Los Crímenes de Oxford

La última película de Alex de la Iglesia, que llevaba 4 años sin estrenar ningún largometraje, es la adaptación de la novela del autor argentino Guillermo Martínez, también conocida como Crímenes Imperceptibles. Como era de esperar por la naturaleza del proyecto, de la Iglesia deja de lado buena parte de su particular universo y forma de entender el cine para sacar adelante una correcta adaptación del libro a la pantalla. A priori parece que no era un proyecto adecuado para el director vasco, pero así nos demuestra que no le importa adaptarse a las características de un cine que no es el suyo. Aún así, la película tiene algunos momentos de humor muy propios de de la Iglesia, aunque en general parece evidente que es su trabajo menos personal, lo que puede decepcionar a algunos de los espectadores.

La película, al igual que la novela (respecto a la que no introduce grandes cambios), es un misterio clásico, un whodunit, que dicen los ingleses. Tenemos los esperados crímenes misteriosos que sacuden a una pequeña comunidad, y a la pareja de detectives aficionados (en este caso, matemáticos) que intentan resolver el caso. El motivo matemático de los crímenes es poco más que una excusa para darle un toque de “thriller intelectual” a la historia, pero poco más. La matemática y la filosofía también sirven para introducir unos cuantos elementos de reflexión en el guión, y aquí es donde se encuentra probablemente su mayor problema. La película cuenta con demasiadas escenas en que los personajes se limitan a discutir y filosofar en voz alta, algo que puede funcionar en el libro, pero ralentiza la película.

Como ya se ha dicho, Alex de la Iglesia se limita a hacer un trabajo clásico para contarnos el misterio alrededor de los asesinatos. Si acaso, destaca un poco el imposible plano secuencia que enlaza a los personajes al principio de la película. En la película vemos demasiadas referencias a otras películas (Pi, V de Vendetta, El Silencio de los Corderos). Así, en momentos parece que estemos viendo un ejercicio de estilo a lo Tarantino, aunque la suma de elementos es demasiado inconexa para encontrarle cierta coherencia: ¡si hasta podemos ver similitudes formales con El Código Da Vinci!.

En el reparto destaca sin duda John Hurt (V de Vendetta, Hellboy), que demuestra su categoría y experiencia a lo largo de todo el metraje. Elijah Wood (El Señor de los Anillos) está en su línea habitual (o sea, tirando a flojo, aunque en ningún caso lamentable), y no consigue llegarle a la suela de los zapatos a Hurt. El reparto femenino también está correcto, tanto Julie Cox (Dune (TV)) como Leonor Watling (Salvador). Hay que destacar que el rodaje se ha hecho en inglés, y Watling es la única española del reparto (para la versión española ha sido doblada, y confieso que llegué a pensar que se había doblado a sí misma). Lo que sí es criticable es la escasa credibilidad como posible pareja de Wood con cualquiera de las dos actrices: el aspecto juvenil del actor tiene un pase para hacer de estudiante de doctorado, pero resulta difícil imaginarlo como pareja de ambas mujeres.

La banda sonora es de uno de los habituales del cine español, Roque Baños, que hace incluso un pequeño papel como director de orquesta. Su trabajo es correcto, aunque previsible, recordando en ocasiones a las composiciones de Bernard Hermann para Hitchcock (otra referencia demasiado obvia). La fotografía y el resto de aspectos técnicos son correctos, si bien no especialmente llamativos. Si acaso, se echa en falta un mayor aprovechamiento del excelente escenario que supone Oxford, pues en la película abundan los interiores y los planos cortos de los actores.

En resumen, Los Crímenes de Oxford es una correcta y entretenida película de misterio, protagonizada por un inmenso John Hurt, pero también es uno de los trabajos más impersonales de Alex de la Iglesia. Así, aunque el director de Bilbao hace un trabajo correcto, los fans de su estilo se verán defraudados. Sin duda, no se trata de una película que vaya a pasar a la historia, aunque si buscamos un poco de intriga sin muchas más pretensiones, podremos pasar casi un par de horas de entretenimiento. Correcta, pero prescindible.