Conan the Adventurer

Una de las series de TV más famosas de mediados a finales de los años 90, convertida en fenómeno y serie de culto, fue Xena: Warrior Princess. Entre sus diversos imitadores se encuentra Conan the Adventurer, serie inspirada (muy libremente) por el personaje creado por Robert E. Howard. La serie duró una única temporada de 22 capítulos entre 1997 y 1998, lo que resulta comprensible dada su escasa calidad. De hecho, lo que resulta sorprendente es que se le diera luz verde en algún momento.

A Conan, el personaje central, le da vida Ralph Moeller, actor/culturista alemán conocido sobre todo por interpretar al amigo germano del personaje de Russell Crowe en Gladiator. Este Conan parece seguir (aproximadamente) la continuidad establecida en las películas protagonizadas por Arnold Schwarzenagger, aunque su tono estaría más cerca de Conan el Destructor y El Guerrero Rojo que de Conan el Bárbaro. Moeller hace lo que puede con el personaje, lastrado por los lamentables guiones de la serie y sus limitadas capacidades como actor. A Conan le sigue en sus aventuras un pequeño grupo de aliados, lo que no deja de ser un contrasentido para un personaje tan solitario e individualista como el Cimmerio. Estos compañeros suelen proporcionar los momentos cómicos de la serie (que no son pocos… pero tampoco muy inspirados). Hasta cierto punto es comprensible el uso de personajes de apoyo, pero hubiera sido mejor usar un formato de reparto variable y aliados ocasionales, como sucede con el personaje de Karela (que parece inspirada ligeramente en el personaje del mismo nombre que aparece en las novelas de Robert Jordan dedicadas a Conan). El enfoque de serie "de grupo", incluso permite que haya un capítulo (Homecoming) en el que Conan sólo aparezca al principio y al final de la historia, cediendo el protagonismo al resto de personajes (que aún son menos interesantes que este Conan).

En general el reparto (sobre todo el femenino) está formado por caras (y cuerpos) habituales por apariciones aisladas en series televisivas como Los Vigilantes de la Playa y sus imitadoras. Incluso hay un par de intervenciones de actrices que llegarían a "auténticas" vigilantes de la playa, como Brooke Burns y Angelica Bridges (como Red Sonja en el capítulo del mismo nombre). Es curioso (y significativo) que estos sean los mayores logros de los actores aparecidos en la serie, y da idea de su nivel. Al menos se ha optado por físicos moderados: hubiera sido difícil justificar la existencia de los implantes de silicona en la Era Hibórea. Ocasionalmente aparece alguna cara conocida (de segunda división, eso sí), como Lou Ferrigno (El Increíble Hulk), Robert Culp (El Gran Héroe Americano), Ali Landry (miss USA 1996 y ocasional actriz televisiva) o incluso Mickey Rooney. El punto sofisticado (por decir algo) lo da el uso de "el rostro de Richard Burton" (así aparece acreditado) para generar por ordenador un dios Crom de facciones tan inadecuadas como baja calidad en la simulación. Ni siquiera el villano recurrente, el hechicero interpretado por el británico Jeremy Kemp, ofrece una interpretación convincente. Quizá incluso sea una de las peores, pues su extraña manera de declamar hace pensar en algún problema de dicción (o que le engañaron y creía estar haciendo una parodia...). La actuación vocal de la calavera parlante con la que comparte casi todas sus escenas es un poco mejor, excepto cuando se comporta como un Teleñeco (sólo sucede en un capítulo, pero aún así...).

Estamos ante un serie de bajo presupuesto, lo que resulta más que evidente en elementos como la pobreza de vestuarios (por supuesto, este Conan es el de taparrabos de piel y poco más), complementos (las espadas, además de su falso aspecto, no es raro que se doblen) y escenarios. Prácticamente toda la serie transcurre en exteriores boscosos genéricos (está rodada en Mexico) y en interiores poco desarrollados. También aparece alguna pequeña aldea o similar, pero escasas ciudades o fortalezas, cuyos planos lejanos están generados por ordenador con más bien poca calidad. El uso de unos gráficos generados por ordenador y cromas nada convincentes es claramente perceptible cuando aparece, no engañando al espectador en ningún caso. Los maquillajes y efectos prácticos no es que sean gran cosa, pero son algo más creíbles, probablemente al ser una técnica más consolidada: estamos hablando de una época en que los gráficos por ordenador no estaban tan desarrollados como en la actualidad.

