Conan: Las Crónicas


…suyas eran la resistencia y la vitalidad de un lobo, con músculos de acero y nervios afilados por la dureza de su vida en los yermos del mundo. Era rápido en reír, rápido y terrible en su ira. Tenía un apetito prodigioso, y las bebidas fuertes eran una pasión y una debilidad para él. Ingenuo como un niño en muchos aspectos, desconocedor de las sofisticaciones de la civilización, tenía una gran inteligencia natural, era celoso de sus derechos, y peligroso como un tigre hambriento. Joven por años, estaba endurecido por guerras y vagabundeos, y sus estancias en muchas tierras eran evidentes en su indumentaria. Su casco con cuernos era como los llevados por los Aesires de cabellos dorados de Nordheim; su cota de malla y sus grebas eran de la mejor artesanía de Koth; la fina malla de anillas que enfundaba sus brazos y piernas era de Nemedia; la hoja en su cinto era una enorme espada ancha Aquilonia; y su hermosa capa escarlata sólo podía haber sido tejida en Ophir…



El Cronista

Robert E. Howard nació en 1906 y pasó la mayor parte de su vida en Cross Plains, un pequeño pueblo petrolero del estado de Texas. Era muy aficionado a la lectura, a los animales y a practicar deportes (como el boxeo, a lo que le ayudaba un físico similar al de sus personajes).

Su personalidad parece ser bastante compleja: solitario e individualista, era dado a cambios de humor extremos, de la alegría a la depresión. No se encontraba a gusto con su mundo ni su época, y mostraba una leve paranoia respecto a quienes consideraba “sus enemigos”. Muy unido a su madre, se suicidó en 1936 cuando ésta entró en coma víctima de un cáncer (moriría poco después que su hijo).

A lo largo de su carrera (que abarca unos 12 años) publicaría unas 150 historias (habiendo dejado escritas más de 250). Howard escribió historias de multitud de géneros distintos: fantasía (que sin duda es el que mayor reconocimiento le ha dado), terror (con influencias de Lovecraft, con el que mantuvo una extensa correspondencia), westerns, relatos de boxeadores, aventuras modernas o históricas… Por lo que se refiere a los relatos de Conan, los escribió en los últimos cuatro años de su vida, y son un total de veintiuno (incluyendo una novela). A excepción de tres, todos ellos fueron publicados durante su vida (o poco después de su muerte).

La Pluma y el Tintero

El estilo de Howard es un estilo directo e inmediato, apasionado e intenso, sin grandes florituras. Es un escritor muy visual, capaz de crear escenas inolvidables aún dentro de una trama más o menos rutinaria. No le interesa demasiado el desarrollo de personajes, sino la narración en estado puro, que es lo que mejor se le da. Por ello, la mayor parte de sus personajes protagonistas son muy similares, y prácticamente intercambiables. Algo similar sucede con los personajes secundarios, en muchos casos descritos a base de tópicos y esbozados sólo a grandes rasgos. Parte de las limitaciones (o características, según se mire) de la escritura de Howard se deben al medio para el que escribía: las revistas pulp.

Howard era un escritor profesional, que vendía sus relatos a revistas de tirada mensual (especialmente a la famosa Weird Tales) para ganarse la vida. Por ello, sus historias tenían que estar llenas de acción, para enganchar desde el principio al lector y asegurarse el sustento. Tampoco le importaba modificar un relato a petición del editor (algo que, por ejemplo, Lovecraft no hacía) para así publicarlo. Pero en ningún caso debe entenderse esto como una imposición: Howard realmente estaba escribiendo lo que quería y como quería. También es cierto que, en etapas de mayor necesidad económica (motivada sobre todo por la enfermedad de su madre), escribía relatos más rutinarios y formulaicos para asegurarse las ventas y mayores ingresos, al igual que publicaba bajo pseudónimo historias en revistas de relatos “picantes” (que hoy, seguramente, nos parecerían para todos los públicos). Así, muchos relatos de Conan acaban pareciéndose demasiado y siguen la fórmula de “Conan rescata a la chica de la amenaza sobrenatural de turno”. Por otra parte, también es cierto que muchas de las “nuevas versiones” de relatos anteriores son mejores que las que le sirvieron de inspiración inicial.

Esta profesionalidad no implica que Howard desatendiera el aspecto más “literario” de su obra: Howard se ganaba la vida escribiendo, pero no escribía para ganarse la vida. Estaba haciendo lo que le gustaba: escribir; y el hecho de que le pagaran por ello no dejaba de ser una ventaja añadida. El impacto de su obra en el entonces naciente género fantástico moderno es indudable, como reflejan el número de imitaciones y el hecho de que hoy en día se sigan vendiendo sus libros y siga despertando el interés de los lectores. Muy pocos escritores de pulps (Lovecraft, Hammett y poco más) pueden decir lo mismo. Por desgracia, la dedicación a un género considerado “menor” y el publicar en revistas baratas han hecho que nunca sea tomado muy en serio, aunque no son pocos los estudiosos que han publicado completos análisis de su obra.

