. No le motiva el ansia de poder o riqueza, sino la búsqueda de la paz interior y de un propósito a su atormentada existencia. Así es Elric de Melniboné, también conocido como el Lobo Blanco, y llamado Asesino de Mujeres y Ladrón de Almas.

Mención aparte merece su espada Tormentosa (Portadora de Tormentas sería una traducción más fiel del original Stormbringer, pero el traductor al castellano ha optado por un nombre de una longitud menos excesiva): una espada demoníaca, de metal negro y cubierta de runas, que se alimenta de las almas de aquellos a los que mata, y cuya energía transmite a quien la empuña. Sin duda, tampoco es la espada mágica típica de un héroe. Tormentosa es un personaje casi tan importante como el propio Elric, y la relación de dependencia (por no decir adicción) entre ambos es uno de los elementos más importantes de las historias de Elric.

Elric es un personaje trágico, introspectivo, complejo y angustiado. Su alienación y su fatal destino son elementos imprescindibles a la hora de comprenderlo. Sus compatriotas Melniboneses son una civilización milenaria, un pueblo amoral y decadente, dedicado a la búsqueda del propio placer, de manera cruel y egoísta. Elric es distinto a ellos: tiene una conciencia y un sentido de la moral que lo apartan de sus compatriotas, además de interés y curiosidad por el mundo de fuera de Melniboné. Por otra parte, en los Reinos Jóvenes (que es como se conoce a los reinos no Melniboneses), Elric también es un extraño para todos y un ser necesariamente solitario: su raza Melnibonesa y su albinismo lo marcan entre los humanos de los Reinos Jóvenes, así como su trágica e infame leyenda.

La historia de la publicación de los relatos de Elric es un poco enrevesada. Elric apareció por primera vez en una serie de relatos o novelas cortas publicadas en la revista Science Fantasy, que fueron recopiladas en los libros The Stealer of Souls (1963) y Stormbringer (1963). Moorcock siguió escribiendo relatos de Elric, y en los años 70 se publicó todo este material en forma de seis libros, con la historia reordenada de manera cronológica y, en algunos casos, diversas revisiones. Los seis títulos son Elric of Melniboné, The Sailor on the Seas of Fate, The Weird of the White Wolf, The Vanishing Tower, The Bane of the Black Sword, y Stormbringer (este último al parecer con una versión más completa que el texto publicado anteriormente). Los relatos inicialmente incluidos en The Stealer of Souls se repartieron entre The Weird of the White Wolf y The Bane of the Black Sword. Más adelante, a esta serie se añadieron los títulos The Fortress of the Pearl (1989) y The Revenge of the Rose (1991), situados cronológicamente entre los demás. Más recientemente, Moorcock ha escrito otros tres libros dedicados a Elric: The Dreamthief's Daughter (2001), The Skrayling Tree (2003) y The White Wolf's Son (2005). Al parecer, esta trilogía (relacionada con el ciclo de la familia Von Bek) tiene características que la sitúan al margen de la cronología normal (y el propio Moorcock aconseja leerla después del resto), en ocasiones con justificaciones tan aparentemente poco razonables como convertir en viajes oníricos de Elric lo que se narra en estos libros.

Por cierto, con este ciclo se realiza el estudio siguiendo (aproximadamente) el orden de escritura, en vez del cronológico (en otros no aparece esta posibilidad, al coincidir ambos órdenes), por considerar que es preferible para analizar el personaje y su evolución. Sin embargo, para un lector que no conozca la historia de Elric, probablemente sea mejor seguir la trama de una forma lineal o, al menos, dejar Portadora de Tormentas para el final. El orden cronológico oficial sería el siguiente (entre paréntesis se incluyen los relatos individuales que componen ciertos títulos):

Elric de Melniboné
La Fortaleza de la Perla
Marinero de los Mares del Destino
El Misterio del Lobo Blanco (El Sueño de Aubec, La Ciudad de Ensueño, Mientras los Dioses Ríen, La Ciudadela Cantante)
La Torre Evanescente
La Venganza de la Rosa
La Maldición de la Espada Negra (El Ladrón de Almas, Reyes en la Oscuridad, Los Portadores del Fuego, Al Rescate de Tanelorn...)
Portadora de Tormentas

El primer relato dedicado al personaje de Elric es La Ciudad de Ensueño (1961). Nos cuenta el ataque planeado por Elric contra sus compatriotas de Imrryr, la capital (y única ciudad) de Melniboné. En él aparece su primo Yyrkoon como archi–rival y usurpador del trono (aprovechando que Elric le ha dejado como regente para viajar y conocer el mundo exterior), así como Cymoril, la amada de Elric. La problemática relación entre Elric y Tormentosa ya forma parte central de la trama. Puede decirse que la mayoría de los elementos básicos que conforman al personaje ya están en este primer relato.

Si el primer relato establecía el tono trágico de Elric, Mientras los Dioses Ríen (1962) continúa insistiendo en su aspecto introspectivo (a pesar de las abundantes escenas de acción). Elric se ve envuelto en la búsqueda de un misterioso libro; y en esta historia es en la que conoce a Moonglum de Elwher, un extraño hombrecillo procedente de un lejano país, que le acompañará a lo largo de muchas de sus aventuras. El conflicto entre el Orden y el Caos empieza a comentarse y establecerse aquí.

En El Ladrón de Almas (1962) asistimos al enfrentamiento entre Elric y el hechicero Theleb K’aarna, en el que ambos hacen uso de sus poderes de brujería. Al igual que sucedía en La Ciudad de Ensueño, los personajes ya se conocen de antes y tienen asuntos pendientes. En este caso, sin embargo, esa sensación de existencia de un pasado turbulento está mejor reflejada que en aquel relato.

En Reyes en la Oscuridad (1962) Elric conoce a Zarozinia (la otra gran mujer de su vida junto a Cymoril) y se ve arrastrado a una extraña corte real para buscar venganza, mientras se cumple una antigua profecía.

Los Portadores del Fuego (1962) (también conocida como The Caravan of Forgotten Dreams) es otra historia menor (como la anterior), que nos presenta a un Elric que intenta llevar una vida normal, que se ve obligado a abandonar para defender su ciudad de adopción. Estos dos últimos relatos pueden considerarse como historias de "espada y brujería" bastante típicas, a excepción de lo atípico de su protagonista.

La primera novela dedicada al personaje de Elric es Portadora de Tormentas (1965). En ella las fuerzas del Caos, lideradas por Jagreen Lern, Teócrata de Pan Tang, pretenden conquistar los Reinos Jóvenes. La oposición a sus esfuerzos está encabezada por Elric, a pesar de que él también es (al menos en principio) un servidor del Caos. Se trata de una gran historia de corte épico y apocalíptico (sin olvidar los elementos trágicos propios del personaje), situada en un mundo moribundo y desolado por el Caos. El papel de Elric en este conflicto le es revelado por un vidente llamado Sepiriz, que sirve al Destino y actúa como mentor suyo. Hay que señalar que, siendo estrictos, en realidad se trata de 4 novelas cortas, aunque comparten ambientación y siguen una secuencia cronológica directa. También existe una versión de la novela más corta, que elimina partes y unifica los capítulos para darle más coherencia (aunque en algunos casos a costa de más profundidad y detalle).

Esta novela y los cinco relatos anteriores (que fueron los publicados en la recopilación The Stealer of Souls) componen una "primera versión" de Elric. Los relatos nos presentan y sitúan al personaje, centrándose más en sus características psicológicas que en su papel predestinado: es sólo un personaje atípico de fantasía heroica. Por su parte, la novela nos lo lanza de lleno al conflicto entre el Caos y el Orden en su encarnación como Campeón Eterno (aunque sin entrar en demasiada profundidad en una cosmología del Multiverso que aún no está plenamente desarrollada), y pone el cierre al ciclo de Elric.

El relato Al Rescate de Tanelorn... (1962) está protagonizado por Rackhir, el Arquero Rojo, un personaje secundario que aparece en Portadora de Tormentas. Rackhir emprende un viaje por diversos planos para buscar la ayuda que necesita para defender Tanelorn de un ejército de mendigos organizado por uno de los Señores del Caos. La historia podría haber dado más de sí, pero todo está narrado de forma demasiado apresurada. Tanelorn es una ciudad semi–mítica, que aparece mencionada en relatos de otros ciclos, y en la que las almas atormentadas encuentran la paz. Elric sólo aparece como una mención que indica que este relato se desarrolla a la vez que el inicio de Portadora de Tormentas.

Otro relato no protagonizado por el albino es El Sueño de Aubec (1964) (también publicado como Master of Chaos). Se trata de una interesante historia ambientada fuera de los Reinos Jóvenes, antes de la era de Elric, en la que el héroe Aubec de Malador se dirige a conquistar el castillo de Kaneloon, habitado por la hechicera Myshella, la Dama Negra. Como curiosidad, la espada que empuña Elric (y es de suponer que sus antecesores) antes de hacerse con Tormentosa era la de Aubec de Malador. Debido a sus protagonistas, estos dos últimos relatos no aparecen como material de Elric en algunas versiones recientes del ciclo.

Volviendo a las historias protagonizadas por Elric, La Ciudadela Cantante (1967) es el relato que establece la rivalidad entre Elric y Theleb K’aarna, con la reina Yishana entre ambos. El núcleo de la historia es bueno, pero queda un poco diluido por el material que le rodea: pasan muchas cosas en muy poco texto. Esta es también una característica de Moorcock, que es capaz de despachar con un par de frases acciones a las que otros escritores dedicarían páginas y páginas. Por otra parte, aquí vemos una constante de esta tanda de relatos que acabarán originando la cronología completa del personaje: Moorcock se dedicará a rellenar algunos espacios que había insinuado anteriormente.

