Mad Max

Uno de tantos personajes cinematográficos que se hicieron famosos durante los años 80 vino de Australia y se llamaba Max Rockatansky, más conocido como Mad Max.

Salvajes de la Autopista

La primera película dedicada al personaje, titulada simplemente Mad Max se estrenó en 1979. Su director fue el australiano George Miller, que además de el resto de títulos de la serie cuenta en su curriculum con títulos tan diversos como Las Brujas de Eastwick, El Aceite de la Vida, Babe, el Cerdito en la Ciudad o Happy Feet. El protagonista absoluto es Mel Gibson, al que esta serie convertiría en estrella mundial (tras la tercera parte rodaría Arma Letal, abriéndole el camino de Hollywood). Sin embargo, cuando se estrenó la película era un absoluto desconocido y, al parecer, ni tan siquiera aparece en los trailers estadounidenses de las dos primeras películas (centrados en las escenas de vehículos).

La película está rodada con un presupuesto bastante limitado (muchos de los coches empleados se repintaban continuamente para que pudieran pasar por vehículos distintos). En contraste, el éxito en taquilla fue tan grande que durante mucho tiempo (hasta el estreno de El Proyecto de la Bruja de Blair en 1999) la película tuvo el record de mayor rentabilidad, en función de la proporción ingresos – presupuesto.

Probablemente lo que más llame la atención al espectador moderno que se enfrenta a esta película es su estética, que no tiene mucho que ver con lo que se puede esperar de la estética Mad Max popularizada más adelante. Si no fuera porque se nos indica al inicio que la película transcurre en un futuro cercano, la historia podría pasar por un policiaco contemporáneo. De hecho, la película casi está más próxima a títulos como Harry el Sucio (1971) que a lo que se espera de una historia de ciencia ficción post – apocalíptica.

La historia es la de un policía de carretera, en un mundo desértico en que delincuentes y bandas de motoristas dominan las autopistas. Este policía, Max, está cansado de su trabajo y quiere dejarlo para pasar más tiempo con su mujer y su pequeño hijo. En su camino se cruzan unos violentos motoristas que atacan a sus amigos y a su familia, forzándole a adoptar los métodos que quería evitar, los métodos de los propios criminales a los que persigue. No es una historia especialmente original, y sí es bastante representativa de una época en que el cine negro muestra a policías que se ven forzados a comportarse de manera no muy distinta a los delincuentes (como el ya mencionado Harry Callahan). Este tema se ve reforzado en las conversaciones entre Max y su jefe, acerca de la necesidad o no de héroes en la decadente sociedad en que viven.

La película fue llamativa en su momento por la violencia que mostraba, aunque realmente muchas veces esa violencia es más insinuada y revelada en sus consecuencias que mostrada directamente (la mano mutilada y quemada de Ganso, los planos casi subliminales de ojos desencajados antes de un choque, el plano posterior al atropello del niño…).

Pero sin duda lo más representativo de la película son las persecuciones de coches (y motos), rodadas logrando una impresionante sensación de velocidad (más meritoria aún teniendo en cuenta las limitaciones impuestas por la época y el presupuesto). Destaca sobre todo la persecución inicial del Jinete Nocturno, que sirve de presentación de la mayor parte de los secundarios y del propio Max. El personaje de Max es presentado de forma gradual, mostrándole en parte y en planos cortos, hasta que su presencia es imprescindible para cazar al criminal.

Y en realidad, eso es lo que es la película: la presentación de un personaje, la presentación del “Loco” Max. Un buen policía, un hombre de familia, acosado por la violencia interior y exteriormente, que se ve forzado a convertirse en un proscrito.

El Guerrero de la Carretera

El éxito de la primera parte hace que en 1981 se estrene la secuela: Mad Max 2. Repite el mismo equipo, pero esta vez el presupuesto es mayor; de hecho, se trata de la película Australiana más cara que se había producido hasta entonces.

En esta película sí que nos encontramos con la estética post – apocalíptica que popularizaría la saga. Todo transcurre en el desierto, todo parece construido con restos (desde las ciudades a las ropas y, por supuesto, los vehículos) y todo tiene un toque de primitivo salvajismo. En cierto modo, todo tiene un aire exagerado, como de comic, especialmente entre los “malos”, con su look entre el punk y la estética sadomasoquista.

Además, ahora una introducción nos sitúa claramente en este mundo futuro, hablándonos de crisis energética y explosiones nucleares (y, curiosamente, a través de imágenes de archivo en blanco y negro que dan un toque ambiguo al momento en que se produjo el apocalipsis que ha dejado el mundo como lo ha dejado).