La Crónica

Conan fue el último de los grandes personajes de Howard que protagonizaron sus relatos fantásticos. Los otros tres más conocidos son el Rey Kull (un bárbaro que llega a rey de un poderoso imperio, antecedente claro de Conan), Bran Mak Morn (un jefe picto de unas islas británicas pseudo-históricas), y Solomon Kane (un vengador inglés puritano de la época isabelina). Pueden verse influencias de todos ellos en Conan, pero el Cimmerio sin duda es, de todos ellos, el más complejo y amoral (o más bien podría decirse que tiene un código moral propio, muchas veces incomprensible y sorprendente para los demás), siendo más un antihéroe que un héroe tradicional (como sí lo sería Kull, por ejemplo).

Con Conan, Howard da una vuelta de tuerca al uso habitual que hacía de los protagonistas en sus relatos. Conan es un personaje que se nos presenta en distintos momentos de su vida, de la juventud a la madurez, y en el que podemos percibir ciertas diferencias de carácter. No son iguales el violento ladrón impulsivo de “La Torre del Elefante” y el reflexivo rey de “El Fénix en la Espada”.

Por otra parte, su Era Hiboria, el mundo en que transcurren las andanzas del Cimmerio no es un mundo precisamente original. Tanto los nombres como los países o los dioses que nos muestra recuerdan de forma clara a los de nuestro propio mundo. Esto, que puede verse como un defecto en la elaboración detallada de un mundo fantástico (algo que tampoco era normal en el fantástico anterior a Tolkien), para Howard en realidad es una herramienta. La razón es que Howard no está creando un mundo: está creando una era, una prehistoria mítica de nuestro propio mundo. Esto es una constante en la forma de ver la historia de Howard: Kull vive en la prehistoria del mundo de Conan, que a su vez vive en nuestra prehistoria. Y, de hecho, tampoco puede dedicar demasiado tiempo a la elaboración de un mundo de ficción, ya que ese es un tiempo que no se ve recompensado directamente y que no puede dedicar a escribir un relato que pueda vender a una revista.

Con este tipo de ambientación, Howard consigue un doble objetivo. El primero es evocar paisajes y ambientaciones fácilmente y con economía de medios, algo imprescindible dados su estilo y el modo de publicación: no puede (ni quiere) dedicar más tiempo del imprescindible a describir culturas y lugares. De esta forma, sin que se le diga mucho más, el lector puede imaginarse que Estigia es una tierra desértica, de monumentos de piedra y momias, en Khitai visten con sedas, y en Vendhya adoran a dioses de múltiples brazos.

Por otra parte, con esta ambientación entre lo fantástico y lo histórico, donde conviven diferentes países, culturas y épocas, Howard consigue algo que le obsesionaba al escribir relatos históricos, en los que se sentía incapaz de no ser preciso y respetuoso con la realidad. En la Era Hiboria, Howard tiene total libertad para tomar los elementos de la historia que le interesan, y reescribir los que no, además de contar con multitud de ambientes en los que situar a Conan. Así, las historias de Conan pueden tener elementos de narraciones de piratas, de fantasías orientales, e incluso de westerns.

A Howard se le ha acusado muchas veces de escribir historias con elementos machistas y racistas. Probablemente, desde la óptica moderna, muchas veces pueda parecerlo, pero no hay que perder la perspectiva que nos da el tiempo. Al parecer, Howard era bastante liberal en su pensamiento político y social, pero al fin y al cabo era un anglosajón blanco del sur de los Estados Unidos de principios del siglo XX. Sin duda en aquella época ya había luchadores por la igualdad de derechos, pero lo cierto es que Howard era uno de ellos: sólo era un hombre más de su tiempo que no se preocupaba en exceso de esos temas. Que hoy pensemos que algunas de las expresiones y tópicos empleados son discriminatorios no habla en contra de Howard, sino a favor de la evolución de nuestra sociedad. Sirva como ejemplo para contextualizar el racismo de Howard respecto al de su sociedad la siguiente anécdota: uno de sus muchos relatos fue rechazado por una revista porque la revista “no publicaba relatos protagonizados por indios”. En general, los mismos prejuicios pueden encontrarse en otros escritores más o menos de su misma época, desde Jack London a Edgar Rice Burroughs. Dicho esto, veamos como las acusaciones son, al menos, un poco exageradas (por lo menos en lo que se refiere a Conan).

El machismo del que se acusa a Howard se basa en que sus personajes femeninos están poco desarrollados (al igual que los masculinos, como ya se ha dicho) y son meras comparsas del héroe, respondiendo al estereotipo de “damisela en apuros”. Esto último es cierto muchas veces, aunque no siempre, y en Conan tampoco son raras las mujeres de carácter fuerte (Bêlit y Valeria sobre todo). Además, Howard también escribió varios relatos protagonizados por mujeres tan independientes y guerreras como todos sus personajes (el ejemplo más claro sería Agnes de Chastillon, que se rebela violentamente contra el matrimonio impuesto por su padre). Sí es verdad que Howard no estaba muy acostumbrado al trato con las mujeres, y quizá no sea casual que su personaje femenino más interesante (Valeria) surja al final de su carrera, cuando ya había tenido una relación más o menos seria con la maestra y escritora Novalyne Price (a la que el propio Howard animaba a dedicarse a la literatura). En cuanto al hecho de que sus personajes femeninos suelan ir escasamente vestidos, no deja de ser una concesión más a la galería para atrapar al lector de pulps: simple marketing (además de que el propio Conan es también bastante amigo de ir por ahí en taparrabos y sandalias). Curiosamente (aunque esto no quiera decir nada) cuando el personaje de Conan empezó a ser famoso, muchos de sus fans eran lectoras de Weird Tales que veían en él a un “bárbaro romántico” (debido en parte a la censura del editor, que eliminaría los elementos más desagradables del personaje).