La novela La Torre Evanescente (1970) tiene su origen en el relato The Sleeping Sorceress, que Moorcock amplía y extiende para publicarlo (y se nota). En realidad, la novela puede considerarse compuesta por tres relatos cortos unidos de forma un poco artificial. La historia sigue girando alrededor del odio entre Elric y Theleb K’aarna. Elric conoce a Myshella, una hechicera al servicio del Orden, y empieza a saber más sobre el Multiverso y su condición de Campeón Eterno. La última parte de la novela narra desde otro punto de vista el encuentro de tres Campeones que también aparece en el ya comentado El Rey de las Espadas (publicado posteriormente).

Puede decirse que la primera novela "verdadera" dedicada al personaje es Elric de Melniboné (1972), que nos lleva al pasado de Elric, cuando aún se sentaba en el trono como Emperador de Melniboné. La novela narra los orígenes del personaje de Elric: su alienación y angustia, su rivalidad con su primo Yyrkoon, su trágico amor por Cymoril (la hermana de este último), su pacto con Arioch, y la búsqueda de las espadas rúnicas Tormentosa y Enlutada. En este libro se nota que existe una verdadera trama contínua y no una serie de historias más o menos relacionadas. Por ello, probablemente sea el que mejor funciona como novela (con el permiso de Portadora de Tormentas, que compensa su mayor debilidad estructural con lo épico de su contenido).

Marinero de los Mares del Destino (1976) cuenta algunas aventuras de Elric durante su exilio en los Reinos Jóvenes. Al igual que en La Torre Evanescente, el libro está compuesto por tres historias individuales enlazadas para darles cierta consistencia. La primera es la más floja, a pesar de la presencia de Corum, Erekosë y Hawkmoon como "estrellas invitadas" (introduciendo el concepto de Multiverso y Campeón Eterno por primera vez en la cronología) y de evocar unas imágenes espectaculares. Su mayor defecto es que es demasiado similar a otra historia anterior y que se resuelven ciertas inconsistencias con el resto del ciclo de forma discutible. La segunda, alrededor del personaje de Saxif D’Aan, mejora (aún siendo una historia menor), y la tercera es la mejor de todas. Esta historia cuenta el viaje a la ciudad de R’lin K’ren A’a, ciudad donde pueden estar los orígenes de Melniboné, y es la que más importancia tiene en relación con arco argumental de la lucha entre el Orden y el Caos a lo largo del ciclo.

Con este segundo bloque de novelas y relatos ya se puede hablar casi de una biografía completa del personaje. Al seguir cronológicamente a Elric hay relatos que ganan mucho en profundidad, por tratar con personajes más desarrollados y mejor conocidos (un caso evidente sería el de La Ciudad de Ensueño, bueno si se lee independientemente, pero demoledor si se lee habiendo leído Elric de Melniboné). Además de ir dando cuerpo al reparto del ciclo, al tener escrito el final de la historia, Moorcock también aprovecha para dar algunos indicios del futuro de la trama. En general, con todo el material comentado hasta ahora, quedan cerrados los que podrían considerarse los tres grandes arcos narrativos del ciclo de Elric: Elric y Yyrkoon, Elric y Theleb K’aarna, y Elric y Zarozinia.

Moorcock regresaría al personaje de Elric más de diez años después, con la novela La Fortaleza de la Perla (1989). La novela narra una búsqueda por tierras oníricas, en la que Elric es acopañado por una ladrona de sueños llamada Oone. Elric es un personaje muy pasivo, casi más espectador que protagonista, y pocas de sus características personales son importantes para el relato. La historia podría haber sido protagonizada perfectamente por cualquier otro personaje sin demasiados problemas. El propio autor no parece estar muy satisfecho con los resultados de esta novela y su aportación general al ciclo de Elric.

Poco después, en La Venganza de la Rosa (1991), Moorcock nos ofrecería otra novela dedicada al albino. El personaje de Elric está mejor reflejado que en la anterior, pero la historia es más floja y tiene un inicio algo titubeante. Reaparece como personaje importante la figura del Príncipe Gaynor en unas aventuras que conducen a Elric lejos de los Reinos Jóvenes por misteriosos planos del Multiverso.

El principal problema de estas dos últimas novelas es su ubicación dentro de la cronología formada por los títulos anteriores, a la que en realidad no aportan demasiado. Eso sí, parecen aportar más al papel de Elric como encarnación del Campeón Eterno y su relación con el Multiverso. También puede parecer que se introducen algunas muy leves inconsistencias, que Moorcock no resuelve de forma muy satisfactoria. Además, el estilo de Moorcock es bastante distinto y refleja el paso de los años. Así, después de Elric de Melniboné, pasar a La Fortaleza de la Perla supone un cambio brusco de estilo, acompañado de un bajón de calidad, que puede desanimar al lector. Parece que es mejor leer todos los títulos escritos después de los años 70 como historias independientes, después de haber leído los relatos anteriores en orden cronológico.

En todo caso, es indiscutible que Elric se ha convertido en uno de los iconos de la fantasía moderna, imitado e influyente (es fácil encontrar rasgos de Elric en populares personajes actuales como Geralt de Rivia o Drizzt Do'Urden). Con Elric, el género fantástico se encuentra con figuras más trágicas y antiheroicas que aquellas que solían aventurarse por sus tierras.

Crónicas del Castillo de Brass

Este último ciclo, que comienza y se desarrolla como un segundo grupo de historias protagonizado por Dorian Hawkmoon, tiene la particularidad de ser el ciclo que pone fin al todo que supone la gran saga del Campeón Eterno.

En El Conde Brass (1973) nos encontramos a Dorian Hawkmoon intentando llevar una vida más o menos normal. Sin embargo, parece que no todos los enemigos de Hawkmoon han desaparecido, y Dorian debe enfrentarse a ciertas acusaciones de traición en una historia que incluye paradojas temporales.

Las desventuras de Hawkmoon siguen en El Campeón de Garathorn (1973), que cuenta una doble historia. Por una parte tenemos a Hawkmoon luchando para recuperar lo que ha perdido, y por otra conocemos a Ilian de Garathorn, una encarnación femenina del Campeón Eterno. Esta presencia femenina dentro del mito es lo único destacable de la novela, junto con algunos indicios de lo que se aproxima.

Es en La Búsqueda de Tanelorn (1975) donde finalmente se alcanza el final de la saga: los dos capítulos anteriores del ciclo no han servido más que para preparar esta conclusión, propiciada por lo que se conoce como la Conjunción del Millón de Esferas. La peor parte del libro es aquella que repite una historia que aparecerá posteriormente en Marinero de los Mares del Destino, en este caso desde el punto de vista de Hawkmoon y alcanzando aquí su verdadera importancia. Al haberla leído antes en el ciclo de Elric, aquí pierde bastante fuerza (aunque esta sea la primera versión escrita). Aparecen muchos personajes de los diversos ciclos (incluídos Elric y Corum), y Erekosë tiene un papel bastante destacado. El final es la mejor parte de este ciclo, pues está lleno de espectacularidad y simbolismo. Cuando todo finaliza, se inicia un nuevo ciclo en el Multiverso (que durará lo que muchos considerarían una eternidad), y en el que el Campeón Eterno podrá descansar.

El cierre propiamente dicho es adecuado, si bien quizá no tenga la intensidad de algún otro final de ciclo individual (como Portadora de Tormentas). Por el contrario, flojea un poco más lo que es el desarrollo (considerando este ciclo en su conjunto) que nos conduce hasta este final, al estar formado por unas “simples” aventuras más de Dorian Hawkmoon. Nunca da la sensación de conducirnos por una progresión que lleve a un final de proporciones cósmicas hasta que se llega a la parte final del último volumen.

Así concluye la larga historia del Campeón Eterno

Otros Títulos

Como ya se ha mencionado, de acuerdo a las publicaciones canónicas hay unos cuantos libros más que formarían parte de la saga del Campeón Eterno. En concreto, se trataría de los títulos recopilados en:

Sailing to Utopia: recopilación de novelas más próximas a la ciencia ficción que al fantástico (The Ice Schooner, The Black Corridor, The Distant Suns, Flux) sin elementos ni protagonistas comunes.

A Nomad of the Time Streams: con las aventuras del Capitán Oswald Bastable, miembro del Gremio de Aventureros Temporales. Contiene las novelas The Warlord of the Air, The Land Leviathan, y The Steel Tsar. El género parece ser de nuevo la ciencia ficción, ahora con una cierta orientación pulp

The Dancers at the End of Time: protagonizado por Jherek Carnelian, uno de los últimos hombres de un futuro muy lejano, y Amelia Underwood, procedente de la Inglaterra victoriana. Las novelas contenidas son Alien Heat, The Hollow Lands y The End of All Songs, de tono satírico y humorístico.

The New Nature of the Catastrophe: relatos de varios autores (el propio Moorcock, Norman Spinrad, Brian Aldiss…) protagonizados por Jerry Cornelius. Curiosamente, las cuatro novelas (El Programa Final, Una Cura para el Cáncer, El Asesino Inglés, La Condición de Muzak) protagonizadas por este personaje no aparecen incluidas en la edición definitiva de la saga del Campeón Eterno.

Legends from the Edge of Time: historias cortas en el mundo de Jherek Carnelian (aunque con protagonistas distintos a los de The Dancers at the End of Time), en el mismo tono ligero. Su mayor interés parece ser que es que contiene una historia humorística protagonizada por Elric: Elric at the End of Time.

Earl Aubec: historias cortas variadas, que al parecer no encajaban en ninguna de las otras antologías (como los comentados El Sueño de Aubec o Al Rescate de Tanelorn…).

Colaboraciones y Antologías

Moorcock parece ser un escritor al que no le importa abrir su universo (perdón, Multiverso) a otros autores, aunque sin llegar al extremo de convertirlo en franquicia. Así, pueden encontrarse varias antologías de relatos dedicados a personajes creados por Moorcock, como Cuentos del Lobo Blanco (dedicada totalmente a Elric) y Peón del Caos (protagonizados por distintas encarnaciones del Campeón Eterno), además de la ya mencionada dedicada a Jerry Cornelius.

