El Libro de Nobac

El Libro de Nobac, escrito por Federico Fernández Giordano, es el ganador del Premio Minotauro 2008. Se trata de una novela que mezcla diversos géneros: aunque domina el misterio de tipo detectivesco, el texto presenta pinceladas fantásticas, de terror e, incluso, de ciencia ficción. Pero en definitiva el elemento fantástico casi puede considerarse secundario, sin llegar a quedarse en un simple MacGuffin por muy poco. Sin que esto sea malo en sí, cabe preguntarse si los responsables del premio tienen miedo de una fantasía más hard (si se me permite tomar prestado el término procedente de la ci-fi, y sin que esto implique la presencia de elfos y dragones), cuando tres de los cinco premios otorgados hasta ahora han sido novelas cuyos elementos fantásticos podrían aparecer sin muchos problemas en según y qué best-sellers de lo que podíamos llamar literatura general (el mainstream de los anglosajones). O quizá sea una cuestión de estrategia comercial, para intentar atraer a un público genérico que rechazaría a priori el género fantástico, pero sería capaz de aceptar ese tipo de elementos si los firma un Dan Brown, un Pérez-Reverte o un Ruiz Zafón. O quizá es que simplemente la novela que más ha gustado al jurado ha tenido esas características y tampoco hay que darle más vueltas al asunto.

Dejando de lado este tipo de reflexiones y pasando al libro ganador este año, lo primero que hay que agradecer (especialmente después de la intrascendencia de la ganadora del año pasado) es que se trata de una novela ambiciosa. Sin embargo, esto no quiere decir que el resultado sea perfecto, ni mucho menos. La trama nos cuenta la historia de Edgar Pym, escritor (fracasado, por supuesto) y de Lisa Lynch, periodista (atractiva, por supuesto). Ambos son contratados por un anciano llamado Valdemar, que posee un inquietante libro, lo que les lleva a investigar su pasado, relacionado con el del (misterioso, por supuesto) profesor Nobac.

Lo estereotipado de los personajes y sus relaciones, incluídos los evidentes homenajes que implican sus nombres, así como la evolución de la trama y ciertas reflexiones que aparecen a lo largo del texto, apuntan hacia un posible juego o reflexión metaliteraria que no acaba de cuajar. Sin embargo, y ese quizá sea uno de los puntos fuertes de la novela, ésta queda lo suficientemente abierta para admitir interpretaciones alternativas. La novela deja los suficientes cabos sueltos (sin que su trama principal quede sin resolver ni excesivamente abierta) para estimular la imaginación del lector.

Si los personajes son lo más flojo del libro, su mayor punto fuerte está en el planteamiento y desarrollo de una trama, que si bien tampoco es que sea un prodigio de originalidad, está bien escrita, sabe atrapar al lector, y consigue mantener el interés hasta sus últimas páginas. Aunque el género dominante es el misterio de tono intelectual, el libro no carece de momentos que provocan la inquietud y una cierta paranoia (¿será por eso que la coprotagonista se apellida Lynch?). De todas formas, es uno de esos casos en que el lector (si es medianamente avispado o ha leído lo suficiente) se empieza a figurar lo que está pasando a media novela, y la hipotética revelación detrás del misterio no lo es tanto cuando llega el último capítulo. Por otra parte, el final parece un poco precipitado y peor estructurado que la creación de la intriga que domina el resto del libro.

Por desgracia, y pasando a un apartado más formal que de contenido, la edición de la novela es francamente mejorable. No hay nada que objetar a la portada (bueno, dejando aparte que no me gustan las portadas que incluyen textos además del título y autor...) ni a lo que es el libro como objeto en sí, pero con respecto al texto, hay mucho que decir. La presencia de erratas es un mal que parece cada vez más asumido y no hay libro que se salve de ellas. Pueden perdonarse (que no aceptarse) errores como ...la cinta del magnetófono se atacó... (pág.168), que hasta resulta gracioso. Más difíciles de admitir son cosas que cualquier corrector ortográfico de un procesador de textos hubiera señalado, como ...no parecía consagtrarse... (pág.16), o ...requería a lgún tipo de distensión... (pág.211).