El racismo (entendido como una discriminación deliberada) es aún más difícil de encontrar, al menos en Conan. Puede encontrarse más fácilmente en “Rostro de Calavera”, relato de aventuras modernas en el que un genio del mal conspira con una serie de malvados de razas “no blancas” para acabar con la “raza blanca”. No deja de ser un relato más de “peligro amarillo” al estilo de los de Fu-Manchú, hoy totalmente desfasado si se toma fuera de contexto (y probablemente esto pase con muchos de sus relatos ambientados en la época moderna). En cambio, en Conan (y, por extensión, en sus relatos fantásticos) la discriminación racial es más difícil de encontrar. El propio Conan, cuando es rey, se queja de que sólo le echan en cara que es un bárbaro extranjero cuando es para denigrarle, pero que sus orígenes no le importaban a la gente cuando acabó con su tirano predecesor. Por supuesto, pueden encontrarse personajes que desprecian a otros por su raza o cultura de origen, o que emplean estereotipos más o menos vejatorios. Incluso algunos de estos estereotipos son más o menos ciertos, como los que se refieren al malvado reino de Estigia o a los corruptos y decadentes Zamorios, pero no dejan de ser un recurso literario. Hablar de racismo en estos casos es tan absurdo como hablar de racismo en obras fantásticas que muestran a razas inherentemente malvadas (como los típicos Orcos o Trasgos de tantas novelas de fantasía).

Otro de los motivos por los que se suele hablar de racismo en Conan es por el hecho de que el Cimmerio, con su capacidad absoluta para el liderazgo, suele acabar convertido en jefe de tribus (más o menos primitivas) de los países del sur o del este. Por las características ya comentadas de la Era Hiboria, es fácil asimilar estas tribus como pertenecientes a África o a Oriente, con lo que podríamos interpretar que tenemos a un grupo de africanos o árabes que necesitan del liderazgo del hombre blanco. En cualquier caso, esta es una afirmación un poco sesgada, que no tiene en cuenta que esto es así no porque Conan sea blanco, sino porque es Conan, es el protagonista. Al fin y al cabo, en otras historias también es líder de guerreros mercenarios, de piratas e, incluso, del reino más poderoso de Occidente.

Ni siquiera el uso del lenguaje que hace Howard para referirse a otras razas es especialmente racista, aunque en ocasiones caiga en leves discriminaciones. La forma que tiene de calificar a los miembros de distintas razas se basa en una antigua división tradicional de las razas en roja, blanca, negra y amarilla (probablemente basada en sus lecturas de los libros de historia y antropología de la época, que también explican sus teorías respecto a la evolución y decadencia de las razas). Así, los Kushitas casi siempre son black (un término curiosamente actual) aunque en ocasiones emplea el término habitual en sus tiempos (y hoy considerado despectivo) Negro (sic). Eso sí, nunca emplea otro termino de su época (también considerado despectivo actualmente) como es colored, ni mucho menos el insultante nigger.

La única discriminación que realmente realiza Howard en las historias de Conan (y en otras como las de Kull o Bran Mak Morn) es la de la preferencia de las culturas bárbaras sobre las civilizadas. Sin embargo, no se trata precisamente de que crea que las culturas bárbaras sean superiores, sino que las encuentra fascinantes (o, al menos, más fascinantes que las civilizadas), con sus partes buenas y sus partes malas. También es significativo que la mayor parte de las historias transcurran en la civilización, o a través de los ojos de personajes civilizados. Además de emplear esto para crear contraste con el bárbaro protagonista, en cierto modo nos está diciendo que a Howard en realidad no le disgusta la civilización (algo de lo que muchas veces se le ha acusado, haciendo una lectura superficial de su obra). Realmente, Howard aprecia la civilización a su manera, y precisamente por ello critica muchos de sus defectos (que, según él, se solucionan mirando a los elementos menos negativos de la barbarie). Por otra parte, el conflicto que suele plantear Howard en sus relatos de Conan de “barbarie vs. civilización” puede interpretarse a un nivel más profundo como “individualismo vs. comunidad”. Y ahí si que Howard (solitario y casi inadaptado) toma claro partido por el individualismo. Conan es un personaje solitario, que actúa siempre por sí mismo y sale de las situaciones problemáticas a las que se enfrenta por sus propios medios, incluso cuando es líder de un grupo (e incluso cuando es rey).

Los Pergaminos

Los relatos de Conan fueron publicados (no todos) originalmente en la ya mencionada revista Weird Tales, algunos de ellos por entregas. Lógicamente, la revista publicaba los relatos más o menos en el orden en que Howard se los iba mandando y se los aceptaban (que no se corresponde necesariamente con el orden en que Howard los escribía). Así pues, en cada uno de ellos Conan puede estar en un momento dado de su vida, y ser rey, ladrón, mercenario o pirata.