Moorcock también ha generado bastante material para el mundo del comic, y no sólo a través de las habituales adaptaciones de sus novelas. Por ejemplo, ha escrito los guiones de Elric: Making of a Sorcerer (con dibujos de Walter Simonson), Swords of Heaven, The Flowers of Hell (protagonizado por Erekosë y dibujado por Howard Chaykin) o Michael Moorcock’s Multiverse. También es el responsable de la historia de los números de Conan el Bárbaro en los que aparece Elric (por primera vez en un comic) junto al Cimmerio.

La influencia de Moorcock, sobre a todo a través de Elric (su personaje más famoso), también se puede encontrar en el mundo de la música. Hay referencias a Elric en diversas canciones de varios grupos musicales (normalmente relacionados con distintos estilos de metal), desde Deep Purple a Blind Guardian. Pero sin duda, la mayor influencia parece encontrarse en el grupo británico Hawkwind (grupo con el que el propio Moorcock ha colaborado directamente), que tiene un album conceptual titulado Chronicle of the Black Sword, que narra la historia de Elric.

Probablemente el único medio de la cultura popular que le falte conquistar al Campeón Eterno sea el cine (a pesar de la adaptación hecha en 1973 de The Final Programme, protagonizada por Jerry Cornelius). Sin embargo, desde hace unos años (coincidiendo con el éxito en pantalla de El Señor de los Anillos), Universal tiene en su cartera de proyectos la realización de una película (o posible trilogía, que eso nunca se sabe) dedicada a Elric. El proyecto va despacio y está todavía poco más que en una fase previa a la preproducción, lo que al menos es indicativo de que se está tomando en serio y no se pretende hacer caja rápidamente aprovechando el boom del fantástico. En principio, los responsables del proyecto no parecen los más adecuados (son los que han producido la "saga" de American Pie), pero el propio Michael Moorcock parece estar bastante implicado en el proyecto y, hasta el momento, se declara bastante satisfecho de sus ideas y del trabajo que están realizando.

Bibliografía Ordenada

En cursiva aparecen aquellos títulos que se corresponden con relatos o novelas cortas.

ElricLa Ciudad de Ensueño (1961)
ElricMientras los Dioses Ríen (1962)
ElricEl Ladrón de Almas (1962)
ElricReyes en la Oscuridad (1962)
ElricLos Portadores del Fuego (1962)
ElricAl Rescate de Tanelorn… (1962)
ElricEl Sueño de Aubec (1964)
Elric – Portadora de Tormentas (1965)
ElricLa Ciudadela Cantante (1967)
Hawkmoon – La Joya en la Frente (1967)
Hawkmoon – El Amuleto del Dios Loco (1968)
Hawkmoon – La Espada del Amanecer (1968)
Hawkmoon – El Bastón Rúnico (1969)
Erekosë – El Campeón Eterno (1970)
Erekosë – Fénix de Obsidiana (1970)
ElricLa Torre Evanescente (1970)
Corum – El Caballero de las Espadas (1971)
Corum – La Reina de las Espadas (1971)
Corum – El Rey de las Espadas (1971)
Elric – Elric de Melniboné (1972)
Hawkmoon – El Conde Brass (1973)
Hawkmoon – El Campeón de Garathorn (1973)
Corum – El Toro y la Lanza (1973)
Corum – El Roble y el Carnero (1973)
Corum – La Espada y el Corcel (1974)
Hawkmoon – La Búsqueda de Tanelorn (1975)
Elric – Marinero de los Mares del Destino (1976)
Von Bek – El Perro de la Guerra y el Dolor del Mundo (1981)
Erekosë – El Dragón en la Espada (1987)
Elric – La Fortaleza de la Perla (1989)
Elric – La Venganza de la Rosa (1991)
Antología – Cuentos del Lobo Blanco (1994)
Antología – Peón del Caos (1997)

La Despedida de las Llamas

"Cuentanos una historia, Einar. De cuando viajabas con el abuelo Harald", dijo el niño. El anciano miró al padre, buscando aprobación, y éste se la dio con un leve asentimiento de cabeza. Einar dio un trago a su cerveza, se puso en pie, y empezó a hablar con su voz profunda.



Era la época en que el joven rey Harald se enfrentaba a los gusanos del mar de Gunnvor el Cobarde. Yo ya era un skald de cierto renombre, y mis historias y canciones eran requeridas y celebradas en los salones de muchos grandes señores. En un enfrentamiento entre uno de los barcos de Gunnvor y uno de los de Harald, ambos dragones marinos sufrieron grandes daños, y el implacable destino nos hizo caer en la mayor tormenta que habíamos visto aquella estación, trabados violentamente en el choque de espadas.

Recuperé el conocimiento en la orilla de una costa desconocida, empujado por las olas hacia un farallón que había bloqueado mi deriva. A mi alrededor todo era madera rota y cosecha de cuervos. La sal y el hielo del mar quemaban en mis heridas y entumecían mis miembros, así que intenté incorporarme para salir del agua. Entonces noté que mis piernas estaban envueltas por las algas, y que había una mujer sentada en otra roca, contemplándome.

Era una de las mujeres más hermosas que haya visto nunca, y no son pocas las que he conocido. Estaba totalmente desnuda, mostrando una piel blanca y perfecta como la espuma, toda ella gracia y suavidad en su cuerpo. Sus abundantes cabellos negros devolvían reflejos azulados cuando se movían sueltos al viento, y bajo su frente brillaban dos estrellas almendradas del color de las esmeraldas.

Fascinado, tardé un poco en darme cuenta de que las algas se estaban apretando en mis piernas, y subiendo por encima de las rodillas. Empecé a arrancármelas a tirones, pero casi parecían estar vivas y se me resistían con la resbaladiza fuerza de una anguila. Entonces escuché un gruñido que venía de la tierra, y los sargazos dejaron de moverse. Yo también me detuve y miré hacia la costa: una segunda mujer había aparecido sobre la arena. Iba acompañada de un lobo enorme, que era el que había gruñido, tan grande que podría haber arrancado la cabeza de un hombre de un mordisco.

La recién llegada también era hermosa, aunque muy distinta a la primera mujer. Era más joven y su cuerpo era más atlético. Vestía hierro y pieles, como una guerrera. Y como una guerrera empuñaba una lanza, y ceñía una espada en su esbelta cintura. Sus trenzas doradas estaban decoradas con plumas de cuervo. La mano que tenía libre se apoyaba en el cuello del lobo, al que acariciaba como hace un cazador con su sabueso favorito.

"Ese hombre me pertenece", gritó la mujer guerrera. "¡Como te atreves! Soy la esposa de Ägir, la señora de los mares.", respondió la otra, "Míos son aquellos que mueren ahogados bajo las aguas". La joven no parecía impresionada, y se opuso a ella: "Ese hombre ha muerto escuchando la música de las espadas, con hierro ensangrentado en la mano. Le he escogido para llevarlo al salón de los muertos: luchará a nuestro lado en el cercano Ragnarök."

Durante unos instantes, quedé paralizado por la impresión. La mujer desnuda decía ser nada menos que Rán, esposa del gigante que reinaba en los mares. Y la otra era sin duda una de las Valkyrias, que acompañan a los guerreros muertos en batalla a Valhalla. De todas formas, fuesen quienes fuesen, no iba a permitir que hicieran conmigo lo que quisieran. Así, apoyándome en una espada que había junto a mí, me puse en pie y grité como pude: "No... estoy... muerto".

Rán se volvió hacia mí y empezó a hablar con voz tronante: "Ayudadme, hijas mías: venid y arrastrar a este hombre a mis dominios". El mar se enfureció y las hijas de Rán empezaron a golpearme con todas sus salvajes fuerzas, sacudiéndome contra los salientes rocosos en los que rompían ruidosamente. El nivel del agua había subido casi hasta mi cintura, así que me mantenía en pie a duras penas, apoyándome en la espada y sujetándome contra las rocas. Bajo el agua, las plantas marinas seguían intentando atraparme, pero ahora estaba mejor preparado. Empuñé el mortífero metal y, de un par de tajos, corté los tallos que como serpientes se dirigían hacia mí desde la roca donde permanecía Rán. Las olas parecieron calmarse y el mar volvió a la normalidad.

Por su parte, la Valkyria lanzó unos graznidos, lo que hizo que los negros carroñeros que había en la playa se lanzaran batiendo alas sobre mí. Hice lo que pude por espantarlos con los golpes de mi espada, pero varios de ellos dejaron su roja marca en mi piel. La distracción de los pájaros hizo que me pillara totalmente desprevenido el ataque del lobo.

La enorme fiera se lanzó sobre mí, derribándome y manteniéndome en el suelo con su peso. Una de mis manos apartaba sus fauces babeantes para impedir que alcanzaran mi cuello, mientras con la otra intentaba darle un tajo que le hiriera y le debilitara. Sin embargo, el espacio del que disponía no era suficiente para blandir mi espada y mis golpes eran demasiado débiles para atravesar su húmedo pelaje.

Sus colmillos cada vez estaban más cerca de llegar a su presa, y por mi brazo izquierdo ya corrían varios sangrientos ríos por los que se escapaba mi vida. En un movimiento desesperado, golpeé la espada contra una de las piedras con toda la fuerza que pude. El metal se partió en pedazos, y empecé a usar la hoja rota que ahora empuñaba como si de un cuchillo se tratara. Apuñalé al lobo una y otra vez, desgarrando su piel y su carne, hasta que un baño de sangre y entrañas se mezcló con el agua del mar y el animal dejó de moverse.

