Indiana Jones: la Trilogía Original

En 1981, Steven Spielberg venía de fracasar con 1941, una comedia desmadrada bastante inferior (tanto en calidad como en resultados de taquilla) a sus dos anteriores trabajos (Tiburón y Encuentros en la Tercera Fase). Por su parte, George Lucas acababa de producir El Imperio Contraataca, probablemente la mejor película de su archiconocida trilogía galáctica. Lucas había estado pensando en Indiana Jones desde los años 70, rememorando los seriales de aventuras por entregas realizados en los años 30 y 40 (que él había visto en TV), y al parecer ya le había hablado de ello a Spielberg en 1977. A estos dos nombres básicos para esta trilogía se uniría finalmente el tercero: su actor protagonista, un Harrison Ford conocido sobre todo por su papel de Han Solo. A pesar de que Lucas no acababa de estar convencido (pues Ford ya había trabajado con él en sus otras películas, mismo motivo por el que estuvo a punto de no ser Han Solo), era la primera elección de Spielberg, y acabó por imponerse a nombres como los de Tom Selleck o Nick Nolte.

Con la combinación de estos tres nombres se sentaban las bases de lo que acabaría siendo una de las mejores series de películas de aventuras de todos los tiempos. George Lucas aportaba su capacidad de imaginar historias y mundos, reinventando y combinando elementos procedentes de muchas fuentes. Por suerte, Lucas (mejor productor que director) se apoyaba en uno de los directores con más talento de nuestro tiempo, Steven Spielberg. Finalmente, Harrison Ford aportaba su carisma como protagonista. Dicho esto, tampoco habría que olvidarse de John Williams, compositor de una banda sonora (en las tres películas) que acaba de redondear el conjunto, además de crear una serie de temas memorables. Ni del trabajo en el guión de la primera parte de Lawrence Kasdan (guionista también de El Imperio Contraataca), o de la labor en la sala de edición de Michael Kahn, quien se convertiría en montador habitual de las películas de Spielberg.

En Busca del Arca Perdida (1981)

La película empieza con la que acabará convirtiéndose en una de las constantes de la serie: un prólogo sin relación alguna (al menos directa) con el resto de la película. Esto puede verse tanto como una herencia de los seriales en que se basa la creación del personaje y su mundo (en los que es habitual el uso de un cliffhanger, dejando la acción inconclusa al final del episodio para finalizarla al inicio del siguiente), como del inicio de las películas de James Bond (que era lo que se planteaba hacer Spielberg cuando Lucas le dijo que tenía una idea mejor…). En todo caso, esta introducción no es un simple relleno y le sirve a Spielberg para presentarnos al personaje, así como para mostrarnos la primera de las escenas inolvidables de la película: la del robo del ídolo y la huída de la esfera de roca gigante. Además, de una forma u otra, estas escenas tendrán una leve relación con el resto de la trama.

Tras ello, la acción pasa a un ambiente universitario, en la que descubrimos al aventurero de la introducción convertido en un profesor de arqueología, gafas incluidas, en un cambio de aspecto tan radical (o más) que el que se da entre Superman y Clark Kent. Aquí es donde se nos presenta la trama principal, centrada en la búsqueda del Arca de la Alianza, que es “encargada” por el gobierno de los Estados Unidos para que no se hagan con ellas los que son los principales villanos de la saga: los nazis.

La trama nos lleva a diversos lugares exóticos, y conocemos a la chica de la película. Se trata de Marion Ravenwood, hija de un profesor de Jones con la que nuestro protagonista tuvo una relación con aspectos turbios y final doloroso. Marion está alejada del prototipo de chica en apuros (aunque eso no le impide meterse en abundantes líos de los que debe ser rescatada por Indiana), y a lo largo de toda la película da muestras de su iniciativa (y de la resistencia de su hígado). Su intérprete, Karen Allen, encabeza el reparto de coprotagonistas y secundarios, actores poco conocidos pero eficaces, que dan vida a un excelente conjunto tanto de aliados (Marcus Brody, Sallah) como de enemigos (Belloq, la némesis de Jones, o los siniestros nazis encabezados por Toht).

El resto de la película está repleto de escenas inolvidables: el breve enfrentamiento entre Indy y un espadachín en El Cairo (planeado inicialmente como un duelo mucho más largo, pero reducido a lo que se ve en pantalla a causa de los problemas estomacales que afectaban a Ford y a buena parte del equipo), el templo lleno de serpientes (que nuestro héroe odia con todas sus fuerzas), la brutal pelea alrededor del aeroplano nazi, la espectacular persecución en el camión para hacerse con el Arca… Todo ello concluye en un terrorífico y espectacular final apoyado por unos excelentes efectos especiales, realizados (como no) por la Industrial Light and Magic.

Curiosamente, para ser una película “ligera” de aventuras, y obra de un Spielberg al que se suele acusar (no siempre justamente) de forzar los finales felices, esta película concluye con un tono claramente agridulce. Aunque Indiana derrota a los malos y se queda con la chica, la conclusión muestra que el gobierno se ha aprovechado de él y el Arca se esconde en un almacén (que parece adelantarse a lugares similares que veremos en Expediente X) en vez de mostrarse en un museo.