En los años 60, los escritores L. Sprague de Camp y Lin Carter emprendieron la tarea de publicar las historias de Conan en forma de libro. El criterio que siguieron para ordenar las historias fue cronológico, es decir, de la juventud a la vejez de Conan (y siempre de acuerdo con sus impresiones respecto a esta cronología, ya que Howard no dejó un orden claro y definitivo de sus historias). Además, decidieron “rellenar los huecos” existentes en la vida de Conan. Para ello, completaron o desarrollaron fragmentos y sinopsis del propio Howard, e incluso escribieron gran cantidad de material totalmente nuevo. En algunos casos, cogieron historias protagonizadas por otros personajes y las reescribieron como historias de Conan (y a veces es demasiado obvio que se desarrollaban originalmente en el Oriente Medio de nuestro mundo, como en “La Daga Llameante” y otras). De hecho, en los 12 libros que componen la edición de Sprague de Camp y Carter, sólo entre el 40 y el 50% del material procede de Howard (en varios casos, libros enteros no contienen nada escrito por Howard, como sucede por ejemplo con los 3 últimos). Además, antes de cada historia incluyeron una breve introducción para explicar lo sucedido entre relato y relato, en muchos casos avanzando demasiados datos de la historia a la que preceden. En este proceso también le dieron una cierta forma más homogénea y alejada de la intención original de Howard. Por ejemplo, el hechicero Thoth–Amon, que aparece de forma secundaria en algunas historias de Howard, con las modificaciones y añadidos de Sprague de Camp y Carter aparece convertido en el archienemigo de Conan (especialmente en los libros escritos íntegramente por ellos).

El principal problema de esta edición es que los editores decidieron también reescribir partes de las historias de Howard. En muchos casos, esto se hacía para evitar incoherencias entre nombres (como Cush y Kush, que aparece escrito de dos formas, o como el nombre de la capital de Aquilonia, en una historia Tamar y en otra Tarantia) o para corregir erratas, pero en otros casos parecería estar hecho por razones menos claras o para “corregir” el estilo del autor. Esto hace que esta edición tenga cierta mala fama entre los aficionados más puristas, aunque durante mucho tiempo ha sido la única forma de acceder a Conan. Tienen la ventaja del orden cronológico (aunque esto es más una curiosidad que otra cosa, al no ser imprescindible para disfrutar del personaje) y de que algunas de las historias añadidas no están mal. Además, hay que reconocer el mérito de esta edición en popularizar (con la ayuda de las portadas originales del legendario Frank Frazetta) el personaje de Conan.

La edición de Sprague de Camp y Carter abrió la veda a la publicación de lo que se conoce como “pastiches”: relatos y novelas protagonizados por Conan, pero escritos por otros autores (algunos más o menos consagrados, como Robert Jordan, Poul Anderson o Karl Edward Wagner). Últimamente incluso se están publicando libros protagonizados por personajes originales, aunque ambientados en la Era Hiboria creada por Howard. Lógicamente, este material es tremendamente desigual, como suele suceder con los libros escritos por encargo. Además, normalmente presentan un Conan más estereotipado que el esbozado por Howard, más cerca del protagonista de cualquier relato de aventuras que del amoral bárbaro original.

El listado de los libros de la edición de Sprague de Camp y Carter es el siguiente (junto con las historias que contiene cada uno, cuando el libro no es una novela):

Conan (La Cosa de la Cripta, La Torre del Elefante, El Aposento de los Muertos, El Dios del Cuenco, Villanos en la Casa, La Mano de Nergal, La Ciudad de las Calaveras)
Conan el Cimmerio (La Maldición del Monolito, El Dios Manchado de Sangre, La Hija del Gigante Helado, La Guarida del Gusano de Hielo, La Reina de la Costa Negra, El Valle de las Mujeres Perdidas, El Castillo del Horror, Un Hocico en la Oscuridad)
Conan el Pirata (Halcones sobre Shem, El Coloso Negro, Sombras a la Luz de la Luna, El Camino de las Águilas, Nacerá una Bruja)
Conan el Vagabundo (Lágrimas Negras, Sombras en Zambula, El Diablo de Hierro, La Daga Llameante)
Conan el Aventurero (El Pueblo del Círculo Negro, La Sombra Deslizante, Los Tambores de Tombalku, El Estanque del Negro)
Conan el Bucanero
Conan el Guerrero (Clavos Rojos, Las Joyas de Gwahlur, Más Allá del Río Negro)
Conan el Usurpador (El Tesoro de Tranicos, Lobos Más Allá de la Frontera, El Fénix en la Espada, La Ciudadela Escarlata)
Conan el Conquistador
Conan el Vengador
Conan de Aquilonia
Conan de las Islas

En los últimos años se están reeditando las historias originales de Howard, sin retoques ni modificaciones, recuperando en muchos casos sus títulos originales. Probablemente la mejor versión disponible de las historias de Conan sea la preparada por el experto en Howard Patrice Louinet, disponible en versiones tanto de lujo como normales, y complementadas con diverso material adicional: ilustraciones, fragmentos de textos y sinopsis de Howard, interesantes artículos del propio Louinet comentando el proceso de escritura y las influencias de las historias… Se ha optado por presentar la obra de Howard por su orden de escritura, renunciando a cualquier intento de seguir un orden cronológico. Esta edición se compone de las siguientes tres antologías (se incluye el título original, pues aún no han sido publicados todos en castellano):

The Coming of Conan the Cimmerian (El Fénix en la Espada, La Hija del Gigante Helado, El Dios del Cuenco, La Torre del Elefante, La Ciudadela Escarlata, La Reina de la Costa Negra, El Coloso Negro, Sombras de Hierro a la Luz de la Luna, Xuthal del Crepúsculo, El Estanque del Negro, Villanos en la Casa, El Valle de las Mujeres Perdidas, El Diablo de Hierro)
The Bloody Crown of Conan (El Pueblo del Círculo Negro, La Hora del Dragón, Nacerá una Bruja)
The Conquering Sword of Conan (Los Sirvientes de Bit–Yakin, Más Allá del Río Negro, El Extranjero Negro, Los Devoradores de Hombres de Zamboula, Clavos Rojos)