Me quité el empapado cadáver de encima y me pusé en pie a duras penas. Estaba débil por todo el castigo que había sufrido, y la sangre de mis múltiples heridas se mezclaba con la de la bestia que acababa de destripar y con el agua salada que calaba mi cuerpo. En la mano derecha empuñaba la muerte de mis enemigos con la forma de un trozo de metal afilado que chorreaba sangre. Con ese salvaje aspecto me encaré a las dos mujeres.

Rán se lanzó al agua con la ligereza de un pez y desapareció bajo la espuma. En cuanto a la otra mujer, me saludó con su lanza y antes de marcharse me dijo: "Me llamo Hildir. Recuerda mi nombre, pues seré yo quien escancie tu cerveza en la mesa de Odín".



"Y aún la estoy esperando.", concluyó Einar y se sentó. Los comensales expresaron su aprobación golpeando sus cuernos rebosantes de espuma sobre la mesa. "Sois un excelente tejedor de historias.", dijo Harald el Joven. "¡Si tan solo la mitad de las cosas que cuenta fueran ciertas!", exclamó otro de los guerreros, a lo que contestaron las carcajadas de todos. Einar no dijo nada y siguió sentado, acariciando un colgante formado por un enorme colmillo de lobo.

Conan: Una Nota Personal

Veinte Años con Conan: una Nota Personal



Mi primer contacto con el personaje de Conan fue a través del comic. Fue a principios de los 80, cuando el estreno de la película había revivido su popularidad, y siempre mediante comics prestados (nunca he sido muy aficionado a su compra). Aquellos números de La Espada Salvaje de Conan suponían un cambio respecto a los tebeos (entonces aún los llamábamos así) que estaba acostumbrado a leer: no tenían nada que ver ni con Mortadelo ni con los asépticos superhéroes. En aquellos tebeos había aventuras, violencia, sangre y chicas semidesnudas, en un estupendo blanco y negro que le daba a todo un toque más “serio”: todo lo que un pre–adolescente podía desear. No creo que fuera la primera historia que leí, pero sí sé cual es la que más recuerdo: una adaptación de La Maldición del Monolito. Quizá no sea la mejor de las historietas (otro término de la época) de todas las de Conan, pero es la que más me marcó. Ya he dicho que nunca he sido comprador habitual de comics, pero los que tengo de aquella época son casi todos de Conan. No es que fuera un seguidor del personaje, pero cuando me compraba algún comic normalmente era de los suyos (y preferiblemente La Espada Salvaje).

La película no la pude ver en el cine (era demasiado pequeño), aunque curiosamente mi primer comic de Conan fue la adaptación de Conan el Bárbaro. La película (y sus secuelas) supongo que las acabaría viendo en la tele o en vídeo, en algún momento de la década de los 80, y tampoco me marcaron demasiado. Sería años después, ya como cinéfilo empedernido, cuando la vería con otros ojos y empezaría a apreciarla más.

Por supuesto, sabía que el personaje tenía un origen literario, pero entonces era imposible conseguir los libros de Robert E. Howard. Entre finales de los 80 y principios de los 90, la editorial Martínez Roca, en su colección Fantasy, publicó una buena cantidad de títulos interesantes del género, incluídos algunos de Howard (Kull, Bran Mak Morn…), pero Conan seguía sin aparecer. Por fin, en 1995 empezarían a publicar una serie especial dedicada a Conan (incluso cambiaron el habitual color amarillo de la colección por el azul para distinguir estos títulos), en la que acabarían publicando los 12 libros de la edición de Sprague de Camp y Carter, y otros tantos pastiches de diversos autores. Por desgracia, esta serie supondría el canto del cisne de la colección, que desaparecería con ella.

Los libros los devoré, sin atender demasiado a quien era su autor, y si eran del propio Howard o no (tampoco conocía aún todas las vicisitudes por las que habían pasado los textos), y recuerdo que aguardaba la publicación de cada uno para poder comprarlo cuanto antes. Me encontraba con un personaje más complejo e interesante, e incluso en ocasiones bastante diferente, del que recordaba de los comics o de las películas, y un estilo literario bastante distinto del que se podía encontrar en otras novelas de fantasía. He de reconocer que algunas de las historias escritas por Sprague de Camp me gustan bastante y que los pastiches me entretenían (aunque en muchos ya se podía detectar una escritura rutinaria y poco inspirada, y creo que he re-leído pocos); pero luego, haciendo “recuento”, la mayor parte de las historias y escenas que mejor recuerdo son las del propio Howard.

El círculo se cierra ahora, a mediados de la primera década del siglo XXI, más de veinte años después de que viera una primera viñeta de Conan, cuando he podido leer el texto original de Howard, sin modificaciones ni ediciones. También (volviendo a los orígenes) he podido leer los excelentes nuevos comics de Conan que está publicando Dark Horse.

Casualmente, además este año 2006 se cumple el centenario del nacimiento de Robert E. Howard, y de ahí que haya decidido aprovechar para rendirle este humilde homenaje. Todo nació con un artículo sobre Conan en el cine, que decidí acompañar con uno dedicado a Conan como personaje literario (coincidiendo con la lectura de las antologías de Patrice Louinet). Finalmente, incluso me atreví a dedicar algún tiempo a Conan en el comic, en un artículo que es más investigación que opinión personal debido a mi mayor desconocimiento del medio.

En estos tiempos en que la literatura fantástica parece vivir a base de extensas trilogías o sagas, no hay que olvidar que uno de los pilares sobre los que nació el género fueron estos relatos cortos publicados en revistas baratas. Y lo importante es que Conan sigue siendo tan interesante y atractivo para el público como lo era en su momento, como cuando lo leí por primera vez (sin importar modificaciones ni reescrituras) hace una década, como cuando lo escribió Robert E. Howard hace más de 70 años.

Bibliografía

Además de los propios libros de Conan (con mención especial para las ediciones de Patrice Louinet), este trabajo hubiera sido imposible sin la consulta de multitud de recursos en Internet (sobre todo en lo relacionado con los comics). Entre los básicos, hay que mencionar:

en.wikipedia.org
www.rehupa.com
www.pulpanddagger.com
www.tebeosfera.com/Libris/REH/Sumario.htm

así como muchos más encontrados gracias a la inestimable ayuda de Google.

También hay que nombrar la consulta de los siguientes libros:

La Canción de las Espadas (Javier Martín Lalanda; Tiempo de Ediciones, 1983)
Conan: Guía de la Era Hiboria (Juan Carlos García Herranz–Eugenio Sánchez; Alberto Santos, 1996)
Conan: Un Estudio sobre el Mito (León Arsenal–José Miguel Pallarés–Eugenio Sánchez Arrate; Metrópolis Milenio, 1999)

Conan: Las Crónicas


…suyas eran la resistencia y la vitalidad de un lobo, con músculos de acero y nervios afilados por la dureza de su vida en los yermos del mundo. Era rápido en reír, rápido y terrible en su ira. Tenía un apetito prodigioso, y las bebidas fuertes eran una pasión y una debilidad para él. Ingenuo como un niño en muchos aspectos, desconocedor de las sofisticaciones de la civilización, tenía una gran inteligencia natural, era celoso de sus derechos, y peligroso como un tigre hambriento. Joven por años, estaba endurecido por guerras y vagabundeos, y sus estancias en muchas tierras eran evidentes en su indumentaria. Su casco con cuernos era como los llevados por los Aesires de cabellos dorados de Nordheim; su cota de malla y sus grebas eran de la mejor artesanía de Koth; la fina malla de anillas que enfundaba sus brazos y piernas era de Nemedia; la hoja en su cinto era una enorme espada ancha Aquilonia; y su hermosa capa escarlata sólo podía haber sido tejida en Ophir…



El Cronista

Robert E. Howard nació en 1906 y pasó la mayor parte de su vida en Cross Plains, un pequeño pueblo petrolero del estado de Texas. Era muy aficionado a la lectura, a los animales y a practicar deportes (como el boxeo, a lo que le ayudaba un físico similar al de sus personajes).

Su personalidad parece ser bastante compleja: solitario e individualista, era dado a cambios de humor extremos, de la alegría a la depresión. No se encontraba a gusto con su mundo ni su época, y mostraba una leve paranoia respecto a quienes consideraba “sus enemigos”. Muy unido a su madre, se suicidó en 1936 cuando ésta entró en coma víctima de un cáncer (moriría poco después que su hijo).

A lo largo de su carrera (que abarca unos 12 años) publicaría unas 150 historias (habiendo dejado escritas más de 250). Howard escribió historias de multitud de géneros distintos: fantasía (que sin duda es el que mayor reconocimiento le ha dado), terror (con influencias de Lovecraft, con el que mantuvo una extensa correspondencia), westerns, relatos de boxeadores, aventuras modernas o históricas… Por lo que se refiere a los relatos de Conan, los escribió en los últimos cuatro años de su vida, y son un total de veintiuno (incluyendo una novela). A excepción de tres, todos ellos fueron publicados durante su vida (o poco después de su muerte).

La Pluma y el Tintero

El estilo de Howard es un estilo directo e inmediato, apasionado e intenso, sin grandes florituras. Es un escritor muy visual, capaz de crear escenas inolvidables aún dentro de una trama más o menos rutinaria. No le interesa demasiado el desarrollo de personajes, sino la narración en estado puro, que es lo que mejor se le da. Por ello, la mayor parte de sus personajes protagonistas son muy similares, y prácticamente intercambiables. Algo similar sucede con los personajes secundarios, en muchos casos descritos a base de tópicos y esbozados sólo a grandes rasgos. Parte de las limitaciones (o características, según se mire) de la escritura de Howard se deben al medio para el que escribía: las revistas pulp.