Sin embargo, hay un tipo de incoherencias y errores que son aún peores y que le dan al texto un aspecto descuidado (y aquí sería más difícil determinar si la culpa es del propio autor o del editor). Hay un par de frases que parecen haber sido corregidas a medias, como ...le pareció bastante descuidada en el inicio iniciales de su recorrido... (pág.17), donde da la sensación de que el autor primero escribió una cosa y luego la cambió, pero se dejó parte de la frase anterior.

Quizá la incoherencia más grave se refiera al año en que está ambientada la novela (aspecto que en principio tampoco tiene la menor relevancia). Si en un momento dado se nos dice ...un día de verano de 1974 - continuó -. De eso hace ya treinta y cinco años... (pág.61), ¿por qué una serie de informes que incluye la novela (y que se suponen escritos durante la acción de la misma) tienen fecha del 99?: las cuentas no salen. Por si fuera poco, y dadas las características de la novela (que tampoco es plan de explicar aquí), esto supone una distracción, pues hace que el lector se plantee si se trata de un error en la novela o es un hecho deliberado dentro de la intriga que presenta la historia.

Además, hacia el final de la historia se percibe un cambio bastante obvio. Si al principio la ambientación era relativamente atemporal, en su conclusión se ve claramente un aumento de los elementos que la atan a la época actual (móviles, portátiles, Internet, Wikipedia...) y que hasta ese momento no habían tenido protagonismo o presencia. En general, estos errores e incoherencias dan la sensación de que estamos leyendo el borrador de una novela escrita hace 10 años, con una conclusión escrita en la actualidad y una revisión no muy cuidadosa. No se trata de afirmar que sea así: obviamente ni lo sé, ni realmente tendría importancia si fuera ese el caso (en lo que se refiere al proceso de creación de la novela; el descuido en la revisión no sería admisible nunca), pero esa es la impresión que da en ocasiones el texto. Si un lector casual, sin hacer una lectura con lupa (a pesar de lo que pueda parecer), encuentra todas estas cosas, ¿qué no podría haber hecho un editor profesional dedicando el tiempo necesario al libro?

Puede argumentarse que estas cosas no afectan a la calidad del texto en sí, lo que sería discutible (de acuerdo respecto a las erratas, no tanto en lo que se refiere al aspecto descuidado). Ciertamente en este libro no son tantas como para hacer incómoda la lectura (aunque cuando ya en las páginas 16 y 17 te encuentras dos seguidas, uno empieza a preocuparse). En cualquier caso, cualquier incidencia de este estilo que distrae de lo que es la lectura propiamente dicho es algo que debería evitarse. Si me encuentro una página impresa al revés también puedo seguir la lectura dando la vuelta al libro y tampoco es culpa de la novela en sí, pero será igualmente criticable. La diferencia es que en ese caso a lo mejor puedo conseguir que me cambien el libro en la tienda por estar defectuoso: con una errata nunca lo he intentado pero no creo que me lo aceptaran. Eso sí, a lo mejor las editoriales empezaban a preocuparse un poco más por el producto que venden.

En conclusión, El Libro de Nobac es una buena novela, que nos cuenta una historia interesante. Si sirve de alguna indicación o referencia, estaría en el punto medio de lo que han sido hasta ahora los premios Minotauro (en una escala donde lo mejor sería Señores del Olimpo y lo peor Los Sicarios del Cielo). Sin embargo, la calidad del libro se ve necesariamente reducida por los defectos que salpican el texto (no todos achacables a los duendes de imprenta) y que dejan con la sensación de haber leído algo a cuya revisión no se ha dedicado el suficiente esfuerzo. Y eso es lamentable en lo que debería ser uno de los lanzamientos estrella de la temporada para su editorial. Igual que no se admitiría como buena una edición en CD del Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band (o del Nevermind si se prefiere), por muy disco imprescindible que sea, que sonara a hueco o con chasquidos, o con las canciones desordenadas, hay que quitar un punto o dos a la nota final del libro por esos motivos. Y es realmente triste tener que dedicar casi más espacio a comentar esas cosas sobre el libro que a la novela como tal.

Nota: Bien (podría llegar al Notable Bajo con un mejor trabajo de revisión y edición)