Por cierto, de acuerdo a la ley estadounidense muchas de las historias de Howard (incluyendo las de Conan) son de dominio público, y pueden encontrarse (en inglés) en sitios como WikiSource

Sea cual sea el caso, hay que tener en cuenta que la lectura de las historias de Conan puede llegar a hacerse un poco repetitiva. Las historias de menor calidad y más típicas tienden a parecerse demasiado y a seguir una fórmula más o menos predecible. Por otra parte, su longitud las hace ideales para leer de vez en cuando, una cada vez, como si estuviéramos leyéndola en el ejemplar del último mes de Weird Tales, y no en una antología en forma de libro.

En cuanto al orden de lectura, cualquiera es igual de recomendable, con sus puntos buenos y sus puntos malos. La lectura cronológica permite leer una especie de “biografía” de Conan, desde sus inicios como ladrón a su final como rey. Además, permite acabar con la única novela de Conan escrita por Howard: La Hora del Dragón (es mejor ignorar las novelas posteriores escritas por Sprague de Camp y Carter). Por su parte, la lectura en orden de escritura o de publicación ofrece la ventaja de ver la evolución del personaje y de su mundo a medida que Howard se va sintiendo más cómodo con él. Por el contrario, tiene la desventaja de que las historias más flojas están prácticamente seguidas, lo que produce un cierto “bache” en el disfrute de la lectura. Y, finalmente, estas dos opciones no son las únicas posibles: nada impide leer las historias en un orden totalmente aleatorio. En todo caso, hay que mencionar que el propio Howard no veía las historias de Conan como un todo homogéneo que deba leerse de forma ordenada, sino que las comparaba a las historias que contaría el propio protagonista, fanfarroneando en una taberna, y recordando sus andanzas de forma desordenada. De ahí que sea difícil establecer una cronología exacta y que puedan aparecer inconsistencias entre los relatos, pues el propio Howard parece tener sólo una idea general del orden de las andanzas de Conan.

Los Relatos

A continuación se comenta algo acerca de cada uno de los relatos de Conan, siguiendo el orden de su escritura (junto al título de cada uno de ellos se muestra su fecha de publicación; si sólo se muestra el año, es que no se publicó en Weird Tales). Cuando un relato se conoce también por otro título distinto al original, se indica en cursiva debajo del título original. Lo primero que se indica es la ocupación de Conan, para situar un poco el relato temáticamente (aunque muchos de los relatos empiezan con Conan viéndose forzado a cambiar dicha ocupación). No se trata de analizarlos al detalle, y ni mucho menos de desvelar su trama (aunque algo se comenta), sino de señalar los puntos más interesantes y llamativos de cada uno de ellos.

El Fénix en la Espada (diciembre 1932)
Conan es rey de Aquilonia. Este es el primer relato protagonizado por Conan, y en realidad es una reescritura de un relato no publicado de Kull. En este relato introduce un elemento sobrenatural (por influencia de Lovecraft, con quien empezaba a escribirse, y de la revista a la que iba dirigido el relato), y quita una subtrama típica de las historias de Kull (el enfrentamiento entre la tradición y el cambio). Conan aquí es un personaje más reflexivo de lo que se puede esperar (debido sin duda a la influencia de Kull, un personaje más dado a filosofar), y demasiado poco activo. Toda la trama la dirigen sus oponentes y aliados, y Conan sólo reacciona. Es obvio que el personaje aún está en pleno proceso de definición y no se muestra totalmente redondo. En todo caso, el relato contiene escenas ya típicamente “Conanianas”, como la del protagonista defendiéndose hacha en mano de los conspiradores (aunque también estuviera en el relato original).

La Hija del Gigante Helado (1976)
Conan es un guerrero en las tierras del norte. Este relato fue remitido a Weird Tales junto con el anterior, pero su publicación fue rechazada. Nos muestra a un Conan más joven, impulsivo y bárbaro, casi salvaje, que persigue de forma despiadada a una misteriosa mujer, dominado (en parte) por sus bajos instintos. A pesar de lo escabroso del tema subyacente, la historia tiene un cierto aire entre poético y mítico que lo contrarresta.

El Dios del Cuenco (1975)
Conan es un ladrón en una ciudad civilizada. Este relato ya nos muestra una de las constantes en las historias de Conan: el choque entre la barbarie y la civilización. Por otra parte es casi una rareza porque por su estructura es prácticamente un relato de misterio y de investigación detectivesca (género que no interesaba mucho a Howard), en la que Conan participa de forma bastante pasiva (como sospechoso). Como curiosidad, aquí Conan aparece por primera vez con el look de “taparrabos y sandalias”, tan apreciado por ilustradores y dibujantes de comics, que se nos presenta como su “uniforme de trabajo” cuando va a robar algo.

La Torre del Elefante (marzo 1933)
Conan es un ladrón en una ciudad civilizada. Esta historia tiene algunos elementos en común con la anterior, pero es de mayor calidad. Descartada la trama de tipo detectivesco, esta es una historia más típica (y, por ello, imitada), en la que Conan va a robar en algún lugar en el que se encuentra con una amenaza sobrenatural. Sin embargo, la historia tiene elementos que la ponen muy por encima de sus imitaciones. También Howard aprovecha aquí para introducir elementos de historia antigua de la Era Hiboria.