Howard era un escritor profesional, que vendía sus relatos a revistas de tirada mensual (especialmente a la famosa Weird Tales) para ganarse la vida. Por ello, sus historias tenían que estar llenas de acción, para enganchar desde el principio al lector y asegurarse el sustento. Tampoco le importaba modificar un relato a petición del editor (algo que, por ejemplo, Lovecraft no hacía) para así publicarlo. Pero en ningún caso debe entenderse esto como una imposición: Howard realmente estaba escribiendo lo que quería y como quería. También es cierto que, en etapas de mayor necesidad económica (motivada sobre todo por la enfermedad de su madre), escribía relatos más rutinarios y formulaicos para asegurarse las ventas y mayores ingresos, al igual que publicaba bajo pseudónimo historias en revistas de relatos “picantes” (que hoy, seguramente, nos parecerían para todos los públicos). Así, muchos relatos de Conan acaban pareciéndose demasiado y siguen la fórmula de “Conan rescata a la chica de la amenaza sobrenatural de turno”. Por otra parte, también es cierto que muchas de las “nuevas versiones” de relatos anteriores son mejores que las que le sirvieron de inspiración inicial.

Esta profesionalidad no implica que Howard desatendiera el aspecto más “literario” de su obra: Howard se ganaba la vida escribiendo, pero no escribía para ganarse la vida. Estaba haciendo lo que le gustaba: escribir; y el hecho de que le pagaran por ello no dejaba de ser una ventaja añadida. El impacto de su obra en el entonces naciente género fantástico moderno es indudable, como reflejan el número de imitaciones y el hecho de que hoy en día se sigan vendiendo sus libros y siga despertando el interés de los lectores. Muy pocos escritores de pulps (Lovecraft, Hammett y poco más) pueden decir lo mismo. Por desgracia, la dedicación a un género considerado “menor” y el publicar en revistas baratas han hecho que nunca sea tomado muy en serio, aunque no son pocos los estudiosos que han publicado completos análisis de su obra.

La Crónica

Conan fue el último de los grandes personajes de Howard que protagonizaron sus relatos fantásticos. Los otros tres más conocidos son el Rey Kull (un bárbaro que llega a rey de un poderoso imperio, antecedente claro de Conan), Bran Mak Morn (un jefe picto de unas islas británicas pseudo-históricas), y Solomon Kane (un vengador inglés puritano de la época isabelina). Pueden verse influencias de todos ellos en Conan, pero el Cimmerio sin duda es, de todos ellos, el más complejo y amoral (o más bien podría decirse que tiene un código moral propio, muchas veces incomprensible y sorprendente para los demás), siendo más un antihéroe que un héroe tradicional (como sí lo sería Kull, por ejemplo).

Con Conan, Howard da una vuelta de tuerca al uso habitual que hacía de los protagonistas en sus relatos. Conan es un personaje que se nos presenta en distintos momentos de su vida, de la juventud a la madurez, y en el que podemos percibir ciertas diferencias de carácter. No son iguales el violento ladrón impulsivo de “La Torre del Elefante” y el reflexivo rey de “El Fénix en la Espada”.

Por otra parte, su Era Hiboria, el mundo en que transcurren las andanzas del Cimmerio no es un mundo precisamente original. Tanto los nombres como los países o los dioses que nos muestra recuerdan de forma clara a los de nuestro propio mundo. Esto, que puede verse como un defecto en la elaboración detallada de un mundo fantástico (algo que tampoco era normal en el fantástico anterior a Tolkien), para Howard en realidad es una herramienta. La razón es que Howard no está creando un mundo: está creando una era, una prehistoria mítica de nuestro propio mundo. Esto es una constante en la forma de ver la historia de Howard: Kull vive en la prehistoria del mundo de Conan, que a su vez vive en nuestra prehistoria. Y, de hecho, tampoco puede dedicar demasiado tiempo a la elaboración de un mundo de ficción, ya que ese es un tiempo que no se ve recompensado directamente y que no puede dedicar a escribir un relato que pueda vender a una revista.

Con este tipo de ambientación, Howard consigue un doble objetivo. El primero es evocar paisajes y ambientaciones fácilmente y con economía de medios, algo imprescindible dados su estilo y el modo de publicación: no puede (ni quiere) dedicar más tiempo del imprescindible a describir culturas y lugares. De esta forma, sin que se le diga mucho más, el lector puede imaginarse que Estigia es una tierra desértica, de monumentos de piedra y momias, en Khitai visten con sedas, y en Vendhya adoran a dioses de múltiples brazos.

Por otra parte, con esta ambientación entre lo fantástico y lo histórico, donde conviven diferentes países, culturas y épocas, Howard consigue algo que le obsesionaba al escribir relatos históricos, en los que se sentía incapaz de no ser preciso y respetuoso con la realidad. En la Era Hiboria, Howard tiene total libertad para tomar los elementos de la historia que le interesan, y reescribir los que no, además de contar con multitud de ambientes en los que situar a Conan. Así, las historias de Conan pueden tener elementos de narraciones de piratas, de fantasías orientales, e incluso de westerns.

A Howard se le ha acusado muchas veces de escribir historias con elementos machistas y racistas. Probablemente, desde la óptica moderna, muchas veces pueda parecerlo, pero no hay que perder la perspectiva que nos da el tiempo. Al parecer, Howard era bastante liberal en su pensamiento político y social, pero al fin y al cabo era un anglosajón blanco del sur de los Estados Unidos de principios del siglo XX. Sin duda en aquella época ya había luchadores por la igualdad de derechos, pero lo cierto es que Howard era uno de ellos: sólo era un hombre más de su tiempo que no se preocupaba en exceso de esos temas. Que hoy pensemos que algunas de las expresiones y tópicos empleados son discriminatorios no habla en contra de Howard, sino a favor de la evolución de nuestra sociedad. Sirva como ejemplo para contextualizar el racismo de Howard respecto al de su sociedad la siguiente anécdota: uno de sus muchos relatos fue rechazado por una revista porque la revista “no publicaba relatos protagonizados por indios”. En general, los mismos prejuicios pueden encontrarse en otros escritores más o menos de su misma época, desde Jack London a Edgar Rice Burroughs. Dicho esto, veamos como las acusaciones son, al menos, un poco exageradas (por lo menos en lo que se refiere a Conan).

El machismo del que se acusa a Howard se basa en que sus personajes femeninos están poco desarrollados (al igual que los masculinos, como ya se ha dicho) y son meras comparsas del héroe, respondiendo al estereotipo de “damisela en apuros”. Esto último es cierto muchas veces, aunque no siempre, y en Conan tampoco son raras las mujeres de carácter fuerte (Bêlit y Valeria sobre todo). Además, Howard también escribió varios relatos protagonizados por mujeres tan independientes y guerreras como todos sus personajes (el ejemplo más claro sería Agnes de Chastillon, que se rebela violentamente contra el matrimonio impuesto por su padre). Sí es verdad que Howard no estaba muy acostumbrado al trato con las mujeres, y quizá no sea casual que su personaje femenino más interesante (Valeria) surja al final de su carrera, cuando ya había tenido una relación más o menos seria con la maestra y escritora Novalyne Price (a la que el propio Howard animaba a dedicarse a la literatura). En cuanto al hecho de que sus personajes femeninos suelan ir escasamente vestidos, no deja de ser una concesión más a la galería para atrapar al lector de pulps: simple marketing (además de que el propio Conan es también bastante amigo de ir por ahí en taparrabos y sandalias). Curiosamente (aunque esto no quiera decir nada) cuando el personaje de Conan empezó a ser famoso, muchos de sus fans eran lectoras de Weird Tales que veían en él a un “bárbaro romántico” (debido en parte a la censura del editor, que eliminaría los elementos más desagradables del personaje).

El racismo (entendido como una discriminación deliberada) es aún más difícil de encontrar, al menos en Conan. Puede encontrarse más fácilmente en “Rostro de Calavera”, relato de aventuras modernas en el que un genio del mal conspira con una serie de malvados de razas “no blancas” para acabar con la “raza blanca”. No deja de ser un relato más de “peligro amarillo” al estilo de los de Fu-Manchú, hoy totalmente desfasado si se toma fuera de contexto (y probablemente esto pase con muchos de sus relatos ambientados en la época moderna). En cambio, en Conan (y, por extensión, en sus relatos fantásticos) la discriminación racial es más difícil de encontrar. El propio Conan, cuando es rey, se queja de que sólo le echan en cara que es un bárbaro extranjero cuando es para denigrarle, pero que sus orígenes no le importaban a la gente cuando acabó con su tirano predecesor. Por supuesto, pueden encontrarse personajes que desprecian a otros por su raza o cultura de origen, o que emplean estereotipos más o menos vejatorios. Incluso algunos de estos estereotipos son más o menos ciertos, como los que se refieren al malvado reino de Estigia o a los corruptos y decadentes Zamorios, pero no dejan de ser un recurso literario. Hablar de racismo en estos casos es tan absurdo como hablar de racismo en obras fantásticas que muestran a razas inherentemente malvadas (como los típicos Orcos o Trasgos de tantas novelas de fantasía).

Otro de los motivos por los que se suele hablar de racismo en Conan es por el hecho de que el Cimmerio, con su capacidad absoluta para el liderazgo, suele acabar convertido en jefe de tribus (más o menos primitivas) de los países del sur o del este. Por las características ya comentadas de la Era Hiboria, es fácil asimilar estas tribus como pertenecientes a África o a Oriente, con lo que podríamos interpretar que tenemos a un grupo de africanos o árabes que necesitan del liderazgo del hombre blanco. En cualquier caso, esta es una afirmación un poco sesgada, que no tiene en cuenta que esto es así no porque Conan sea blanco, sino porque es Conan, es el protagonista. Al fin y al cabo, en otras historias también es líder de guerreros mercenarios, de piratas e, incluso, del reino más poderoso de Occidente.