La película fue un éxito tanto entre la crítica como entre el público. Además de ser el título más taquillero de 1981 fue nominada a ocho Oscars (incluido el de Mejor Película), de los que ganaría cuatro, además de un quinto Oscar especial al Montaje de Efectos de Sonido. La clave de su éxito probablemente esté en la recuperación de un estilo de cine de acción y aventuras considerado anticuado en su época, dándole un nuevo barniz de modernidad gracias a los avances tecnológicos y a un guión preciso y lleno de un irónico sentido del humor, encabezados por un personaje y un actor protagonista rebosantes de carisma.

Indiana Jones y El Templo Maldito (1984)

El éxito de la primera película hace se plantee de forma casi inevitable la realización de esta secuela o continuación, aunque curiosamente está ambientada en 1935, un año antes que la película anterior. Entre ambas, Spielberg dirige una de sus películas más conocidas, E.T. (1982), mientras que Lucas concluye su (primera) trilogía galáctica con El Retorno del Jedi (1983). Por su parte, Ford venía de un complejo rodaje en lo que se convertiría en un clásico de culto, Blade Runner (1982).

De nuevo, tenemos una escena inicial ajena al resto de la película, en la que Spielberg homenajea a un par de géneros en los que no había trabajado. Así, los créditos iniciales se ven mezclados con un número musical en el club Obi Wan (uno de los guiños a Star Wars que también abundan en la trilogía) propio de los clásicos de Fred Astaire y Ginger Rogers, y la acción inicial nos presenta a un Harrison Ford que podría perfectamente estar interpretando a James Bond.

Esta vez la trama está más localizada que en la primera parte, sin tanto viaje y cambio de escenario, limitándose a ser una aventura menos “trascendente” situada en la India, alejada de la importancia a nivel arqueológico y estratégico que suponía la búsqueda del Arca de la Alianza. El guión también nos presenta a un Jones que oscila entre sus deseos de buscar fama y fortuna y el comportarse como un héroe (en este caso, salvando a unos niños secuestrados).

Por un lado, esta película tiene un tono más ligero, propiciado por los secundarios que acompañan a Indy. Para empezar, al Doctor Jones le ha “crecido” un compañero infantil, un niño asiático que se hace llamar Tapón, sin duda un elemento creado para que el público más joven empatice con él. Por ello, la película cae en alguno de los defectos que suelen tener las películas con niño, aunque también le sirve a Spielberg para insinuar uno de los temas habituales de su cine, el de las relaciones paterno – filiales. Por otra parte, la chica de la película está muy alejada del papel fuerte que tenía Marion: la cantante Willie Scott responde al prototipo de rubia tonta y superficial. En consecuencia, el humor de la película es bastante poco sofisticado, aunque no por ello menos efectivo.

Por otro lado, esta película tiene algunos de los momentos con mayor oscuridad de la saga. Así, vemos a niños torturados y torturando, corazones arrancados del pecho de sacrificios humanos y al propio héroe maltratando a un niño (aunque sea bajo la influencia de un maligno brebaje), algo inconcebible en el cine comercial estadounidense. Por no hablar de las escenas abiertamente pensadas para provocar desagrado en el espectador, como la de los insectos (que continúan con la tradición iniciada con las serpientes en la primera parte) o la de la cena exótica en el palacio hindú. Como curiosidad, esta película (a sugerencia de Spielberg) condujo a la creación de una nueva categoría intermedia (el PG–13) en las calificaciones por edades estadounidenses, entre el “todos los públicos” y el “para mayores”.

La película también es más abiertamente fantástica que la primera parte. Si en En Busca del Arca Perdida el elemento sobrenatural aparecía poco a poco para estallar en el clímax final, aquí está presente desde el tramo central de la película. Por otra parte, la conclusión de la película depende menos de la exhibición de efectos visuales, aunque no por ello carece de tensión o espectacularidad, gracias a escenas como la persecución de las vagonetas o la del puente colgante.

En general, la película destaca entre las otras dos de la trilogía original por su cambio de temas y escenarios. Por ello mismo, mucha gente cree que carece de los elementos clásicos de las películas de Indiana Jones (los nazis, el desierto, las grandes reliquias religiosas), pero también por eso mismo mucha gente la valora por su originalidad. Y es que con esta trilogía no sucede como con otras, como con Star Wars (en la que parece que el consenso es que El Imperio Contraataca es la mejor de todas), y no hay una película que se considere mejor que las otras.

Indiana Jones y La Última Cruzada (1989)

Entre esta película y la anterior pasaría algún tiempo más que entre la primera y la segunda. Mientras tanto, Spielberg hace sus primeros intentos por ser considerado como un director “serio” con El Color Púrpura (1985) y El Imperio del Sol (1987). Intentos, por otra parte, fallidos: tendría que llegar todavía el momento más adelante con La Lista de Schindler. Lucas, por su parte, se dedicaba a la producción con suerte desigual, desde Dentro del Laberinto (1986) o Willow (1988) a Howard el Pato (1986) y las películas de los Ewoks. Mientras tanto, Harrison Ford se ha convertido ya en una de las mayores estrellas de Hollywood, en títulos como Único Testigo (1985) o Armas de Mujer (1988).

