Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal

Es muy difícil que una nueva entrega de algo que ya es historia del cine no acabe por defraudarnos: es algo que aprendimos con La Amenaza Fantasma. Dejando aparte la calidad intrínseca de la película, es casi imposible que esté a la altura de algo que llevamos años mitificando. ¿Es esta introducción una preparación para decir que Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal no cumple con lo prometido? No, no es eso: la película se presenta como una película de Indiana Jones, y eso es lo que es. Aunque sí es posible que la película no cumpla con lo esperado, que es una cosa distinta.

Así, la película no engaña a nadie: estamos viendo una película de Indiana Jones, con todo lo que ello conlleva. Y eso incluye el contar una aventura al estilo clásico (bueno, con toques de los años 80), donde los buenos ganan y los malos pierden, sin florituras visuales ni argumentales, y alguna que otra exageración y situaciones imposibles. La única concesión a la modernidad es la inevitable evolución tecnológica que se ve en los efectos especiales. En resumen, que la película sigue la fórmula de otras de la saga (dejando a El Templo Maldito como la única que se sale un poco del molde). Estamos viendo lo mismo que siempre: bien hecho, sí, pero no deja de ser más de lo mismo.

En todo caso, la película tampoco renuncia a adaptar su fórmula al paso del tiempo, con una ambientación propia de unos idealizados años 50 (homenajes incluidos a American Graffiti en el inicio, y al Marlon Brando de Salvaje en la entrada en escena del personaje de Shia LaBeouf). El habitual prólogo (que es el que más relación tiene con el resto de la película de toda la saga) concluye con una espectacular escena con el que Spielberg deja bien a las claras que Indiana Jones está en una nueva era. Por cierto, que dicho prólogo incluye una excesiva escena que seguro será polémica, aunque no es muy distinta de cosas que se han visto en El Templo Maldito...

El argumento, sin entrar en detalles reveladores, se adecúa perfectamente a la nueva era. Los rusos comunistas de la guerra fría no son males sucesores de los nazis en el papel de villanos, aprovechando que tanto Hitler como Stalin tenían una pequeña obsesión con lo sobrenatural. Además, el elemento de paranoia propio de la época está presente en la historia. Probablemente habrá elementos del guión que no gustarán nada a mucha gente, porque suponen un cierto cambio de orientación a lo que hemos visto de Jones hasta ahora, aunque son coherentes como aventura pulp de los años 50. En todo caso, es de agradecer el intento (por leve que acabe resultando) de hacer algo distinto. También son interesantes los guiños a lo que ha sido la actividad del Dr. Jones desde la última vez que lo vimos hasta el 1957 en que está ambientada la película. Tampoco faltan guiños al resto de la saga e, incluso, a la serie televisiva.

El paso del tiempo para nuestro protagonista es uno de los temas básicos de la película, y se ve reflejado en las inevitables bromas sobre la edad de Jones/Ford. También es la película en el que el peso de la acción está más repartido: si en las otras toda ella giraba alrededor de Jones, en esta casi podemos hablar de un trabajo de equipo, con lo que el protagonismo del héroe se diluye (¿pesan los años, Dr.Jones?). Dicho esto, no puede negarse que Harrison Ford está perfecto en el papel, mostrándose afectado por los años cuando es necesario, y olvidándose de las canas que tapa su sombrero cuando empieza la acción.

Si en las otras películas en el reparto no abundaban las caras conocidas, en esta es todo lo contrario: Cate Blanchett, Shia LaBeouf, John Hurt, Jim Broadbent... En general, los secundarios cumplen con lo que se espera de ellos, aunque hay algunos personajes un poco desaprovechados (como el que interpreta John Hurt). La química entre Ford y Shia LaBeouf tampoco llega a los niveles que había entre Ford y Connery, pero es que eso era prácticamente imposible. Si habría que destacar a alguno de los secundarios sería a Cate Blanchett, en su papel de archi-villana, aunque su interpretación nos la estropee un doblaje bastante malo (No se sabe que les pasa a nuestros actores de doblaje, que últimamente no dan una cuando tienen que doblar a un personaje con acento. Casi hubiera sido mejor que el personaje de Cate Blanchett tuviera el típico acento ruso de película antigua de 007...)

La banda sonora de John Williams está a la altura (¿y cuando no?), aunque no es especialmente destacable. Quizá se echa en falta algún tema nuevo que sea realmente memorable, más allá de la repetición del tema principal y del romántico de la primera película. La fotografía de Janusz Kaminski no desentona demasiado con la de las películas anteriores, es decir, que ha abandonado su habitual esteticismo para trabajar al servicio de la saga.

Quizá el principal problema que tiene la película es que va de más a menos. Así, las secuencias finales no consiguen estar a la altura de las divertidas y espectaculares escenas iniciales, y eso no puede impedir que uno salga del cine con peor sensación de la que tendría si hubiera sido al revés. Por ello, la película resulta levemente decepcionante: Harrison Ford demuestra que aún puede interpretar a Indiana Jones y resultar creíble, pero la película no acaba de estar a la altura y no tiene escenas especialmente memorables (como sí sucedía con las otras). Una pena que sea así cuando se supone que la búsqueda del guión ideal ha sido un largo y costoso proceso de años... En general, se parte de un buen material del que podría haber salido una muy buena película, pero por falta de algo intangible ("química" si se quiere) todo se queda en un entretenimiento decente.

Ahora bien, la película no está a la altura si la comparamos con la trilogía original. Probablemente sea la peor de las cuatro películas de Indiana Jones (aunque quizá con el paso del tiempo, la revaloricemos: no sería la primera vez), pero sigue siendo mejor que imitadores como Tomb Raider, La Búsqueda o, incluso, a La Momia (cuya primera película resulta un acercamiento al Indy clásico de lo más logrado). Y es que, a pesar de todo, Indiana Jones sigue siendo Indiana Jones, así que ¿como no disfrutar en el cine cuando se apagan las luces y empieza a sonar la música de Williams y sale la montaña del logo clásico de la Paramount?. Aunque luego, en frío, nos deje peor sabor de boca que las tres anteriores... En resumen, sentimientos encontrados