Ni siquiera el uso del lenguaje que hace Howard para referirse a otras razas es especialmente racista, aunque en ocasiones caiga en leves discriminaciones. La forma que tiene de calificar a los miembros de distintas razas se basa en una antigua división tradicional de las razas en roja, blanca, negra y amarilla (probablemente basada en sus lecturas de los libros de historia y antropología de la época, que también explican sus teorías respecto a la evolución y decadencia de las razas). Así, los Kushitas casi siempre son black (un término curiosamente actual) aunque en ocasiones emplea el término habitual en sus tiempos (y hoy considerado despectivo) Negro (sic). Eso sí, nunca emplea otro termino de su época (también considerado despectivo actualmente) como es colored, ni mucho menos el insultante nigger.

La única discriminación que realmente realiza Howard en las historias de Conan (y en otras como las de Kull o Bran Mak Morn) es la de la preferencia de las culturas bárbaras sobre las civilizadas. Sin embargo, no se trata precisamente de que crea que las culturas bárbaras sean superiores, sino que las encuentra fascinantes (o, al menos, más fascinantes que las civilizadas), con sus partes buenas y sus partes malas. También es significativo que la mayor parte de las historias transcurran en la civilización, o a través de los ojos de personajes civilizados. Además de emplear esto para crear contraste con el bárbaro protagonista, en cierto modo nos está diciendo que a Howard en realidad no le disgusta la civilización (algo de lo que muchas veces se le ha acusado, haciendo una lectura superficial de su obra). Realmente, Howard aprecia la civilización a su manera, y precisamente por ello critica muchos de sus defectos (que, según él, se solucionan mirando a los elementos menos negativos de la barbarie). Por otra parte, el conflicto que suele plantear Howard en sus relatos de Conan de “barbarie vs. civilización” puede interpretarse a un nivel más profundo como “individualismo vs. comunidad”. Y ahí si que Howard (solitario y casi inadaptado) toma claro partido por el individualismo. Conan es un personaje solitario, que actúa siempre por sí mismo y sale de las situaciones problemáticas a las que se enfrenta por sus propios medios, incluso cuando es líder de un grupo (e incluso cuando es rey).

Los Pergaminos

Los relatos de Conan fueron publicados (no todos) originalmente en la ya mencionada revista Weird Tales, algunos de ellos por entregas. Lógicamente, la revista publicaba los relatos más o menos en el orden en que Howard se los iba mandando y se los aceptaban (que no se corresponde necesariamente con el orden en que Howard los escribía). Así pues, en cada uno de ellos Conan puede estar en un momento dado de su vida, y ser rey, ladrón, mercenario o pirata.

En los años 60, los escritores L. Sprague de Camp y Lin Carter emprendieron la tarea de publicar las historias de Conan en forma de libro. El criterio que siguieron para ordenar las historias fue cronológico, es decir, de la juventud a la vejez de Conan (y siempre de acuerdo con sus impresiones respecto a esta cronología, ya que Howard no dejó un orden claro y definitivo de sus historias). Además, decidieron “rellenar los huecos” existentes en la vida de Conan. Para ello, completaron o desarrollaron fragmentos y sinopsis del propio Howard, e incluso escribieron gran cantidad de material totalmente nuevo. En algunos casos, cogieron historias protagonizadas por otros personajes y las reescribieron como historias de Conan (y a veces es demasiado obvio que se desarrollaban originalmente en el Oriente Medio de nuestro mundo, como en “La Daga Llameante” y otras). De hecho, en los 12 libros que componen la edición de Sprague de Camp y Carter, sólo entre el 40 y el 50% del material procede de Howard (en varios casos, libros enteros no contienen nada escrito por Howard, como sucede por ejemplo con los 3 últimos). Además, antes de cada historia incluyeron una breve introducción para explicar lo sucedido entre relato y relato, en muchos casos avanzando demasiados datos de la historia a la que preceden. En este proceso también le dieron una cierta forma más homogénea y alejada de la intención original de Howard. Por ejemplo, el hechicero Thoth–Amon, que aparece de forma secundaria en algunas historias de Howard, con las modificaciones y añadidos de Sprague de Camp y Carter aparece convertido en el archienemigo de Conan (especialmente en los libros escritos íntegramente por ellos).

El principal problema de esta edición es que los editores decidieron también reescribir partes de las historias de Howard. En muchos casos, esto se hacía para evitar incoherencias entre nombres (como Cush y Kush, que aparece escrito de dos formas, o como el nombre de la capital de Aquilonia, en una historia Tamar y en otra Tarantia) o para corregir erratas, pero en otros casos parecería estar hecho por razones menos claras o para “corregir” el estilo del autor. Esto hace que esta edición tenga cierta mala fama entre los aficionados más puristas, aunque durante mucho tiempo ha sido la única forma de acceder a Conan. Tienen la ventaja del orden cronológico (aunque esto es más una curiosidad que otra cosa, al no ser imprescindible para disfrutar del personaje) y de que algunas de las historias añadidas no están mal. Además, hay que reconocer el mérito de esta edición en popularizar (con la ayuda de las portadas originales del legendario Frank Frazetta) el personaje de Conan.

La edición de Sprague de Camp y Carter abrió la veda a la publicación de lo que se conoce como “pastiches”: relatos y novelas protagonizados por Conan, pero escritos por otros autores (algunos más o menos consagrados, como Robert Jordan, Poul Anderson o Karl Edward Wagner). Últimamente incluso se están publicando libros protagonizados por personajes originales, aunque ambientados en la Era Hiboria creada por Howard. Lógicamente, este material es tremendamente desigual, como suele suceder con los libros escritos por encargo. Además, normalmente presentan un Conan más estereotipado que el esbozado por Howard, más cerca del protagonista de cualquier relato de aventuras que del amoral bárbaro original.

El listado de los libros de la edición de Sprague de Camp y Carter es el siguiente (junto con las historias que contiene cada uno, cuando el libro no es una novela):

Conan (La Cosa de la Cripta, La Torre del Elefante, El Aposento de los Muertos, El Dios del Cuenco, Villanos en la Casa, La Mano de Nergal, La Ciudad de las Calaveras)
Conan el Cimmerio (La Maldición del Monolito, El Dios Manchado de Sangre, La Hija del Gigante Helado, La Guarida del Gusano de Hielo, La Reina de la Costa Negra, El Valle de las Mujeres Perdidas, El Castillo del Horror, Un Hocico en la Oscuridad)
Conan el Pirata (Halcones sobre Shem, El Coloso Negro, Sombras a la Luz de la Luna, El Camino de las Águilas, Nacerá una Bruja)
Conan el Vagabundo (Lágrimas Negras, Sombras en Zambula, El Diablo de Hierro, La Daga Llameante)
Conan el Aventurero (El Pueblo del Círculo Negro, La Sombra Deslizante, Los Tambores de Tombalku, El Estanque del Negro)
Conan el Bucanero
Conan el Guerrero (Clavos Rojos, Las Joyas de Gwahlur, Más Allá del Río Negro)
Conan el Usurpador (El Tesoro de Tranicos, Lobos Más Allá de la Frontera, El Fénix en la Espada, La Ciudadela Escarlata)
Conan el Conquistador
Conan el Vengador
Conan de Aquilonia
Conan de las Islas

En los últimos años se están reeditando las historias originales de Howard, sin retoques ni modificaciones, recuperando en muchos casos sus títulos originales. Probablemente la mejor versión disponible de las historias de Conan sea la preparada por el experto en Howard Patrice Louinet, disponible en versiones tanto de lujo como normales, y complementadas con diverso material adicional: ilustraciones, fragmentos de textos y sinopsis de Howard, interesantes artículos del propio Louinet comentando el proceso de escritura y las influencias de las historias… Se ha optado por presentar la obra de Howard por su orden de escritura, renunciando a cualquier intento de seguir un orden cronológico. Esta edición se compone de las siguientes tres antologías (se incluye el título original, pues aún no han sido publicados todos en castellano):

The Coming of Conan the Cimmerian (El Fénix en la Espada, La Hija del Gigante Helado, El Dios del Cuenco, La Torre del Elefante, La Ciudadela Escarlata, La Reina de la Costa Negra, El Coloso Negro, Sombras de Hierro a la Luz de la Luna, Xuthal del Crepúsculo, El Estanque del Negro, Villanos en la Casa, El Valle de las Mujeres Perdidas, El Diablo de Hierro)
The Bloody Crown of Conan (El Pueblo del Círculo Negro, La Hora del Dragón, Nacerá una Bruja)
The Conquering Sword of Conan (Los Sirvientes de Bit–Yakin, Más Allá del Río Negro, El Extranjero Negro, Los Devoradores de Hombres de Zamboula, Clavos Rojos)

Por cierto, de acuerdo a la ley estadounidense muchas de las historias de Howard (incluyendo las de Conan) son de dominio público, y pueden encontrarse (en inglés) en sitios como WikiSource

Sea cual sea el caso, hay que tener en cuenta que la lectura de las historias de Conan puede llegar a hacerse un poco repetitiva. Las historias de menor calidad y más típicas tienden a parecerse demasiado y a seguir una fórmula más o menos predecible. Por otra parte, su longitud las hace ideales para leer de vez en cuando, una cada vez, como si estuviéramos leyéndola en el ejemplar del último mes de Weird Tales, y no en una antología en forma de libro.