En una serie de acción (y más tratándose de Conan) es inevitable hablar de los combates cuerpo a cuerpo. Por desgracia, estos se limitan habitualmente a un rutinario intercambio de golpes con las espadas hasta que uno de los luchadores (Conan normalmente) decide golpear en el cuerpo de su rival. En resumen, parece un enfrentamiento más propio de un patio de colegio que de un combate a muerte. Algunos de los compañeros de Conan emplean movimientos propios de las artes marciales, lo que les da alguna mayor variedad y espectacularidad, pero sin exagerar. Por no hablar de acciones totalmente absurdas que aparecen más de una vez: ¿quien en su sano juicio da un puñetazo en la cara a un soldado protegido por un yelmo completo?

Algunas de estas cosas, especialmente las relacionadas con la precariedad de los medios disponibles, serían disculpables si al menos los guiones y las historias estuvieran a la altura. Por desgracia, no es el caso. Como ya se ha comentado, el personaje central está más próximo al de las películas (lo que, si bien es discutible, resulta comprensible) que al de los relatos originales, y vive aventuras que parecen sacadas de los peores comics o pastiches. Un Conan al que la cabecera presenta como "Amante... amigo... héroe" o al que reciben en una aldea entre gritos de "Es Conan: él nos ayudará", no es precisamente  el personaje creado por Robert E. Howard. Además, es un Conan "predestinado a liberar a los oprimidos", al que Crom guía e incluso ayuda en alguna ocasión. Obviamente tampoco puede decirse que se haya hecho ningún esfuerzo por recrear el mundo de la Era Hibórea, y el poco interés de la trama general (que enfrenta a un Conan destinado a ser rey con un lejano hechicero) se une a unos poco inspirados episodios tomados individualmente.

Por supuesto, la presencia de Howard en los guiones es puramente testimonial. En el episodio piloto o episodio doble con que se inicia la serie, titulado The Heart of the Elephant (y producido por Brian Yuzna, productor de Re-Animator y títulos similares), apenas un par de cosas guardan relación con la conocida historia de título similar. En Impostor aparece un aprendiz de mago que recuerda ligeramente a un personaje de The People of the Black Circle. Quizá por ello el episodio más destacable sea Shadows of Death, que resulta ser una adaptación relativamente fiel de la historia Shadows in the Moonlight (por supuesto, no está rodado de noche, que es más complicado).

No tiene mucho sentido un análisis pormenorizado capítulo a capítulo de la serie, pero se pueden comentar algunas cosas de algunos capítulos. The Siege of Ahl Sohn-Bar no es uno de los peores capítulos, pero presenta la curiosidad de hacer desaparecer (sin más explicación) a uno de los miembros del "séquito" de Conan: estos errores de continuidad tampoco sorprenden. En Ransom casi se intuyen algunos momentos de como se comportaría el verdadero Conan, pero esto dura poco. The Taming tiene el dudoso honor de mostrar a Conan invocando a Crom y al dios respondiéndole y dando poder a su espada mediante un rayo. The Child, además de sus confusas alusiones al cristianismo en el futuro de la Era Hibórea, parece inspirado por lo que menos se esperaría cualquiera en una aventura de Conan: la comedia Tres Solteros y un Biberón. Red Sonja no va más allá de satisfacer la curiosidad por ver al personaje de comic (con un físico más adecuado que el de Brigitte Nielsen en El Guerrero Rojo, dicho sea de paso). En Antidote, Conan es envenenado y esto sirve de excusa para hacer un episodio a base de flashbacks de otros capítulos. Lo peor es el montaje a ritmo de canción "epic pop", interpretada por Terry Reid (músico inglés que podría haber sido vocalista de Led Zeppelin y de Deep Purple, puestos que rechazó). Lethal Wizards ofrece un final bastante apresurado a la trama central de la serie (y la muerte del malo es ridícula a más no poder). Además, varias de sus escenas aparecen como flashbacks en el episodio anterior, lo que resulta un poco extraño (aunque es cierto que en su emisión televisiva se emitieron al revés...)

En conclusión, una serie totalmente prescindible, de la que es difícil intentar decir algo bueno. Sus 22 capítulos son unas 16 horas de vida que podrían dedicarse a tareas más satisfactorias (como, por ejemplo, leer algunos de los relatos originales de Robert E. Howard).