En esta tercera parte se ahonda un poco más en el carácter y, en definitiva, en el personaje de Indiana Jones. Esto ya sucede desde la espectacular escena inicial, que juega con el equivoco de hacernos pensar que estamos viendo al Doctor Jones en acción, hasta que descubrimos que en realidad estamos viendo una aventura del joven Indiana. Una estupenda elipsis nos lleva a la conclusión de la historia en el presente de la película, en el año 1938.

El guión de la película casi puede considerarse un calco o remake de la de la primera parte (y este quizá sea su peor defecto). No sólo es que nos encontramos con los mismos enemigos y reaparezcan personajes secundarios, y que de nuevo se busca un importante objeto de la tradición judeo–cristiana, sino que muchos elementos estructurales de la trama parecen adaptados de En Busca del Arca Perdida. Dicho esto, la película en ningún momento se hace aburrida ni sufre a causa de esta repetición.

El principal hallazgo de la película es el del personaje del Doctor Henry Jones, el padre de Indiana, interpretado por un excelente Sean Connery. La química existente entre Ford y Connery hace de su relación un elemento básico de la película, tanto en sus elementos más cómicos como en los más sentimentales. Por no hablar de la otra excelente pareja cómica que forman Connery y Denholm Elliott, que da vida al inolvidable Marcus Brody, el único hombre capaz de perderse en su propio museo. Quizá porque el núcleo de la película está en la relación entre Indiana Jones y su padre, el personaje femenino está más descuidado, aunque la atractiva Doctora Elsa Schneider cumple con su papel de mujer fatal.

Esta película también cuenta con los mejores momentos cómicos de la trilogía, tanto gracias a lo que es comedia puramente física como a gags apoyados en las ingeniosas frases de su guión. El clímax de la película, además del esperado espectáculo, nos presenta la culminación de la evolución de los personajes principales a la que hemos asistido a lo largo de la película. Y es que la búsqueda del Grial no deja de ser un símbolo de la verdadera búsqueda que realizan los dos Doctores Jones.

El mayor triunfo de esta película es que es más que capaz de ignorar los defectos que le impone la repetición respecto a la primera parte, y sabe convertir en una virtud lo que pudiera parecer un recurso facilón (el emparejar al protagonista con un pariente).

El Futuro de Indiana Jones

Cuando se estrenó la tercera parte, Indiana Jones ya se había convertido en uno de los iconos inconfundibles de la cultura popular moderna. Además de las tres películas, Indiana Jones protagonizaría comics, novelas y videojuegos más allá de las típicas adaptaciones fílmicas. George Lucas también produciría una serie de televisión para contarnos Las Aventuras del Joven Indiana Jones, tan ambiciosa como irregular.

Inevitablemente, durante mucho tiempo se estuvo hablando de una cuarta entrega de la serie (y eso antes de la era de Internet). A bote pronto, algunos de los rumores hablaban de una adaptación del exitoso videojuego Indiana Jones and The Fate of Atlantis, aunque esto parecía más deseo de los fans que algo viable. También se mencionaba que en la hipotética cuarta parte aparecería el hermano de Indiana Jones (por aquello de repetir lo que había dado buen resultado en la tercera película), interpretado nada menos que por Kevin Costner (que a principios de los 90 era una estrella emergente). Todo aquello, como bien sabemos, no pasó del estado de rumor.

Mientras tanto, Steven Spielberg se convertía en una de los más respetados y exitosos directores de cine de la actualidad (y, por que no decirlo, de la historia del séptimo arte), con el público y la crítica rendidos a sus pies. George Lucas tenía tiempo de rodar una segunda trilogía de Star Wars, y acumular el dinero suficiente para dedicarse a hacer lo que quiera, sin importante la opinión del público o la crítica. Mientras tanto, Harrison Ford se dedicaba en estos años a protagonizar productos de calidad cada vez inferior, hasta que se reunión con Spielberg y Lucas para volver al personaje que le dio la fama (con permiso de Han Solo)

El tiempo pasó y, cuando ya parecía imposible, casi 20 años después de la última entrega, se va a producir el estreno de la cuarta película de la saga: Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal. El tiempo ha pasado inevitablemente y la película está ambientada en los años 50 (es difícil pensar en un Harrison Ford sesentón interpretando al personaje que era en los años 30), los malos van a ser los rusos (como corresponde a la época de guerra fría), y hasta es posible que Indiana Jones tenga un hijo (no está muy claro cual es el papel que interpreta el joven Shia LaBeouf). Si el resto de los elementos que han convertido a Indiana Jones en un hito del cine de aventuras seguirán intactos, lo podremos ver en nuestras pantallas muy pronto.