La Ciudadela Escarlata (enero 1933)
Conan es rey de Aquilonia. De nuevo el rey Conan se tiene que enfrentar a una amenaza al trono, en este caso en forma de enemigo exterior. El relato se divide en dos partes, en la que la primera es más terrorífica, y la segunda (menos interesante) se dedica a la descripción impersonal de una gran batalla. El personaje de Conan va tomando forma, y se hacen varias referencias a su pasado.

La Reina de la Costa Negra (mayo 1934)
Conan es un mercenario fugitivo. Aquí Conan ya es más experimentado que cuando se dedicaba al robo, y parece haber viajado bastante a pesar de su juventud. El relato es el de la historia de amor entre Conan y Bêlit, el primer personaje femenino con cierta entidad que aparece en los relatos de Conan. Howard sigue introduciéndonos en la Era Hiboria, en este caso hablándonos de sus dioses en una inolvidable escena en la que Conan y Bêlit discuten de teología. El relato es muy bueno, a pesar de una elipsis no muy clara que hay entre el inicio y el final de la historia, entre los que se supone que pasan uno o dos años, según los expertos en Conan. De hecho, hay un pastiche (Conan el Rebelde) ambientado precisamente en medio de dicha elipsis.

El Coloso Negro (junio 1933)
Conan es un mercenario. En este relato vemos por primera vez a Conan como líder, una posición que parece no ocasionarle demasiados problemas a pesar de ser nueva para él. El bárbaro no ve demasiada diferencia entre combatir sólo o con un ejército a su mando, y parece darle buen resultado. El conjunto del relato es un poco flojo, aunque tiene escenas sueltas (como el inicio o la batalla) bastante buenas. Como curiosidad, este fue el primer relato que consiguió una portada en Weird Tales, aunque en ella no salía Conan (pero sí la protagonista femenina). De hecho, de las 9 veces que un relato de Conan fue portada (El Coloso Negro, La Sombra Deslizante, La Reina de la Costa Negra, El Diablo de Hierro, El Pueblo del Círculo Negro, Nacerá una Bruja, Sombras en Zamboula, La Hora del Dragón y Clavos Rojos), sólo en 3 aparecía el Cimmerio (La Reina de la Costa Negra, El Diablo de Hierro y La Hora del Dragón).

Sombras de Hierro a la Luz de la Luna (abril 1934)
Conan es un kozako fugitivo (los kozaki son un grupo multicultural de forajidos, de inspiración bastante clara hasta en su nombre). La historia está narrada desde el punto de vista de Olivia, la protagonista (que es poco más que un estereotipo). La historia de “misterio en la jungla” recuerda a parte de La Reina de la Costa Negra. En este relato, Conan demuestra sus recursos y oportunismo, ya que lo finaliza en mucha mejor situación que lo inicia. El recurso de utilizar como personaje de punto de vista (aunque la narración siempre es en tercera persona) a un personaje que no es el propio Conan volvería a ser empleado por Howard (sobre todo de forma parcial) con mayor o menor efectividad para mostrarnos las características únicas del Cimmerio.

Xuthal del Crepúsculo (septiembre 1933)
La Sombra Deslizante
Conan es un mercenario fugitivo. Este relato que transcurre en una misteriosa ciudad le sirve a Howard para criticar la decadencia y la pasividad de la civilización. Habría que señalar el número de escenas picantes (por emplear la terminología de la época) que aparecen, superior al habitual.

El Estanque del Negro (octubre 1933)
Conan es un pirata fugitivo. Esta es una historia muy similar a Sombras de Hierro a la Luz de la Luna, con sus ruinas abandonadas en una isla misteriosa. Incluso el principio, desde el punto de vista del personaje femenino, recuerda formalmente a dicho relato. Lo más destacable sería que nos muestra a un Conan bastante amoral, que es capaz de actos muy discutibles para lograr sus objetivos.

Villanos en la Casa (enero 1934)
Conan es un ladrón en una ciudad civilizada. El personaje no es tan inocente como en otros relatos de su época de ladrón, probablemente debido a su mayor experiencia. Es bastante interesante la interacción entre los villanos que menciona el título, de los que Conan se nos describe como el menos malo debido a que no se engaña y es directo respecto a su “villanía”. De nuevo, el relato nos muestra la amoralidad del protagonista. Según parece, este es el único relato de Conan que se publicó tal y como lo escribió Howard en su primera versión (normalmente, Howard realizaba dos o tres borradores antes de llegar a la versión definitiva).

El Valle de las Mujeres Perdidas (1967)
Conan es un jefe tribal. Este es uno de los relatos de Conan que más podrían dar que hablar respecto a su racismo: al fin y al cabo, trata de un blanco que rescata a una chica blanca de una tribu negra sólo por el hecho de ser “compañeros de raza”. Por otra parte, el relato no es gran cosa, aunque tiene un elemento bastante interesante. Al estar narrado desde el punto de vista de su aterrorizada protagonista, se nos muestra la brutalidad de batallas y combates como algo horrible, muy lejos de la épica de otros relatos. Este es el último de los doce relatos de Conan que Howard escribió en apenas un año, así que decidió tomarse una temporada de descanso con el personaje: empezaba a repetirse demasiado. Esta abundancia de relatos se debe sobre todo (con los últimos) a la necesidad económica, al desaparecer algunas de las revistas a las que normalmente Howard vendía otras historias.