En cuanto al orden de lectura, cualquiera es igual de recomendable, con sus puntos buenos y sus puntos malos. La lectura cronológica permite leer una especie de “biografía” de Conan, desde sus inicios como ladrón a su final como rey. Además, permite acabar con la única novela de Conan escrita por Howard: La Hora del Dragón (es mejor ignorar las novelas posteriores escritas por Sprague de Camp y Carter). Por su parte, la lectura en orden de escritura o de publicación ofrece la ventaja de ver la evolución del personaje y de su mundo a medida que Howard se va sintiendo más cómodo con él. Por el contrario, tiene la desventaja de que las historias más flojas están prácticamente seguidas, lo que produce un cierto “bache” en el disfrute de la lectura. Y, finalmente, estas dos opciones no son las únicas posibles: nada impide leer las historias en un orden totalmente aleatorio. En todo caso, hay que mencionar que el propio Howard no veía las historias de Conan como un todo homogéneo que deba leerse de forma ordenada, sino que las comparaba a las historias que contaría el propio protagonista, fanfarroneando en una taberna, y recordando sus andanzas de forma desordenada. De ahí que sea difícil establecer una cronología exacta y que puedan aparecer inconsistencias entre los relatos, pues el propio Howard parece tener sólo una idea general del orden de las andanzas de Conan.

Los Relatos

A continuación se comenta algo acerca de cada uno de los relatos de Conan, siguiendo el orden de su escritura (junto al título de cada uno de ellos se muestra su fecha de publicación; si sólo se muestra el año, es que no se publicó en Weird Tales). Cuando un relato se conoce también por otro título distinto al original, se indica en cursiva debajo del título original. Lo primero que se indica es la ocupación de Conan, para situar un poco el relato temáticamente (aunque muchos de los relatos empiezan con Conan viéndose forzado a cambiar dicha ocupación). No se trata de analizarlos al detalle, y ni mucho menos de desvelar su trama (aunque algo se comenta), sino de señalar los puntos más interesantes y llamativos de cada uno de ellos.

El Fénix en la Espada (diciembre 1932)
Conan es rey de Aquilonia. Este es el primer relato protagonizado por Conan, y en realidad es una reescritura de un relato no publicado de Kull. En este relato introduce un elemento sobrenatural (por influencia de Lovecraft, con quien empezaba a escribirse, y de la revista a la que iba dirigido el relato), y quita una subtrama típica de las historias de Kull (el enfrentamiento entre la tradición y el cambio). Conan aquí es un personaje más reflexivo de lo que se puede esperar (debido sin duda a la influencia de Kull, un personaje más dado a filosofar), y demasiado poco activo. Toda la trama la dirigen sus oponentes y aliados, y Conan sólo reacciona. Es obvio que el personaje aún está en pleno proceso de definición y no se muestra totalmente redondo. En todo caso, el relato contiene escenas ya típicamente “Conanianas”, como la del protagonista defendiéndose hacha en mano de los conspiradores (aunque también estuviera en el relato original).

La Hija del Gigante Helado (1976)
Conan es un guerrero en las tierras del norte. Este relato fue remitido a Weird Tales junto con el anterior, pero su publicación fue rechazada. Nos muestra a un Conan más joven, impulsivo y bárbaro, casi salvaje, que persigue de forma despiadada a una misteriosa mujer, dominado (en parte) por sus bajos instintos. A pesar de lo escabroso del tema subyacente, la historia tiene un cierto aire entre poético y mítico que lo contrarresta.

El Dios del Cuenco (1975)
Conan es un ladrón en una ciudad civilizada. Este relato ya nos muestra una de las constantes en las historias de Conan: el choque entre la barbarie y la civilización. Por otra parte es casi una rareza porque por su estructura es prácticamente un relato de misterio y de investigación detectivesca (género que no interesaba mucho a Howard), en la que Conan participa de forma bastante pasiva (como sospechoso). Como curiosidad, aquí Conan aparece por primera vez con el look de “taparrabos y sandalias”, tan apreciado por ilustradores y dibujantes de comics, que se nos presenta como su “uniforme de trabajo” cuando va a robar algo.

La Torre del Elefante (marzo 1933)
Conan es un ladrón en una ciudad civilizada. Esta historia tiene algunos elementos en común con la anterior, pero es de mayor calidad. Descartada la trama de tipo detectivesco, esta es una historia más típica (y, por ello, imitada), en la que Conan va a robar en algún lugar en el que se encuentra con una amenaza sobrenatural. Sin embargo, la historia tiene elementos que la ponen muy por encima de sus imitaciones. También Howard aprovecha aquí para introducir elementos de historia antigua de la Era Hiboria.

La Ciudadela Escarlata (enero 1933)
Conan es rey de Aquilonia. De nuevo el rey Conan se tiene que enfrentar a una amenaza al trono, en este caso en forma de enemigo exterior. El relato se divide en dos partes, en la que la primera es más terrorífica, y la segunda (menos interesante) se dedica a la descripción impersonal de una gran batalla. El personaje de Conan va tomando forma, y se hacen varias referencias a su pasado.

La Reina de la Costa Negra (mayo 1934)
Conan es un mercenario fugitivo. Aquí Conan ya es más experimentado que cuando se dedicaba al robo, y parece haber viajado bastante a pesar de su juventud. El relato es el de la historia de amor entre Conan y Bêlit, el primer personaje femenino con cierta entidad que aparece en los relatos de Conan. Howard sigue introduciéndonos en la Era Hiboria, en este caso hablándonos de sus dioses en una inolvidable escena en la que Conan y Bêlit discuten de teología. El relato es muy bueno, a pesar de una elipsis no muy clara que hay entre el inicio y el final de la historia, entre los que se supone que pasan uno o dos años, según los expertos en Conan. De hecho, hay un pastiche (Conan el Rebelde) ambientado precisamente en medio de dicha elipsis.

El Coloso Negro (junio 1933)
Conan es un mercenario. En este relato vemos por primera vez a Conan como líder, una posición que parece no ocasionarle demasiados problemas a pesar de ser nueva para él. El bárbaro no ve demasiada diferencia entre combatir sólo o con un ejército a su mando, y parece darle buen resultado. El conjunto del relato es un poco flojo, aunque tiene escenas sueltas (como el inicio o la batalla) bastante buenas. Como curiosidad, este fue el primer relato que consiguió una portada en Weird Tales, aunque en ella no salía Conan (pero sí la protagonista femenina). De hecho, de las 9 veces que un relato de Conan fue portada (El Coloso Negro, La Sombra Deslizante, La Reina de la Costa Negra, El Diablo de Hierro, El Pueblo del Círculo Negro, Nacerá una Bruja, Sombras en Zamboula, La Hora del Dragón y Clavos Rojos), sólo en 3 aparecía el Cimmerio (La Reina de la Costa Negra, El Diablo de Hierro y La Hora del Dragón).

Sombras de Hierro a la Luz de la Luna (abril 1934)
Conan es un kozako fugitivo (los kozaki son un grupo multicultural de forajidos, de inspiración bastante clara hasta en su nombre). La historia está narrada desde el punto de vista de Olivia, la protagonista (que es poco más que un estereotipo). La historia de “misterio en la jungla” recuerda a parte de La Reina de la Costa Negra. En este relato, Conan demuestra sus recursos y oportunismo, ya que lo finaliza en mucha mejor situación que lo inicia. El recurso de utilizar como personaje de punto de vista (aunque la narración siempre es en tercera persona) a un personaje que no es el propio Conan volvería a ser empleado por Howard (sobre todo de forma parcial) con mayor o menor efectividad para mostrarnos las características únicas del Cimmerio.

Xuthal del Crepúsculo (septiembre 1933)
La Sombra Deslizante
Conan es un mercenario fugitivo. Este relato que transcurre en una misteriosa ciudad le sirve a Howard para criticar la decadencia y la pasividad de la civilización. Habría que señalar el número de escenas picantes (por emplear la terminología de la época) que aparecen, superior al habitual.

El Estanque del Negro (octubre 1933)
Conan es un pirata fugitivo. Esta es una historia muy similar a Sombras de Hierro a la Luz de la Luna, con sus ruinas abandonadas en una isla misteriosa. Incluso el principio, desde el punto de vista del personaje femenino, recuerda formalmente a dicho relato. Lo más destacable sería que nos muestra a un Conan bastante amoral, que es capaz de actos muy discutibles para lograr sus objetivos.

Villanos en la Casa (enero 1934)
Conan es un ladrón en una ciudad civilizada. El personaje no es tan inocente como en otros relatos de su época de ladrón, probablemente debido a su mayor experiencia. Es bastante interesante la interacción entre los villanos que menciona el título, de los que Conan se nos describe como el menos malo debido a que no se engaña y es directo respecto a su “villanía”. De nuevo, el relato nos muestra la amoralidad del protagonista. Según parece, este es el único relato de Conan que se publicó tal y como lo escribió Howard en su primera versión (normalmente, Howard realizaba dos o tres borradores antes de llegar a la versión definitiva).

El Valle de las Mujeres Perdidas (1967)
Conan es un jefe tribal. Este es uno de los relatos de Conan que más podrían dar que hablar respecto a su racismo: al fin y al cabo, trata de un blanco que rescata a una chica blanca de una tribu negra sólo por el hecho de ser “compañeros de raza”. Por otra parte, el relato no es gran cosa, aunque tiene un elemento bastante interesante. Al estar narrado desde el punto de vista de su aterrorizada protagonista, se nos muestra la brutalidad de batallas y combates como algo horrible, muy lejos de la épica de otros relatos. Este es el último de los doce relatos de Conan que Howard escribió en apenas un año, así que decidió tomarse una temporada de descanso con el personaje: empezaba a repetirse demasiado. Esta abundancia de relatos se debe sobre todo (con los últimos) a la necesidad económica, al desaparecer algunas de las revistas a las que normalmente Howard vendía otras historias.

El Diablo de Hierro (agosto 1934)
Conan es un jefe kozako. A pesar del mencionado periodo de descanso, este relato aún toma muchos elementos de otras historias y es bastante rutinario, aunque parece hacer algo más de énfasis en el horror cósmico. Conan, lejos de ser un personaje perfecto (dejando aparte su particular código moral), en esta historia cae en una trampa que se aprovecha de su debilidad por las mujeres.