Ahora Max es un vagabundo mercenario, necesitado de combustible para su vehículo. En su camino se cruza un piloto de autogiro que le guiará a una ciudad donde producen combustible. Pero Max no es el único interesado en la gasolina que tienen los habitantes de este pequeño establecimiento: también están una banda de salvajes criminales liderados por un siniestro hombre llamado Lord Humungus.

Max se parece en esta película a un ronin de una película de Kurosawa, o al Hombre sin Nombre de los westerns de Sergio Leone (De hecho, en la tercera parte, en la Cúpula del Trueno el personaje es presentado al público como “el hombre sin nombre”). Se trata de un héroe reluctante, que no se preocupa de los demás de forma altruista, y que sólo por casualidad acaba convirtiéndose en el salvador del pueblo, sin abandonar su propio interés: como Toshiro Mifune en Yojimbo o Clint Eastwood en Por un Puñado de Dólares. Por otro lado, la narración en off potencia de alguna manera el aspecto casi mítico y legendario de Mad Max, al que el narrador ve como una figura salvadora y heroica.

La parte más espectacular y destacable de la película se produce hacia el final, con la persecución en la que Max conduce un camión perseguido por la banda de Humungus. El guión en esta película es más flojo que en la anterior (por confuso y peor desarrollado, ya que la historia en sí es algo más compleja), pero se compensa con el establecimiento de una estética y una ambientación post – apocalíptica que crearía escuela.

Más Allá de la Cúpula del Trueno

La última parte de está trilogía se estrenaría en 1985: Mad Max: Más Allá de la Cúpula del Trueno. Se trata ya de una co – producción en la que interviene capital estadounidense, y está co – dirigida por el habitual George Miller y por George Ogilvie (empleado para tratar con el numeroso reparto, centrándose Miller en la acción).

La película continúa con la estética y concepto de la segunda parte, con un Mad Max errante en un mundo desértico y post – apocalíptico. Sin embargo, es evidente la mayor disponibilidad de medios: el presupuesto de la primera era de 350.000 $, el de la segunda aumenta a más de 3.000.000 $, y el de esta tercera llega casi a los 10.000.000 $.

El inicio de la película sin duda es la mejor parte, con las desventuras de Max en Negociudad y la legendaria pelea contra Golpeador dentro de la Cúpula del Trueno. Después, cuando se encuentra con un grupo de niños perdidos a mitad de camino entre Peter Pan y El Señor de las Moscas, que toman a Max por una figura mesiánica que viene a guiarlos a un paraíso, la historia decae bastante. Además, el cambio de tono resulta un poco chocante. Con la persecución final la película remonta un poco el vuelo, pero tampoco demasiado.

Si es cierto que la película estaba planteada inicialmente como una historia de niños perdidos, y que sólo posteriormente se les ocurrió que el adulto con que se encuentran fuera Mad Max, eso explicaría el principal defecto de la película, que no parece estar en la misma onda que las otras dos entregas. La violencia y salvajismo de las dos películas anteriores desaparecen totalmente, convirtiendo esta tercera en un entretenimiento familiar de sábado por la tarde, en el que Max se dedica a salvar niños y da la sensación de que no muere nadie (ni buenos ni malos). De hecho, ni siquiera hay demasiadas escenas de persecuciones y vehículos. Las exigencias del presupuesto la transforman en un producto eminentemente comercial, para todos los públicos, con canciones pop en la banda sonora y Tina Turner (que parece que no nació para actuar) en uno de los papeles principales.

En general, podría considerarse una correcta película de aventuras con niños, bastante típica de la época. Sin embargo, como película de Mad Max no da la talla, y parece que Max está allí un poco por casualidad. Sin embargo, precisamente su vocación comercial hace que probablemente sea la más popular de las tres.

Furia en la Carretera

Últimamente parece haber rumores sobre la producción de una cuarta película en la serie. George Miller ha dicho que tiene intenciones de dirigirla, pero en general todo son especulaciones y rumores. Mel Gibson no estaría implicado en la película (él mismo se ve mayor para el papel), y se ha rumoreado el nombre de Paul Walker (A Todo Gas) para sustituirlo, aunque parece que Miller prefiere a un desconocido para el papel.

En todo caso, y a pesar de intentos fallidos de volver a este tipo de género (Waterworld de Kevin Costner),no sería sorprendente dado el estado actual de la industria que nos encontremos de nuevo con Mad Max por las desérticas carreteras Australianas.