El Diablo de Hierro (agosto 1934)
Conan es un jefe kozako. A pesar del mencionado periodo de descanso, este relato aún toma muchos elementos de otras historias y es bastante rutinario, aunque parece hacer algo más de énfasis en el horror cósmico. Conan, lejos de ser un personaje perfecto (dejando aparte su particular código moral), en esta historia cae en una trampa que se aprovecha de su debilidad por las mujeres.

El Pueblo del Círculo Negro (octubre – noviembre 1934)
Conan es el jefe de una tribu de montañeses orientales. Este es el relato (podría considerarse novela corta) más extenso sobre Conan que Howard había escrito hasta el momento. La historia, que mezcla los elementos de intriga política con los sobrenaturales, muestra influencias de fantasías de tipo oriental (al fin y al cabo, está ambientada en Vendhya, la India de la Era Hiboria). Este exotismo hace que los elementos fantásticos estén algo más presentes en la trama. La extensión del relato permite a Howard desarrollar mejor a los personajes (desde los secundarios a los antagonistas), así como introducir más giros en la trama. Entre los personajes, destaca la Devi Yasmina, que es un personaje femenino desarrollado y fuerte, sin necesidad de ser una guerrera (como lo son Bêlit y Valeria).

La Hora del Dragón (diciembre 1935 – enero – febrero – marzo – abril 1936)
Conan el Conquistador
Conan es rey de Aquilonia. Esta es la única novela de Howard protagonizada por Conan, además de ser la primera novela que escribió el autor. Su origen está en la petición de un editor inglés, al que Howard había enviado varias de sus historias para ser publicadas en forma de libro (para ampliar mercados). El editor le respondió que el público no compraba antologías de relatos cortos, pero que le publicarían una novela del tipo de las historias que había enviado. Por desgracia, problemas empresariales en la editorial acabarían haciendo que la novela no fuera publicada, y Howard la vendió a Weird Tales para su publicación por entregas. Esta novela fue el tercer intento (tras abandonar Almuric y otro proyecto protagonizado por Conan) de escribir una novela, y fue escrita en unos intensos 2 meses, en los que pasó por un total de 5 versiones. Teniendo en cuenta que la novela estaba pensada para un público nuevo, la historia aprovecha para hacer una presentación bastante completa de Conan y su mundo. También recicla elementos de otras historias, especialmente La Ciudadela Escarlata. La historia nos muestra un Conan más sutil de lo habitual (obligado por las circunstancias) y que se muestra algo nostálgico con su pasado a medida que se encuentra con situaciones que se lo hacen recordar. De nuevo, la mayor extensión le permite a Howard crear una trama más compleja, estructurada a partir de varios episodios que giran alrededor de una búsqueda central (Patrice Louinet vincula esta estructura y la trama con las historias del ciclo Artúrico y la búsqueda del Grial). Muchos de los personajes que aparecen en estos episodios tienen el suficiente interés para poder haber protagonizado un relato propio. Curiosamente, se nos muestra un Conan menos individualista de lo habitual, cuya victoria se produce por la colaboración de bastante gente, sin deberse únicamente a su esfuerzo personal. También son interesantes las referencias que se hacen a los cambios que se están produciendo en la Era Hiboria, relacionados con los deseos imperialistas de diversos países, y que hacen ver que se acerca una etapa histórica diferente. Esto se relaciona con el futuro como rey que Howard planeaba para Conan (y que no llego a desarrollar). En general, es la historia de Conan más próxima al subgénero de fantasía épica, aunque sin abandonar sus rasgos característicos (propios de la espada y brujería). A pesar de no tener partes especialmente memorables, la novela en su conjunto funciona bastante bien, y es una buena forma de introducirse en la lectura de Conan para aquellos a los que no les gusta el relato corto.

Nacerá una Bruja (diciembre 1934)
Conan es capitán de la guardia de una ciudad–estado. Este relato gira alrededor de una leyenda que relaciona directamente la Era Hiboria con nuestra historia, sin hacerlo a través de nombres u otros elementos ajenos al relato: de forma más o menos clara se nos indica que lo que estamos leyendo es un pasado mítico de nuestro mundo. Howard realiza aquí un excelente uso del empleo de múltiples puntos vista para narrarnos la historia, y para expresar el paso del tiempo. De hecho, la presencia directa del propio Conan es bastante escasa (aunque tremendamente impactante), manteniéndose en el trasfondo durante gran parte del relato. Sin embargo, Howard ya conoce tan bien a Conan y a la Era Hiboria que es capaz de construir el relato con una presencia mínima de su carismático protagonista, alejándose totalmente de lo esperado en un relato pulp. Por otra parte, esta es probablemente la época en la que el personaje alcanza su máxima popularidad, siendo presencia habitual casi todos los meses en Weird Tales, lo que permite a Howard plantearse “jugar” de esta forma con el personaje.

Los Sirvientes de Bit–Yakin (marzo 1935)
Las Joyas de Gwahlur
Conan es un general mercenario. La ambientación de esta historia es relativamente típica, pues está situada en las clásicas ruinas misteriosas. Sin embargo, el desarrollo se sale algo más de lo habitual, al mostrarse Conan más sutil de lo habitual en esta trama de misterios, confusión y engaños, menos orientada a la acción. El clímax nos demuestra cuales son las verdaderas prioridades y como es el código de honor del bárbaro.