El Pueblo del Círculo Negro (octubre – noviembre 1934)
Conan es el jefe de una tribu de montañeses orientales. Este es el relato (podría considerarse novela corta) más extenso sobre Conan que Howard había escrito hasta el momento. La historia, que mezcla los elementos de intriga política con los sobrenaturales, muestra influencias de fantasías de tipo oriental (al fin y al cabo, está ambientada en Vendhya, la India de la Era Hiboria). Este exotismo hace que los elementos fantásticos estén algo más presentes en la trama. La extensión del relato permite a Howard desarrollar mejor a los personajes (desde los secundarios a los antagonistas), así como introducir más giros en la trama. Entre los personajes, destaca la Devi Yasmina, que es un personaje femenino desarrollado y fuerte, sin necesidad de ser una guerrera (como lo son Bêlit y Valeria).

La Hora del Dragón (diciembre 1935 – enero – febrero – marzo – abril 1936)
Conan el Conquistador
Conan es rey de Aquilonia. Esta es la única novela de Howard protagonizada por Conan, además de ser la primera novela que escribió el autor. Su origen está en la petición de un editor inglés, al que Howard había enviado varias de sus historias para ser publicadas en forma de libro (para ampliar mercados). El editor le respondió que el público no compraba antologías de relatos cortos, pero que le publicarían una novela del tipo de las historias que había enviado. Por desgracia, problemas empresariales en la editorial acabarían haciendo que la novela no fuera publicada, y Howard la vendió a Weird Tales para su publicación por entregas. Esta novela fue el tercer intento (tras abandonar Almuric y otro proyecto protagonizado por Conan) de escribir una novela, y fue escrita en unos intensos 2 meses, en los que pasó por un total de 5 versiones. Teniendo en cuenta que la novela estaba pensada para un público nuevo, la historia aprovecha para hacer una presentación bastante completa de Conan y su mundo. También recicla elementos de otras historias, especialmente La Ciudadela Escarlata. La historia nos muestra un Conan más sutil de lo habitual (obligado por las circunstancias) y que se muestra algo nostálgico con su pasado a medida que se encuentra con situaciones que se lo hacen recordar. De nuevo, la mayor extensión le permite a Howard crear una trama más compleja, estructurada a partir de varios episodios que giran alrededor de una búsqueda central (Patrice Louinet vincula esta estructura y la trama con las historias del ciclo Artúrico y la búsqueda del Grial). Muchos de los personajes que aparecen en estos episodios tienen el suficiente interés para poder haber protagonizado un relato propio. Curiosamente, se nos muestra un Conan menos individualista de lo habitual, cuya victoria se produce por la colaboración de bastante gente, sin deberse únicamente a su esfuerzo personal. También son interesantes las referencias que se hacen a los cambios que se están produciendo en la Era Hiboria, relacionados con los deseos imperialistas de diversos países, y que hacen ver que se acerca una etapa histórica diferente. Esto se relaciona con el futuro como rey que Howard planeaba para Conan (y que no llego a desarrollar). En general, es la historia de Conan más próxima al subgénero de fantasía épica, aunque sin abandonar sus rasgos característicos (propios de la espada y brujería). A pesar de no tener partes especialmente memorables, la novela en su conjunto funciona bastante bien, y es una buena forma de introducirse en la lectura de Conan para aquellos a los que no les gusta el relato corto.

Nacerá una Bruja (diciembre 1934)
Conan es capitán de la guardia de una ciudad–estado. Este relato gira alrededor de una leyenda que relaciona directamente la Era Hiboria con nuestra historia, sin hacerlo a través de nombres u otros elementos ajenos al relato: de forma más o menos clara se nos indica que lo que estamos leyendo es un pasado mítico de nuestro mundo. Howard realiza aquí un excelente uso del empleo de múltiples puntos vista para narrarnos la historia, y para expresar el paso del tiempo. De hecho, la presencia directa del propio Conan es bastante escasa (aunque tremendamente impactante), manteniéndose en el trasfondo durante gran parte del relato. Sin embargo, Howard ya conoce tan bien a Conan y a la Era Hiboria que es capaz de construir el relato con una presencia mínima de su carismático protagonista, alejándose totalmente de lo esperado en un relato pulp. Por otra parte, esta es probablemente la época en la que el personaje alcanza su máxima popularidad, siendo presencia habitual casi todos los meses en Weird Tales, lo que permite a Howard plantearse “jugar” de esta forma con el personaje.

Los Sirvientes de Bit–Yakin (marzo 1935)
Las Joyas de Gwahlur
Conan es un general mercenario. La ambientación de esta historia es relativamente típica, pues está situada en las clásicas ruinas misteriosas. Sin embargo, el desarrollo se sale algo más de lo habitual, al mostrarse Conan más sutil de lo habitual en esta trama de misterios, confusión y engaños, menos orientada a la acción. El clímax nos demuestra cuales son las verdaderas prioridades y como es el código de honor del bárbaro.

Más Allá del Río Negro (mayo – junio 1935)
Conan es un explorador mercenario. Esta es una historia de colonos Aquilonios que se enfrentan a los Pictos indígenas de las tierras que pretender ocupar. Es decir, básicamente, la historia es un western sin armas de fuego, en el que los Pictos hacen las veces de los nativos americanos. Este es un género en el que Howard empezaba a interesarse, y así dejó que se reflejara en este relato fantástico (dejó un borrador inacabado de ambientación similar, anterior a este). Conan no se muestra muy partidario de la colonización (a pesar de trabajar para los colonos), y no entiende que los Aquilonios deban buscar tierras fuera de sus fronteras cuando los nobles de su país tienen tantas desocupadas: sus bárbaras creencias se muestran casi revolucionarias comparadas con el feudalismo civilizado. Conan además es en esta historia bastante experimentado, y se muestra conocedor de leyendas y tradiciones que le ayudan a enfrentarse mejor a los Pictos. La trama enfrenta de nuevo a la civilización con la barbarie, aunque en este caso Conan ejerce como el elemento bárbaro que permite a la civilización salir adelante y no caer derrotada. En general, es una historia bastante pesimista, alejada de lo que se espera de un relato pulp.

El Extranjero Negro (1987)
El Tesoro de Tranicos
Conan es un capitán pirata bastante conocido. Si la anterior historia era un western, esta es un relato de piratas (ahora los Pictos sustituyen a los indios Caribes). Tenemos rivalidades entre capitanes, tesoros escondidos, maldiciones, traiciones… El principio es de los que no muestran mucha presencia de Conan, aunque una vez que aparece es el personaje que determina como se desarrolla la trama, gracias sobre todo a su astucia natural. Como demuestran estos dos últimos relatos, Howard está empezando a experimentar con el personaje, poniéndole en ambientaciones muy alejadas de las que había estado empleando hasta ahora. En parte, esto se debe a la familiaridad lograda con Conan, pero también indica el cambio de intereses del autor, cada vez más motivado con temas más realistas y relacionados con la historia de su tierra.

Los Devoradores de Hombres de Zamboula (noviembre 1935)
Sombras en Zamboula
Conan es un simple vagabundo sin dinero. La mala situación económica de Conan le lleva a tener que enfrentarse a los horrores y misterios de una ciudad fronteriza que guarda oscuros secretos. Aunque el elemento sobrenatural está presente, en esta historia los horrores son más humanos que fantásticos. Esta es una historia de estilo más típico y nada experimental, probablemente escrita tras el rechazo de Weird Tales de su relato anterior. Aún así, la evolución de Howard como escritor es evidente, y es un relato superior a sus otras historias rutinarias.

Clavos Rojos (julio – agosto – septiembre – octubre 1936)
Conan es un mercenario. La historia está coprotagonizada por Valeria, que no se limita a ser una comparsa (a pesar de ser también el objeto de deseo de casi todos los personajes del relato, Conan incluido). Valeria es una pirata, de carácter fuerte e independiente, que parece la compañera perfecta para el Cimmerio (a cuyas insinuaciones se resiste). Probablemente, se trate del personaje femenino más interesante y complejo de los que aparecen en las historias de Conan, y podría haber llegado a ser un gran personaje recurrente (algo que, por cierto, no existe en los relatos de Conan) o protagonizar relatos propios. La trama recuerda mucho a Xuthal del Crepúsculo (escenas picantes incluidas, con elementos lésbicos y sadomasoquistas), aunque en este caso la crítica a la civilización se centra más en el odio irracional que puede llegar a dominar a los seres humanos. Howard nos presenta una civilización cerrada y exótica (con nombres de tipo azteca, alejados de las nomenclaturas habituales en el mundo Hiborio), totalmente decadente y abocada a su inevitable y trágico destino.

Clavos Rojos es el último relato que Howard escribió sobre Conan, en parte por su creciente interés por temas más realistas y menos fantásticos, y en parte también por los problemas financieros que tenía con Weird Tales (que tardaba en pagarle precisamente cuando más necesitaba el dinero, por la enfermedad de su madre). Si en años posteriores hubiera regresado a su personaje más famoso, o si esto es todo lo que tenía que decirnos sobre Conan, es algo que, debido a su trágica muerte, nunca sabremos. Lo que sí sabemos y podemos afirmar con toda seguridad es que Conan ha alcanzado la inmortalidad como uno de los iconos míticos de la fantasía moderna.

…fue rey de Aquilonia durante muchos años, con un reinado turbulento e intranquilo, cuando la civilización Hiboria había alcanzado su más magnífico apogeo, y cada rey tenía ambiciones imperiales. Al principio luchó a la defensiva, pero opino que al final se vio obligado a emprender guerras de conquista por una cuestión de auto preservación. Si tuvo éxito en conquistar un imperio mundial, o pereció en el intento, no lo sé. Viajó mucho, no sólo antes de su reinado, sino también después de ser coronado rey. Viajó a Khitai e Hyrkania, y a las incluso menos conocidas regiones al norte de esta y al sur de aquella. Incluso visitó un continente sin nombre en el hemisferio occidental, y vagó entre las islas adyacentes a él…