Beowulf

El gran poema épico de la lengua inglesa (más o menos equivalente en importancia a lo que es el Cantar de Mío Cid para la lengua castellana) ha sido adaptado varias veces al cine recientemente. En 1999 fue una extraña película protagonizada por Christopher Lambert que con resultados bastante lamentables le daba a la historia una ambientación cercana a la ciencia ficción. Ese mismo año, El Guerrero Número 13 adaptaba una novela de Michael Crichton que daba su propia versión de la historia, con resultados mucho mejores. Y hace un par de años, Beowulf & Grendel, protagonizada por Gerard Butler, daba un enfoque más realista a la leyenda en esta pequeña película.

Para su versión del poema, Robert Zemeckis ha utilizado las técnicas que empleó para su anterior trabajo, Polar Express, realizando una película de animación por ordenador empleando captura de movimientos. Es decir, la actuación de los actores se recoge en el ordenador mediante un traje lleno de sensores, así como la expresividad de sus rostros (también sembrados de pequeñas pelotitas reflectantes para detectar sus movimientos). Después el director y los animadores pueden emplear toda esta información para disponer los modelos en 3D de los personajes en escenarios también virtuales y realizar cualquier movimiento de cámara que pueda imaginarse.

Los personajes animados, al menos en su mayor parte, se parecen a sus contrapartidas originales (a las que también dan voz), quizá con la excepción del protagonista, Ray Winstone, que se ha ahorrado horas y horas de gimnasio para disponer de un físico perfecto (aunque el propio Winstone, de 50 años, afirma que su personaje se parece a él cuando tenía 18 años…). Puede discutirse la necesidad de realizar así la película, cuando podría haberse hecho algo similar a 300 y emplear directamente a los actores reales en entornos virtuales. La razón que se ha dado es que de esta manera el director dispone de total control y flexibilidad, algo que no podría tener de otra forma. También es de suponer que es más fácil poder crear luego tanto la versión normal como la tridimensional, y desaparecen los problemas de integración de elementos reales en escenarios virtuales.

Quizá el principal problema de la película, en su apartado técnico, venga de su planteamiento para ser vista y disfrutada en cines capaces de proyectarla con su novedoso sistema tridimensional (que emplea una tecnología y unas gafas más avanzadas que las clásicas gafas azules y rojas). Esto hace que en un cine tradicional esa espectacularidad se pierda y que en varias escenas se note excesivamente que están diseñadas para ser vistas en 3D (como sucede con la de la lanza). Al menos no es tan grave como era de esperar tras haber visto Polar Express y sus interminables recorridos del tren en plan montaña rusa. Así pues, parece que es recomendable ver la película en un cine preparado para la proyección en 3D, pero por desgracia son pocos y la mayor parte del público nos tenemos que conformar con el formato tradicional.

Siguiendo con las inevitables comparaciones con Polar Express, hay que reconocer que en esta nueva película los personajes parecen más reales y expresivos que en aquella: es obvio que la técnica avanza. Por otra parte, hay algunos momentos (escasos) en los que la expresividad de algún personaje no está del todo lograda, y quizá hubiera sido conveniente “corregirla” empleando técnicas de animación por ordenador tradicional (o, si se ha hecho así, habría que haberlo hecho mejor). Aún así, sigue habiendo una cierta sensación de “frialdad” en los personajes, aunque quizá se deba a que inconscientemente sabemos que no son reales (otros casos similares, como Gollum o Davy Jones, resultan más creíbles, pero quizá se deba a su integración en un entorno real). En todo caso, es difícil hablar de la calidad de las actuaciones y de las voces, habiéndola visto doblada, tampoco puede decirse mucho. En todo caso, es de agradecer que la mayoría de los actores (además de Winstone, completan el reparto Anthony Hopkins, Angelina Jolie, Robin Wright Penn, John Malkovich y Brendan Gleeson) tengan sus voces habituales de doblaje y no se haya contratado a “famosetes” de medio pelo como es tristemente habitual en otras películas de animación (claro, que esta tampoco sería la típica película de animación…)

Porque en efecto, esta no es una película de animación familiar y para todos los públicos: nada que ver con el cuento infantil navideño que era Polar Express. Además de alusiones sexuales y desnudos (aunque con bastante grado de “Austinpowerismo”, como lo ha llamado el crítico Roger Ebert), la película cuenta una historia violenta y sangrienta, y no se limita demasiado a la hora de mostrar sus aspectos más brutales.

El guión sigue bastante literalmente la historia del poema original, aunque se trata de una interpretación moderna realizada por el guionista Roger Avary (colaborador de Tarantino en el guión de Pulp Fiction y autor del de Silent Hill) y el escritor Neil Gaiman (cuya novela Stardust hemos podido ver recientemente también adaptada al cine). Como era de esperar en esta modernización de la historia, se busca dar algo más de profundidad psicológica al protagonista: Beowulf no es un héroe perfecto, sino un hombre con defectos y debilidades. Igualmente, Grendel y su madre no son únicamente monstruos a eliminar por el guerrero, y la película insinúa razones para que el espectador empatice con ellos. Aún así, esto son sólo unos apuntes: el guión de la historia no deja de ser una secuencia de escenas de acción y combate espectaculares, sin mucha más profundidad detrás. Al fin y al cabo, la historia de Beowulf no deja de ser la historia vista mil veces del guerrero que se enfrenta al monstruo, y eso es lo que hace en la película (varias veces…)

El habitual colaborador de Zemeckis, Alan Silvestri se ocupa de la banda sonora. Se trata de un trabajo espectacular de tonos épicos, que recuerda en ocasiones por su estilo a la música que compuso para Van Helsing, y acompaña a la perfección con su fuerza y grandilocuencia a lo que se ve en pantalla.

Beowulf es una película espectacular, y es de suponer que lo es todavía más si se puede ver en 3D, siguiendo con la tendencia de atraer al espectador a las salas de cine ofreciendo el más difícil todavía y el máximo espectáculo. Con una duración inferior a las dos horas, y con contínuas escenas trepidantes, el ritmo no decae en ningún momento. Eso sí, la película no cuenta una historia especialmente original ni sorprendente. Así, Beowulf resulta muy entretenida, pero no resulta memorable ni revolucionaria, ni en el apartado técnico ni en lo que se refiere al contenido. Quizá lo más destacable sea el enfoque sangriento y más adulto tratándose de una superproducción de animación, y es poco probable que un título pase a la historia del cine por eso.