Más Allá del Río Negro (mayo – junio 1935)
Conan es un explorador mercenario. Esta es una historia de colonos Aquilonios que se enfrentan a los Pictos indígenas de las tierras que pretender ocupar. Es decir, básicamente, la historia es un western sin armas de fuego, en el que los Pictos hacen las veces de los nativos americanos. Este es un género en el que Howard empezaba a interesarse, y así dejó que se reflejara en este relato fantástico (dejó un borrador inacabado de ambientación similar, anterior a este). Conan no se muestra muy partidario de la colonización (a pesar de trabajar para los colonos), y no entiende que los Aquilonios deban buscar tierras fuera de sus fronteras cuando los nobles de su país tienen tantas desocupadas: sus bárbaras creencias se muestran casi revolucionarias comparadas con el feudalismo civilizado. Conan además es en esta historia bastante experimentado, y se muestra conocedor de leyendas y tradiciones que le ayudan a enfrentarse mejor a los Pictos. La trama enfrenta de nuevo a la civilización con la barbarie, aunque en este caso Conan ejerce como el elemento bárbaro que permite a la civilización salir adelante y no caer derrotada. En general, es una historia bastante pesimista, alejada de lo que se espera de un relato pulp.

El Extranjero Negro (1987)
El Tesoro de Tranicos
Conan es un capitán pirata bastante conocido. Si la anterior historia era un western, esta es un relato de piratas (ahora los Pictos sustituyen a los indios Caribes). Tenemos rivalidades entre capitanes, tesoros escondidos, maldiciones, traiciones… El principio es de los que no muestran mucha presencia de Conan, aunque una vez que aparece es el personaje que determina como se desarrolla la trama, gracias sobre todo a su astucia natural. Como demuestran estos dos últimos relatos, Howard está empezando a experimentar con el personaje, poniéndole en ambientaciones muy alejadas de las que había estado empleando hasta ahora. En parte, esto se debe a la familiaridad lograda con Conan, pero también indica el cambio de intereses del autor, cada vez más motivado con temas más realistas y relacionados con la historia de su tierra.

Los Devoradores de Hombres de Zamboula (noviembre 1935)
Sombras en Zamboula
Conan es un simple vagabundo sin dinero. La mala situación económica de Conan le lleva a tener que enfrentarse a los horrores y misterios de una ciudad fronteriza que guarda oscuros secretos. Aunque el elemento sobrenatural está presente, en esta historia los horrores son más humanos que fantásticos. Esta es una historia de estilo más típico y nada experimental, probablemente escrita tras el rechazo de Weird Tales de su relato anterior. Aún así, la evolución de Howard como escritor es evidente, y es un relato superior a sus otras historias rutinarias.

Clavos Rojos (julio – agosto – septiembre – octubre 1936)
Conan es un mercenario. La historia está coprotagonizada por Valeria, que no se limita a ser una comparsa (a pesar de ser también el objeto de deseo de casi todos los personajes del relato, Conan incluido). Valeria es una pirata, de carácter fuerte e independiente, que parece la compañera perfecta para el Cimmerio (a cuyas insinuaciones se resiste). Probablemente, se trate del personaje femenino más interesante y complejo de los que aparecen en las historias de Conan, y podría haber llegado a ser un gran personaje recurrente (algo que, por cierto, no existe en los relatos de Conan) o protagonizar relatos propios. La trama recuerda mucho a Xuthal del Crepúsculo (escenas picantes incluidas, con elementos lésbicos y sadomasoquistas), aunque en este caso la crítica a la civilización se centra más en el odio irracional que puede llegar a dominar a los seres humanos. Howard nos presenta una civilización cerrada y exótica (con nombres de tipo azteca, alejados de las nomenclaturas habituales en el mundo Hiborio), totalmente decadente y abocada a su inevitable y trágico destino.

Clavos Rojos es el último relato que Howard escribió sobre Conan, en parte por su creciente interés por temas más realistas y menos fantásticos, y en parte también por los problemas financieros que tenía con Weird Tales (que tardaba en pagarle precisamente cuando más necesitaba el dinero, por la enfermedad de su madre). Si en años posteriores hubiera regresado a su personaje más famoso, o si esto es todo lo que tenía que decirnos sobre Conan, es algo que, debido a su trágica muerte, nunca sabremos. Lo que sí sabemos y podemos afirmar con toda seguridad es que Conan ha alcanzado la inmortalidad como uno de los iconos míticos de la fantasía moderna.

…fue rey de Aquilonia durante muchos años, con un reinado turbulento e intranquilo, cuando la civilización Hiboria había alcanzado su más magnífico apogeo, y cada rey tenía ambiciones imperiales. Al principio luchó a la defensiva, pero opino que al final se vio obligado a emprender guerras de conquista por una cuestión de auto preservación. Si tuvo éxito en conquistar un imperio mundial, o pereció en el intento, no lo sé. Viajó mucho, no sólo antes de su reinado, sino también después de ser coronado rey. Viajó a Khitai e Hyrkania, y a las incluso menos conocidas regiones al norte de esta y al sur de aquella. Incluso visitó un continente sin nombre en el hemisferio occidental, y vagó entre las islas adyacentes a él…